El 27 de enero de 1926, la prensa barcelonesa se hace eco del viaje del ilustre restaurador de los Juegos Olímpicos, el barón Pierre de Coubertin, a la ciudad condal. Ante la inminente visita del humanista francés, el Comité Olímpico Español decide convocar, de urgencia, a las federaciones y clubes más importantes de la ciudad, a fin de programar los actos en homenaje a su figura. [1]
El anhelo de mostrar al padre del movimiento olímpico la valía deportiva de Barcelona se queda en vilo, tal y como anuncia la edición del periódico La Vanguardia del 29 de enero, tras verse obligado el barón a suspender el viaje por una indisposición de uno de sus allegados. Tras el fiasco de la candidatura catalana a los Juegos Olímpicos de 1924, celebrados finalmente en la capital francesa, y la cancelación de la visita programada cinco años atrás por Coubertin, según parece por la crispación generada en Cataluña contra el barón por su excesiva mediación en la elección de las sedes de los Juegos (Durantez, 2013), la sociedad deportiva de Barcelona se queda, una vez más, sin su tan ansiada cita con el referente del olimpismo.
Poco duró la espera. Finalmente, el 1 de noviembre de 1926, y casi sin avisar, el barón de Coubertin llega a Barcelona acompañado por su esposa y por su hija. En su estancia en la capital catalana, miembros de la Confederación Deportiva de Cataluña, el presidente Dr. Joan Farnés y Elías Juncosa, así como del C.O.E, García Alsina y Mesalles Estivil, le acompañan a visitar algunos de los clubes más distinguidos de la ciudad, como el R. C. Marítimo, el Club de Polo, el F. C. Barcelona, el Club de Tenis, el Círculo Excursionista de Barcelona y el parque de Montjuïc, emplazamiento donde estaba proyectado el futuro estadio. Dos días más tarde, el 7 de noviembre, presencia las regatas de remo «Copa Tardor» y visita el Frontón Principal Palace. Es precisamente en esta fecha cuando se produce uno de los sucesos más destacados de su estancia. El periodista y promotor deportivo Narcís Masferrer, director de la revista Stadium, pidió al barón de Coubertin un autógrafo, una pequeña dedicatoria. Días más tarde, Masferrer publicó un artículo en la revista Stadium (15 de noviembre de 1926) donde se hacía eco de la nota manuscrita: «Antes de venir a Barcelona, creía saber lo que era una ciudad deportiva…». [2] Ante tal elogio, el periodista se preguntaba si el barón consideraba, sin lisonja, Barcelona una ciudad deportiva. Días más tarde, estando en Sevilla, Coubertin manda a Masferrer una carta explicativa donde precisa los modos por los que una ciudad puede considerarse deportiva, finalizando la misma advirtiendo: «Sí, Barcelona es una ciudad soberbiamente deportiva. Pero que se guarde celosamente a sí misma para conservarse tal, porque el espíritu deportivo es una flor delicada, fácil de marchitarse».
El sueño olímpico de Barcelona parecía renacer ante las alabanzas del padre de los juegos modernos, aunque tuvo que dar buena cuenta de las recomendaciones del barón hasta conseguir, sesenta y seis años más tarde, el tan anhelado reto, la sede los Juegos Olímpicos.
[1] Masferrer, N. (15 de noviembre de 1926). Barcelona, ciudad sportiva, según el Barón de Coubertin. Stadium(475), p. 10. Recuperado de http://mdc2.cbuc.cat/cdm/compoundobject/collection/stadium/id/13283/rec/43
[2] Homenaje a un ilustre viajero. (27 de enero de 1926). La Vanguardia, p. 10. Recuperado dehttp://hemeroteca.lavanguardia.com/preview/1926/11/04/pagina-10/33246721/pdf.html?search=Coubertin