Juan Manuel de Faramiñán (Granada, 1979) es licenciado en Derecho y doctor en Historia del Derecho. Autor de numerosas publicaciones relacionadas con la Unión Europea y con la figura de Coudenhove-Kalergi, es consultor experto en Derecho y profesor universitario. Participa en numerosos cursos, seminarios y congresos y nos presenta su nuevo libro: Coudenhove-Kalergi, un ideal para Europa (Ed. Dykinson).
¿Quién era Kalergi?
Richard Nikolaus Eijiro Graf von Coudenhove-Kalergi, al que como usted dice me he tomado la libertad de referirme como Kalergi, es alguien que dedicó la práctica totalidad de su vida a tratar de dar forma a un proyecto real de Unión Europea al que llamó Paneuropa. A mi juicio, su papel en la historia del proceso de integración europea que dio finalmente lugar a la actual Unión Europea, aunque imprescindible, ha sido injustamente relegado al de un simple intento previo por establecer una Europa unida antes de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, quiero creer que este libro puede servir para demostrar que su influencia se extendió mucho más, tanto en el tiempo como en el espacio, de lo que originariamente podría imaginarse, pues consiguió representar de forma palpable un viejo ideal propio de la cultura grecolatina y común para todos los pueblos de Europa, con antecedentes como: Hugo Grocio, Jean Bodin, Immanuel Kant o Víctor Hugo entre otros muchos.
¿Qué es o qué era Paneuropa?
Paneuropa fue, sin lugar a dudas, su obra vital más importante, por constituir el primer intento de promover una forma de unidad política europea que estuviese basada en el sentido clásico de la unidad de destino y no únicamente en los planteamientos políticos de un solo Estado. Es decir, un proyecto cuya forma y fondo se apoyara en la herencia humanista de este viejo continente, y por la que, en su honor, tomó, buscando su raíz helénica, el nombre de Paneuropa. Este proyecto llegó a alcanzar su mayor cota de realización entre 1923 y 1932, aunque por desgracia, los recelos entre Francia y Alemania, aún vivos, de la Primera Guerra Mundial, el papel ambiguo del por entonces Imperio británico, la dependencia excesiva de Europa respecto de Norteamérica, que causó la gran depresión del 29, y el acusado auge de los nacionalismos hicieron las veces de abortivo para el movimiento paneuropeo.
¿Cuáles son los propósitos de su trabajo?
Podría decir que tiene tres objetivos principales.
El primero de ellos se origina en la hipótesis de que, a pesar de aparecer mencionado muy pocas veces en los documentos de referencia de las Comunidades Europeas, Kalergi fue y es una figura fundamental en el proceso de gestión y creación de lo que con posterioridad sería la Unión Europea. Una exclusión, a mi juicio, en modo alguno justificada, toda vez que dicho proceso de gestión fue perfectamente definido y defendido por Kalergi a lo largo de toda su vida.
El segundo objetivo se basa, o más bien surge, de la necesidad de demostrar que, tras la fachada política e institucional de un organismo internacional como la Unión Europea, se encuentra un profundo proyecto, tanto filosófico como humanista, que hunde sus raíces en la oscuridad del tiempo. El proyecto de Kalergi contrasta con el actual por su alto contenido moral y filosófico. Por tanto, demostrar la necesidad de recuperar el sentido moral tanto en la política como en la sociedad constituye, a mi juicio, una necesidad urgente.
El tercer objetivo es quizá el de mayor actualidad y, por lo tanto, el de mayor utilidad directa, pues lo constituye el hecho de cómo la lectura y análisis de la vida y obra de Kalergi, pese a estar enmarcada en una etapa del pasado tan distante como el período de entreguerras, puede servirnos tanto para comprender la situación de Europa en el presente como para reflexionar respecto de las consecuencias que de hoy puedan derivarse para el futuro.
¿Qué caracterizaría, a su juicio, el perfil personal de Kalergi?
A mi juicio, los acontecimientos más importantes de su biografía parten de su ascendencia austrohúngara-japonesa y la pérdida de su padre a temprana edad. A partir de ahí, podemos decir que Kalergi adopta un papel adulto que le lleva a escribir, con tan solo trece años, su primer ensayo filosófico, titulado Ética e hiperética. Por otro lado, su unión sentimental con Ida Roland, que le abre las puertas de los círculos literarios y artísticos de la época, contrasta con su educación aristocrática y disciplinada. Por lo tanto, tenemos a un personaje muy heterogéneo por naturaleza, que se acostumbra desde muy joven a vivir entre dos mundos con tolerancia y comprensión por ambos.
Otro de los hechos históricos que cabe resaltar es la enorme decepción que sufrió con el fracaso de la Sociedad de Naciones tras la Primera Guerra Mundial. Este acontecimiento, unido a su vocación filosófica, le llevaron a volcar sus esfuerzos en la búsqueda de soluciones. Con apenas veintinueve años, se lanza a escribir Paneuropa. Creo que el alcance que llega a tener en un breve periodo de tiempo queda más que demostrado en su biografía, con el apoyo de políticos de la talla de Aristide Briand (Francia), Winston Churchill (Inglaterra) o George Marshall (EE.UU.), y de intelectuales como Fernando de los Ríos, Salvador de Madariaga, Ortega y Gasset, Miguel de Unamuno, Stefan Zweig, Rainer María Rilke, Sigmund Freud, Albert Einstein o Thomas Mann, por citar algunos ejemplos.
¿Cuáles son las raíces históricas de Europa para Kalergi?
La herencia cultural europea provendría, a su juicio, de tiempos mucho más remotos que aquellos en los que la hermosa Europa fuese raptada de las cercanas costas de Fenicia. Así, contempla la idea de Europa como una tangente cultural de Asia, algo que se convierte en un condicionante importante de su pensamiento y que guarda una íntima relación tanto con lo expuesto por Platón en varios de sus diálogos como Las leyes, el Timeo o el Critiascomo, sobre todo, por Karl Jaspers respecto de su idea del tiempo-eje en torno a los siglos VI y V (a.n.e.).
Por otro lado, Kalergi plantea el progreso de la técnica como una característica propia de la cultura europea. Sin embargo, advierte que el progreso de la técnica debería ser una consecuencia (jamás una finalidad) del progreso ético y moral de la humanidad, por lo que un excesivo avance de la técnica sin el consecuente desarrollo de la ética arrastraría a la sociedad a una esclavitud mayor que la de las fuerzas de la naturaleza. En este punto es interesante reflexionar sobre el papel que tiene el hoy llamado «tiempo libre» (tiempo de trabajo disfrazado de ocio) en el que sujeto debe seguir contribuyendo al sostenimiento del entramado económico, social y político, gastando el dinero, el tiempo y el espacio que previamente ha tenido que ganar por medio del trabajo.
En su libro habla de los fundamentos filosóficos de Europa. ¿A qué se refiere esto?
Así es, al analizar el pensamiento kalergiano he querido señalar dos elementos que a mi juicio son especialmente relevantes en él: por un lado, su relación con el ideal político de Platón y, por otro, la originalidad de su concepto de hiperética.
Respecto del pensamiento platónico, merece una especial mención la idea del Estado como un medio al servicio de los seres humanos que lo componen y la necesidad de que el gobierno de este Estado se ponga en manos de seres moralmente capaces o, en cualquier caso, bajo la primacía de una ley que esté en equilibrio con la fuerza y que permita establecer un modelo realmente respetuoso con la justicia y la libertad. Esto nos lleva al modelo ético que propone Kalergi a través de la pedagogía: la hiperética, que se presenta aquí como una alternativa moral completa al consumismo moderno, tanto ética como estética. Se trata de un concepto clásico, similar al kalos kagathos (bello-bueno), que expresa dos valores al mismo tiempo en continua relación, y en el que lo importante no es el conocimiento sino la conciencia. Kalergi nos lleva así a una profunda reflexión sobre el concepto de objetividad y de cómo la moral no puede existir en el ámbito de la subjetividad, por no ser su medio natural. Porque, en definitiva, el ideal hiperético de Kalergi trata de escapar de la subjetividad y de la temporalidad para encontrar su sentido en el plano objetivo y universal. Exige patrones de comportamiento acordes a la naturaleza en el sujeto que se integra en la sociedad, de modo similar al concepto de «Aristos» platónico o «Ju» confuciano.
¿Cuál es entonces la propuesta política de Kalergi?
Kalergi define las instituciones modernas como medios convertidos en fines, por lo que va a dar una gran importancia a los fundamentos filosóficos, éticos y políticos en su trabajo, pues teme que las aspiraciones individuales y egoístas sometan a las colectivas y comunitarias. Su política es, en este sentido, social y no comprende ni los partidismos ni las posturas chovinistas egocentristas. Por eso, su proyecto paneuropeo supuso en realidad un nuevo principio político, es decir, una federación de Estados europeos con perspectivas universales que, con el tiempo, deberían culminar en una especie de federación mundial.
Otra de las ideas que plantea es la separación de los conceptos de nación y de Estado, de manera que en un solo Estado pueden cohabitar distintas naciones. En este orden, los nacionalismos fratricidas surgen a sus ojos de la lucha de clases, que aprovecha el discurso de la nación para instaurar grandes contradicciones en la sociedad. Sustituir el vosotros por el nosotros, en palabras de Salvador de Madariaga.
Su concepto de ciudadano, de dama y de caballero, hace que su ideal hiperético sea accesible y posible, pues este no es ni un atleta, ni un genio, ni un santo, ya que su valor es la armonía y el equilibrio entre la intención y la acción. Cabe destacar que alcanza la libertad a través del dominio de su personalidad, por lo que desarrolla un carácter fuerte en equilibrio con un temperamento apacible. El estudio y el trabajo denodado al servicio de los demás lo hacen ser flexible, al tiempo que estricto y disciplinado, la serenidad de su ánimo y su fuerza de carácter templan su mente y le permiten ser consciente de las necesidades del mundo y de los demás seres humanos. Es vital, pero no se conforma con vivir en un mundo caótico e injusto, su desprecio por el lujo y las comodidades le brindan la oportunidad de no tener precio y así, su libertad y ausencia de prejuicios lo convierten en ese tipo de personas que siempre gusta tener cerca.
¿Cuál es su visión personal respecto al futuro de la Unión Europa?
A mi juicio, el hecho de que cerca del centenario de la publicación de Paneuropa nos topemos de nuevo con los viejos demonios de la política internacional debería invitarnos, cuanto menos, a realizar una nueva lectura de los acontecimientos. Por esta razón entiendo que urge retornar a los orígenes, para encontrar los fundamentos originales de todo cuanto somos testigos, sea bueno o sea malo.
Paneuropa , en este sentido, es una obra que nos invita a esta reflexión en todos los planos, por lo que su estudio y análisis resulta necesario a fin de reabrir el viejo debate sobre la viabilidad de la unidad de Europa. Hace falta también una relectura de la actualidad europea tratando de devolver a su lugar de medios a todos aquellos aspectos que de manera intencionada se han erigido como fines del mundo moderno. Por todo ello, confío en que este trabajo pueda servir de impulso para todos aquellos que aún crean que es posible hacer una nueva política que dé lugar a un nuevo tipo de sociedad más justa, más libre y, a fin de cuentas, más humana.