Breve semblanza de su vida
Josefina Rodríguez Álvarez nació en La Robla (León) en el año 1926 y falleció en 2011, en Mazcuerras (Cantabria). Eligió ser Josefina Aldecoa a raíz del fallecimiento de su marido, el escritor Ignacio Aldecoa. Ella misma decía: «Ignacio me transformó en un ser más flexible, más gozador de la existencia, menos perfeccionista (…). Nuestra común pasión por la literatura fue lo que nos unió desde el principio. Vivíamos por y para la literatura y éramos, para todos, los Aldecoa. Cuando él murió, yo seguí siendo la Aldecoa. Hay mucho de homenaje personal y permanente a Ignacio en ese apellido».
Estudió Filosofía y Letras y se doctoró en Pedagogía con una tesis que abordaba la relación infantil con el arte, tesis que luego publicaría con el título El arte del niño (1960). Escritora y pedagoga, fue también conocida por su labor como directora del Colegio Estilo, que fundó en Madrid en el año 1959 y cuya base ideológica se sustentó en las ideas emanadas de la Institución Libre de Enseñanza, proyecto que nació a finales del s. XIX con la idea de renovar la educación en España. Hija y nieta de maestras, igualmente afines a la ideología de la Institución, Josefina Aldecoa estaba convencida de la importancia de la educación en cualquier época de la historia. La que a ella le tocó vivir no se lo puso fácil, por haber sido una de las defensoras a ultranza de la libertad de pensamiento.
En el libro Memoria de un colegio. Estilo, una experiencia de educación en libertad sobre la base de la comunidad, de Amelia Castilla, podemos leer: «Seguramente Josefina nació predestinada para dedicarse a la educación. Su abuela fue maestra, como cuatro de sus siete hijas. En La Robla, donde nació, como en toda la provincia de León, había entonces una influencia directa de los supuestos pedagógicos de la Institución Libre de Enseñanza (…). En la escuela de su madre asistió al inicio de la Segunda República, cuando se vivió la educación con una pasión que no ha vuelto a repetirse en España. (…) La Institución Libre de Enseñanza, la Segunda República y la guerra civil acabarían por marcar ideológicamente la vida de esta mujer que, desde entonces, no ha dejado de aplicar, a grandes rasgos, las líneas maestras de aquella educación que duró tan poco tiempo».
La propia escritora explicó, hablando del Colegio Estilo: «Quería algo muy humanista, dando mucha importancia a la literatura, las letras, el arte; un colegio que fuera muy refinado culturalmente, muy libre y que no se hablara de religión, cosas que entonces eran impensables en la mayor parte de los centros del país».
En su tesis doctoral expuso la importancia de la expresión artística del niño a través del dibujo, el modelado y la pintura, considerando las manos como si fueran nuestro segundo cerebro, ya que son la herramienta con la que se expresan nuestras emociones y nuestra mente. En ese sentido, tuvo muy claro que, en el colegio, las clases de arte debían llenar una buena parte de la vida de los pequeños. Ella decía: «El individuo es dueño de una personalidad única, diferente de todas las demás, a la que hay que educar de una manera también única y diferenciada, dándole todas las oportunidades de desenvolverse totalmente, ayudándole a encontrar su yo más profundo por todos los medios».
Josefina inició la andadura del Colegio Estilo a partir de las premisas que configuraban su sueño de siempre: la idea de hacer una escuela activa, donde se diera una importancia primordial a la creatividad y donde a los pequeños se les ayudara a desarrollar sus capacidades en libertad. Tomó también algunas de las ideas que había visto en los colegios de Inglaterra y Estados Unidos. Fue asesorada en los aspectos legales y económicos por el padre de su querida amiga Carmen Martín Gaite, que era notario de profesión y le dio las necesarias instrucciones sobre el modo de hacer frente a la difícil tarea de la administración del centro. Para elegir el nombre del colegio, Josefina pensó en la palabra griega Stilográfica, que significa ‘pluma’, como imagen de la transmisora de la enseñanza, pero como resultaba demasiado larga, decidió abreviarla dejándola en Estilo.
El colegio fue la consecución de un sueño, vivió la transición política manteniéndose siempre fiel a sus principios docentes y a su proyecto educativo de formar a los niños en la libertad de pensamiento, y de lograr el desarrollo y potenciación de las capacidades de los pequeños. Como directora del colegio, Josefina decía que, en general, se le da más importancia a los planes de estudios que a la raíz de la esencia educativa. A este respecto, extraigo a continuación varios fragmentos de la entrevista que Amelia Castilla le hizo a Josefina Aldecoa en la última parte del libro antes mencionado:
«El plan es el esqueleto de un programa de estudios y siempre podría ser mejorado. Pero lo que falla es el fondo, una idea expresa de la educación, (…) el proyecto educativo, en definitiva. No son planes para robots aunque muchas veces lo parezcan. Son planes para desarrollar lo más armónica y eficazmente posible las inteligencias y las personalidades de los futuros hombres y mujeres. Para dar a los estudiantes la oportunidad de elegir un día el trabajo derivado de lo que más les ha gustado de esta época estudiantil y aquello para lo que más dotados están. (…) Un programa puede ampliarse, reducirse, hacerse más claro. Eso depende de cada centro. Pero insisto, tiene que haber una coherencia interna en la manera de educar y en la forma de enseñar de acuerdo con el fin último que propone el propio proyecto educativo».
Continúa diciendo más adelante:
«Formar niños en la cultura, en el análisis, en la crítica, hablarles de literatura, de arte, de historia sin prejuicios, es la única forma de educar en libertad, tras desarrollar directa o indirectamente actitudes de convivencia pacífica, no violencia, solidaridad, respeto a las creencias de los otros; en el aspecto religioso, por ejemplo, respetar las opiniones y conductas (…) Aunque en el fondo hubiera mucho más y nuestra educación, observada con agudeza, pudiera ser realmente peligrosa».
Josefina sostiene que lo básico es eterno, como lo clásico, y que la educación cambia a los pueblos:
«Es lo único que iguala profundamente a los seres humanos. Se habla mucho de educación, pero se cree poco en la educación. En el siglo XXI me parece que se sigue creyendo, como en el XX, en la sagrada economía. Y en la enseñanza gris y técnica que debe influir al parecer en la marcha de esa economía. El concepto idealista se ha utilizado peyorativamente como algo utópico, imposible de ser realizado. Pero los grandes ideales son eternos. Conseguir que el hombre (…) viva mejor y sea más feliz, sea solidario, generoso, tolerante, reflexivo… todo eso solo se consigue a través de la educación».
En definitiva, Josefina Aldecoa representa un ideal respecto a la educación y la enseñanza que debería impartirse en los colegios de todo país civilizado. Pero no era pesimista en absoluto, sino que, como mujer que vivió las tres épocas de cambio que ha sufrido España en el último siglo, sabía que un nuevo cambio está por llegar y que debemos prepararnos para que no nos coja por sorpresa, sino para que seamos parte de él. Entre todos hemos trabajar por hacer realidad el sueño.
La directora del Instituto Cervantes, Carmen Caffarel, al conocer la noticia de su fallecimiento, declaró: «Josefina Aldecoa ha sido una de las grandes mujeres de la España del siglo XX. Nos abrió a las demás nuevos caminos con su actividad incesante y su ejemplo admirable. Fue una mujer valiente que descubrió vías innovadoras en el campo de la educación y de la literatura, y seguro que miles de exalumnos sienten hoy que le deben lo mejor de su formación. Por eso fue miembro del Patronato del Instituto Cervantes desde 2006 y formó parte del Consejo de Administración entre ese mismo año y 2009. Porque fue el paradigma perfecto de la mujer humanista».
Una semana antes de su fallecimiento, coincidiendo con el Día Internacional de las Mujeres, fue galardonada con la medalla a la Promoción de los Valores de Igualdad, concedida por el Gobierno español.
Compromiso con la educación y la literatura
En el libro de Amelia Castilla antes mencionado, dice la autora: «Literatura y educación fueron mundos aparte en la vida de Josefina hasta 1990, año en que publicó su novela más conocida, Historia de una maestra, un homenaje a su madre y un reconocimiento a la mujer de la Segunda República que se dedicaba a la enseñanza. Cuando le entregó el manuscrito al editor Jorge Herralde, este le aseguró que, aunque era una historia bonita, no era fácil vender este tipo de libros que recuperan la memoria. Fue tal el éxito de ventas que todavía hoy está en el candelero. Más tarde se completó para formar una trilogía con Mujeres de negro y La fuerza del destino, en las que resume parte de las ideas pedagógicas que siempre le rondaron por la cabeza. En esta trilogía se reúnen por primera vez los dos caminos profesionales que ha seguido en su vida: la literatura y la enseñanza. El ejercicio de la memoria que ha llenado las novelas y los cuentos de esta escritora, es por esta vez repaso de un colegio y de la educación. (…) De los primeros años del franquismo como alumna, apenas recordaba el nombre de casi ninguno de los docentes. Entre los profesores franquistas había de todo, unos mejores que otros, pero se notaba el peso de la represión intelectual en todo lo que podía ser conflictivo: literatura, historia, filosofía, biología…».
En 1998 escribió el ensayo Confesiones de una abuela, en el que relató las experiencias vividas con su nieto. En 2000 publicó la antología de cuentos Fiebre y en 2002 la novela El enigma. En 2005 sale a la luz La casa gris, una obra suya de juventud, y en 2008 Hermanas.
Fue Premio Castilla y León de las Letras, y estuvo vinculada con lo que se conoce como la «generación de los 50», que reunió a escritores como Carmen Martín Gaite, Rafael Sánchez Ferlosio, Alfonso Sastre, Jesús Fernández Santos y su marido, Ignacio Aldecoa.
Conclusión
Josefina Aldecoa destacó la importancia que tiene la expresión artística en los niños, y por eso, desde los inicios del colegio Estilo, las clases de Arte fueron fundamentales en el desarrollo de su programa educativo. La labor que llevó a cabo puede ser, sin duda, una gran inspiración para quienes se interesan por el desarrollo de los más pequeños, convencida como estuvo durante toda su vida de la importancia de la educación y la correcta formación desde la primera infancia, empezando por tener en cuenta, en primer lugar, aquello que trae el niño en germen dentro de sí, para poco a poco ir moldeando su personalidad conforme a ello.
Bibliografía y reseñas
Amelia Castilla. Memoria de un colegio. “Estilo”, una experiencia de educación en libertad sobre la base de la comunidad. Colección Memoria y crítica de la educación. Ed. Biblioteca Nueva, S.L. Madrid, 2002.
Josefina R. Aldecoa. Historia de una maestra. Ed. Anagrama. Barcelona, 1990.
Ignacio Aldecoa. Cuentos. Edición de Josefina Rodríguez de Aldecoa. Ed. Cátedra. S.A. Madrid, 1981.
Crédito de la foto de Josefina Aldecoa: Josefina Aldecoa en Encuentros con Carmen Martín Gaite 27/11/1997 Fundación Juan March (Madrid) www.march.es
Qué gran labor hizo Josefina y qué gran legado ha dejado. El colegio Estilo cerró sus puertas, pero su esencia, sus principios y muchas de las personas que hicieron posible que fuese un referente educativo, continúan con su gran labor en el colegio Ingenio (Aravaca) fundado hace 4 años por profesor@s del colegio Estilo.