Historia — 1 de febrero de 2022 at 00:00

El gálata moribundo

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El gálata moribundo

Me estoy muriendo. Mis dioses me esperan. Pertenezco al pueblo de los gálatas, de origen céltico, que trescientos años antes de vuestra era se instaló en las llanuras de Asia Menor. Raza de guerreros, rápidamente fuimos amenaza para Pérgamo y Siria, y sus reyes Atalo y Eumenes nos atacaron con sus ejércitos cien veces más numerosos.

Caí con honor, como todos mis hermanos. Golpeé con mi espada con fiereza, con valor, defendiendo las que eran mis tierras. A mi familia, a todo lo mío. Muchos enemigos cayeron ante mí. Uno fue más hábil. Su hoja de bronce penetró en mi pecho, y sentí que las fuerzas me abandonaban. Caí al suelo, y mi matador siguió su combate. No me remató; hubiese sido más piadoso.

Llevo tiempo, no sé cuánto, esperando que la muerte venga a recogerme. Llevo conmigo pocas cosas: mi espada, junto a mi mano derecha, ahora sin fuerzas, pero que recobrará al otro lado de la vida; al cuello mi torques, mi única riqueza, símbolo de mi pueblo, emblema de lealtad; a mis pies el cuerno para llamar a la batalla, para hacer señales, para transmitir mensajes; mi voz de guerrero.

Es todo lo que poseo.

Con ello, espero mi postrer viaje, el que haré al submundo. El viaje más largo se hace con los ojos cerrados, dijo uno de vuestros filósofos. Yo ya los tengo cerrados, esperando. Apenas siento el dolor de mi herida. Apenas tengo fuerzas para levantar la cabeza. Apenas mi cuerpo me sostiene.

Dolor, no. Solo tristeza. Pienso en mi esposa, en mis hijos. En su muerte, o lo que es peor, en su esclavitud. Me duele mi tierra, la tierra de los gálatas, que ya no existirá más, dominada por Pérgamo y por Siria. Mis gentes, mis hermanos. Para ellos son mis últimas lágrimas. Me estoy muriendo.

Apenas siento ya mi cuerpo dolorido. Pero el ánimo no me flaquea. Sigo siendo un guerrero. Abriré los ojos cuando despierte en el Hades, y allí encontraré a los que murieron conmigo, defendiendo a mi país. Brindaremos, y tocaré a victoria con mi cuerno.

Victoria. La victoria de la muerte del que muere por su tierra. No siento ya dolor alguno.

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