Cuando se cumplen doscientos años del nacimiento de Ramón de Campoamor, un manto de olvido le oculta. Sin embargo, gozó en vida de una popularidad que no igualaron sus coetáneos Bécquer o Zorrilla, tuvo una larga y prolífica carrera literaria y política, y sus doloras , reeditadas hasta 30 veces estando vivo, se difundieron a través de libros, cromos y postales.
Ramón de Campoamor provoca opiniones encontradas; para unos es un gran poeta con tintes filosóficos; para otros es un rimador sin más. Lo que nadie le puede negar es haber coronado la cima de la popularidad.
Para acercarnos a su figura, debemos encuadrarla en su contexto, en su mundo del siglo XIX, tan diferente al nuestro. Si cualquier personaje de entonces, culto, con valores morales individuales y sociales básicos, se viera inmerso sin información previa en nuestra vorágine contemporánea, a buen seguro que tampoco resistirían a su examen algunos comportamientos sociales y algunos personajes públicos de nuestro tiempo. Por ello, sin negar los claroscuros de su obra, es preciso situarlo en aquella España cambiante. En el periodo que abarca su vida, España pasó por el reinado de Fernando VII, las guerras carlistas, la regencia de María Cristina de Borbón, la regencia de Espartero, el reinado de Isabel II, la Revolución del 68, el reinado de Amadeo de Saboya, la I República, el reinado de Alfonso XII, la regencia de María Cristina de Habsburgo, varias Constituciones y varias guerras, como las de Cuba, Filipinas y Puerto Rico. Y Ramón de Campoamor fue político, además de literato. También fue un ciudadano de su siglo, con sus costumbres y sus concepciones de la vida y la sociedad.
Nació en Navia (Asturias) en 1817. Cursó Filosofía, Latinidad y Retórica y Medicina, pero se dedicó de lleno a las letras y a la política, actividades ambas que compaginó a lo largo de toda su vida.
Campoamor poeta
En su época y en la actualidad, defensores y detractores no se ponen de acuerdo. Le defendieron Manuel Machado, Miguel de Unamuno y Rubén Darío, que le calificó de «amable filósofo» dedicándole unos versos.
Leopoldo Alas Clarín , el autor de La Regenta , alude a Campoamor como «el hombre ingenioso, que tiene el cerebro lleno de prismas, como los ojos de ciertos bichos, los cuales, merced a las facetas de su órgano visual, en vez de ver un solo mundo miserable, como nosotros, contemplan miles de mundos que resultarán maravillosos».
Luis Cernuda y Gabriel Celaya señalan su innovación en el lenguaje poético, que deja de lado la altisonancia para adquirir un tono cotidiano. Campoamor creó nuevos géneros, como la humorada y la dolora . En el actual Diccionario de la lengua española , se define la humorada como «Breve composición poética, introducida por el escritor español Ramón de Campoamor, de carácter sentencioso, que encierra, en forma humorística, una advertencia moral o un pensamiento».
La ambición
A un monte una vez subí
y de cansado me eché;
mas luego que lo bajé,
de confiado caí.
–¡Déjame, ambición, aquí
hasta morir descansando!
¿Qué ganaré ambicionando
si cuanto más suba, entiendo
que me he de cansar subiendo,
y me he de caer bajando?
Para sus contemporáneos Campoamor fue poeta, pero también un filósofo de lo cotidiano. Sus títulos y estribillos eran en sí mismos lecciones de vida: «Quien vive, olvida», «Vivir es dudar», «Todo se pierde», «Corta es la vida», «Quien más pone pierde más», etc.
Cosas del tiempo
Pasan veinte años: vuelve él,
y al verse, exclaman él y ella:
(–¡Santo Dios! ¿Y este es aquel?…)
(–¡Dios mío! ¿Y esta es aquella?…)
Escribió obras de tinte filosófico, algunas muy criticadas. Lo absoluto se usó como manual en las universidades. También escribió El ideísmo y Filosofía de las leyes , entre otros . Publicó ensayos sobre temas políticos y literarios, como su Poética . Aparte de varias series de doloras, humoradas, fábulas y pequeños poemas, escribió varias obras de teatro.
Recibió ataques de una sociedad políticamente dividida. José Neskens, en el prólogo a sus Doloras de 1894, alude a la acusación de plagio que él mismo había lanzado contra Campoamor veinte años antes:
«Lo ataqué a usted con furia, con saña… No podía ser de otro modo. Aparte de que los pequeños somos implacables, ¡usted monárquico, yo republicano! ¡usted famoso, yo desconocido!, ¡usted un gran poeta, yo un gran don Nadie! ¡Cualquiera resistía a la tentación! No resistí, y cada día me alegro más. Sin esto, quizás nadie me conocería aún».
Campoamor político
Ramón de Campoamor ocupó distintos cargos públicos: diputado suplente por Asturias (1845); auxiliar del Consejo Real (1846); gobernador civil de Castellón (1847-1848); gobernador civil de Alicante (1848). gobernador civil de Valencia (1853-1854); director general de Beneficencia y Sanidad (1875); Consejero de Estado (1878-1881); nuevamente, director de Beneficencia (1884-1888); fue diputado electo en Aspe y Alicante (1853-184), Játiva y Vinaroz (1855-1857), Pego (1863), Alcoy (1864), Santa Cruz de Tenerife (1876), Antequera (1881) y Madrid (1884); fue senador por Murcia (1889) y Orense (1896). Ejerció como director de la sección de Literatura del Ateneo madrileño.
Fue un político conservador y monárquico, consejero y amigo del rey Alfonso XII. Por lo que se conoce, parece que ejerció sus cargos de manera eficaz y responsable. Se mostró preocupado por la escolarización de los niños y acometió reformas en la beneficencia pública. En el Congreso defendió la libertad de imprenta. Estuvo toda su vida en contacto con las primeras figuras políticas y literarias de su época.
Se mantuvo alejado de las derechas católicas integristas y de las izquierdas revolucionarias. Alejandro Pidal, ministro de Cánovas, lo describe como un «pagano rezagado, que no tenía de cristiano más que a su mujer». Campoamor alegaba: «Gasto menos tiempo oyendo misa que oyendo luego en casa los reproches de mi mujer cuando no la oigo».
Campoamor académico
En 1862 Campoamor ingresó en la Real Academia Española. Aludiendo al lema de esta institución, defendió que la metafísica limpia, fija y da esplendor al lenguaje: «Multitud de definiciones metafísicas, o lo que es lo mismo, absolutamente propias, que se hallan diseminadas en los libros de filosofía, son las que hacen que un lenguaje se limpie de términos parásitos, marche con fijeza sobre un terreno de granito, y brille esplendorosamente en esas regiones del alma donde Dios se dignó esculpir la razón de las razones , o sea, la ciencia de la razón de las cosas».
«Sin la filosofía los poetas son unos adoquinadores de palabras, y los prosistas unos acarreadores de palabras sin adoquinar».
Defendió que «así como la luna ejerce atracción sobre los mares, la metafísica, al pasar sobre los pueblos, levanta el nivel de los idiomas», y que el grado de civilización de los pueblos corresponde exactamente a la altura de su lenguaje: «Y es que en cualquier parte del suelo en que pone su planta un metafísico, nace una civilización».
En aquella ocasión defendió la importancia de las ideas claras antes de que se reflejen en el lenguaje: «El pensamiento sin la palabra siempre es una concepción, pero la palabra sin la idea es un alarido».
En 1892, se inauguró en Oviedo el teatro que lleva su nombre, que cumple en 2017 sus 125 años, y que en la actualidad acoge la entrega de los Premios Princesa de Asturias.
Murió en Madrid en 1901. Fiel a lo que había defendido, dejó dicho en su testamento que sus obras se podrían reproducir libremente sin derechos de propiedad. En el Retiro madrileño, su estatua sedente mira al horizonte; le acompañan tres mujeres que encarnan su dolora Las tres edades , flanqueado por ilustraciones de sus poemas El gaitero de Gijón y ¡Quién supiera escribir!
La suya fue una vida larga y fructífera, de opiniones encontradas, porque como bien dijo Ramón de Campoamor
En este mundo traidor
nada es verdad ni mentira;
todo es según el color
del cristal con que se mira.
http://www.rae.es/academicos/ramon-de-campoamor
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/doloras–0/html/ff0e9d6c-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.html#I_1_
Magnifico comentario sobre R. de Campoamor.