Ken Wilber es una figura reconocida internacionalmente por la difusión de su teoría integral, una teoría que intenta abarcar el mayor número de perspectivas a la hora de comprender la realidad, otorgando una profundidad espiritual a la concepción del universo y de la existencia humana.
Ken Wilber no es un gurú. Jamás creó una secta que le siguiera ciegamente, ni tampoco se aprovechó de sus prebendas para sacar partido de sus discípulos, si es que los tuviese. En cambio, todas las personas que le conocemos de verdad, y que además entendemos de manera profunda la raíz y experiencia aplicativa de su obra… le amamos. Ya seamos hombres o mujeres, le amamos. Esta realidad muestra que, aparte de ser una de las figuras psicofilosóficas y espirituales más destacadas del planeta y haber creado una de las metateorías más integradoras del momento (la teoría integral), es un hombre merecedor de tanto cariño por sus muchas cualidades humanas, además de un verdadero genio y un maestro espiritual.
Tuve la «suerte» de leer uno de sus primeros libros publicados en español, La conciencia sin fronteras, que, aunque perteneciente a su «época romántica» llamada Wilber 1, atrapó mi mente, mi corazón y mi espíritu. Y lo hizo de tal forma que dejé todo lo demás. Y todo lo demás era mucho, pues, estando interesada por el esoterismo desde los siete años, siendo psicóloga y psicoterapeuta de profesión, había leído profusamente, tenido muchos maestros y bebido de variadas escuelas. Subyugada por sus escritos, me dediqué en cuerpo y alma a crecer con su pensamiento. Pasé con él desde su fase transpersonal a la integral (de la 1 a la 5), pues una de las cosas que más me gusta es cuando dice que otra teoría podría aparecer que nos ampliase aún más la visión de la realidad. Pero, por ahora, la teoría integral es la que nos enseña a verla desde la mayor cantidad de ángulos posibles. Pero siempre está abierto a añadir nuevas dimensiones o a cambiar su propia teoría para mejorarla.
Me empeñé no solo en conocer al maestro espiritual, sino también al hombre. Supe que su pensamiento se nutre del budismo mahayana , así como de la filosofía unitiva del Advaita Vedanta; que fue discípulo en la Universidad Naropa de Chögyam Trungpa y que es practicante meditador dese hace más de cincuenta años.
Pero ¿cómo llegar a él? Era la época del Wilber encerrado en sí mismo, transformándose por dentro por el dolor de la muerte de su esposa Treya. No respondía a invitación alguna ni reconocimiento mundano de ninguna clase. Lo único que escribió desde 1989 hasta 1998 fue el libro Gracia y coraje, en el que relata las experiencias de ambos, desde su diagnóstico de cáncer hasta su muerte. Y por el que terminé de enamorarme de él y de Treya, como todo el mundo que lo lee, pues como a muchas personas, con cáncer o sin él, ese libro nos cambió la vida.
Estuve siete años escribiéndole correos electrónicos, cartas, canciones dedicadas a Treya y a su dolor (pues también canto y compongo) y solo tres signos fueron la respuesta un buen día después de esos siete años: «:-)». En aquel tiempo, este no era un signo conocido en España, por lo menos por mí, y pensaba que era un error tipográfico o alguna broma. Pero fuese como fuese, había una respuesta… Se había roto el silencio. Mi alegría era inconmensurable. Era como si hubiera traspasado la puerta de la lamasería o el monasterio, tras siete largos años de frío, nieve, hambre, sol y viento.
De ahí se siguieron varios mails y conversaciones telefónicas, hasta el primer viaje que realicé a Denver en el año 2005. Quería regalar algo a aquel hombre que tantas conciencias despertaba y con el que me sentía profundamente afín y comprendida, en mi espiritualidad más elevada.
«Escribo para que las personas se enamoren de su alma, de su camino evolutivo, y puedan verse en el espejo de la Conciencia», me dijo un día.
Y así es, pues no soy la única que, al leer sus párrafos, exclama: «¡Siento lo mismo que dice este hombre! ¡Y además lo diría de la misma manera!». Y es que Wilber toca la profundidad del ser en su transmisión. Este parece ser uno de sus legados más claros. Por eso deseaba entregarle algo a cambio, aparte de mi admiración y cariño. Le llevé una copia de los estatutos de la Asociación Integral Española, que había creado en Madrid con un grupo de alumnos de miFormación Integral ese mismo año. Y un vídeo de las dos Jornadas Integrales que organicé en la Facultad de Psicología de la Universidad Complutense, con ponentes invitados, colaboradores, enamorados de la teoría integral y que contó con la asistencia de más de doscientas personas que deseaban conocerla
Se han sucedido cuatro viajes más para verle. Hasta el último, en las Navidades pasadas de 2017, en las que el mismo día de fin de año ofreció una conferencia de dos horas en el encuentro What Now, organizado por el Instituto Integral, y de la que publico un extracto en mi blog (1). En cada ocasión, Ken ha tenido la deferencia y generosidad de recibirme en su casa, con la curiosa «casualidad» de que cada visita amplía una hora nuestra conversación coincidiendo con el número de la visita realizada. Así, esta última, fueron cinco horas con Ken.
Ken Wilber es un referente en una gran variedad de disciplinas, pues psicología, filosofía, sociología, medicina e incluso hasta política utilizan su metateoría integral para desarrollar acciones integradas que tengan en cuenta el mayor número de variables de la realidad. Hoy en día se dice que la mayoría de las universidades del mundo tienen doctorandos preparando y presentando sus tesis desde la teoría wilberiana. Pero, sin duda, en el ámbito espiritual es en el que Wilber se muestra más cómodo, consciente e integrado. Ha llegado a ofrecernos una verdadera psicoespiritualidad en la que nos enseña, a lo largo de sus veinticinco libros (veintitrés traducidos al español, incluido el último, La religión del futuro), que la espiritualidad no es metafísica. Es práctica consciente diaria de todo lo físico, incluida la conciencia de iluminación de cada instante presente. Uno de los párrafos más bellos e inspiradores de Ken para mí, aunque de difícil elección entre tantísima y sublime sabiduría, es el siguiente:
«El Testigo Puro no es una experiencia sino la apertura o claridad en la que toda experiencia aparece y desaparece, puesto que mientras sigas buscando el tener experiencias –incluyendo las experiencias espirituales– nunca descansarás como el Testigo, que es el único que se zambulle en el siempre-presente océano de la Unidad. Y cansado de experiencias, descansarás en el Testigo, y es en el Testigo cuando puedes experimentar la Humedad de ese océano.
Entonces, el viento será tu aliento, las estrellas las neuronas de tu cerebro, el Sol el sabor de la mañana, la tierra la manera en la que tu cuerpo se siente. El Corazón se abrirá al Todo, el Kosmos se manifestará en tu alma, y emergerás como incontables galaxias dando vueltas por la eternidad. Sólo palpitará entonces la Plenitud auto-existente en todo el mundo, solo hay Brillo auto-percibido aquí, en el Vacío-grabado en la pared del infinito, preservado por toda la eternidad, una y única verdad: tan solo existe esto, chasquea tus dedos, nada más» (Wilber, One Taste, 533-536).
No cabe duda de que el futuro será integral o no será. Aunque, como dice el propio Ken, la teoría integral no es una religión que obligue a llegar a ningún sitio, sino un mapa para saber por dónde estamos transitando, o bien un sistema operativo que nos ayuda a desarrollar la mejor y más efectiva funcionalidad en el desarrollo de los diversos niveles Conciencia. Integrando la belleza de su obra, un legado valioso e inconmensurable para nosotros y las generaciones futuras, con las cualidades de su persona, entre las que destaca una sabia aceptación de su enfermedad degenerativa, puedo decir sin miedo a equivocarme que Ken Wilber es uno de los modelos más claros que he conocido de lo que es ser un ángel en la Tierra.