Nací en en un lugar entre los naranjos de la plana levantina y los montes cercanos a las tierras turolenses. Amo profundamente mi tierra y, aunque paso periodos cerca de los montes de la sierra del Segura, la querencia del aroma del azahar y la sal del Mediterráneo hacen que vuelva siempre a mi origen.
Sin embargo, debo reconocer que hay una ciudad de la que me enamoré hace unos años, cuando tuve el privilegio de visitarla, y en la que no me importaría vivir. Esta ciudad es la protagonista del filo rock de este mes porque en ella viven Los Planetas y vivió y murió Federico García Lorca.
Las canciones del agua es el nuevo trabajo de Los Planetas, y dentro del disco encontramos la que sin duda es la canción más importante: El manantial. Recomiendo que reservéis apenas doce minutos, que es lo que dura esta maravilla basada en el poema del inmortal Lorca. En este poema de juventud, Lorca nos habla de la importancia de vivir en armonía con la naturaleza.
La voz inconfundible de J, la guitarra de Florent y el piano de David Montañés nos transportan, en una especie de vuelo mágico, por los montes y vegas de Granada. Escuchando la hermosa melodía y los sublimes versos, siento cómo mis ojos se humedecen…
«… y sentí borbotar los manantiales
como de niño yo los escuchara.
Era el mismo fluir lleno de música
y de ciencia ignorada…
¡Señor, arráncame del suelo! ¡Dame oídos
que entiendan a las aguas!
Dame una voz que por amor arranque
su secreto a las ondas encantadas».
«El poema llamaba a la música, lo leí y me pareció muy potente, con esa iluminación y claridad de saber a lo que va a dedicar su vida…» (Jota).
Mientras esto escribo (abril de 2022), acaba de celebrarse el Día Internacional de la Madre Tierra decretado por la Asamblea General de las Naciones Unidas. En 1972 la ONU comenzó a preocuparse sobre las relaciones de los hombres con otros seres vivos y nuestro planeta. Es por eso por lo que cada año se conmemora a nuestra Madre Tierra a través de la iniciativa «Armonía con la Naturaleza».
Cada vez es más evidente que nuestra Madre Tierra nos pide ayuda: océanos llenos de plástico, calor extremo, inundaciones, incendios forestales son consecuencia de los comportamientos humanos sobre el planeta. La producción agrícola y ganadera intensiva y el comercio ilegal de especies salvajes acrecientan el ritmo de destrucción de los ecosistemas.
René Descartes, en el siglo XVII, nos habló de la Tierra como una gran máquina desprovista de alma, sentimientos e inteligencia. Una «máquina» a nuestro servicio para ser dominada y explotada. Con la Revolución Industrial y el abandono de los entornos naturales en beneficio de las ciudades, este pensamiento racionalista se acentúa. Como consecuencia, el ser humano se vuelve cada vez más antropocéntrico. Este enfoque filosófico tiende a preservar los entornos naturales de manera que nos sirvan para mantener nuestro estado de bienestar. Es decir, que la Naturaleza está para ser explotada, y su único fin es estar al servicio de los humanos.
La actuación sobre el planeta según este postulado es una auténtica locura; pareciera que los recursos naturales nunca van a agotarse, y si se agotan, se sustituirán por otros. Lo importante para el pensamiento cartesiano es el progreso indefinido, en la idea de que el futuro siempre será mejor que el presente y el pasado.
Las consecuencias de esta forma de pensamiento están, por desgracia, a la vista de todos.
Pero hay solución. Cada vez son más los que piensan de una forma muy diferente (entre los que me incluyo). Me estoy refiriendo a los que creemos que la naturaleza y todos los seres que la componen están dotados de vida, voluntad e inteligencia. Minerales, vegetales, animales no son cosas, sino seres dotados de alma. Asimismo, la Tierra es un gran ser vivo, y cuidar a nuestra Madre es luchar por la vida, es un gran respeto por la vida manifestada en todos los seres que formamos parte de la Tierra.
Es necesario restablecer el equilibrio ecológico para evitar catástrofes y sufrimiento en nuestro planeta. Esta idea, hoy en día, es compartida por muchos científicos, filósofos y ecologistas y era una forma de vida en todas las culturas de la Antigüedad.
Stephan Harding, doctor en Ecología por la Universidad de Oxford, en su libro Tierra viviente, recoge los principales ataques que sufre el medioambiente y las posibles soluciones. La teoría animista, también seguida por James Lovelock desde los años 70 del pasado siglo, a través de la hipótesis Gaia, nos habla de nuestro planeta como un ser viviente. Harding afirma que la naturaleza está viva y dotada de albedrio e inteligencia, es decir, que tiene alma.
En su dialogo Timeo, Platón nos habla del concepto de anima mundi y describe nuestro mundo como un ser dotado de alma e inteligencia, que alberga en su seno a todos los demás seres que pueblan el planeta.
No pretendo a través de estas humildes palabras convencerte de nada, solo soy un aficionado al rock y amante de la búsqueda de la sabiduría. No creo en la explotación del ser humano y tampoco en la explotación de ningún ser vivo. No concibo que sea necesario el sufrimiento de otros seres para una «mejor calidad de vida», deporte o espectáculo.
Solo te propongo una pequeña aventura: elige un día cualquiera y aléjate de la ciudad. Busca un lugar tranquilo y alejado, en plena naturaleza, si es posible donde fluya cerca un arroyo. Lleva en tu mano el poema de Lorca y léelo en voz alta… Verás que Gaia te responde.
Yo también creo que nuestra tierra está viva por dentro y por fuera, me duele como dañamos todo su ser, respetemosla y nos respetaremos a nosotros mismos. Disfrutemos de ella pero dejando que los que vengan detrás también puedan saborear paisajes, ríos, mares y poder vivir la vida armónicamente con ella. Aunque lo que hagamos sea poco, un poco de cada uno es un mucho. Nunca dejemos de intentar mejorarla para mejorar nuestras vidas pero siempre junto a ella.