Sociedad — 31 de enero de 2020 at 23:00

Educar para el bien común

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Educar para el bien común

Desde hace una década se viene hablando del bien común en relación principalmente con la economía, y sobre la base de unos principios morales universales que deben impregnar toda actividad humana, siempre en beneficio de todos y cada uno. Estos principios son: dignidad humana, solidaridad, sostenibilidad ecológica, justicia social, cooperación y trasparencia.

La búsqueda del bien común es en sí misma un valor moral, de los muchos que nos faltan en esta sociedad, donde todo se valora dependiendo del interés particular.

Numerosos estudios interdisciplinares han demostrado que la sociedad moderna, a pesar de sus casi milagrosos avances en medicina, ciencia y tecnología, está aquejada de algunas de las tasas más altas de depresión, esquizofrenia, salud precaria, ansiedad y soledad crónica de la historia humana. También la independencia económica puede conducir al aislamiento, y el aislamiento puede poner a la gente en mayor riesgo de depresión y suicidio.

Algunos psicólogos y sociólogos actuales sostienen que los seres humanos necesitamos tres pilares básicos para estar satisfechos:

1) Sentirnos competentes en lo que hacemos.

2) Sentirnos auténticos en nuestras vidas.

3) Sentirnos conectados con otros.

Según Sebastián Jünger, algunas de las carencias de nuestra sociedad actual, que nos señala en su libro Tribu, es precisamente ese sentimiento de tribu que hemos perdido, y que implica lealtad, pertenencia… Por tanto, vivimos más aislados, y otro dato interesante es que damos valor a los valores extrínsecos.

Me llamó mucho la atención la explicación de por qué los desastres a gran escala producen condiciones mentales más sanas.

Otro investigador sobre el tema, Thomas Paine (pionero en la construcción de la democracia estadounidense), reconocía que las tribus indias vivían en sociedad, y en ellas la pobreza personal era desconocida y los derechos naturales del hombre eran promovidos activamente.

Por eso, cuando la gente está comprometida con una causa, sus vidas tienen más sentido, lo que tiene como consecuencia una mejora de la salud mental.

También Charles Fritz constató que la sociedad moderna ha perturbado gravemente los vínculos que han caracterizado siempre la experiencia humana y que los desastres empujan a la gente hacia una forma de relación más antigua y orgánica, creando una conexión con los demás inmensamente tranquilizadora.

¿Qué podemos hacer para mejorar nuestras relaciones apoyándonos en estos pilares básicos, muy vinculados entre sí?

Solo con una verdadera educación podremos trabajar nuestra personalidad, llegando a comprender que formamos parte de una unidad, como bien decía el filósofo estoico, el emperador Marco Aurelio:

«Si algo le conviene a la abeja, puede que no le venga bien a la colmena, pero si algo le viene bien a la colmena, siempre es bueno para la abeja».

Educación

Devolvamos la educación al lugar que se merece.

Entre los fallos actuales de la educación, debemos destacar:

– La sobreprotección, que debilita a los niños.

– El exceso de normas, la masificación.

– Mucha permisividad.

Recordemos a Jean-Jacques Rousseau («el buen salvaje»), que abandonó a cinco de sus hijos a los tiernos y mortíferos cuidados de los orfanatos de la época.

Este sería un cruento ejemplo de que el proceso vital de socialización previene en realidad numerosos daños y propicia muchas cosas positivas. A los niños se los daña cuando quienes tendrían que cuidar de ellos, por temor a cualquier conflicto o discordia, ya no se atreven a corregirlos y los dejan sin orientación alguna. La violencia es la opción por defecto, porque resulta fácil. Lo difícil es la paz, que se aprende, se inculca, se gana.

Son las cosas que se producen un día tras otro las que dan forma a nuestras vidas

La cuestión es: ¿somos padres o amigos?

Veamos ideas generales sobre algun enfoque pedagógico tradicional del s. XX.

Método Waldorf

Se basa en los ritmos de la naturaleza del niño, respeta las etapas de desarrollo, cada siete años hay un cambio:

En cada etapa hay unos aspectos a desarrollar o potenciar: Hasta los siete, la bondad; hasta los catorce, la belleza; hasta los veintiuno, la justicia.

¿Qué quiere el niño?

Vivir los ciclos de las estaciones con actividades acordes con el entorno natural: en otoño, trabajar con hojas de los árboles, los tonos marrones, celebrar las festividades… pruebas, fiesta del farolillo cuando se acerca el invierno…

Hasta los seis años no empiezan a leer, hacen psicomotricidad fina, telares, ejercicios de lateralidad. Con la repetición de cuentos, colores, canciones, poco a poco van asimilando conceptos.

Hay herramientas de la personalidad que nos pueden ayudar para una verdadera autodeterminación si en vez de centrarnos en el problema, nos centramos en buscar las soluciones. Porque los seres humanos poseemos fuerzas sin explorar que nos permitirían ver los auténticos problemas.

La salud de nuestra sociedad depende del esfuerzo de cada individuo, y no al revés.

Hay claves que convierten los problemas en oportunidades:

1) Inversión del deseo

La ventaja secreta es convertir el dolor en poder. Cuando uno se implica en algo con firmeza, también se pone en marcha la naturaleza poniendo a su favor toda suerte de incidentes, encuentros y ayuda material; imprevistos con los que ni soñaba que contaría (W. H. Murray).

El verdadero adulto acepta que existe una diferencia básica entre los objetivos que nos planteamos y los que nos asigna el universo, pues existe una fuerza interior escondida que solo se puede encontrar cuando la adversidad saca lo mejor de uno mismo. Nietzsche dijo que lo que no nos mata nos hace más fuerte.

Cuanto más se queja uno, mas se estanca. Un ejemplo admirable lo tenemos en Victor Frankl, que, en condiciones de una dureza indescriptible, encontró la oportunidad de aumentar su fuerza interior.

Al margen de los objetivos que uno se marque en el mundo exterior, la vida le reserva sus propios objetivos, y si los dos proyectos están en conflicto, ganará la vida.

Hay que averiguar qué nos pide la vida, aunque solo sea soportar dignamente el sufrimiento, sacrificarse por otra persona o no sucumbir a la desesperanza y estar a la altura del reto.

Este camino fomenta la grandeza interior, lo que más falta le hace a nuestra sociedad, tan orientada a lo exterior.

La inversión del deseo permite fomentar el valor, la capacidad de actuar ante el miedo; hay que confiar, la vida está al otro lado del miedo.

Sin embargo, en general la psicoterapia no aborda directamente la necesidad de ser valiente, algo que está implícito en mayor o menor grado en la búsqueda de soluciones, que es el encuentro con ese poder mítico de los héroes.

El valor es la capacidad de actuar ante el miedo. El objetivo es estar lo bastante cómodo con el miedo como para poder actuar.

2) El amor activo

Todos tenemos algún resorte que nos hace entrar en nuestro propio laberinto y, cuando estamos dentro, la vida pasa de largo, incontables horas perdidas, grandes oportunidades desaprovechadas y una enorme cantidad de vida no vivida.

Mientras estás dentro del laberinto, sigues necesitando algo de la persona que te ha hecho daño, lo cual le otorga un poder de intimidación.

En el momento mismo en que sientes la fuerza, te elevas por encima de tus mezquinos sentimientos de ofensa. Ya no necesitas una reparación de quien te ofende. Todos tenemos una tendencia marcada a rumiar injusticias pasadas.

El auténtico poder de un enfoque espiritual de la psicología es enseñarte a activar fuerzas superiores que son más poderosas que tus emociones y que, sin sustituirlas, las trasforman.

De esta manera surge la autoridad interior, o fuerza superior, o la fuerza de la expresión personal, como queramos llamarlo.

Ahora bien, ¿conocemos realmente nuestras capacidades?

La sombra de Jung

Carl Jung define la sombra, que es todo lo que no queremos ser pero tememos ser, representado en una sola imagen. Es el origen de uno de los conflictos humanos más básicos. La sombra permanece conectada con las profundidades olvidadas del alma, con la vida y la vitalidad; ahí puede establecerse contacto con lo superior, lo creativo y lo universalmente humano.

Es frecuente que el encuentro con la sombra tenga lugar en la mitad de la vida, cuando nuestras necesidades y valores más profundos tienden a cambiar el rumbo de nuestra vida, determinando, incluso, un giro de 180 grados y obligándonos a romper nuestros viejos hábitos y a cultivar capacidades latentes hasta ese momento. Pero a menos que nos detengamos a escuchar esta demanda, permaneceremos sordos a sus gritos.

La depresión también puede ser la consecuencia de una confrontación paralizante con nuestro lado oscuro, un equivalente de la noche oscura del alma de la que hablan los místicos. Pero la necesidad interna de descender al mundo subterráneo puede ser postergada por multitud de causas… Solo quien ha comprendido y aceptado sus propios límites puede decidir ordenar y humanizar sus acciones.

¿Cómo? Pues a través del flujo, que sería dejar de pensar y ponerse a disposición de la fuerza superior, que surge del propio obstáculo. Así, la herramienta convierte la sombra en el vehículo de una fuerza superior, la fuerza de la expresión personal. El objetivo no es buscar la aprobación de nadie.

Entonces es cuando la sombra hace posibles los auténticos lazos humanos. Es la parte que todos tenemos en común. Sin ella, exageramos nuestras diferencias y nos sentimos separados. La única manera de que las relaciones funcionen entre individuos, religiones o países, es usar nuestras sombras para forjar un vínculo universal, y poder gozar de la libertad de ser distintos sin renunciar a la convivencia.

Es recuperar el lenguaje perdido del corazón.

Si tu autoridad se basa en la sombra, puedes estar en sintonía con los sentimientos de los demás. Cuando la gente se siente comprendida, surge la empatía que potencia la autoridad, sea cual sea el contexto; así, el trabajo en equipo es más genuino y duradero.

En consecuencia, surge lo que se llama matriz social, que es una red de seres humanos interconectados generando una energía curativa que no se puede crear de ningún modo. Cuanto mayor es la conexión que sentimos entre nosotros, más felices somos. Algunos estudios demuestran que las personas con sentido de la comunidad viven más tiempo y gozan de mejor salud física y mental.

Destacamos algunas de las recomendaciones que nos hace Jordan B. Peterson, en su libro (best seller mundial):

«Da por hecho que la persona a la que escuchas puede saber algo que tú no sabes».

«Trátate a ti mismo como si fueras alguien que depende de ti».

«Enderézate y mantén los hombros hacia atrás. Hay una neuroquímica de la derrota y la victoria».

«Traba amistad con aquellas personas que quieren lo mejor para ti».

«No te compares con otro, compárate con quien eras tú antes».

«Antes de criticar a alguien asegúrate de tener tu vida en perfecto orden».

«Di la verdad o, por lo menos, no mientas».

Si promovemos una verdadera educación que potencie los valores intrínsecos que cada uno tenemos y conocemos las claves que nos ayudarán a formar nuestro carácter, si conocemos la personalidad, entonces verdaderamente comenzaremos a sentir la conexión con los demás seres humanos, percibiendo la unidad de la naturaleza en la que vivimos inmersos y de la que formamos parte.

Bibliografia

Tribu , Sebastián Jünger, editorial Capitán Swing.

El método , Phil Stutz y Barry Michels, editorial Guijaldo.

12 claves para vivir , Jordan B. Peterson, editorial Planeta.

Encuentro con la sombra , edición a cargo de C. Zweig y J. Abrams.

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