La libertad de pensamiento suele verse amenazada por las tiranías de lo «políticamente correcto», es decir, aquellas posiciones o climas de opinión que resultan dominantes, ante las cuales muchos guardan silencio, por temor a ser rechazados por esas mayorías que imponen sus discursos y amenazan con excluir del ambiente social a quienes piensan o actúan de manera diferente. Vencer esa fuerza de hegemonía es difícil, pero no imposible y los que saben perseverar son los que hacen avanzar el conocimiento, las ideas, las sociedades, como bien explicó Noëlle-Neuman con su teoría de «la espiral del silencio».
Como tenemos a mano numerosos ejemplos de esta especie de «norma», en Esfinge sentimos simpatía por los valientes que marchan contra la corriente de los paradigmas dominantes, enfrentándose a las descalificaciones de los nihilistas o los escépticos, que niegan realidades que no consiguen comprender. En lugar de buscar nuevos caminos que ofrezcan respuestas a tantas preguntas de los seres humanos y nuevos paradigmas para comprender la enorme complejidad de la realidad, se limitan a negar que haya algo más, trascendente, permanente. Aunque quizá ellos mismos en algunos momentos de sus vidas lo sientan en su interior.
Uno de esos valientes es sin duda Kenneth Earl Wilber, a quien hemos hecho protagonista de Esfinge este mes. Con sólidos argumentos y una forma de pensar ordenada y sistemática, Wilber se ha atrevido a plantear un nuevo paradigma para interpretar lo que necesitamos conocer, basado en una extensa tradición viviente y perdurable en el tiempo. Bienvenido sea.
Una buena manera de comenzar el nuevo año.