Xoel López dejó hace un tiempo su etapa como Deluxe (indie, rock alternativo) y nos sorprende con una versión de Alma de oro donde impera la sencillez y frescura de la composición y la originalidad del vídeo que acompaña el tema. Aunque suelo preferir sonidos más eléctricos, reconozco que Xoel me ha atrapado. Para aquellos que no lo conozcáis os recomiendo que escuchéis este concierto de Radio 3: https://www.youtube.com/watch?v=7kHNFDgDAmo.
Una guitarra acústica, una percusión suave y voces. Un hombre y una mujer abrazados y bailando suavemente. Es un vídeo sencillo, sin grandes efectos, dos seres humanos cantando juntos sobre la necesidad de ser auténticos, de volver a encontrar la importancia que siempre tuvieron las relaciones humanas.
Este momento de nunca más,
de nudos ahogando la realidad,
yo no lo quiero ya.
Muros de hielo detrás del cristal,
puertas cerradas que dan al mar
y yo no quiero entrar.
Dame algo real,
dame tu alma de oro,
que no te voy a fallar.
En palabras de Xoel, Alma de oro habla de la soledad y la necesidad de relaciones y sentimientos auténticos en un momento en que el entorno se ha vuelto propenso al teatro, a la pantomima.
Vivimos en una sociedad donde la información es constante y, aparentemente, no hay motivos para pensar que hay falta de comunicación con otros seres humanos. Si nos detenemos a reflexionar (pensar atenta y detenidamente sobre algo), descubriremos que tras ese aparente contacto hay muchos seres humanos que están solos.
Y aquí entramos en el eterno problema de las relaciones humanas. Podemos tener una gran cantidad de amigos, aunque sean virtuales, amigos que se consiguen simplemente con un clic. Pero en estos tiempos de aislamiento forzado es posible que seamos más conscientes, si logramos acallar por un instante las voces externas de las redes sociales, que relacionarnos con nuestros semejantes sigue siendo vital para nuestra vida emocional y mental. Conozco a jóvenes estudiantes que están hastiados de las clases en línea y desean a toda costa volver a hablar con sus compañeros y profesores, pero no a través de una cámara, sino de forma presencial.
Todos buscamos el verdadero amor, la verdadera amistad, y queremos alcanzar la felicidad. Pero el amor y la amistad no es algo que se pueda comprar. Para que estas dos grandes fuerzas lleguen a ser auténticas y duraderas deberíamos comprobar qué es lo que nos une y tratar de mantenerlo. Es necesario superar nuestros egoísmos y no pretender que los demás sean «posesión» nuestra, no tratar de imponer nuestra forma de ser como si fuese la única y la mejor: seguramente no lo es.
Tal vez el secreto del verdadero amor y la amistad auténtica esté en encontrar el «alma de oro». Ese tesoro lo podemos encontrar en el interior de cada uno de nosotros. Y necesitamos otras «almas de oro» que compartan el camino con nosotros. Necesitamos compartir sueños, luchas y no solo posesiones materiales.
¿Y el secreto de la felicidad? Seguramente no tiene ninguna relación con lo que yo pueda obtener de los demás, sino de mi propia capacidad de amor, de sacrificio y dación.
Hace tiempo me impactó una enseñanza del budismo, releyendo uno de mis libros preferidos: La voz del silencio. Concretamente, el párrafo al que me refiero es el siguiente.
«Si desde el Vestíbulo de la Sabiduría pretendes pasar al Valle de Bienaventuranza, cierra por completo tus sentidos, discípulo, a la grande y espantable herejía de separatividad que te aparta de los demás».
Desde el punto de vista budista, todos estamos unidos, la humanidad es una y hay un destino común que nos une.
Es lo que hoy se llama el «efecto mariposa»: cuando echamos una piedra en un estanque, empiezan a sucederse las ondas de manera que cada gota de ese estanque es afectada por la piedra que hemos echado. Pues lo mismo sucede con la humanidad. Todos estamos unidos, es decir, todo nos afecta. Lo bueno y lo malo.
Creo que uno de los secretos de la felicidad es entender y llevar a la práctica esta enseñanza. Vivimos en un mundo donde impera el egoísmo, donde no se piensa demasiado en el beneficio de la comunidad sino en el propio. Un mundo en el que, en la mayoría de las ocasiones, aquellos que dirigen los pueblos piensan más en sus intereses partidistas que en mejorar la comunidad. La mayor parte de los problemas de nuestra civilización empezarían a mejorar si tuviéramos presente que la humanidad es una y que mi forma de comportarme repercute en mi entorno.
Es un buen propósito para este 2021 buscar nuestra «alma de oro» y la de los demás. Es la mejor vacuna contra el egoísmo, y los efectos secundarios producen amor y felicidad.