Renovación, movimiento, lucha, resurgir. Parece ser que a través de la observación de la naturaleza en la Antigüedad, estas características del astro rey han servido para colorear su simbolismo e inspirar en los pueblos el renacimiento interior como forma de evolución del ser humano.
América: guerra y movimiento igual a evolución
En la América precolombina, más precisamente en Mesoamérica, actual México, nos encontramos con la cultura náhuatl, con varios pueblos, entre ellos los aztecas, conocido como «el pueblo del Sol».
El simbolismo del Sol en la cultura náhuatl está relacionado con la guerra y el movimiento. La guerra florida que ellos llamaban. No es la guerra de unos contra otros; es una guerra más profunda que está en toda la naturaleza, en todos sus aspectos y, por lo tanto, también está dentro de nosotros. Es la lucha de la luz contra la oscuridad, porque el Sol, cada día, resurge de las tinieblas, porque después del invierno siempre viene el renacimiento de la primavera, porque toda semilla hace un esfuerzo para nacer, ver la luz y ser flor. Es la lucha de nosotros mismos contra nuestros enemigos interiores, que nos impiden ser más luminosos, más solares. Y que nos permite renacer renovados de las batallas.
Por eso, en el mito del dios del sol, Huitzilopochtli, este ya nace luchando. Es más, nace porque tiene que luchar, por eso viene al mundo. Cuenta el mito que 400 enemigos perseguían a su madre embarazada, y cuando la iban a matar, nace él, el Sol, simbolizando toda la potencia capaz de hacer retroceder las tinieblas.
Este mito encierra un profundo sentido de la vida para estos pueblos. Es decir, que la vida en la Tierra está para que estemos en batalla, en movimiento. Es el emblema de la espiritualidad consciente, del que ha luchado, ganado y, por su propio esfuerzo, ha adquirido conciencia, dominando la oscuridad para llegar a la plenitud espiritual.
El peligro para la evolución del ser humano está en la inercia, la comodidad y la falta de movimiento, tan propia de la materia y de lo material, del materialismo. La salvación está en el movimiento que se realiza en el corazón del ser humano por la lucha entre las fuerzas contrarias.
A cada lucha, es decir, en cada vida, el alma, que es un colibrí en la mitología náhuatl, gana más fuerza para volar más alto. Cada vez que abandona el cuerpo físico tras haber luchado interiormente, es más fuerte para ir subiendo, subiendo, hasta que, tras muchas vidas, adquiere tal fuerza y evolución que se eleva a punto de alcanzar el Sol y fundirse con él, el gran espíritu que nos rige y de donde hemos venido. Entonces, ya no tiene que regresar a la batalla en la Tierra porque ha completado su evolución.
Egipto: el Sol renace todos los días
El Sol en Egipto, Ra, es el creador y simboliza el renacimiento. En un ciclo eterno, parte de toda la vida, el Sol «moría» todos los días al atardecer. Pasaba sus pruebas por la noche, viajando con su barca por el río de las tinieblas y enfrentando a los enemigos que intentaban cortar su paso. Al final, vence las dificultades y vuelve a nacer al amanecer repitiendo constantemente el mismo proceso de la creación del universo.
En cada punto de su viaje diario de renacimiento, el Sol tenía su simbolismo. El Sol del amanecer, el que acaba de resurgir de la batalla contra la oscuridad, se llamaba Kepri y era representado por un escarabajo empujando un disco. Y Kepri, en Egipto y a nivel humano, era también el discípulo, es decir, aquel que aprende de las pruebas y renace más sabio de ellas.
Todos vemos este movimiento del Sol todos los días, y lo vemos bastante mecánicamente: amanece, es mediodía, se pone, vuelve a amanecer… Pero en Egipto este simbolismo caracterizaba toda la vida. Toda la naturaleza y todo ser humano vive en ciclos de enfrentar las tinieblas para poder renacer si vence las pruebas.
Y para coronar de belleza el simbolismo de Kepri, el escarabajo, cuando este renacía y le daba la luz y el calor del Sol en todo su esplendor (Ra), que en este caso representan la sabiduría adquirida, el fuego espiritual, este escarabajo abría sus alas y podía volar. Es decir, que ya no tenía que arrastrarse por la tierra, por el mundo material, sino que podía elevarse hacia la luz y fundirse con el Sol, de la misma manera que cada uno, cuando aprende de las batallas y se levanta renovado y evoluciona y «vuela» porque es más libre.
Grecia: el Sol y la luz del conocimiento
En la Grecia antigua, como siempre, hay una exuberancia de belleza y de símbolos.
Cuenta la mitología que cada mañana se abren las puertas del cielo y de ellas parte el dios del Sol Helios con radiante majestad, conduciendo su carro de oro y portando su yelmo dorado, mientras la brisa de la mañana hace flotar su ropaje. Va lanzando ardientes miradas que proyectan inmensas ráfagas de luz que iluminan el mundo entero. Eos, la aurora, le precede y va alfombrando su camino con flores.
No va solo, su comitiva está formada por las Horas, los Días, los Meses, los Años y los Siglos.
Uno de los atributos más importantes de Helios es que es «el que todo lo ve», otorgando así a los seres humanos la vista o la ceguera.
El Sol es el que nos permite ver, eso queda claro, por la luz. Sin luz no se ve. Pero este simbolismo no habla solamente de la luz física. Y la luz que nos permite ver en el mundo sutil es el conocimiento. Esta es una clave simbólica y filosófica muy importante.
Este simbolismo del Sol representando la luz del conocimiento, que es lo que hace al ser humano evolucionar, aparece en el mito de la caverna de Platón. Si la caverna es nuestro mundo y estamos encadenados mirando sombras de la realidad, la verdadera realidad está afuera, donde está el Sol. Cuando el personaje del mito sale de la caverna, lo que puede contemplar en última instancia cuando ya está preparado es el Sol, es decir, el verdadero conocimiento. Salir de la caverna simboliza salir de la ignorancia del mundo material, y contemplar el Sol significa comprender la verdadera luz de la sabiduría y renacer como un ser humano completo que ha llegado a tener conciencia de todos los planos de existencia.
Roma: la festividad del Sol invicto, época de renovación
Hubo un culto solar muy difundido en Roma: el de Mitra. Un culto «importado» de Oriente, más precisamente de Siria, según la mayoría de los autores. Mitra es el Sol.
Fue muy popular, sobre todo entre los legionarios, porque trataba el tema de la muerte de forma filosófica, sin dogmatismos, como algo natural dentro de estos ciclos que componen toda la vida en el universo. Y también porque se basaba en una ética de responsabilidad personal: uno se tiene que acercar a Mitra a través de su purificación y del trabajo interior. No ocurrirá ningún milagro, sino que para llegar a la divinidad hay que ser mejores.
La festividad de nacimiento de Mitra se llamaba Natalis Solis Invictus, el Sol Invicto. Una festividad en homenaje al Sol, pues es invencible, siempre renace, reluce y vuelve a traer luz.
Era celebrada el 25 de diciembre, día en que el Sol «vence a las tinieblas». Después del solsticio de invierno, sobre el 21 de diciembre, la noche más larga del año, hay un periodo de algunos días donde hay una especie de «lucha» entre el día y la noche. Hasta que, finalmente, sobre el 25 de diciembre es cuando la luz vuelve a reinar: el día se hace más largo que la noche un año más. Representa la renovación de todos los años.
Dejar atrás todo lo acumulado con las experiencias del año y renacer purificados, más conscientes, habiendo aprendido de estas experiencias pero sin cargar ya con su peso, era el sentido de la celebración del Sol Invicto.
Toda la naturaleza está en constante renovación. Un árbol no guarda sus hojas muertas durante el invierno para en primavera acumular más hojas, sino que deja caer lo que ya no sirve, se purifica y renace renovado en primavera, con nuevas hojas y flores.
De tomar como ejemplo al Sol y a la naturaleza, surge una importante clave de evolución y de trabajo interno: la posibilidad de renovarse constantemente, de desechar lo que no sirve y hace daño pesando en la vida para volver a brillar, renacidos.
Movimiento, lucha, renovación, renacimiento, son atributos de todo lo que está vivo. El que abandona la batalla, se deja llevar por la inercia, puede considerarse muerto. Puede comer, trabajar, comprar, vivir mecánicamente, si es que esto se puede llamar vivir. Pero estará muerto en su parte solar luminosa, la más elevada. El simbolismo antiguo del Sol viene a transmitir un ideal de búsqueda de la luz que traspasa todas las formas de culto y habla de la misma evolución humana, relacionada con dominar la materia, el cuerpo, «lo oscuro» y llegar al espíritu, lo luminoso, el Sol en nosotros.
Leer esta analogía sobre el sol y hacer alusión de su presencia y concepción en culturas del mundo, lo hacen considerar como importante, desde el cosmos donde es posible saber que en un porcentaje alto, el hombre esta compuesto por energía de polvo de estrellas, si consideramos que el sol es la estrella luminosa más grande, entonces por ente también nosotros lo somos, pero poco se es consciente de ellos, así mismo pocos llegan a la espiritualidad; prácticamente nada sería nuevo en la vida del hombre, sino la búsqueda de si mimo y la lucha con su propio yo, el lado oscuro.
Esta bastante interesante el blog, encaja muy bien como una analogía para explicar nuestra realidad. Me parece una gran referencia para explicar la actualidad, el año del Sol☀
Somos hijos e hijas del Sol y como tales debemos llegar a convertirnos en El ❣️❣️❣️