Vivimos aceleradamente y sin embargo nos falta tiempo para las cosas que verdaderamente nos importan. ¿Es posible organizar mejor nuestra vida para obtener una mayor satisfacción con nosotros mismos? La filosofía de los estoicos nos da las pautas para ello.
Cuando escuchamos la expresión «aprovechar el tiempo», lo primero que nos viene a la mente es cómo gestionar nuestras horas para lograr hacer más tareas a lo largo del día.
Los filósofos estoicos han tratado este tema de manera muy amplia en sus obras. Sin embargo, para ellos, aprovechar el tiempo significa dedicarlo a lo que es verdaderamente importante.
De ahí que sea necesario un ejercicio íntimo previo de reflexión, y definir qué cosas nos interesan realmente en la vida, para luego preocuparnos por ellas.
Y van a decir todavía más: en su inmensa sabiduría, nos van a explicar cómo podemos descubrir lo que es importante. Nos hablarán del sentido de la vida, de las metas que debemos buscar como seres humanos y, por supuesto, cómo aplicar eso a la vida cotidiana.
Origen del estoicismo
La filosofía estoica tuvo su periodo de esplendor en la época del Imperio romano, pero sus orígenes se remontan a la antigua Grecia.
Sócrates, en el siglo V a. C., destacó la necesidad de la práctica de la virtud para alcanzar la felicidad. El resultado fue la creación de las escuelas que surgieron tras su muerte, como la Academia, el Liceo, los epicúreos, cínicos… y, poco después, también los estoicos.
El estoicismo fue un movimiento filosófico cuyo ideal era la vida del sabio. Su búsqueda de la felicidad se enfocó en adquirir la serenidad del alma como distinción de ese sabio y, por tanto, del hombre feliz.
Consideraban que una vida sencilla y virtuosa, conectada a la naturaleza, ayudaría al ser humano a reencontrarse consigo mismo.
El nombre estoicismo viene del lugar (Stoa Poikilé, o pórtico decorado con pinturas) donde Zenón de Citio, fundador de esta corriente, enseñaba sus ideas, alrededor del 300 a. C. Tuvo influencias cínicas, platónicas y aristotélicas, pero siempre incidiendo en que la filosofía moral debe ser más práctica que teórica.
Más tarde, ya en época romana, los principales exponentes son del siglo I y II d. C.: Epicteto, Séneca y Marco Aurelio.
La muerte
La idea de la muerte está muy presente en la filosofía estoica, pues ser conscientes de que vamos a morir nos puede ayudar a llevar una vida más plena, disfrutando del presente y dejando de centrarnos tanto en el pasado o en el porvenir.
Marco Aurelio resalta que no sabemos cuándo vamos a morir y, por tanto, debemos estar preparados en todo momento para partir de este mundo. La idea de carpe diem está muy presente: «Aprovecha cada día como si fuera el último», no con ánimo de hacer todas las locuras que se nos ocurran, sino de estar en paz con la vida. O sea, no dejar palabras por decir, ni cuentas por pagar, ni tampoco cosas por hacer. No significa no proponerse nada o no empezar ninguna empresa, sino que lo importante para el filósofo es que, sea cual sea el momento de la muerte, estemos ocupados cumpliendo con nuestro deber, según los dictados de nuestra razón, de nuestra parte más elevada, aquella que nos distingue como seres humanos.
También nos dice: «Obra de modo que tu hora última te sorprenda sin remordimientos». Como no sabemos cuál será nuestra última hora, lo mejor que podemos hacer es actuar de tal manera que estemos libres de cargas para abandonar la vida en cualquier momento.
Esta no es una reflexión funesta, pues si la llevamos a la práctica nos permitirá vivir mejor. Si somos capaces de caminar por el mundo sin ataduras ni cosas pendientes, al igual que estaremos dispuestos a morir en paz en todo momento, tendremos una vida más ligera, más natural, más humana.
Es la misma idea de los guerreros espartanos o los antiguos samuráis: presentarse a la batalla dispuestos a perder la vida les hacía más valientes, más fuertes y más dispuestos. Y, como consecuencia, con más probabilidad de conseguir la victoria. Las ideas estoicas están imbuidas del espíritu guerrero.
Decía Séneca que «el que vive cada día como si fuese el último no desea ni teme el mañana». Es tener la vida asegurada, estar dispuestos a recibir con el corazón abierto aquello que la vida nos presente. Si es un placer se disfrutará con moderación, y si es un dolor se soportará con dignidad.
¿Estamos aprovechando el tiempo?
Si la muerte es una de las pocas cosas de las que estamos seguros que nos va a pasar y además no sabemos cuánto tiempo nos queda, ¿cómo podemos asegurar que estamos aprovechando nuestro tiempo?
Séneca, en su libro La brevedad de la vida, explica que la vida no es breve, sino que malgastamos el tiempo en cosas sin importancia:
«Nos molestamos cuando perdemos algún patrimonio, nos enfadamos cuando nos roban algún bien, pero no reparamos ni nos molesta cuando repartimos nuestra vida y nuestro tiempo entre muchas cosas, aun siendo el único bien al que deberíamos guardar celosamente.
No pensamos en nuestra fragilidad, ni en el tiempo ya transcurrido, y vivimos como si fuéramos a vivir siempre. Vivimos como si tuviéramos un repuesto infinito de tiempo y posponemos las cosas importantes para cuando nos jubilemos. Lamentablemente pocos llegaremos a tal edad de jubilación, y los que lleguemos quizás no tendremos el ánimo y la vitalidad para hacer aquellas cosas que anhelamos. Por eso, es un error del ser humano creer que en un tiempo futuro tendremos reservado el momento para disfrutar de cosas que en la juventud posponemos, o creemos no tener tiempo para ello.
No debemos pensar que una persona, porque ha llegado a la ancianidad, es señal de que ha vivido mucho. Es solo una prueba de que duró mucho. Por eso, aunque lleguemos a la vejez o a esa edad de jubilación, si no tratamos de aprovechar el tiempo con algo que nos transforme interiormente, habremos dado vueltas y vivido años, pero no necesariamente habremos vivido».
Séneca describe a los «ocupatti» (ocupados o atareados) como aquellos que están absorbidos en los intereses de la vida, que no tienen tiempo para buscar la verdad, para conocerse, superarse y dominarse a sí mismos. Personas que se ocupan de cosas vanas, y que invierten su tiempo en actividades que no les reportarán verdadera felicidad.
También nos va a decir que gestionamos mal el tiempo, porque solemos desear que pase rápido cuando tenemos a la vista un día esperado —por ejemplo, un viaje de vacaciones—, y luego sentimos que pasa muy rápido cuando lo estamos disfrutando. Y cómo eso hace que suframos cuando no tenemos tiempo para disfrutar o descansar, así como cuando llega el esperado día sufrimos porque no queremos que se acabe. Y de esta manera nunca terminamos de descifrar qué nos ofrece el presente en cada instante. Somos raptados por nuestras propias expectativas, que deforman nuestra percepción de la realidad. Es un pez que se muerde la cola, y si no nos detenemos para observar y tomar distancia, es posible que sigamos envueltos en esa dinámica toda la vida.
Cómo aprovechar el tiempo según los estoicos
Séneca coincide con Epicteto y con Marco Aurelio al afirmar que la única forma de aprovechar realmente el tiempo es dedicarlo a la sabiduría o a la búsqueda de la verdad, a lo que Platón llamaba los «divinos ocios».
El filósofo expande el tiempo, porque se asienta sobre la experiencia acumulada de todas las épocas, aprovecha el presente para aprender de las verdades trascendentales y anticipa el futuro, dado que también la vida es cíclica y se aprende de la historia, del ser humano y de las civilizaciones. Eso es para Séneca la mejor manera de aprovechar el tiempo: apoyarse en enseñanzas atemporales, que nos hacen rozar la eternidad.
Séneca transmite también una urgencia en vivir. La urgencia de aquel que percibe el veloz y constante paso del tiempo, de aquel que no sabe con cuánto más cuenta, aquel que no quiere perder la oportunidad de estar concentrado en algo que sea realmente importante, pues la vida se acabará en cualquier momento.
De ahí que insista en que no perdamos el tiempo en buscar «ocupaciones» que no nos aporten verdadera felicidad, sino que nos dediquemos a aquellas cosas que nos unen a nuestra parte inmortal, a lo que es eterno e infinito, a descubrir dentro de nosotros ese diálogo con nuestra alma, con Dios, con el universo, o como cada uno lo quiera llamar.
Marco Aurelio enfoca la cuestión hacia el vivir de manera urgente aquello que da sentido a nuestra vida. Y para él, el sentido de la vida es buscar la tranquilidad del alma. Eso no significa irse al campo, alejarse de todo y de todos, desentenderse del mundo. Tampoco significa huir de toda posibilidad de problemas o situaciones desagradables.
Para él, la tranquilidad del alma significa practicar la virtud. Y para practicar la virtud hace falta entregarse a la vida, sin miedo, con la idea de que pase lo que pase, podremos salir de cualquier situación, la podremos superar, y además, después de superarla seremos mejores, más fuertes, más libres.
Todo es cuestión de entrenamiento. Si queremos aprender a tocar un instrumento, aprender un idioma, ser buenos en una modalidad deportiva…, para todo hay que entrenarse. Para ser virtuoso, también tenemos que entrenarnos. Si tenemos el corazón abierto y la confianza de que nada pasa por casualidad, estaremos dispuestos a aprender de las situaciones que la vida nos plantea. Los estoicos están aquí para apoyarnos.
Consejos prácticos
Algunos consejos de cómo los estoicos han puesto en práctica su propia teoría y cómo los podemos aplicar también en nuestra vida:
* Escribir un diario. Es un hábito que nos ayuda a reflexionar sobre nuestro comportamiento. No con el ánimo de sentirnos culpables ni de machacarnos a nosotros mismos, sino para profundizar en nuestros sentimientos, en nuestras intenciones y motivaciones. El diario también sirve para proponernos una mejora en algo que nos gustaría transformar dentro de nosotros, ya sea un defecto o un rasgo de nuestra personalidad con el que no estamos a gusto. Podemos proponernos trabajarlo y luego hacer un seguimiento tomando nota de los pequeños avances que vamos logrando a lo largo del tiempo.
* Vista desde arriba. Cuando nos vemos sumergidos en situaciones que nos quitan tiempo, cuando nos preocupamos demasiado por algo, cuando estamos pasando por un momento en que tenemos que tomar decisiones importantes en la vida, un ejercicio que ayuda mucho es vernos desde una perspectiva diferente: Tratar de observar nuestra vida como si no fuéramos nosotros, o intentar imaginar cómo nos sentiremos cuando ya haya pasado esta situación. Este es un recurso que nos puede aportar tranquilidad interior.
* Actuar con excelencia. No siempre vamos a poder actuar como nos gustaría. Lo importante es hacer las cosas con nuestra mejor intención, y estar tranquilos si hemos hecho todo lo que hemos podido en cualquier circunstancia. Este es el valor que encierra cada situación, y no tanto el resultado o la recompensa.
* Saber lo que depende de mí. Una de las enseñanzas más conocidas de los estoicos es discernir entre las cosas que dependen de uno mismo y las cosas que no. No dependen de nosotros la fortuna, lo que piensan los demás, el clima, las decisiones del gobierno, accidentes naturales, una pandemia, etc. ¿Qué depende de mí? Mis pensamientos, mis reacciones frente a los acontecimientos, mis acciones. Así que mi inversión de tiempo debe enfocarse en las cosas que dependen de mí, y cada vez menos en las cosas que no dependen.
* Serenidad ante la adversidad. Los estoicos veían en la adversidad una oportunidad de crecimiento. No podemos prever todas las cosas que nos suceden, pues pueden acontecer accidentes, enfermedades, anomalías, etc. Comprender que son cosas naturales nos ayuda a no tomarlas con excesiva preocupación y, por lo tanto, a no quitarnos demasiado tiempo, o por lo menos no más del que merecen. Además, entendían que si algo sucedía era por una razón, pues obedecía a un plan divino e inteligente. Esta idea facilita afrontar las adversidades como algo natural.
Los estoicos vivieron una época histórica muy parecida a la actual, donde observamos una decadencia moral, que provoca como consecuencia que todo lo demás también sea decadente: las relaciones humanas, la economía, la política, el arte, la religión, la ciencia puesta al servicio de los poderosos, volcada en intereses oscuros, el comportamiento, las circunstancias. Y por eso, su filosofía es como un bálsamo que nos puede ayudar a sortear las adversidades de la vida.
Para finalizar, compartimos una frase de Epicteto que es una clara llamada para que tomemos las riendas de nuestra vida y hagamos aquello que hemos venido a hacer aquí:
«¿Cuánto más tiempo vas a ser capaz de postergar el tratar de ser quien realmente quieres ser? Tu yo más noble no puede seguir esperando. Pon en práctica tus principios ahora. Basta de excusas y dilaciones. ¡Esta es tu vida! Ya no eres un niño. Cuanto antes emprendas tu camino espiritual, más feliz serás. Cuanto más esperes, más vulnerable serás ante la mediocridad y te sentirás lleno de vergüenza y arrepentimiento, porque sabes que eres capaz de más. A partir de ahora, promete que dejarás de defraudarte a ti mismo. Sepárate de la multitud. Decide ser extraordinario y haz lo que tengas que hacer. Ahora».
Muy bueno, ¡enhorabuena!
Gracias por dar un buen uso a esta red (web) que nos ha atrapado. Gracias por ponernos a pensar.