Nadie que haya visto mis ojos puede olvidarlos jamás. Brillan en la oscuridad del reino de los muertos para guiar a las almas hasta los mundos subterráneos, donde pesaré los corazones en el tribunal de Maat.
Soy hijo de Nephtis y Osiris, y ayudé a Isis a buscar los pedazos del cuerpo destrozado de mi padre. La ayudé a embalsamarlo, por eso presido los ritos de enterramiento. Antes, en las primeras dinastías, guiaba al rey en los combates y le precedía cuando se arrojaba entre sus enemigos.
Es lo mismo. Qué más da, combatir a los hombres que a las sombras, guiar al rey vivo y guiar a las almas de los que estuvieron vivos. Las guiarán mis manos, fuertes y seguras, las guiarán mis ojos, terribles y amables, dicen que azules, con el destello del sol en las aguas del Nilo.
Me habéis visto a la entrada de la tumba de Tutankhamon, guardando su sueño de milenios, el hocico trémulo de vida apuntando a la entrada, envuelto en una capa de lino, señor del cofre que me sirve de lecho, donde se conservan los papiros del Libro de los Muertos. Mis orejas, atentas a cualquier rumor extraño, se alzan vigilantes.
Y mis ojos no se cierran jamás. Si los has visto, no podrás olvidarlos.
La próxima vez que los veas, no será con los tuyos de carne, sino con los ojos eternos de mi reino.
No tengas miedo. Jamás tengas miedo a la muerte. Es solo otro lugar donde seguir los pasos de tu destino, donde reposar tu cansancio, donde ver lo que nunca habías visto y percibir lo que nunca percibiste. Es un lugar donde encontrar a aquellos que habías perdido y volver a sentir cercano el amor de los que creías idos para siempre.
Yo pesaré tu corazón ante Maat, y su pluma equilibrará la balanza. Yo te mostraré los nombres ocultos de las cosas. Yo te protegeré del Devorador de almas.
Yo te miraré, justo y benévolo, con mis ojos de lapislázuli.
Mi nombre es Anubis, el Chacal, grande entre los dioses de la tierra de Kem. Mis hijos en el mundo son como yo. Son grandes, son justos, son sabios. Aprended a reconocerlos y a seguirlos; como yo, abren puertas y muestran caminos; tienen palabras sabias y luz en el hacer. Sentirás el deseo de seguirlos, porque sabrás que llevan a las Grandes Puertas. Les amarás, porque irradian amor.
Les mirarás de frente y sus ojos serán Nilos hacia el Amenti.
Serán, como las aguas del Nilo, transparentes.