Una vez más abandono temporalmente el mundo del rock para recordar a un cantautor (recientemente fallecido) que los más jóvenes lectores es posible que no recuerden.
Es indudable que Luis E. Aute es una de las figuras clave de este país en lo que se vino a llamar «canción protesta». A mí me gusta más llamarles cantautores, pues no siempre se dedicaban a reivindicar a través de sus canciones elementos que ellos creían injustos de la sociedad. En muchas ocasiones, se encargaron de poner música a ilustres rapsodas. Incluso algunos descubrimos la poesía a través de ellos.
En una ocasión, con la recién llegada democracia, le preguntaron a un cantautor catalán (al que tal vez dedique un día este espacio) qué es lo que iba a hacer ahora, si con la caída del antiguo régimen ¡no quedaba nada por lo que protestar! La respuesta era obvia…
La canción que he elegido como homenaje a Aute refleja perfectamente lo que es el espíritu revolucionario (sin connotaciones políticas de ningún color), tan propio del filósofo.
Aute nos habla en La belleza de los revolucionarios teóricos, de aquellos que después de unos años no han seguido fieles a aquello que «predicaban» y se han pasado al bando de aquellos que atacaban. Y además tienen la extraña habilidad de convencer a la sociedad de que ambas posturas no son contradictorias.
En el siglo V a. C., aparece en Grecia un movimiento filosófico conocido como los sofistas. Eran una especie de profesores ambulantes que iban de ciudad en ciudad enseñando, especialmente a los jóvenes. Eran excelentes oradores y entre sus habilidades estaba la de situarse entre las capas sociales importantes y ser reconocidos por las mejores familias como pedagogos (por supuesto, con el consiguiente estipendio económico). Una de sus facetas más destacadas era que pretendían saberlo todo y enseñarlo todo, y, al mismo tiempo, enseñaban lo contrario, dando razones de ambas cosas.
Platón decía acerca de los sofistas que tienen una sabiduría aparente. Hablan de temas filosóficos y parecen filósofos, pero la verdad es que no lo son. Por tanto, no buscan la sabiduría, que es la esencia del filósofo (el que ama o busca la sabiduría), creen que ya saben.
Dice Aute en una entrevista que recomiendo ( https://www.filco.es/aute-mentira-necesaria-supervivencia/ ) que «el espíritu revolucionario es innato al ser humano y corresponde al niño que llevamos dentro…».
Tal vez estamos un poco hartos de escuchar a los sofistas de hoy en día, que hablan mucho, tal vez demasiado, pero no dicen nada. No buscan llegar a la verdad de las cosas, les gusta salirse con la suya, aunque su argumentación sea falsa.
Antes iban de profetas
y ahora el éxito es su meta;
mercaderes, traficantes,
más que náusea dan tristeza,
no rozaron ni un instante
la belleza…
¡No dejes nunca de ser un niño, busca siempre la belleza!