China, con casi 1400 millones de habitantes, es un país donde la gente sigue vinculada a su historia y sus tradiciones. Su legado, tan extraño a nuestras costumbres, es fruto de una historia ininterrumpida de tres milenios y medio y nos ha llegado a través de una enorme cantidad de documentos escritos.
Una de las primeras cosas que nos sorprende de China es su enorme población. En este momento, cerca de 1400 millones de habitantes, una quinta parte de la población mundial.
Hoy en día, la aceleración de los tiempos parece producir una cierta ruptura con el pasado y, sin embargo, en cada uno de los lugares de nuestro mundo, la gente sigue estando vinculada a su historia y sus tradiciones. China es un país donde esa vinculación con los antepasados es muy fuerte. El legado de esta nación es de un profundo interés, tan rico y tan extraño a nuestras costumbres. Se trata de una historia ininterrumpida de unos tres milenios y medio, desde finales del Neolítico, cuando comienza la agricultura y ganadería, hasta nuestros días. Además, los chinos han tenido y siguen teniendo alma de historiadores, porque su mayor preocupación es la organización de este mundo y la felicidad de esta vida. Son muy prácticos.
Su civilización ha dejado una superabundancia de documentos. Ningún país del mundo, antes de los tiempos modernos, ha producido tantos escritos, ya que China empezó a multiplicar y a producir libros medio milenio antes de que Europa inventara la imprenta (año 1500).
Además, China también rebosa de inscripciones, por ejemplo, los huesos oraculares en caparazones de tortugas, que nos proporcionan una visión privilegiada de las primeras etapas de su civilización sobre variados aspectos, como política, economía, cultura, religión, geografía, astronomía, calendario, arte y medicina.
Bien, no es fácil definir a China, porque ha sido una realidad compleja, que no ha cesado de transformarse a lo largo de milenios.
1. China no es esas ciudades palacio de época antigua diseminadas a lo largo de río Amarillo, el sexto río más largo del mundo. China también tiene el río Yangtsé, el tercero más largo del mundo, después del Amazonas y el Nilo.
2. Tampoco es esos siete grandes reinos que unificara el rey de Qin por el año 200 a. C. El rey de Qin se autoproclamó «primer emperador», marcando los comienzos de la China imperial.
3. Y China tampoco es esa dispersión de su gente que hoy en día se extiende por todos los continentes.
Así que lo mejor es referirse a China como el mundo chino.
También, por otra parte, la imagen de China que se tuvo durante mucho tiempo y que daba la impresión de una continuidad y pureza étnica, al ponerse el acento sobre las grandes dinastías, es algo erróneo. Esto ha ocurrido por un nacionalismo ingenuo, que ha deformado la realidad de la historia, y que también ha podido ocurrir en otros países, por supuesto. Pero las poblaciones de lengua y cultura chinas son el producto de innumerables mezclas con las poblaciones vecinas y a veces lejanas, como los confines de la India, de Irán y de Oriente Medio.
Y contrario al tópico por el cual China terminaba por absorber siempre a sus conquistadores, es decir, todos se achinaban… esos pueblos han contribuido, en potencia, a la formación de la civilización china, sobre todo aquellos de los que más difería, como por ejemplo, los nómadas de la estepa mongola, que fundarían la dinastía Yuan (1279-1368).
Así, podemos decir también que la actual República Popular China, con sus inmensos «territorios autónomos» de Xinjiang o Turkestán chino, de población musulmana, del Tìbet y de Mongolia interior, todo esto es la herencia geográfica de la dinastía manchú Qing, que duró casi tres siglos, hasta 1911.
Dentro del amplio conjunto geográfico y humano del Asia oriental, las poblaciones de lengua y cultura chinas, la denominada etnia Han, son hoy el grupo más numeroso, el 90%. Son 56 grupos étnicos los reconocidos de modo oficial por el Gobierno de la República Popular China. Y aunque los tratados políticos nos obligarían a calificar de ciudadanos chinos a todos los habitantes de este país, esa no es la realidad.
Más de 100 millones de individuos pertenecen a otras nacionalidades, ocupan territorios autónomos en apariencia, y en todas las regiones, las «minorías étnicas» son los vestigios de poblaciones en las que la historia ha estado marcada por un retroceso constante ante la colonización china. Algunos ejemplos: Tíbet ha estado sometida desde 1959 a una represión constante. Y el vasto Xinjiang, el antiguo Turkestán chino, poblado por musulmanes uigures, también conoce levantamientos esporádicos que causan gran inquietud al Gobierno de la República.
Rasgos que parecen distinguir a los chinos de lo occidental
Toda generalización es peligrosa: hemos de saber de qué estamos hablando, de qué época, de qué sector de las actividades humanas, de qué medio social. Nos detendremos, por tanto, en lo que parece más significativo.
Hay una frase atribuida a Confucio, que vivió todavía en la época de los privilegios nobiliarios, que decía: «¿Condenar a muerte a una persona sin haberla instruido es tiranía?».
Concebido en la mayor parte de las civilizaciones como fuerza de coacción, el poder fue en China, más bien, el principio animador y organizador de lo social.
Otro aspecto: se ha insistido mucho en época contemporánea sobre el carácter en particular agrario de la civilización china, pero no fue solo agrícola, dotada de un sorprendente genio inventivo, fue también, sobre todo, técnica.
Inventó muy pronto técnicas elaboradas de hilado y tejido, como por ejemplo, la seda; aunque fue, sobre todo, en el terreno de las artes del fuego donde China fue más inventiva y alcanzó mayor celebridad con sus bronces, su hierro fundido y su acero.
La historia de la cerámica china es una de las más ricas del mundo y las porcelanas alcanzan ya su perfección a partir del siglo XII.
Hasta el siglo XIX China fue, sin duda, la mayor exportadora de productos de lujo del mundo, con un tráfico que provocó corrientes comerciales de amplitud mundial: sedas, cerámicas, té, algodones, lacas, muebles…
Debido a la importancia decisiva que desde muy antiguo les atribuyeron en todos los actos de la vida y del gobierno de los hombres, los chinos tuvieron la pasión de las apreciaciones temporales y espaciales. Desde hace muchos siglos, todo el mundo sabe en China la fecha y hora de su nacimiento, necesario en las artes de adivinación; y el espacio era para cada uno el lugar de las poderosas fuerzas invisibles. En China todo se fecha con precisión y debemos a los textos chinos todo lo que sabemos de la historia antigua de Asia central, de la India, del budismo, de los turcos de Mongolia, de la península indochina…
Una de las singularidades de China es haber desarrollado, antes que Occidente, una concepción abstracta del Estado, una administración racional y una legislación propia, una distinción clara entre lo público y lo privado, y la especialización de las funciones (la división en seis ministerios –función pública, finanzas, culto y relaciones exteriores, guerra, justicia, obras públicas– se remonta al tercer siglo de nuestra era).
Los magistrados chinos, dispuestos a veces a sacrificarse por la defensa del bien común y el respeto de las reglas rituales que cimentaban el orden social, no fueron siempre simples servidores del soberano.
Es extraordinario que semejante sistema político, perfeccionado a lo largo de los siglos, haya podido extenderse tan rápido a un mundo tan amplio como Occidente y de una diversidad humana también enorme.
La escritura
Para los que no entienden, nada más extraño y complejo que la escritura china. De aquí surge la idea, no menos rara, de que los mismos chinos son gente en especial complicada.
Esta escritura es, en efecto, el único ejemplo en el mundo de una escritura de palabra donde cada signo corresponde a una unidad con significado y la única de este tipo que se ha mantenido desde la Antigüedad hasta nuestros días por múltiples razones.
A pesar de que el aprendizaje del alfabeto romano exigía menos esfuerzo que el de los caracteres de la escritura china, la lectura y la escritura parecen haber estado más difundidas en China que en Occidente y el número de personas cultas, más elevado que en una Europa donde la nobleza menospreciaba las letras y donde tan solo un pequeño número de religiosos tenía acceso a la escritura.
Fue por razones administrativas y a causa de la gran diversidad de dialectos por lo que en China se impuso, desarrolló y preservó una escritura común al conjunto de los países chinos.
Contribuyó de modo eficaz desde su normalización, a finales del siglo III antes de nuestra era, a la unificación política, y permitió el desarrollo de una lengua escrita que ha servido de medio de expresión a una gran parte de la humanidad, porque el chino escrito ha sido también la lengua culta y administrativa de Vietnam, de Corea y de Japón. Como el latín en Europa, el chino escrito ha contribuido así a la formación de una gran comunidad de civilización en Asia oriental.
Esta es la razón principal de su conservación, sin hablar de un valor sobre todo estético.
Y un último aspecto a destacar es que la riqueza de la lengua escrita se explica en parte porque, a diferencia de la nuestra, la civilización china ha dado menos valor a la oratoria, tan preciada desde nuestra Antigüedad clásica, que a las cualidades literarias de los escritos y los caracteres estéticos de la caligrafía, verdadero arte al que se otorgaba en China un valor igual al de la pintura y en el cual se veía el testimonio claro de la personalidad moral de cada calígrafo. Algunos de ellos son tan célebres como los grandes pintores.
Bibliografía
El mundo chino . Jacques Gernet
Buenos días, falta un fragmento de oración en la página cinco de la revista en pdf: «Fue por razones administrativas y a causa…..».
No hay problema porque está en las oraciones resaltadas de la misma página.
Espero que el español no sea tan malo.
Existe un artículo sobre el idioma chino cuyo autor es Jorge Ruiz Riquelme. En él se amplía algo más sobre el idioma chino.
Gracias por el artículo