¿Sabías que Calígula nunca nombró a su caballo cónsul, que los autores de su época nunca lo acusaron de incesto y que esas denuncias son posteriores? ¿Estabas al tanto de que uno de los barcos colosales que hizo construir en el lago de Nemi estaba destinado a ser un templo en honor a Diana y no una nave para orgías? ¿Sabías que cuando fue asesinado, el pueblo enfurecido salió a la calle en busca de los responsables?
Cuando empecé la escritura de mi novela, El rey de Nemi. El juicio de Calígula (Evohé, 2017), sabía que muchas de estas cuestiones estarían en la mente de la gente a la hora de abordar la lectura de una novela sobre Calígula. Una figura que, a pesar de contar con una importante revisión por parte de los historiadores actuales, sigue conociéndose entre el gran público por su locura.
El apodo de Calígula que marcó su existencia, parece un irónico preludio de su memoria. Sus padres, en un acto de propaganda populista, cuando apenas era un niño de dos años, lo engalanaron de legionario para ganarse el favor de las tropas de Germania, calzándolo con la caliga reglamentaria de la soldadesca: la propaganda como un leitmotiv de su vida, que marca a fuego hasta el nombre con el que pasó a la posteridad.
Casi todo lo que sabemos sobre Calígula pasa por el filtro de quienes lo escribieron y los motivos por los que lo hicieron. Cayo se opuso en vida a quienes forjaron su memoria en la Historia y el resultado es el de un compendio de acusaciones entre las que hay que bucear para discernir lo real de la mera calumnia, y la calumnia de la exageración con un fondo de verdad.
Una infancia rodeada por la muerte
Pero demos una vuelta a la hoja y volvamos al inicio de la historia. Calígula, nacido como Cayo Julio César Germánico, llegó al mundo un 31 de agosto del año 12 en la actual ciudad de Anzio, hijo de Germánico (entonces heredero formal al imperio después de Tiberio) y de Agripina la mayor (única nieta directa de Augusto viva y no caída en desgracia por entonces). Tiene un linaje tan intrincado como pomposo al ser, entre otros, biznieto de Marco Antonio o del emperador Augusto. ¿Cómo puede influir en la cabeza de un niño ver que tu bisabuelo es adorado como un dios tras vencer al otro para el dominio del naciente imperio?
Calígula pasa su primera infancia en los campamentos germanos para luego seguir a sus padres en una gira por Oriente, donde probablemente fue testigo de muchas de las maravillas que podía ofrecer el mundo antiguo. Pero el destino pronto dará un giro y la muerte empezará a perseguir al joven convirtiéndolo en el protagonista de una versión romana de los trágicos Atridas. En efecto, su padre, Germánico, muere en Antioquía en extrañas circunstancias. No hay ninguna prueba de la fabulación de Robert Graves sobre el protagonismo de Calígula en este hecho trágico que sin duda marcó su vida y su desarrollo emocional.
Su madre Agripina, convencida de que el repentino fallecimiento de su esposo fue fruto de un envenenamiento pergeñado por Livia y el mismísimo Tiberio, abandonó la prudencia al volver a Roma, y propagó esas acusaciones mientras, aprovechando las inmensas muestras de pena hacia su familia, se convirtió en una viuda mártir y situó a sus dos hijos mayores, Nerón y Druso, en cabeza de la sucesión al imperio. Se encontró entonces con varios obstáculos, y entre estos, al ambicioso prefecto del pretorio, Sejano, convertido en hombre de confianza de Tiberio que propició la caída en desgracia de Agripina y de sus hijos mayores.
Con quince años, Calígula es separado a la fuerza de su madre y hermanos. Con diecinueve años, es huérfano, ha perdido a sus dos hermanos varones y es obligado a convivir con quien, de facto , se convirtió en verdugo de su familia, el emperador Tiberio. Es entonces forzado, por supervivencia, a esconder unos sentimientos negativos que es difícil pensar no albergara en contra del anciano emperador. Más allá de la ficción histórica en la que me embarqué con mi novela respecto al personaje de Calígula, es difícil imaginar que tantas desgracias y más que probable rencor reprimido no hayan hecho mella en su espíritu y marcado su devenir tras un ascenso al poder visto probablemente de una forma catártica.
Con todo, Calígula supera la prueba y Tiberio acaba designándolo coheredero del imperio junto a su nieto, Gemelo. Suetonio llega a acusarlo del asesinato de Tiberio en su lecho de muerte. Parece difícil, con la sucesión bien atada y a tenor de que Gemelo ni siquiera había recibido la toga viril, por lo que no era rival, ver el sentido a ese acto del que, en todo caso, no existieron testigos.
El ascenso al poder. Del príncipe virtuoso al monstruo de Suetonio
Al igual que la muerte de Tiberio fue recibida con algarabía, también lo fue la llegada al poder del joven hijo del malogrado Germánico. Sus primeros meses en el poder quedaron marcados por la mesura hasta una enfermedad en septiembre del 37 que a punto está de costarle la vida.
Para Suetonio, en este punto muere el príncipe y nace el monstruo. Lo que parece claro es que, tras curarse, Calígula cree hacerse consciente de una conjura en su contra. Es difícil pensar que el joven Gemelo, que había pasado ya a la edad adulta, fuera el cabecilla, pero suponía un peligro a atajar. En apenas unos meses caen importantes personajes que rodean el poder, entre ellos el propio Gemelo. No es, en todo caso, el descabezamiento de una conjura la acción de un loco, aunque probablemente fuera un acto impopular. Con ello volvieron las sospechas y fueron reinstaurados los crímenes de lesa majestad que tantas delaciones y muertes habían causado durante el principado de Tiberio. El Senado vuelve a estar en el punto de mira, y este es el momento en el que las fuentes también cambian su valoración hacia Calígula.
Todos sus actos pasan a ser vistos con un prisma negativo. El corolario es casi infinito y abarca muchas parcelas, empezando por el incesto que, tal como planteamos en un inicio, no es reflejado por autores contemporáneos como Séneca o Filón de Alejandría, que no ahorraron, en cambio, detalles en contra de Calígula en sus escritos. ¿Por qué obviar algo tan escabroso si se comentaba por entonces?
En junio del año 38, apenas unos meses después de reponerse de su enfermedad y de desarmar esa posible conjura en su contra, su hermana favorita, Drusila, murió. No hay verdadera constancia del motivo de su muerte, que se suele otorgar a un parto o unas altas fiebres, muy lejos de la imagen creada por la novela histórica. ¿Pero es el sufrimiento por la muerte de un ser querido una locura o Calígula perdió la cabeza tras aquel fallecimiento?
Sin duda, aquella muerte le afectó sobremanera y el joven emperador huye de Roma para sobrellevarla. A partir de ahí, probablemente las fuentes nos presentan el Calígula más desenfrenado y desatado. Pero ¿hasta qué punto las más famosas locuras de Calígula lo fueron? Pongámonos en perspectiva recapitulando algunas de las más famosas.
Cuando Calígula cruzó la bahía de Bayas
Las fuentes se complacen en relatarnos este episodio como un ejemplo de megalomanía y de despilfarro de Calígula. El joven príncipe unió las ciudades de Puzzoli y Bayas, distanciadas unos cinco kilómetros, agrupando multitud de embarcaciones, y las cruzó con fanfarria en ambos sentidos. ¿Existe una explicación razonable para semejante acto?
Varios son los mensajes subyacentes en este acto. Por un lado, en el marco de su enfrentamiento con el Senado, tras la reinstauración de los procesos de lesa majestad, Calígula hacía una demostración ceremonial del poder imperial en un acto escenificado como un triunfo, al que, recordemos, solo estaban autorizados el emperador o sus familiares desde que Augusto así lo había instaurado. Por otra parte, todo el acto, tuvo claras reminiscencias militares. Aquel espectáculo podría haber querido impresionar al reino parto, el eterno rival de Roma en Oriente.
Calígula emulaba y superaba a Jerjes, que había emprendido una acción similar sobre el Helesponte, pues la bahía de Bayas tenía un mayor tamaño que el actual estrecho de los Dardanelos. A favor de esta teoría está el hecho de que Calígula se presentó vestido con la coraza de Alejandro Magno y que toda su escenificación se hizo en la compañía de un joven príncipe parto, rehén de Roma, que no solo presenciaba aquella gloriosa representación, sino que podría llegar a narrarla en su corte. Finalmente, estamos a las puertas de la única campaña militar llevada a cabo por Calígula. Esa escenificación era una posible advertencia de su poder ante sus futuros enemigos y un acto de propaganda militar ante sus hombres, pues recordemos que el joven príncipe, más allá de sus primeros años de vida, no pasó por una carrera militar.
La campaña del norte y la guerra contra el mar
En el verano del 39, Calígula marchó hacia el norte, hacia Germania. Las fuentes quieren dejar en entredicho la planificación de esta campaña y su repentina marcha de Roma, aludiendo a razones de lo más pintorescas, como aumentar su guardia personal, cuando lo más probable es que las razones fueran de peso. Aquella partida apresurada de la capital probablemente se debió a una nueva conspiración encabezada por Getúlico, gobernador de Germania superior, que por sus alianzas podía contar también con la colaboración de las legiones de Germania inferior y de Panonia, en total, la mitad de las legiones de Roma. La situación era grave y requería de rapidez y cierta discreción. Más grave resultaba además, pues contaba con la colaboración de sus hermanas y el viudo de Drusila, Lépido. En solo cuatro días, las legiones de Calígula llegaron hasta Maguncia. Ello significó la caída de los mandos en Germania, la ejecución de Lépido y el destierro de sus hermanas. Las fuentes nos presentan un compendio de incongruencias que, sin embargo, parecen esconder un buen motivo.
Tras pasar el invierno en la actual ciudad de Lyon, se da uno de los episodios más curiosos del reinado de Calígula, en el que supuestamente habría obligado a las legiones a atacar el mar y a recoger unas conchas a modo de botín, para luego, según Suetonio, tratar de aniquilar las legiones que se habían rebelado contra su padre cuando apenas era un niño. Este último episodio únicamente ha sido recogido por este autor y no por otras fuentes, lo que, como poco, lo pone en tela de juicio. En cuanto al ataque al mar, se cree que pudo ser una nueva puesta en escena de Calígula tras recibir la sumisión de Adminio, hijo del rey de los catubeninos, el pueblo más poderoso por entonces en Britania. En cuanto a la recogida de conchas, la terminología latina puede habernos llevado a un equívoco, pues como sinónimo de la palabra musculi se designaba además de a los mejillones, a unos artilugios de protección utilizados por los zapadores en los asedios de plazas fortificadas.
En otra hipótesis se cree en un posible amotinamiento de la tropa, acongojada ante la expectativa de una travesía y una campaña peligrosa que ni el propio Julio César había conseguido llevar por completo a término. La recogida de conchas sería un castigo a su cobardía mediante una humillación sarcástica.
Doctor Jekyll y Mr. Hyde. ¿Cayo César o Calígula?
Sea como fuera, queda claro que difícilmente se puede abordar la lectura de las fuentes sin cierto espíritu crítico. Esta reflexión no solo resulta válida a la hora de abordar la vida de Calígula, sino también la de otros emperadores, tanto los amados por el Senado como los vilipendiados por este.
Conocemos una parodia de Calígula, aunque también es importante no perder la perspectiva y creer que todos sus actos se puedan justificar. Es obvio que, tras varias conspiraciones en las que llegaron a participar incluso seres queridos para él, probablemente se viera invadido por un espíritu paranoico que lo alejó cada vez más de la realidad. Tras tanta contención en su época de Capri, difícilmente se puede plantear que un poder desmedido, que el propio Senado le entregó nada más ascender a la púrpura de forma más autocrática que nunca, no le haya afectado.
Un reguero de acusaciones que persiguen a Cayo César y las preguntas seguirán en el aire. ¿Se creyó realmente un dios o su política orientalizante fue llevar un paso más allá el programa iniciado por el divino Augusto? ¿Su depravación fue real o resultan calumnias de las fuentes que le otorgaron este rasgo al igual que a cualquier personaje al que quisieron denigrar? ¿Fue un loco o una persona marcada por las circunstancias de su existencia?
Algunas obras bibliográficas recomendadas:
Barrett, A. (2000). Caligula . London: Batsford.
Rodríguez Valcárcel, J. (2004). Oderint dum metuant . Madrid: Fundación Universitaria Española.
Rodríguez Valcárcel, J. (2010). Calígula . Madrid: Alderabán.
Roldán Hervás, J. (2012). Calígula . Madrid: La Esfera de los Libros.
Wilkinson, S. (2007). Caligula . Palo Alto, Calif.: Ebrary.