Pierre Poulain comenzó ganándose la vida en París, practicando fotografía callejera durante el día, trabajando de taxista por la noche y como fotógrafo publicitario los fines de semana. Se inició en la filosofía sin dejar nunca la cámara. En Tel Aviv fundó la escuela de filosofía Nueva Acrópolis de Israel, donde hizo numerosos discípulos, y cuando volvió a la fotografía le agregó su gran experiencia en las aulas. Ser fotógrafo es para él una forma de vida filosófica, y cada foto tomada, una experiencia espiritual, no en un sentido religioso, sino de acercamiento a la belleza que, como decía Platón, es un aspecto de la verdad.
Pierre Poulain mantiene el blog «Fotosofía» y recientemente ha publicado el álbum-libro del mismo nombre. Realiza exposiciones y conferencias por todo el mundo. Su trabajo artístico y filosófico, accesible en inglés, hebreo, francés y español, nos permite viajar, reflexionar, aprender, cuestionarnos y maravillarnos… ¡todo junto!
¿Qué significa la filosofía para usted?
Es el amor a la sabiduría, pero no de forma intelectual. Es amar la vida porque tiene un sentido, es vivir en cada momento y nunca aceptar contentarse con sobrevivir O sea, que más que la filosofía en sí, lo importante es ser filosofo.
¿Cómo la une a la fotografía y al arte?
En primer lugar, es necesario entender lo que es el arte. Considero el arte en sí como la esencia o el arquetipo de la belleza; la obra de arte como la cosa manifestada que nos pone en presencia de la belleza, que nos permite tomar contacto con ella, y al artista como el que actúa conscientemente para realizar esa unión entre un arquetipo invisible y su plasmación, visible a nuestros sentidos.
Foto: El tren.
El Tubo en Londres, como todo tren, metro o bus de nuestros días, es más un lugar de soledad y de separación que de convivencia.
No es lo mismo en todos los países. En América del Sur, en la India y en Oriente Medio, por experiencia, todavía es posible establecer un contacto y una relación con un extraño durante el viaje. En Europa es un desafío más difícil, y en el Asia lejana, como en Japón y en Corea del Sur, ya nadie mira a nadie…, no se ven en los vagones más que teléfonos móviles, y hay que adivinar quién es la gente que se oculta detrás.
Pero los niños no siguen las convenciones ni las reglas de los adultos, sobre todo si estas no son verdaderamente naturales. Los niños actúan según su corazón y la necesidad, y haciendo eso, son portadores de un mensaje de unión.
En verdad, en estos días, cuando nos enfrentamos a constantes fracturas y problemas de falta de comprensión, cuando la democracia ha sido reducida a no ser más que la expresión de opiniones subjetivas, hay una verdadera necesidad de mantener la unión, y crear –o recrear– un diálogo con el otro.
Hay que acordarse de que un extraño, a menudo, es un hermano que todavía no conocemos, y que compartimos un destino común a pesar de nuestras opiniones, a menudo divergentes. Entonces es urgente recuperar un corazón de niño. ¿Pero cómo? ¿Y es realmente posible?
Si, es posible, porque la edad de nuestro corazón no se mide en años biológicos, sino en términos de esperanza, de imaginación y de creatividad. Tanto tiempo sigamos soñando y no hagamos compromisos con nuestros sueños, tanto tiempo estaremos convencidos de poder hacer una diferencia en este mundo, y en tanto nos despertemos con hambre de descubrir lo que el día nuevo nos ofrece, seremos jóvenes.
Por esta razón, todavía algunos son jóvenes con más de ochenta años, y también es posible encontrarse a vejestorios que no tienen más de veinte años biológicos, o menos. Ser joven es un modo de conciencia y de vida, y la Afrodita de Oro, la Eterna Juventud se ofrece a todos los que tienden la mano para agarrarla. Pero estar vivo también es ser un rebelde, y todos no tienen el coraje, ni la voluntad o la necesidad de vivir así.
De tal manera que una fotografía puede ser una obra de arte, o no. Si la fotografía representa mi subjetividad, mis emociones y mis opiniones, no sería una «obra de arte», pero sí una «realización de mi subjetividad». Al contrario, si consigo «olvidarme» cuando tomo una fotografía, y dejar a esta esencia de la belleza guiarme en el momento de tomar la foto… podría ser una obra de arte. Digo «podría», porque se trata de una condición necesaria, pero no suficiente.
¿Qué es la belleza para usted? ¿Está fuera o dentro del espectador?
Ambas cosas. Está a la vez fuera y dentro. Está fuera porque, como arquetipo, la Belleza no pertenece a nadie y está presente en cada lugar del universo. Y está dentro porque nosotros somos parte de la realidad del universo, y por eso tenemos todos la posibilidad de encontrar la misma belleza en el interior de nuestro ser.
¿Qué pretende mostrar a su público? ¿Qué le gustaría despertar en él?
No pretendo mostrar nada, porque, como escribió Saint Exupéry en El Principito, «lo esencial es invisible a los ojos», y una foto se contempla con los ojos. Pero trato, al mirar una foto, de generar una interrogación. Que la foto haga nacer una pregunta en el espectador, y que esa pregunta sea el primer paso de un viaje interno hacia el descubrimiento del sentido de la vida. Descubrir esta respuesta en sí mismo es lo que cada uno tiene que hacer.
Los textos que acompañan las imágenes nos invitan a profundas reflexiones… Imágenes e ideas causan un efecto poético y filosófico muy interesante ¿Cómo se le ocurrió unirlos y qué pretende lograr?
En primer lugar, tomo fotos. No muchas, pero cuando algo me llama la atención –o algo más–, tomo la foto. Después dejo pasar unos meses para distanciarme del evento, y poder considerar la foto con más objetividad. Miro de nuevo las fotos, y si una corresponde a mis criterios estéticos, y además «me habla», me transmite un mensaje… lo escribo.
Foto: La ronda
Verdaderamente no puedo explicar únicamente con palabras lo que considero como «armonía». Quizás sea por eso por lo que hago fotografía y por lo que utilizo imágenes, como un músico utilizaría sonidos.
La armonía en fotografía, la encuentro en el hecho de capturar un movimiento dinámico en una imagen fija y estática, y permitir a la gente percibir este movimiento cuando miran la imagen. Entiendo la armonía como inseparable de la vida, y la vida siempre está en movimiento.
La vida es movimiento, pero no siempre se reduce a un simple movimiento físico. La evolución o expansión de consciencia es igualmente un movimiento, un movimiento que nos mantiene vivos. Es un movimiento hacia una mejor y más profunda comprensión de nuestra propia naturaleza e identidad. Estar en movimiento, tener una meta, es sentirse vivo.
Este movimiento se produce en el espacio, por supuesto, pero principalmente en el tiempo. Sin el tiempo, sin madurez posible, no puede haber movimiento.
Nos hace falta aceptar el paso del tiempo si queremos mantenernos vivos. Nos hace falta aceptar nuestra edad, nuestra experiencia acumulada. La cultura materialista nos ha hecho miedosos hacia la muerte, y numerosos son los obsesionados en hacerlo todo para intentar «mantenerse joven». Pero mantenerse joven es estar vivo, y es por consiguiente no tener miedo del movimiento de la vida, que lleva inexorablemente a la muerte.
Eso significa que la muerte forma parte integrante de la vida, y no está fuera de ella. Todo lo que comienza tiene un fin, dice el personaje de Morfeo en la película «Matrix». Estar vivo es aceptar la muerte, no como la negación de la vida, sino como la conclusión natural de un ciclo.
El que tiene miedo a morir nunca estará verdaderamente vivo.
El que saborea la vida entenderá la muerte como partícipe de la armonía general.
El movimiento en espiral e incesante de esos bailarines de tango es como una oda a la vida.
Eso produce un diálogo entre la imagen y el texto, donde el texto no es la descripción de la imagen, y la imagen no es la ilustración del texto. Ambos tienen como finalidad hacer nacer un interrogante, pero no es siempre necesariamente el mismo. Texto e imagen trabajan en complementariedad. Se trata de dos idiomas diferentes: una mirada captura la foto en su totalidad y en un segundo. Luego, un texto se lee, palabra a palabra; se necesita tiempo, y hay un principio y un fin en cada texto.
Así, lo que quiero lograr es una relación entre dos mundos diferentes, que aparentemente no se mezclan, un poco como el agua y el aceite.
¿Qué papel juega en su trabajo la tecnología? ¿Prefiere la vida «real» o prefiere re-configurar lo que capta con su cámara?
La tecnología es importante, pero considero que hay que dominarla para olvidarla. La tecnología tiene que servir al artista, pero sin convertirse en un elemento «productor de arte», ¿entiende?
Trabajo con una cámara de buena calidad, pero con pocos elementos: una única cámara y una única lente –28 mm– para tomar fotos de calle. Nada más. Al limitar mis opciones técnicas, al imponerme un cuadro limitado, me es más cómodo dominarlo y, por eso, dentro de ese cuadro me siento libre y puedo captar lo que ocurre en la calle. Trato de hacer un mínimo de modificaciones, para ser lo más transparente posible, pero hay algunas cosas que me permito hacer: pasar las imágenes a blanco y negro, elegir una parte de la foto y modificar el contraste.
¿Cuál es la imagen que más le enorgullece ofrecer a su público? ¿Y cómo reconocer si estamos ante una buena fotografía?
Hay fotos que prefiero, pero no hay una imagen mejor que otra. Hay varias, y cada una «funciona» con diferentes personas.
Foto: La velada y la sin velo
En realidad, una buena fotografía en blanco y negro contiene muy pocos –por no decir ningunos– blancos puros o negros puros. Se trata sobre todo de distintos matices de grises.
Lo mismo se aplica a lo cotidiano. Es fácil pensar que «lo blanco es bueno» y que «lo negro es malo». Algunos pueden pensar que la belleza debe tener velo para ser preservada, y otros dirán que debe ser desvelada para que todos puedan sacar provecho de su presencia.
¿Un seno debe ser mostrado u ocultado? Y si no se trata de seno, ¿qué hay de los cabellos?, ¿y de la cara?
Entiendo que la verdad se encuentra en algún lugar en en medio, como en esos matices de gris de las fotografías. Ciertamente, todo no debe ser desvelado… pero tampoco todo debe ocultarse.
La solución puede encontrarse en el despertar de la capacidad humana para discernir, también llamada inteligencia.
Una buena foto, según mi entendimiento, es una foto que tiene algo de enigmático, que tiene un misterio. Si al ver la foto se entiende todo, no es bueno. Igualmente si no se entiende nada. Una buena foto da a entender, a reconocer algo, y al mismo tiempo oculta otras cosas. Lo que se reconocer es la parte «visible», que permite establecer una relación entre la obra y el espectador, y lo que todavía es un misterio es lo «invisible», que en realidad es lo más importante, lo que hace nacer la pregunta y la necesidad de buscar la respuesta. Y el arte es hacer que se reconozca que hay algo más allá, más profundo que lo visible en una foto. En otras palabras, el desafío para mí es fotografiar lo invisible.
¿Por qué tiene tantas imágenes en blanco y negro?
Ha sido un proceso. Al principio presenté fotos en color, pero a lo largo de los años he considerado paso a paso que el blanco y negro sirve mejor a mis intenciones. Sigo la filosofía de la fotografía de Henri Cartier-Bresson, un famoso fotógrafo del siglo XX, para quien lo más importante es lo que él llamaba «la geometría» –o sea, las formas–, y el color, a veces, en lugar de ayudar a revelar las formas, las esconde. La percepción del color atrae la atención a algo diferente, más cercano a las emociones.
Vilém Flusser, en su libro Por una filosofía de la fotografía, explica que las fotografías en blanco y negro revelan más la realidad que las fotos en color, porque el color funciona como un velo adicional de abstracción entre la realidad y la subjetividad del espectador. Pero no lo hago porque Flusser lo escribiera. Lo hago porque tengo por experiencia el mismo sentimiento.
¿Qué papel cree que juega el arte en la sociedad contemporánea y cuál es su poder?
El arte siempre juega el mismo papel. La esencia del arte no depende del contexto, y su poder es el mismo, sea en el pasado o en la sociedad contemporánea.
El poder del arte es –como decía al principio– acercarse a la verdad por la vía de la belleza. El arte puede despertar almas y dar a cada uno la fuerza interior para romper las cadenas que nos mantienen en un estado de supervivencia inconsciente… y conquistar una vida consciente.
Pero una dificultad que existe hoy es lo que llamo la «pérdida de criterio», para reconocer claramente lo que es y lo que no debería ser considerado como arte. En el marco de lo llamado «arte moderno» hay cosas maravillosas, verdaderas obras de arte… pero se encuentran igualmente muchas tonterías. Y evidentemente, estas tonterías no pueden producir lo que produce una obra de arte. Por eso considero que el primer paso debería ser volver a una educación artística, a una definición de criterios, para distinguir entre el arte que emana del arquetipo y lo que es una obra personal, manifestación de una subjetividad.
Y para hacer eso necesitamos filósofos, porque estos buscadores y experimentadores de la verdad son los verdaderos médicos del alma, son ellos los que tienen la capacidad de diferenciar entre lo verdadero y la ilusión.
¿Hacia dónde cree que camina el arte contemporáneo y qué puede aprovechar de la filosofía?
Bueno, ya respondí en parte en la pregunta anterior. Diré que todo depende de si lo que llamamos «arte» es o no es verdaderamente arte en esencia. Si lo es, no importa que sea contemporáneo o de otra época, porque el arte no pertenece a ninguna época, y sí a todas. Lo que pertenece a una época es la obra, la manifestación artística.
Por ejemplo, una fotografía digital pertenece, por supuesto, a nuestra época, porque los artistas del Renacimiento no pudieron imaginar lo que sería una fotografía. Pero el sentimiento de belleza que emana de la fotografía –si es de verdad una obra de arte– es el mismo que emanaba de las pinturas de estos artistas del pasado.
¿Hay alguna relación entre ese momento fijo de la foto y el acceso a un estado espiritual? Es decir, ¿puede el arte fotográfico cumplir alguna función espiritual?
Sí, por una parte porque lo que llamanos «espiritual» es por esencia algo en relación con lo permanente, lo fijo, lo de siempre. Es un estado más allá del movimiento y del cambio permanente de la vida manifestada. En India, el plano de la realidad donde estamos manifestados se llama «Maya», o ilusión. Eso no quiere decir que no exista. La ilusión tiene una existencia, como nuestras personalidades, nuestras emociones y opiniones… pero son cosas que cambian, por eso son ilusiones.
El «momento fijo» es un «momento decisivo» –como diría Cartier-Bresson–. Por ser fijo, por no cambiar, participa de algo que pertenece a una naturaleza espiritual. Pero no tanto porque sea fijo en una película o en una imagen digital. Lo importante es el artista capaz de reconocer el valor de ese momento, y que por eso mismo lo capta en una foto.
Foto: ¿El agujero en el mar?
Esta fotografía evidentemente no muestra un «agujero en el mar». Se trata del tejado del MuCEM, el «Museo de las Civilizaciones Europeas y Mediterráneas» de Marsella, en Francia. Pero, por mi parte, veo aquí un «mar roto» con la catedral «la Major» en el fondo, en la entrada del barrio viejo de la ciudad.
Es una situación paradójica. La relación entre lo «nuevo» y lo «viejo» es lo que hace la fotografía. Me pregunto… me imagino el tejado del museo sin la catedral, o la catedral sin el tejado… y algo falta. Ya no hay tensión, no hay contraste, no hay paradoja.
La esencia de la paradoja reside en una situación que no puede ser totalmente englobada y aceptada por la mente racional, lo que genera una tensión. En estas situaciones, porque nos sentimos algo incómodos, la paradoja se vuelve motor, una razón para ir hacia adelante con la esperanza de resolver la paradoja, y volver a encontrar la «comodidad mental» perdida.
Concibo el arte como hecho más de preguntas que de respuestas. La presencia del arte genera un impacto, un choque que debería hacer temblar nuestras certezas. Poco importa si se trata de una imagen o de un sonido, de un poema o de una escultura, de baile o de teatro. El arte despierta una interrogación, exactamente como la filosofía. Al actuar así nos recuerda la necesidad de aceptar la búsqueda para acercar lo Bello con la Armonía. Esta búsqueda extiende nuestro campo de conciencia y nos permite alcanzar un nuevo peldaño donde se borran la inseguridad y la incomodidad del enigma precedente.
Una buena fotografía es una fotografía paradójica. Deberíamos reconocer en ella el paisaje sin esfuerzo, pero «algo» debe estar presente, una cosa que no pensábamos y encontrar lo que no corresponde exactamente con lo que esperábamos.
Aceptar la invitación a resolver el enigma es aceptar una invitación a la búsqueda… la única búsqueda ofrecida a todos.
Para hacer eso es necesario cortocircuitar el intelecto. Hay que tomar la foto sin tratar de reconocer, porque en el movimiento incesante de la vida, no hay tiempo para pensar, sino para tomar la foto «ahora»; luego, ya es demasiado tarde. Se necesita utilizar diferentes vías de percepción aparte de las que pertenecen a la personalidad, algo que no es tanto emoción u opinión, sino captación mental e intuición. Eso necesita que se mueva la consciencia a un plano un poco más alto, o un poco más espiritual.
¿Cuáles son sus próximos proyectos y dónde podemos encontrarle?
Tengo varios proyectos, pero como la vida es movimiento… hay siempre nuevas oportunidades que nacen, y otras que desaparecen.
Por ahora pienso regresar al Salon d’Automne, en Francia, el año próximo, y presentar la exposición «FotoSofía» en una galería en India… También hay intención de hacer algo en EE.UU. y Canadá en 2021. Pero iré donde el viento de la vida y las oportunidades me lleven.
Lo más simple para encontrarme es en mi sitio web (www.photos-art.org/es/) y quien quiera puede contactarme por email: [email protected]
Excelente entrevista a un personaje impresionante, como acropolitano y fotógrafo es todo un lujo.