Toda vida interior
necesita expresarse:
a través de la ciencia,
a través de las artes…
¿Cómo puede quedarse,
sofocado y desnudo,
cuanto anhelo de bello,
sin plasmarse en el mundo?
«Busca siempre hacia adentro
lo mejor de ti mismo.
Trabajando por ello
forjarás un camino».
¿Qué otro modo tenemos
de gestar el futuro
sino alzando una antorcha
en mitad de lo oscuro?
«No apetezcas honores.
No persigas la fama.
Tras el giro del tiempo
todo es humo que pasa».
«Deja huella profunda
del hacer de tu alma.
Pueda ser que descubran
el ovillo de Ariadna…».
(*) Ariadna era hija del rey Minos de Creta. Su padre tenía encerrado en el centro de un laberinto al Minotauro a quien, cada nueve años, había que alimentar con jóvenes atenienses.
Teseo —hijo de Egeo, rey de Atenas— se ofrece a ir y matar al Minotauro. Ariadna se enamora de él y le regala un ovillo de hilo para que, una vez dentro del laberinto, pueda irlo desenrollando y utilizarlo de guía. que le indique el camino de regreso.