Los delfines son animales que han cautivado desde siempre nuestra imaginación por la belleza de los saltos y danzas que ejecutan, y porque demuestran un carácter afable entre ellos y una inclinación natural hacia el ser humano, acompañando muchas veces a las embarcaciones, o dejándose entrenar en la realización de acrobacias. Su figura se ha entrelazado con muchas de nuestras leyendas, en que se los describe ayudando a marineros y náufragos, y por eso en nuestro imaginario son considerados animales amigos.
Ese nivel de socialización es un indicativo de su nivel de inteligencia, que está basado en sus características afectivas y cognitivas. Primates y delfines son los dos grupos de animales que comparten con el ser humano rasgos indicativos de una inteligencia compleja, como los altos niveles de encefalización, largos periodos juveniles y complejas vidas sociales.
Rasgos básicos de su biología
Los delfines son mamíferos acuáticos que pertenecen al orden de los cetáceos y al suborden odontocetos. Se conocen actualmente más de treinta especies. Poseen dientes en la fase adulta (de ahí el nombre de odontocetos) y un espiráculo o agujero encima de la cabeza que usan para respirar. Tienen pulmones (y no branquias), y su respiración es voluntaria. Suelen salir del agua cada 5-8 minutos a tomar aire. Como no pueden dejar de salir a respirar, duermen con la mitad de su cerebro, y con un ojo abierto, ya que sus dos hemisferios son independientes. Utilizan la ecolocalización para percibir el entorno, junto con el sentido de la vista, el oído y el tacto. Suelen vivir unos 30-40 años, alcanzando la madurez a los 10-15 años, según la especie.
Se caracterizan por tener un gran cerebro con muchas circunvoluciones, y se les ha calculado un cociente de encefalización de entre 4 y 5, el más alto del reino animal, siendo el de los seres humanos de alrededor de 7. Su único depredador natural son las orcas y los tiburones, que atacan sobre todo a las especies más pequeñas y a las crías, aunque sus problemas de supervivencia se ven condicionados mayormente por la contaminación de los mares y la pérdida de recursos de alimentación, las técnicas de pesca del atún, el ecoturismo… todos ellos provocados de forma antrópica.
Pescan en grupo, estableciendo estrategias en donde cada participante desempeña un papel, acorralando a bancos de peces u obligando a saltar a los peces en la superficie del agua y cazándolos en el aire, o bien localizando a peces escondidos en la arena del fondo marino por ecolocalización.
La ecolocalización es una propiedad compartida con otros mamíferos, como los murciélagos, y con algunas aves. Los delfines emiten una serie de impulsos o chasquidos sonoros en alta y baja frecuencia en forma de ráfaga, y escuchan el eco que les llega de vuelta, haciéndose una idea de su entorno, a través de un órgano llamado melón, situado en la parte frontal de la cabeza. Esta ecolocalización solo funciona en el agua. Los silbidos no los utilizan para ecolocalización sino para comunicarse entre sí.
Al principio se pensaba que la visión en los delfines era secundaria, siendo los sentidos principales el oído y la ecolocalización. Pero los experimentos han demostrado que tienen una visión bastante equivalente a la de perros y gatos dentro y fuera del agua, más aguda a larga distancia en el aire y mejor a corta distancia en el agua. No obstante, tienen una visión de los colores muy limitada. En cuanto al sentido del olfato es inexistente.
Como mamíferos que son, los delfines paren a sus crías, una por embarazo, las amamantan y tienen largos periodos de infancia, donde les prestan cuidados maternales. Se aparean en las épocas de celo de las hembras, quienes pueden ovular de dos a siete veces al año, durante las estaciones más cálidas (primavera-verano). Son mamíferos que asisten en los partos, es decir, que una o más hembras se acercan para ayudar a la madre, y el resto nadan en los alrededores como protección ante posibles depredadores. Los delfines viven en grupos sociales, con tamaños que varían entre unos pocos miembros hasta un millar, y pueden ser costeros o pelágicos (es decir, pueden vivir en los océanos, pero en aguas superficiales). La ecología, esto es, el hábitat, los recursos y la presencia de otras poblaciones juegan un papel en modelar los patrones de estructura social de diferentes especies.
Estructura social
La estructura social de los delfines es muy variada, con patrones de «fusión-fisión» en sus lazos sociales, es decir, que hacen y deshacen pequeños núcleos sociales de compañerismo, para lo cual necesitan reconocer a un gran número de individuos y guardar memoria de las relaciones con sus pares. Los principales estudios a largo plazo se han realizado con poblaciones de delfines localizadas en Shark Bay, Australia, y en Sarasota Bay, Florida, donde se observan estructuras dinámicas que incluyen tres componentes básicos: grupos «guardería», creados en torno a hembras adultas con crías de edades similares, que estarán con las madres de tres a seis años; grupos juveniles mixtos, que vivirán juntos durante otros cinco años; y grupos de machos adultos que, o bien pueden ser muy numerosos y unidos entre sí por lazos lábiles de amistad y cooperación, o pueden estar formando parejas de machos unidos por fuertes lazos, algunos de larga duración, o en otros casos pueden ser individuos solitarios. Los procesos de apareamiento provocan una rivalidad entre machos, que llega a veces hasta la lucha, y un cortejo a la hembra, en donde un macho establece alianzas con otros machos (formando dúos o tríos) para proteger a la hembra seleccionada de otros competidores. Los delfines, tanto machos como hembras, suelen establecer su área de residencia en la misma zona en donde nacieron.
En Shark Bay es donde se han encontrado los sistemas sociales más elaborados, con alianzas de múltiples niveles, un rasgo tan solo encontrado entre los seres humanos. Estas alianzas se forman con la misma probabilidad entre delfines genéticamente emparentados o no. En las alianzas de primer orden se establecen las parejas o tríos de machos que cortejan a las hembras, en las alianzas de segundo orden las parejas o tríos se asocian y cooperan en equipos de entre 4 y 14 individuos en competiciones con otros grupos por dichas hembras, mientras que las alianzas de tercer orden muestran relaciones de afiliación más transitorias.
Sin embargo, hay otras poblaciones de delfines, por ejemplo en Nueva Zelanda o en Italia, en donde los delfines forman grupos mixtos de machos y hembras y los lazos estrechos se dan tanto entre el mismo sexo como entre sexos distintos, y aun otras poblaciones, como en el caso de Irlanda, en donde no se observan asociaciones estrechas. Esto viene a demostrar que la estructura de los sistemas sociales de estos mamíferos es muy flexible.
Los delfines se comunican con sus compañeros a través de silbidos, posturas y toques. Cada delfín tiene un silbido característico que emite desde el nacimiento y que le define. Los demás delfines conocen ese silbido y son capaces de imitarlo para referirse a él o para llamarlo. En libertad, los delfines muestran una natural sincronicidad con otros delfines, nadando en parejas y saltando al unísono. Esta sincronicidad puede reflejar los lazos sociales de una pareja y sirve como fortalecimiento y reafirmación de esos lazos. Tal sincronía requiere un proceso de imitación, y actuación cognitiva compleja. El mimetismo también implica mimetismo vocal, en cuanto a los silbidos emitidos. Además de eso, el tacto es un sentido de gran importancia entre ellos en el establecimiento de esos lazos, siendo muy cariñosos; les gusta el contacto con el hocico, y utilizan sus aletas pectorales como manos para tocarse y acariciarse el lomo unos a otros.
Estos animales manifiestan una rica vida emocional, con emociones que van desde miedo ante depredadores, tristeza por la pérdida de algún congénere, enfado, alegría, sorpresa… Lo muestran a través de posturas, como abofetear con la cola la cara de otros delfines o el agua, abrir la boca, confrontar cara a cara a otros delfines… y todas esas emociones conforman diferentes personalidades, que marcan las relaciones de liderazgo. Esa sensibilidad emocional les permite interpretar sutiles diferencias emocionales y diferenciar entre hermanos, amigos y prójimos en su complejo mundo político y social.
El aprendizaje social es un aspecto importante del desarrollo del comportamiento de los delfines, que se hace principalmente por observación e imitación. Además del aprendizaje vocal, los delfines aprenden conductas para aprovisionarse de comida, para jugar y para interaccionar por medio de la observación de otros individuos del grupo, de forma selectiva, fijándose por ejemplo en la madre para aprender el repertorio acústico o aprender a pescar, pero fijándose en otras crías un poco más mayores o con una personalidad más atractiva, para aprender a jugar o incorporar comportamientos nuevos o más complejos.
Los delfines muestran una disposición a prestar cuidados a sus congéneres enfermos y a condolerse por sus muertos. Como no pueden sobrevivir dentro del agua sin respirar, un delfín inanimado o inconsciente perecerá a menos que se le ayude a salir a superficie y por eso este tipo de cooperación existe de forma innata entre ellos. Pero además, existen conductas de duelo. Entre los individuos en que se han observado estas conductas, la mayoría son hembras respecto a sus crías muertas o sus jóvenes o a las crías de otras madres del grupo. Otros casos son machos mostrando dolor por otro adulto muerto, o transportando una cría muerta en presencia de un grupo de hembras. A veces se han registrado casos de conductas anómalas, tales como transportar o quedarse cerca de un cuerpo en descomposición durante mucho tiempo, de la misma forma en que se ha visto también en algunos mamíferos terrestres.
Como vemos, la cooperatividad es parte de su vida social, utilizada para nacer, para aparearse, para protegerse ante depredadores, para auxiliarse en la enfermedad y para cazar. Por ejemplo, cuando encuentran bancos de peces, llaman al grupo y se esperan para comer juntos estableciendo estrategias para beneficiarse de más caza.
Respecto a la cooperación con los humanos, se conoce un caso en Brasil donde delfines y humanos pescan juntos de forma cooperativa desde el siglo XIX, pasando esta tradición y aprendizaje de forma cultural de unos a otros. Los delfines indican a los pescadores dónde están los bancos de peces (lisas) por medio de gestos y señas aprendidos, los dirigen hacia allí y luego se aprovechan de los peces sobrantes bajo las redes. Otro ejemplo es el de un buceador (Wayne Grover) en la costa de Florida, quien relató cómo dos delfines se acercaron a él con una cría herida por un anzuelo para que él les ayudara a quitárselo, y mientras lo estaba haciendo, la sangre atrajo a dos tiburones que los delfines embistieron y alejaron de allí, protegiendo a su vez la vida del buceador.
Inteligencia y capacidades cognitivas
Los experimentos con delfines se han llevado a cabo en delfinarios en el ámbito de la memoria, procesos conceptuales, mimetismo vocal y motor, innovación en el comportamiento, comprensión del lenguaje y autoconsciencia. Son animales con una excepcional memoria a corto y largo plazo a nivel visual, auditivo y multimodal, así como para conceptos abstractos.
La memoria auditiva de los delfines es la más prodigiosa, medida como la capacidad de recordar sonidos nuevos cortos, en intervalos de 1 a 120 segundos. Por ejemplo, en un ensayo, un delfín cometió tres errores en una lista de 175 nuevos sonidos recordados cada uno de ellos durante dos minutos. También pueden reconocer si un sonido pertenece a una lista de sonidos escuchada previamente. Igualmente, muestran una gran capacidad para identificar y reproducir sonidos escuchados por primera vez, a veces utilizando una octava superior o inferior. Es decir, que los delfines pueden transportar escalas una octava, y reconocen una melodía aunque esté cantada en otra octava, lo cual es un hecho muy raro entre los animales, incluidos los pájaros.
La memoria espacial se ha comprobado haciendo experimentos en que se emite un sonido por altavoces situados en sitios distintos y el delfín tiene que reconocer, pasado un tiempo, de qué altavoz fue emitido el sonido. Son capaces de recordar de dónde viene el sonido hasta 70 segundos después.
Los seres humanos tenemos una memoria a corto plazo de 5 a 7 objetos, mientras que experimentos con delfines han demostrado que su memoria recoge de 4 a 5 objetos. Además, se ha estudiado la eficacia en el aprendizaje por medio de experimentos para ver la rapidez en resolver problemas múltiples en una segunda ocasión, mostrando un nivel comparable o superior al de los primates. Asimismo, los delfines conocen la representación simbólica de los objetos, de manera que, preguntados por un objeto ausente, pueden responder si está o no presente en el agua.
Estos animales han demostrado una capacidad poderosa para comprender un lenguaje artificial basado en símbolos. Son capaces de comprender la semántica (símbolos visuales y auditivos, esto es, palabras) y la sintaxis (los cambios en el orden de las palabras que dan lugar a un cambio de significado) del lenguaje humano.
Con estos delfines en cautividad se ha estudiado su capacidad para recordar nombres de objetos y nombres de acciones y unir ambos conceptos. Los delfines han sido capaces de aprender unas 60 palabras (entre sustantivos, verbos y adjetivos) y han sido capaces de llevar a cabo más de 2000 órdenes diferentes. Y no solo eso, sino recordar el orden de las palabras en una oración para saber que no es lo mismo «llevar el aro adonde está la pelota» que «llevar la pelota adonde está el aro». No solo entienden el lenguaje hablado y el lenguaje escrito, sino referencias simbólicas a objetos que están fuera de la vista. Además, otras experiencias demostraron que los delfines se dan cuenta del rango auditivo de los humanos, y ajustan sus silbidos a ello, para no silbar en rangos que escapan de nuestro espectro auditivo, mostrando una capacidad de percibir y adaptarse a las circunstancias. La capacidad de operar con un lenguaje artificial sugiere que, en sus propias vidas, los delfines deben emplear una capacidad de comunicación que es tan compleja a nivel cognitiva como esta, pero que no es análoga ni en forma ni en estructura.
Aunque se ha visto que los chimpancés tienen problemas para identificar escenas a través de un televisor, los delfines son capaces de recibir instrucciones por televisión y ejecutarlas correctamente, e incluso ejecutarlas cuando no se le ve al entrenador más que las manos, o cuando se cambian las indicaciones corporales por círculos luminosos, lo cual refleja sus excepcionales capacidades cognitivas y su flexibilidad mental.
Finalmente, cuando el entrenador les pide que ejecuten algún movimiento nuevo, que no está en el repertorio de los que conocen, son capaces de hacerlo, mostrando una gran creatividad.
Autoconciencia
La comprensión de los delfines llega hasta la autoconciencia, la habilidad de comprender y pensar acerca de uno mismo en los ámbitos físico y mental. El hecho de que los delfines utilicen un silbido que sirve como su nombre o su sello de reconocimiento ya es significativo de una identificación individual. Además, son los únicos animales salvajes que se acercan al ser humano por propia decisión, que no está mediada por un interés, ya sea la comida, la protección ante depredadores, etc. Asimismo, los delfines se sienten responsables de los más jóvenes, y en los grupos juveniles la educación prosigue, ya no por parte de la madre sino de los miembros más mayores del grupo, quienes instruyen y corrigen a los jóvenes.
La autoconciencia se evalúa principalmente a través del autorreconocimiento en un espejo. Otros animales, como elefantes, monos y urracas, también se autorreconocen en un espejo. Los experimentos más clásicos se han hecho colocando una tirita en un lateral del delfín y se ha visto cómo el delfín va nadando hacia el espejo y se mira con curiosidad en ese lado para ver qué es lo que le han puesto.
Los delfines son capaces de ser conscientes de sus propios comportamientos, y de las partes de su cuerpo, es decir, que pueden entender órdenes referidas a colocar un objeto cerca de alguna parte de su cuerpo. Además, son capaces de representar mentalmente analogías entre su propio cuerpo y el de otro individuo, aunque no se le parezca mucho.
Todos estos estudios han demostrado que los delfines tienen conciencia, entendida como «la experiencia subjetiva que el individuo tiene del entorno, su cuerpo y sus propios conocimientos, que le confiere la habilidad de percibir el mundo y resolver problemas», lo cual nos remite a un tema candente de la ética actual en relación con el bienestar animal, que nos obliga a replantearnos nuestra relación para con ellos y el estatus que les damos en nuestra interpretación del mundo natural.
Esta excepcional inteligencia, su afectividad y sus capacidades de aprender y de enseñar a través de la observación, la imitación y la sincronicidad motora y vocal han hecho que los delfines sean utilizados en terapias con niños con problemas, especialmente en el autismo. Los resultados de estas terapias muestran una reducción de las conductas estereotipadas y una mayor comunicación e interacción social de dichos niños.
El estudio de los delfines nos muestra la existencia de estructuras sociales cooperativas no basadas en lazos de sangre, que hablan de que el altruismo está imbricado en el corazón mismo de la biología, como las tendencias más vanguardistas de esta ciencia han estado diciendo durante los últimos años. Ahí reside buena parte del atractivo que estos animales causan en el ser humano, ya que hacen resonar ecos de nuestras propias conductas inegoístas.
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¡Cuántos misterios que esconden estos simpáticos y avanzados animalitos!