La música es un arte universal, capaz de provocar una magia especial que permite despertar sentimientos de solidaridad y de armonía entre personas de diferentes lenguas, creencias y condiciones. A la vez es una herramienta para rozar esas regiones sublimes que no se pueden describir con palabras y que, sin embargo, sentimos que existen.
«Cuando hay un instinto de Belleza, todo lo que uno hace siguiendo ese instinto será hermoso » (Sri Ram).
Lo que llamamos arte es una de las múltiples formas que se nos ofrece a los seres humanos para plasmar la belleza en el mundo, pero tengo que decir que, de todas las bellas artes, la que considero más esencial y que le da sentido a todas ellas (además de ser mi preferida), es la Música. La pongo con mayúscula porque no me refiero a todas las músicas, sino a la que está regida por la armonía y la unidad que deben integrar todas las manifestaciones artísticas, ya que, como decía Walter Pater, « Todo arte constantemente aspira a la condición de música » .
Creo que la música es la más completa y la más universal de las artes, sencillamente porque constituye la esencia de todas ellas, es la que las armoniza y les da sentido. Consideremos, por ejemplo, una poesía: cuando esta expresa auténticos sentimientos, cuando se trata de una verdadera creación poética, la cualidad musical de su estructura y su ritmo son inseparables de ella. La música es un lenguaje, una forma de expresión que se entiende y se escucha no solo en la Tierra, sino en todo el cosmos. La pueden disfrutar todos los seres manifestados en cualquiera de las escalas de su evolución. « La música – decía Carlyle–, es una especie de inarticulado e impenetrable lenguaje que nos conduce al borde de lo infinito y por un momento nos permite contemplarlo » .
Por eso dedico este trabajo a ella, pues es la que me hace poder atisbar algo de ese mundo arquetípico donde reside la Belleza e incluso elevarme hasta él y captar en momentos muy especiales la identificación que tiene con lo divino. Es admirable ver cómo hoy, en un mundo tan dividido y enfrentado, existen orquestas y conjuntos musicales integrados por personas de distintas nacionalidades y de muy diferente edad, estatus social o religioso, que se hacen uno a la hora de tocar juntos, que conviven fraternalmente haciendo música y disfrutándola de la mano de directores geniales, como por ejemplo el recientemente fallecido Claudio Abbado o el inagotable Daniel Barenboim, por citar solo dos de los que directamente han creado y trabajado con orquestas de este tipo.
Claudio Abbado, que llevaba la música en las venas, fue uno de los que más se preocupó de su divulgación entre los jóvenes, fiel a su idea de que la formación musical es la base de la mejor educación para todos. Abbado sabía que el poder y la «magia» de la música –que él descubrió desde muy pequeño–, podía hacer más por la formación de los seres humanos que todas las escuelas del mundo. Otro gran director, Herbert Von Karajan, se preguntaba en cierta ocasión qué tipo de magia tan poderosa era la que hacía que, en un momento dado, un grupo de más de cien personas fuera capaz de vibrar como una sola, en un acorde perfecto. Ambos directores sabían que la música « como lenguaje universal, tiene no solo un profundo valor estético, sino que es necesaria para la vida cotidiana del ser humano, porque se basa en la colaboración y la escucha recíproca » , es decir, ellos habían comprobado que « escuchar al otro » era fundamental para trabajar juntos y poder crear entre todos algo realmente armónico y bello.
El niño que se forma en una orquesta aprende la solidaridad y la constancia ejercitándose en escuchar a sus compañeros, aprende la disciplina de llevar el ritmo que marca el director y a mantener su instrumento limpio y bien afinado para no dañar el resultado del conjunto. No en vano decía Marco Aurelio: « Acostúmbrate a escuchar sin distracción todo lo que el otro dice y a penetrar todo lo posible en el espíritu del que habla ». Si los clásicos ya aconsejaban «aprender a ver», también hay que «aprender a escuchar» para penetrar en los misterios de la Naturaleza y compartir con los demás el arte de vivir.
La música, como la poesía o el teatro –que son derivados suyos–, nos invita a la purificación y al conocimiento de nosotros mismos, pues, además de afinar el oído, nos ayuda a afinar el alma. Así lo entendieron los clásicos griegos en sus tragedias: ellos sabían que cuando el héroe manifestaba sus mejores sentimientos y cualidades, el espectador sentía lo mejor que estaba en su interior, al paso que notaba sus propios vicios y defectos en los representados por el malvado, lo cual provocaba en él una catarsis que sacudía su conciencia y le animaba a ser mejor. Las grandes manifestaciones de la Belleza nos ayudan a «despertar» nuestro ser interior, ya sea viendo o escuchando una obra maestra, admirando un animal o abrazando un árbol.
« El arte trata con arquetipos y los arquetipos influyen en nosotros acrecentando y renovando nuestra imaginación, de suerte que no envejece el que es creadoramente imaginativo, sino que, como los dioses, se hace eternamente joven » . Esto afirma Jinarajadasa en su libro El arte y las emociones , donde continúa diciendo: « El poeta y el músico, que simpatizan con la Naturaleza y comprenden su significado, pueden interpretar o hacerse eco de lo que la Naturaleza no es todavía capaz de proferir » . Esto es justamente lo que caracteriza al verdadero filósofo, al verdadero artista.
La Belleza pertenece al mundo de los arquetipos, es uno de los tres atributos de la Divinidad; por eso todos la reconocemos sin necesidad de más explicaciones. Lo que es bello atrae, cualquiera que sea su forma de manifestación, ya que nuestra alma guarda la reminiscencia de la armonía del cosmos y se siente identificada cuando ve su reflejo en el espejo del mundo. La persona que se deleita escuchando música predispone al Aire y al Tiempo, los mensajeros que la hacen posible, para percibir el mejor sonido. Entonces siente y experimenta, en lo más profundo de su ser, la Unidad de la Vida.
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Amé este artículo..llegó justo cuando estamos por iniciar un taller musical en acrópolis de Antofagasta.Chile.
Agradezco la inspiración e investigación de la autora.