Título: El Satiricón
Autor: Gayo Petronio Árbitro
Editorial: Alba
Edición: 1999
En esta historia, el joven ciudadano Encolpio cuenta a un auditorio las aventuras y desventuras que él mismo vivió y que muestran un panorama de la sociedad romana en descomposición, desde las clases sociales más poderosas a las humildes.
Antes de entrar en la reseña, es importante tener en cuenta dos cuestiones generales.
En primer lugar, no estamos seguros del tiempo en que vivió Petronio, ni siquiera es seguro que la obra la escribiera él. Se cree que la historia se ambienta en época del gobierno de Nerón, una época que se nos muestra a nivel social como decadente, como se muestra en el libro, y que, al parecer, afectó de forma personal al mismo Petronio, pues se dice que fue obligado a suicidarse por orden del propio Nerón. Sin embargo, esto no está comprobado ni es compartido por todos los investigadores.
En segundo lugar, se sabe que la novela no está terminada, aunque su final no queda demasiado abierto. Parece ser que la novela que tenemos hoy consta de una décima parte de lo que sería el total.
Hecha esta introducción, que consideraba importante para entender el contexto del libro, hago aquí la reseña.
Como expongo en la introducción, en esta historia vamos a seguir al joven Encolpio en una serie de aventuras que nos van a pintar un panorama general de la sociedad romana del gobierno de Nerón. No obstante, no se trata de una obra de carácter realista «neutro», como el que procuraban Balzac o Flaubert, sino que se trata de una sátira que nos pone de relieve todos los problemas sociales y morales de la sociedad romana, por lo que los episodios y las aventuras que se nos narran estarán siempre contadas de forma satírica, desfigurada y exagerada. Sin embargo, el tono general burlesco y cómico de la novela no eclipsa los temas de reflexión que se exponen de forma clara y evidente, relacionados con el conocimiento, la moralidad o el uso de la retórica.
Al principio del libro ya se nos muestra la eterna e histórica batalla sobre el estilo en la retórica: ¿debía ser el estilo sencillo o alto y rimbombante?, ¿se debía seguir imitando el estilo de Platón, Virgilio o Cicerón o, por el contrario, continuar las innovaciones de los jóvenes y nuevos oradores? Este es un tema, que, aunque nos parezca simple o ridículo, ha sido un debate eterno dentro de la historia de la cultura hasta el pasado siglo, y, como vemos, ya es bien viejo. Las reflexiones sobre la forma que deben tomar los discursos tanto en retórica como en literatura también se reflejan en esta fantástica obra, si bien en tono burlón. Es bien sencillo apreciar y reflexionar junto a los personajes sobre la forma en que nos expresamos también hoy y hasta qué punto podría ser vigente el estilo en el habla o la apreciación de unas disciplinas entonces tan importantes y hoy tan olvidadas como son la oratoria y la retórica.
Otra época, pero las mismas cuestiones
La justicia es también un tema sobre el que reflexiona Petronio. Una de las instituciones que mejor puede recrear un estado de crisis de valores y de moral como la que se nos muestra en El Satiricón es el sistema judicial, que aquí se encuentra corrompido por el dinero. En una escena nos dice Ascilto, a propósito del robo de su túnica que escondía unas monedas: «Para poco sirven las leyes donde el dinero es rey, y el pobre nunca ve reconocidos sus derechos. El cínico que come frugalísimamente en público, vende secretamente el voto, y la balanza de la justicia se rinde siempre al peso del oro».
Pero, sin duda, una de las escenas más importantes del libro y en la que veremos hasta qué punto llega la crisis de valores de los tiempos de Nerón es el capítulo del banquete de Trimalción, un personaje en el que me detengo ahora un rato. Nuestro protagonista, llevado por unos rumores, decide ir a ver al gran Trimalción, famoso por sus grandes fiestas y lujos, y considerado a sí mismo como epicúreo.
En el mencionado banquete se nos narra, una vez más, la corrupción social de las clases sociales más altas, como los grandes comerciantes, gremio al que pertenece Trimalción, quien, como hemos mencionado, tiene su propia visión del epicureísmo, basado en los placeres terrenales y apoyándose también en la filosofía del tempus fugit.
Según Trimalción, debes vivir para el placer propio, pues, al final, solo queda la muerte y el recuerdo de la vida feliz habiendo hecho cuanto quisieras. Pero Trimalción es, en realidad, tan rico como ignorante y cruel, pues, en esta escena del banquete, vemos cómo habla a sus invitados con aires de importancia. De hecho, es importante el detalle que nos narra Encolpio cuando entra en el banquete y ve a Trimalción: «Todos estábamos a la mesa menos Trimalción, al cual se había reservado, contra lo que se acostumbraba, el sitio de preferencia».
En otra escena, vemos una expresión de la ignorancia del mismo personaje y sus comensales, cuando empieza a decir auténticas barbaridades sobre la Ilíada o Dédalo y Níobe, mientras se da a sí mismo aires de importancia y sabiduría, aplaudida por sus «amigos». Respecto a su crueldad, vemos también cómo es tan solícito con sus invitados como cruel y violento con aquellos que le sirven, pues, en la misma puerta de su mansión, se podía leer: «Cualquier esclavo que salga sin permiso del dueño será castigado con cien azotes». En resumen, esta es una de las escenas más importantes y quizás más divertidas de la obra, en la que se nos ofrecen momentos que nos dan por igual una risa desternillante como el más profundo sentimiento de rechazo hacia el comportamiento de los comensales.
Pero para Petronio también hay diamantes en el fango, y uno de estos diamantes es el personaje del poeta Eumolpo, quien también se une a Encolpio y nos deja fascinantes reflexiones sobre la decadencia del arte y la belleza en pos de aquello que da más dinero. En su primer encuentro con Encolpio, está este admirando una galería de arte cuando le encuentra observándole. Encolpio describe a Eumolpo como un anciano «que denotaba inteligencia, pero muy pobremente vestido», lo que ya nos da una idea de cómo se trata a la poesía y las artes en esta época.
Si nos fijamos, hasta ahora, se nos ha pintado un panorama social en el que reina la ignorancia y ya no se conocen ni las grandes obras literarias como la Ilíada; el dinero es lo que da el poder y no la sabiduría. Ahora tenemos a dos personajes que podemos decir enfrentados: por un lado, al ya comentado Trimalción, rico pero ignorante y cruel, y ahora se nos presenta a Eumolpo, pobre, pero sabio y admirador del arte y la poesía.
Gusanos en la manzana
«Verdad es que muchas veces se corona a los ignorantes gracias al favor. Si me preguntáis por qué ando tan mal vestido, os contestaré que precisamente por ser poeta. El amor a las letras no ha dado a nadie riquezas».
El hecho de tener a estos personajes enfrentados nos muestra, una vez más, la situación de decadencia social que nos presenta la obra: la gran civilización romana es, en realidad, una manzana que brilla por fuera y está podrida por dentro, con personajes ignorantes y crueles que tienen dinero y poder, y personajes pobres de solemnidad cuya sabiduría se pierde en el viento por su pobreza material, una pobreza material que es tal por la devaluación de su oficio, como ocurre con el arte y la poesía.
Según Eumolpo es el dinero lo que produce la decadencia del arte, ya que antes era la habilidad y el mérito propio lo que tenía valor y los artistas competían entre sí por ser más hábiles y transmitir sus conocimientos, pero en ese momento presente todos esos conocimientos se han devaluado en beneficio del exceso en los bienes materiales.
Llegados a este punto del comentario, hago mi reflexión: no nos alejamos hoy en día de la situación que describe Eumolpo: las artes y las humanidades llevan muchos años devaluadas sin salidas profesionales serias. Los Gobiernos, en lugar de invertir dinero y recursos en la arqueología y la reconstrucción de nuestro pasado, en ayudar a las compañías teatrales con mejor publicidad y educación y en informar a la población de los lugares culturales como las bibliotecas públicas y su funcionamiento o las exposiciones artísticas, permiten que las carreras de artes y humanidades se vacíen poco a poco, eliminando desde la misma juventud la educación en la filosofía, el latín, el griego o la historia, entre otros. Si no se educa en el arte, no habrá buenos artistas; si no se educa en filosofía, no habrá buenos pensadores ni buenas ideas; si no se educa en nuestra cultura y nuestra historia, la olvidaremos como hemos olvidado el griego, el latín o el fenicio, las lenguas célticas y las ibéricas.
De nuevo, El Satiricón nos trae reflexiones sobre problemas que también están en el presente y sobre los que muchos no quieren reflexionar. Esta escena de El Satiricón debe despertar nuestra conciencia sobre cómo estamos tratando hoy en día también a la cultura, y el mensaje es muy claro: si nos falta la cultura, nos falta la moralidad; cuando olvidamos el trabajo y las reflexiones que hicieron nuestros antecesores, nos perdemos. Si destruimos los cimientos que nos sustentan, se viene la casa abajo entera. La civilización es nuestra casa, si nos cargamos sus cimientos, se cae todo. Y esto ya pasaba en los tiempos de Petronio, pasó en más ocasiones después, y está ocurriendo ahora. Si hay una razón por la que se debe leer este libro es porque nos hace darnos cuenta de que ya hemos pasado por momentos de vicio y superficialidad a los que siempre estuvo ligada una despreocupación por el conocimiento, la filosofía y el arte y ya deberíamos haber aprendido de esto.