En el inicio de la filosofía se encuentra el anhelo humano de conocer y definir en lo posible los orígenes del universo, de los seres vivos, de los dioses… Los mitos clásicos de las diferentes culturas de la Antigüedad nos ofrecen las diferentes versiones en forma de narraciones simbólicas, que ocultan más que muestran, como defendiéndose de las malas interpretaciones. De tal manera que el análisis comparativo de los mitos o las narraciones que han llegado hasta nosotros es una de las tareas más apasionantes, que puede aportarnos numerosos descubrimientos sobre la unidad y, al mismo tiempo, la diversidad de lo sagrado a través de las señales que nos llegan desde tales remotas culturas y religiones en el tiempo y en el espacio.
La arqueología se encarga de reunir las huellas o signos del paso de los seres humanos; por lo tanto, nos ayuda en el esfuerzo de conocer de dónde venimos. Fátima Gordillo, nuestra coordinadora en Esfinge, se ha fijado en los hallazgos con sus nuevas sugerencias para avanzar en nuestro pasado. En este caso, se trata de Göbekli Tepe, un lugar de culto situado en Anatolia (Turquía) a cerca de 700 km de otro yacimiento muy importante, el de Çatal Höyük, una cultura que se desarrolló en Anatolia desde aproximadamente el 7040 a. C. hasta el 6600 a. C. Se trata de los vestigios de civilización más antiguos que se conocen.
En ambos lugares se encuentran evidencias de que la Diosa Madre de los dioses presidía las relaciones con lo sagrado que luego recogieron los textos antiguos de Grecia. El arquetipo de la gran madre, de lo originario femenino, se deja ver en las etapas más antiguas, una figura que con el tiempo cedió su primacía a los dioses masculinos. Cuáles fueron las motivaciones para semejante cambio es otro apasionante asunto que nos ayudaría a comprender muchas cosas, incluso en nuestro tiempo.