La filosofía fenomenológica de Husserl buscó responder a los problemas generados por el psicologismo y el naturalismo del siglo XIX, que, con su errónea concepción del ser humano y de la forma de entender la fundamentación de la lógica y la matemática, no permitían alcanzar el ideal del conocimiento. Husserl no critica la ciencia, sino que solo pretende poner al descubierto los prejuicios del método científico. Denuncia que ese método nos ofrece una explicación causal de los «hechos», y reduce al hombre y la cultura a meros «hechos», los convierte en un «objeto». Dado que en el siglo XIX las ciencias naturales habían cosechado muchos éxitos, se les otorgó el privilegio normativo, es decir, su planteamiento y su método no solo era el mejor, sino el único que funcionaría, y todas las ciencias tenían que seguirlas. Podríamos parafrasearlo con esta anécdota: «Érase una persona que niega la existencia de la madera y el agua porque tiene un detector de metales que le permite encontrar metales en las más diversas condiciones».
El principio de los principios de la fenomenología es que tengo que aceptar necesariamente lo que se me da originariamente en los términos en que se me da. Husserl propone «la vuelta a las cosas mismas», «poniendo entre paréntesis» los prejuicios con los que comprendemos las cosas para lograr lo que denomina una actitud trascendental. La definición técnica de «actitud trascendental» es que es una forma de estar en la vida resultado de la reducción trascendental, por la cual el mundo aparece como correlato de nuestra experiencia, y la subjetividad como fuente del sentido del mundo. Una definición densa que se comprende mejor si la contraponemos a la «actitud natural», que es la forma normal de estar en la vida viviendo las tareas ordinarias. Para Husserl esta actitud natural está atravesada de una tesis: doy por supuesto una seguridad de que el mundo es real, que tiene pasado y futuro, y que las cosas están relacionadas por causas y significados.
Para llegar a la actitud trascendental tenemos que empezar con la epojé. La epojé es un concepto que trata del momento en que uno empieza a hacer filosofía. Son momentos en que nos detenemos y observamos, y eso es lo que significa en griego (epi-ejo): detenerse, contenerse para mirar. Son momentos en los que se interrumpe la actividad ordinaria de la vida. La vida ordinaria es la vida con la que estamos comprometidos, donde se encuadran nuestras actividades profesionales, familiares, hay deberes y derechos para todos.
Un artículo del profesor Javier San Martín se refiere a interrupciones de la vida ordinaria que constituyen la epojé, que nos insinúan el paso de entrada a la filosofía, y que nos sitúan de algún modo en una actitud, como mínimo, fenomenológica, necesaria para lograr la actitud trascendental. Son actitudes que tienen un grado de ensimismamiento o reflexión, en las que hay una interrogación o cuestionamiento de mis convicciones, de mis seguridades:
- Experiencia de los viajes: miramos el mundo con otros ojos, y si el viaje es en soledad, el tiempo de traslado nos da la conversación con uno mismo mientras observamos el paisaje y pensamos. El paseo individual es el gran momento de ensimismamiento e interrupción de las actividades cotidianas.
- Experiencia estética. Si estamos enfrascados en el fragor de la vida no es posible la experiencia estética; por ello, estar en un museo es tener el tiempo para detenerse y admirar aquello que no tiene un uso útil inmediato. Leer poesía necesita tiempo para saborear la belleza del juego de metáforas.
- Experiencia religiosa: la sacralización del espacio y del tiempo de una ceremonia o una meditación abre la puerta a otra visión, es una ruptura con los compromisos de la vida ordinaria, ruptura que en algunos casos podría ser total.
La epojé es un método mediante el cual nos aseguramos la vida de la conciencia. Para ello tengo que poner entre paréntesis todo aquello que no es dado directamente a la conciencia, consiguientemente poner entre paréntesis todo el mundo, ya que nunca lo puedo alcanzar en la totalidad, solo en perspectivas. El mundo se genera en la perspectiva, ese es su ser; por ejemplo: un vaso, si le quito la perspectiva (lo pongo del revés) puede dejar de servir para contener agua, la perspectiva está implícita en la construcción del vaso. Ese es el sentido del texto del libro Meditaciones del Quijote, de Ortega y Gasset, que cita el profesor Javier San Martín: «El ser definitivo del mundo no es materia ni es alma (…) sino una perspectiva (…). Dios es la perspectiva y la jerarquía: el pecado de Satán fue un error de perspectiva».
Husserl dice que debe ser desconectada la fuerza dóxica de las tesis cogitativas que consideran que el mundo es real. En la actitud filosófica, interrumpo la ejecución de esas tesis. Husserl utiliza tres verbos, sofrenamos la ejecución (darlas por buenas), ponemos entre paréntesis las tesis (las afectamos de un índice de neutralidad) y no participamos de ellas. Aunque con el concepto de epojé parece que pierda algo, no se pierde nada, lo puesto entre paréntesis no es eliminado, sigue dentro de los paréntesis.
La epojé, aunque se denomina el primer paso en negativo, ni niega ni duda del mundo, solo nos desasimos (Enthaltung) de las opiniones y creencias de las cosas que parecen evidentes, por ejemplo el mundo como realidad independiente de nosotros, o que el mundo seguirá siempre como hasta ahora, «hipótesis de constancia». Esa es la tesis de la actitud natural, la seguridad y la confianza que tenemos en que el mundo es lo que conocemos habitualmente, que lo fue y lo seguirá siendo.
El segundo paso es la reducción. El origen de la palabra no se corresponde a la idea de reducir, sino a la de reconducir, llevar de un sitio a otro. Con la reducción llevamos o re(con)ducimos el mundo de la actitud natural a la vida por la cual el mundo se nos da. Por la reducción psicológica se consigue la vida mental del ser humano que está en el mundo, y por la reducción trascendental, la vida trascendental donde el mundo es reconducido a correlato de la subjetividad trascendental. El ejemplo que utiliza el profesor San Martín son los versos de Machado:
«Caminante no hay camino.
Se hace camino al andar».
El primer verso es la epojé (no hay camino), el camino no es una realidad física, es un indicio de caminantes y, por ello, lo reconducimos a la actividad del sujeto, llevamos el camino a lugar donde se genera, que es en el andar. El camino no desaparece, pero lo que conocemos es la presencia de caminantes que han andado previamente a nosotros y que han hecho el camino, por eso es reducción trascendental. La reduccción psicológica es solo la representación mental del camino, desaparece el fenómeno.
La reducción trascendental va a superar las limitaciones de la epojé. La reducción trascendental recupera la realidad que se había perdido por la práctica de la epojé al poner entre paréntesis todo lo que no se nos da, puesto que a la esencia de la conciencia le pertenece el ser conciencia de algo. Así, el concepto trascendental de intencionalidad supera tanto al de conciencia-de como al de implicación. La intencionalidad fenomenológica es ante todo intencionalidad constitutiva formadora de sentido. Descubrir la trascendentalidad del mundo es descubrir todo el sentido que tiene; la subjetividad trascendental tiene como función formar el sentido del ser.
La reducción trascendental es descubrimiento del mundo como constituido en la subjetividad. Constituirse es crear un objeto a partir de los diversos fenómenos presentes en la conciencia. Parece ser equivalente a crear una idea, un concepto, un sentido, equivale a anunciarse, presentarse, atestiguarse.
El primer sentido del concepto de constitución es una consecuencia de la epojé y la actitud fenomenológica, es una síntesis objetiva. Es la producción de una unidad objetiva a partir de la diversidad temporal de la conciencia, teniendo en cuenta que los datos inmanentes no están en la conciencia como en una caja. El uso de este concepto es aporético porque supone idealizar el mundo, la realidad material.
Hay un segundo sentido de constitución (Urstiftung, fundación originaria). Husserl distingue el análisis estático del genético. La fenomenología estática permite delimitar tanto el sentido de una cosa, su estructura, como la síntesis que la fundamenta. Cada cosa tiene su sentido de ser y su modo de darse; no es lo mismo cómo veo un árbol que cómo veo una igualdad matemática. Ahora bien, el sentido también tiene una génesis. Dice Husserl que puedo percibir cosas porque he aprendido a percibir cosas, puedo conocer porque he aprendido a conocer, a constituir esquemas de implicación. «Todo lo conocido remite a un aprender o conocer original»; este aprender a conocer es constituir un sentido, formar una estructura de familiaridad, una habitualidad. El mundo no es nada determinado, es la perspectiva que yo (como sujeto individual y como sujeto colectivo) pongo en el mundo, el sentido que le doy. Cuando veo este sentido que hay detrás del mundo, estoy en actitud trascendental.
Bibliografía
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San Martín, Javier (1995). La estructura de la fenomenología: para una evaluación de la lectura fregueana de Husserl. Investigaciones fenomenológicas: Anuario de la Sociedad Española de Fenomenología (1), 1995, p.47-61. ISSN: 1137-2400.
San Martín, J. (2015). La nueva imagen de Husserl: lecciones de Guanajuato (Estructuras y procesos. Serie Filosofía). Madrid: Trotta.
San Martín, J. (2016). En torno a la nueva visión de Husserl. Valenciana, (9), 181-206. https://doi.org/10.15174/rv.v0i9.267