La República Mexicana tiene una gran variedad de tradiciones en las que se encuentra presente el vínculo con la tierra. A continuación presentamos algunas que representan a tres regiones y a tres grupos étnicos de este país. El Xita Corpus entre los otomíes y mazahuas del Estado de México, la Ceremonia del Fuego Nuevo de los purépechas en el Estado de Michoacán y la Ofrenda al Rey Konk-Oy entres los mixes del Estado de Oaxaca.
XITA CORPUS: danza de invocación a la lluvia
México cuenta con más de sesenta pueblos originarios, últimos eslabones de un pasado prehispánico, con tradiciones arraigadas en la percepción estructurada de la naturaleza, de la conexión del hombre con la tierra, los ciclos y el cosmos. Dentro de estos pueblos, los otomíes y mazahuas de Temascalcingo, un poblado al norte del Estado de México, conservan una de las tradiciones más emblemáticas que muestra este vínculo con la tierra: los Xita Corpus o Viejos de Corpus.
Los Xitas para estos grupos representan a los antepasados, que año a año regresan a visitar a sus parientes el día del Corpus Christi. Cientos de hombres personificando viejos, con vestiduras desgastadas y máscaras de madera o tronco de maguey se reúnen en las distintas comunidades del municipio para escenificar la llegada de los ancestros. Se presenta la pareja de ancianos primigenios ante las autoridades comunales para solicitar, para ellos y sus descendientes, hospedaje y alimentos, ya que vienen de un largo viaje y están cansados y hambrientos; los presentes ofrecen un lugar donde pernoctar, pero no pueden brindarles alimentos porque no ha llovido, la tierra está seca y no hay frutos en el campo. Compadecidos, los ancestros agradecen la hospitalidad y, en retribución, prometen danzar al día siguiente para que Dios auxilie al poblado con lluvia, pues los ancestros son el puente entre el mundo terrestre y el mundo divino.
Al día siguiente, el contingente de viejos sale en caravana desde su comunidad hacia el templo del municipio. En el recorrido danzan al ritmo del tambor y el violín, y son acompañados por miembros de la comunidad que portan a su santo patrono, ricamente adornado con guirnaldas de flores, matas de maíz y frutas. En su trayecto van recibiendo dádivas de los espectadores, frutas, dulces, alimento y alguna que otra moneda. A mediodía se lleva a cabo la misa y la procesión del Santísimo, el momento más solemne de esta tradición, pues el Corpus Christi es una de las celebraciones católicas más importantes del año. Después de danzar en el atrio y dentro de la iglesia, el contingente emprende el camino de regreso a su comunidad.
Al retornar, se lleva a cabo la última danza. Los antepasados han cumplido su promesa, han pedido a Dios que mande la lluvia para sus parientes, y lo celebran danzando, comiendo y compartiendo el tradicional charape (bebida especialmente realizada para esta fiesta) y repartiendo todas las dádivas obtenidas en su recorrido. En medio de la celebración, un torito embiste a cada uno de los viejos, quienes lo evaden y golpean con sus bastones. Finalmente es turno del viejo mayor, quien, después de varias burlas, no logra escapar de uno de sus embates y termina muerto en el piso. Su esposa y toda su descendencia comienzan a llorar, lo levantan para llevarlo a sepultar entre sollozos y lágrimas, y cuando están a punto de enterrarlo, se levanta con más energía que antes prometiendo retornar al año siguiente. La comunidad retoma el baile con mayor regocijo hasta el amanecer, cuando finalmente los viejos se marchan.
Esta celebración simboliza el vínculo con los antepasados, la conexión con la tierra y sus ciclos; representa la promesa de la fertilidad de la tierra. La llegada de los viejos, que son los intercesores ante la divinidad, es el símbolo de la esperanza de un nuevo ciclo de abundancia y de equilibrio de la naturaleza.
Ceremonia del Fuego Nuevo purépecha
Kurhikuaeri K´uinchekua
«Tierra mi cuerpo, agua mi sangre y fuego mi espíritu»
Rezo purépecha
El fuego nuevo purépecha, significa el intangible manto de su devoción hacia la madre tierra, fuente de vida y muerte terrenal, así como una oportunidad para venerar al sol como su principal dios, acto que se celebra cuando la constelación de Orión alcanza su cénit, y que de acuerdo con la herencia verbal de los sabios, de los abuelos de los abuelos, es la señal para iniciar el ritual de agradecimiento a los cuatro elementos de la Madre Tierra, agua, tierra, viento y fuego, los cuales resultan esenciales para sus ciclos productivos.
Orgullosas de sus raíces, cada 1 de febrero las comunidades purépechas en México se reúnen para realizar el ritual de la milenaria ceremonia del Fuego Nuevo (Kurhikuaeri K´uinchekua). Esta tradición marca el inicio del año para esta cultura indígena de Michoacán, según sus propios ciclos productivos de la tierra y de la renovación del fuego, que da la bienvenida al año nuevo y al ciclo agrícola, así como agradece a la Madre Tierra (Nana Kuerajperi) los favores recibidos a lo largo del año. De acuerdo con el calendario purépecha, el año consta de dieciocho meses de veinte días cada uno, y comienza el 1 de febrero.
En caravana, trasladan el fuego viejo que estuvo todo el año en la anterior comunidad a la nueva sede. Durante la caminata usan copal para abrir el camino y purificarlo, y los presentes van cantando y conectándose con lo que ellos llaman el Gran Espíritu y con todos los guardianes de los lugares como montañas, piedras, flores, con el padre sol, para que así el cansancio se transforme en cantos. Las copaleras piden que el fuego permita la comunión del espíritu de los participantes con la naturaleza.
En su recorrido van haciendo paradas en las comunidades para unir lazos de amistad, y son recibidos con música y comida. Cargueros, copaleras, cuidadores y el resto de la caravana resguardan el fuego día y noche, así como también los tres símbolos principales de los purépechas: la bandera, la cual está dividida en cuatro cuadrantes. Los cuatro cuadrantes representan a las cuatro regiones purépechas del Estado de Michoacán (la meseta purépecha, la ciénaga del Lago de Pátzcuaro, la ciénaga de Zacapu y la cañada de los once pueblos). El segundo símbolo es la piedra calendárica, que tiene forma de pirámide, la cual consta de cincuenta y dos espacios donde, cada año, la comunidad-sede esculpe un grabado o símbolo distintivo de su comunidad en un espacio destinado para ello. Tiene cincuenta y dos espacios pues para los purépechas cada cincuenta y dos años se cumple un siglo. El tercer símbolo es un bastón de mando, que representa el poder del conocimiento.
Al llegar a la nueva sede, los viejos cargueros realizan la ceremonia del apagado del fuego viejo en el altar que previamente ha sido acondicionado para tal fin. Los cargueros son gente de respeto y la autoridad moral de cada una de las comunidades.
Al amanecer del 1 de febrero por la mañana se reúnen los cargueros de las cuatro regiones purépechas para agradecer y dar inicio al año nuevo. En el transcurso del día se realizan varias actividades; una de ella es el torneo de la uárhukua, juego de pelota que se jugaba desde tiempos prehispánicos. También se realiza en las calles el trueque, canje mercantil, que es lo que hacían los antiguos pobladores en sus mercados, intercambiando un producto por otro. Por la tarde empieza la procesión o uanopikua llevando todos los símbolos, con música tradicional. Una vez que llegan todos los símbolos al centro de la plaza, empieza el festival, en donde cada comunidad ha preparado sus danzas y pirekuas y están listos para llenar el escenario con música y baile.
Al anochecer toda la comunidad se congrega alrededor del patio, en el cual se ha construido una yacata o pirámide, y en la parte más alta ya están listas las piedras y la leña para encender el fuego. Se encenderá el Fuego Nuevo purépecha a la usanza antigua, percusión con piedra pedernal y yesca local.
Entre las diez y las once de la noche, justo cuando la constelación conocida como «El Arado» (Orión, o «Tres Reyes») llega a lo alto del cielo, es la señal de que ha llegado el momento de ofrendar a Kurhíkuaeri, el dios del Sol y del fuego. Durante la ceremonia, se le pide a Kurhíhuaeri abundancia en los cultivos, fertilidad, unidad y fuerza para todos en el año nuevo. Y permiso para que el fuego pueda cocinar los alimentos extraídos de la madre tierra que les darán energía y vida.
Se culmina con la interpretación del himno purépecha a cargo de una banda. Al terminar esto, se comparte el fuego nuevo entre los asistentes y hacen sonar un son abajeño para festejar.
Esta ceremonia es una oportunidad de renovación, el conjunto de valores que conforman y perpetúan el sentimiento de pertenencia a un «nosotros» hondamente arraigado en una naturaleza con la cual, hombres y mujeres, al igual que los animales, los árboles, las plantas, las montañas, los lagos, los ríos, los vientos, las lluvias, el sol y la luna, están íntimamente vinculados, desde siempre y para siempre.
Ofrenda al rey Konk-Oy, la Madre Tierra y las fuerzas naturales
Convivencia con la Comunidad de Santiago Zacatepec Mixe.
En las culturas originarias del Estado de Oaxaca se vive fuertemente la relación entre la naturaleza y hombre. Se conectan a través de rituales y ceremonias con el mundo tangible e intangible y así se vinculan con los inicios y cierres de los ciclos. Oaxaca cuenta con la mayor diversidad étnica del país, ya que dieciocho grupos originarios se encuentran en esta región. Es en uno de ellos, los Mixes o los Ayuuk Jä’äy (gente de idioma florido) donde encontramos una de las tradiciones con más pervivencia: la ofrenda y veneración al rey Konk-Oy.
Los mixes se nombran a sí mismos como los jamás conquistados, en referencia a que con la protección del rey Konk-Oy lograron enfrentar y salir victoriosos en batallas bélicas, incluso ante los españoles, quienes al final solo lograron acceder a través de la evangelización. A pesar de ello, ha subsistido en su cosmovisión la conexión con elementos de la naturaleza (cerros, montañas, nubes, arroyos, cascadas, ríos, bosques, selvas, las piedras, la tierra, el cielo, el rayo, el viento o animales que habitan la tierra, entre otros), elementos que son considerados vivos, por lo que se les rinde un respeto.
La tradición mixe cuenta que hace mucho tiempo una pareja de ancianos trajeron dos huevos y los llevaron a su hogar con mucha dificultad. Después de unos días, los huevos se abrieron y de uno salió un niño a quien llamaron Konk-Oy, mientras que del otro surgió una serpiente. Con el correr del tiempo, el niño creció muy grande y con una fuerza sorprendente y se convirtió en el protector de los mixes. Les proveía de alimento, los defendía de la injusticia y de los extranjeros y estaba pendiente de sus necesidades. Enseñó al pueblo a sembrar, a pelear y a trabajar. Un día, durante uno de sus recorridos, se sentó a descansar en un paraje donde clavó su bastón, el cual comenzó a retoñar y se convirtió en un gran árbol, hoy conocido como árbol del Tule. En ese momento, su hermana la serpiente va a su encuentro, pero muere en el trayecto. El protector de los mixes se refugia en el cerro de los veinte picos, lugar desde el que continúa cuidando a los mixes. En este lugar la gente puede encontrarlo, pero no verlo. El árbol del Tule es el símbolo de la presencia de su protector. Se cree que cuando el árbol se seque se sabrá que el rey habrá dejado de existir.
Gente de la comunidad de Santiago Zacatepec Mixe lleva a cabo lo que se denomina «costumbre», que es el desarrollo de una ceremonia para pedir o agradecer por una buena cosecha, una celebración religioso-social por el bienestar del pueblo, de una familia o una persona, por las autoridades, por el nacimiento de una persona o su fallecimiento. A manera de ofrenda, todos los días la gente sube al encuentro de su rey, pero es al inicio del año cuando se dan cita para venerar a Konk-Oy con flores, alimentos, bebidas, música, danza, anécdotas del año que termina y sueños del año que comienza.
Participan personas caracterizadas o principales del pueblo, que es una pareja a la cual se le brinda respeto y reconocimiento y son puente entre lo divino y lo terrenal en lo manifestado de la ceremonia. Estas personas, por lo general, fungen un papel importante también en las decisiones del pueblo y acompañamiento como asesores de autoridades, mayordomos o ceremonias. Ellos ya han cumplido todos los cargos civiles y religiosos, los cuales son parte del sistema de usos y costumbres tradicionales de la mayor parte de los pueblos de Oaxaca.
Estas ceremonias, dentro de la cosmogonía mixe, se dedican principalmente a quienes habitan el monte, quienes son la pareja creadora. Como se cuenta en la leyenda del rey Konk-Oy, él es el gran guardián y protector de la morada de la cultura mixe, a quien se celebra y agradece en esta tradición porque, gracias a su existencia, su enseñanza y su bondad, el pueblo mixe pervive.
Créditos de las imágenes:
Xitas: Museo Virtual de máscaras tradicionales mexicanas.
Kurhikuaeri K´uinchekua: Pátzcuaro Info.
Ofrenda al Rey Konk-Oy: Viveoaxaca