Libros — 31 de agosto de 2019 at 22:00

«Momo», el tiempo vivo de Michael Ende

por
Momo, de Michael Ende

Momo es una novela con corazón de cuento.

La primera vez que leí La historia interminable, con once o doce años, para ser sinceros, no tenía ni idea de qué estaba pasando. Al igual que Bastián, quedé prendado por las aventuras de Atreyu durante la primera mitad del libro y, casi por inercia, recorrí sus últimas páginas sin comprender muy bien qué pasaba.

Y es que, para considerarse literatura infantil, esta novela es bastante difícil de entender para un niño cuya experiencia lectora empezaba (y terminaba, para qué mentir) con Harry Potter. Momo, en cambio, me parece el perfecto ejemplo de cómo escribir una novela para un público infantil sin sacrificar la profundidad de su mensaje.

Pese a estar escrita por un adulto, Momo conserva y desprende en cada una de sus páginas la inocencia de un niño. Trata sobre una niña llamada Momo, sus amigos y su lucha por recuperar el tiempo que los hombres grises, unas siniestras figuras trajeadas, han arrebatado a la humanidad. A medio camino entre un banquero y un vendedor a puerta fría, los hombres grises van, casa por casa, convenciendo a los habitantes de la ciudad del libro de que no pierdan el tiempo con nimiedades, de que sean más productivos y desechen todo aquello que no les reporta un beneficio material.

Sin entrar en muchos más detalles, me pareció muy acertado cómo Michael Ende personifica esta idea del trabajo a costa de las otras facetas de tu vida. También, cómo coloca a los niños como enemigo natural de estas criaturas. Después de todo ellos son, a menudo, las grandes víctimas de la falta de conciliación familiar que ha afectado a millones de padres y madres en todo el mundo. Una situación que persiste y que hace que este libro sea tan actual como en el año de su publicación, así como una muy buena lectura para niños y mayores.

Al principio, Momo les resultará amena gracias a su estilo sencillo, que recuerda a un cuento. Este, sin embargo, no es el único motivo por el que Momo, como dije, tenga el corazón de cuento. Muchos capítulos, sobre todo en la primera mitad de la obra, funcionan de forma casi independiente y tienen una estructura que recuerda a la de un cuento infantil, con una pequeña moraleja que complementa el mensaje global de la obra. Incluso la forma en la que Michael Ende describe a sus personajes o el estilo de los diálogos parece, de algún modo, evocar este tipo de obras.

Y es que la calidad de Momo y de su estilo radican, precisamente, en la sencillez con la que desgaja conceptos e ideas que podrían resultar complicados; en la forma en la que, poco a poco, construye las imágenes que quiere transmitir, sin preocuparle que ello necesite una línea o dos párrafos. Porque Momo es una novela que hay que leer poco a poco y sin prisas, y que ofrece mucho más de lo que parece a los lectores dispuestos a prestar atención.

Así que pisa el freno, busca un momento de tranquilidad y abre el libro sin preocuparte por el reloj. Porque la lectura, como la propia vida, se disfruta más cuando no intentas exprimirle cada minuto al día.

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