Historia — 31 de mayo de 2020 at 22:00

Los misterios de Thot: la Ogdóada y la Enéada

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Los misterios de Thot: la Ogdóada y la Enéada

Los filósofos pitagóricos, neoplatónicos y el hermetismo egipcio consideraron los números como dioses, como principios celestes o esferas del ser. En sus discursos y, luego, en los de Proclo, por ejemplo, vemos el ascenso del alma hacia la perfecta Unidad (o Década, ya que se trata de una Unidad activa como universo).

«Porque he recibido la vida de ti cuando me hiciste sabio»

Estos planos de conciencia o grandes niveles de la realidad fueron representados por las diferentes esferas que rodean a la Tierra, con sus cuatro elementos: desde la sublunar hasta la de las estrellas fijas. Estas estrellas, como insinúa Platón, serían símbolo de los arquetipos fijos, de las primeras hendiduras celestes por donde se derrama la luz de Dios. No olvidemos que, aunque la palabra tipos, en griego, luego significó ‘imagen’ y ‘estatua’, inicialmente eran las marcas del cincel, las hendiduras que permiten crear dicha estatua.

esferas ptolomeo

Sistema de esferas ptolemaico

En el importantísimo hallazgo de los manuscritos de Nag Hammadi aparecieron, entre un total de 52 opúsculos, varios de la tradición hermética egipcia: dos fragmentos del Asklepios (cuyo título original es “El discurso perfecto”) y un fragmento del Discurso de la ogdóada y la enéada, o si queremos, «Discurso sobre el 8 y el 9».

Como varios otros tratados herméticos, aparece en la forma de un diálogo entre un maestro y su discípulo. El maestro es llamado «mi padre», aunque también a veces Hermes, y otras, Trismegistos (el Tres Veces Grande), y el maestro le llama, como es tradicional «hijo» —hijo de su alma— al discípulo.

ramses thot

Ofrenda del farón Ramsés III al dios Thot, que es Hermes Trismegisto

El maestro explica al discípulo que él es, su alma, inmortal, y que los demás discípulos, «hijos de un mismo Padre», son también almas divinas y que como tales tiene que honrarlas.

Antes de acceder al misterio de la Ogdóada (8), a la Iniciación que hace que despierte en ella, debe oír las palabras del Maestro, y que si es espiritual es porque su energía hace crecer a otras almas, como un fuego hace nacer al fuego dormido en la madera que se acerca. El discípulo debe recuperar la condición infantil, saber que es un niño, haber estudiado y experimentado lo que se halla en los libros sagrados. No solo por las enseñanzas, sino por las oraciones y las palabras de poder.

Debe orar con todas las fuerzas de su corazón para que el poder de la Ogdóada entre en él y que así cada uno obtenga lo que le pertenece por naturaleza, pues la llama divina del corazón es hija de una estrella que vive en ese cielo de la Ogdóada. Quien cataliza esa «reacción alquímica» es el Maestro: «A ti, ciertamente, te corresponde entender; a mí, igualmente, poder entregar la palabra desde la fuente que fluye en mí».

Interpreto que es al poder de la Ogdóada que ora cuando dice:

«Oremos, ¡oh Padre mío!: Te invoco, al que domina sobre el reino poderoso, aquel cuya palabra llega a ser generación de luz. Pero sus palabras son inmortales, son eternas e inmutables. Aquel cuya voluntad genera la vida de las imágenes en un lugar cualquiera. Su naturaleza da forma a la esencia. Por él se mueven las almas (…) y los ángeles (…) los que existen. Su preconocimiento se extiende hasta cada uno (…) genera a cada uno. Es el que (…) el eón entre los espíritus, ha creado todas las cosas. Aquel que se posee solo en sí mismo, sostiene a todos los seres en su plenitud, el Dios invisible al que se habla en silencio. Se mueve su imagen cuando es gobernada y gobierna. El Poderoso de la potencia que es superior a la Grandeza, que es mejor que las glorias (…)».

O quizás no es al Eón de la Ogdóada, porque le pide inspiración para contemplar a esta y a la Enéada, con lo cual se estaría refiriendo al misterio de la Década, que es el Espíritu que mueve el universo entero, como expresión de la unidad oculta.

Camara Mortuoria Unas

Interior de la pirámide de Unas, con su techo representando el cielo de estrellas fijas

Recordemos lo que dice H. P.Blavatsky en la Doctrina Secreta, en el artículo «La cruz y la década pitagórica»:

«El Diez, o la Década, vuelve a traer todos estos dígitos a la unidad (…), de ahí que esta figura [el diámetro dentro del círculo que conforma el 10], la unidad dentro del cero sea el símbolo de la Deidad, del Universo y del Hombre».

Y recordemos antes lo que dice de la Ogdóada:

«La Ogdóada u Ocho significa el movimiento eterno y su espiral de los ciclos, el 8, ∞, y es simbolizado a su vez por el caduceo [Thot-Hermes ,en Egipto, es el Señor de la Ciudad de los 8]. Muestra la respiración regular del Kosmos, presidida por los Ocho Grandes Dioses: los Siete de la Madre primordial: el Uno y la Tríada».

En el sistema de «cielos estrellados», desde Aristóteles, la Octava Esfera es la de las estrellas fijas, o sea, la de los arquetipos, la de las Mónadas que viven en ese Cielo desde donde se proyectan sobre la manifestación. La Novena, la Enéada, sería en este esquema la fuerza del Primer Motor, y la Década, si es que lo interpreto bien, la de la Existencia Pura en cuyo espejo se genera todo lo demás, como en el famoso cuadro de Burnes Jones, El espejo de Venus, en que esta —la diosa del amor que todo lo mueve, que todo lo muda y hace girar— y las 9 musas se miran en el espejo del mundo.

La Hebdómada (el Siete, todo aquello que es formal, rupa en sánscrito, y asume una estructura septenaria, puesto que es este número el que rige la naturaleza entera), como el «trigo de siete codos» egipcio es asociado a la perfección humana, al cumplimiento de la ley, pero el alma aspira a más, quiere conocer y regresar a su morada celeste:

«Señor, otórganos una sabiduría de tu Potencia que nos alcance, para que relatemos la contemplación de la Ogdóada y la Enéada. Nosotros ya hemos alcanzado la Hebdómada (el 7), puesto que somos piadosos y nos gobernamos en tu ley y tu voluntad y la cumplimos siempre, porque hemos caminado en tu camino y hemos renunciado para llegar a ser en tu contemplación».

joya egipcia

Joya gnóstica egipcia con representación de Escarabeus y Serpiente de Eternidad

Es admirable la fuerza mística de este texto, cuando dice:

«Recibe de nosotros los sacrificios verbales que te elevamos con nuestro corazón entero y nuestra alma y nuestra fuerza toda. Salva lo que hay en nosotros y danos la sabiduría inmortal ».

Y cuando al final de la revelación y epopteia iniciática, dice:

«Elevaré mi oración en mi corazón, pues rezo al fin del Todo y al principio del principio, de la búsqueda eterna de los hombres el hallazgo inmortal, el generador de la luz y la verdad, el sembrador de la palabra, el amor de la vida inmortal. Ningún discurso secreto podrá hablar de ti Señor. Por lo tanto, mi intelecto quiere entonarte himnos a diario. Soy el instrumento de tu espíritu. El intelecto es tu plectro; tu consejo, empero, ejecuta en mí. Me veo a mí mismo. He recibido poder de ti, ya que tu amor nos ha alcanzado ».

Thot-Hermes, como testimonio de esta experiencia iniciática, le pide que la grabe en un himno en el atrio del templo de Diospolis, en caracteres jeroglíficos (ya que «el Intelecto ha llegado a ser su guardián»), en una piedra azul turquesa, el único color en que este himno es digno de su elevación y fuerza sublime. Ocho (de nuevo el símbolo de la Ogdóada y el número de Thot) guardianes lo deben cuidar, cuatro masculinos que son ranas, y cuatro femeninos, gatos. Las ranas son símbolo de la resurrección, del salto del alma que se eleva hacia la luz, de las metamorfosis necesarias para lo mismo, y asociadas al poder de la luna; los gatos son los guardianes de lo solar, los que protegen en ese ascenso. Por eso deben ser situados junto a los ocho vértices del Cubo Altar que sirve de pedestal a las estelas con el himno en ellas grabado. Cuatro a la derecha que asciende y cuatro a la izquierda que desciende. Y la piedra de este Cubo Altar será de «piedra de leche», nutridora, será la «base desde la que es posible la ascensión gradual del alma hacia el Espíritu» [1] .

Los misterios de Thot la Ogdóada y la Enéada

Ogdóada de Hermópolis

Y le pide: «¡Oh hijo mío! Lo harás cuando yo esté en Virgo, y el Sol en la primera mitad del día y quince grados me hayan pasado delante».

O sea, como dice el profesor Antonio Piñero en el prólogo y traducción de este texto gnóstico, cuando el Sol está en su máximo poder, en su cénit, y también Mercurio, que rige Virgo, y justamente en la mitad exacta de este signo (en el comienzo del grado 16). Del mismo modo que Thot en el «codo real» rige el inicio de la segunda mitad, está exactamente en la balanza (en este caso en el número 15 de entre 28 dígitos; aquí es en el 16 de 30).

Y el título de dicha estela, que quizás se trate de un obelisco, debe ser «La Ogdóada revela a la Enéada». El 8, como doble cuadrado (en forma de polígono estrella) revela al 9, como triple triángulo. Una forma de decir, quizás, que el cuadrado sublimado expresa el pleno poder espiritual del Tres, la Llama Espiritual Eterna. Lo que quiere decir que la obra alquímica ha sido exitosamente concluida.

 


[1] Según dice sabiamente el profesor Antonio Piñero en este libro, incluido en su obra Textos gnósticos: la biblioteca de Nag Hammadi en su primer volumen, editado por Trotta.

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