Daniel Goleman, conocido principalmente por su libro La inteligencia emocional, es autor del libro El punto ciego. La psicología del autoengaño.
Nos explica que vivimos un tiempo especialmente peligroso, una época en la que el autoengaño nos obliga a enfrentarnos a un reto: la destrucción completa de nuestro planeta. Amenazas de guerra nuclear (la primera edición de El punto ciego tuvo lugar en marzo de 1999; ahora esta amenaza es más patente, por la guerra de Ucrania, por ejemplo) o el deterioro ecológico, se ciernen con las consecuencias devastadoras en cuanto a los recursos necesarios para la subsistencia humana.
Todos estos peligros a los que nos enfrentamos —nos explica Goleman— tienen como responsable al ser humano, por sus decisiones y estilo de vida.
La cuestión es que necesitamos ser conscientes de en qué se fundamentan nuestras creencias, que son las que determinan nuestra forma de vida, con las consecuencias que esto implica a nivel individual y colectivo.
El trabajo de Goleman nos permite comprender en qué medida muchos de los planteamientos que tenemos sobre nosotros mismos y otras facetas de la vida, están fundamentados en el autoengaño.
Uno de los problemas fundamentales respecto a la existencia de los puntos ciegos es que no nos damos cuenta de ellos. Tenemos que hacer un ejercicio honesto de autoexamen para darnos cuenta de la gran cantidad de lagunas que nos impiden observar la realidad tal cual es. Por ejemplo, hay mecanismos neurológicos que aturden la sensación de dolor y que difuminan la atención. Goleman explica el caso de David Livingstone, cuando sufrió el ataque de un león, y cómo, a pesar de lo terrible de la situación, entró en un estado en el que, aunque era consciente de lo que sucedía, no sentía ni miedo ni dolor.
Posteriores investigaciones en el campo de las neurociencias darían explicación a estos fenómenos, como la producción de endorfinas, que generan una analgesia o estado de bienestar o euforia. Sería como un mecanismo de la naturaleza que nos permitiría enfrentar la situación de «peligro» pero con la consecuencia de que las endorfinas también reducen la atención. El problema es que este mecanismo de insensibilidad al dolor también se da frente a eventos psicológicos y sociales, generando pautas de comportamiento fundamentadas en la disminución del sufrimiento. Por ejemplo, la atención selectiva es una herramienta de nuestra psique para evitar la ansiedad que se produce cuando interpretamos una determinada situación como peligrosa, aunque no haya motivo para ello. Pero estos mecanismos de protección disminuyen nuestra capacidad para darnos cuenta de la realidad de las cosas y los acontecimientos.
Goleman nos dice que lo importante no es el suceso en sí, sino el significado que le damos. Cuando sucede algo, evaluamos el hecho, es decir, tratamos de darle una explicación. A veces esta es acertada y nos permite encontrar una solución oportuna, pero a veces, con nuestros temores, aversiones o deseos, agrandamos el problema o le damos una interpretación totalmente subjetiva y alejada de la realidad.
Goleman resume su tesis en los siguientes puntos:
* La mente puede protegerse de la ansiedad disminuyendo la conciencia.
* Este mecanismo origina un punto ciego, una zona en que somos proclives a bloquear nuestra atención y autoengañarnos.
* Estos puntos ciegos tienen lugar en cada uno de los niveles de organización de la conducta, desde el psicológico hasta el social.
Es muy común sacrificar parte de nuestra atención para protegernos de factores que alteran nuestro bienestar psíquico. Por otro lado, habría que agregar la gran cantidad de tareas que realizamos desde el inconsciente, es decir, de manera automática. La cuestión que se plantea Goleman es descubrir qué parte de nuestra mente elige a qué tareas vamos a prestar atención y qué otras las vamos a realizar rutinariamente, por medio de hábitos, y cómo se van generando los «puntos ciegos», que serían aspectos de la realidad que quedan fuera de la esfera de nuestra conciencia.
La función del psicoterapeuta sería servir de espejo, ayudar al paciente a que se dé cuenta de estas defensas y los puntos ciegos que generan. Una de las técnicas para ello es la «asociación libre», una técnica empleada en el psicoanálisis y que se ha popularizado hasta el punto de que en muchas entrevistas a personajes famosos es usada ampliamente. El problema es que las defensas que generamos para protegernos de información dolorosa suelen tener lugar en el inconsciente, y no siempre nos damos cuenta de ellas. Y cuando nos damos cuenta, se puede generar otra barrera difícil de traspasar, que son los autoengaños.
Esquemas
Parece ser que nuestra experiencia la vamos creando nosotros sobre la base de los filtros que seleccionan la información que nos llega de los sentidos y de nuestro mundo interno.
Los esquemas versan sobre aspectos muy variados: ideologías, aspectos culturales, idiosincrasia, significado que atribuimos a las palabras y todo tipo de abstracciones y peculiaridades. Podríamos decir que son como unas gafas de colores con las que vemos el mundo, pero todo se tiñe del color de las gafas que llevamos. Goleman explica que son los «esquemas» los que estructuran nuestras vivencias, ya que están conformados por nuestras creencias, interpretaciones de los hechos, nuestra manera de ver o interpretar el mundo, opiniones, etc. El problema es que, en muchas ocasiones, estos esquemas no solo no se ajustan a la realidad, sino que la distorsionan.
Hay una relación entre los esquemas y la atención. La atención activa esquemas relevantes y estos, a su vez, orientan el foco de atención. Es decir, que, en general, solo prestamos atención a las cosas que tienen relación con nuestros esquemas, y todo lo demás simplemente no existe. Podríamos decir que solo nos interesa lo que resuena en nuestro interior. Luego los esquemas no solo determinan las cosas a las que prestamos atención, sino también aquellas que nuestra atención selectiva deja al margen y de las que ni siquiera nos percatamos, por lo que quedarían fuera de nuestra esfera de conciencia. Es decir, que en cualquier situación vemos solo lo que queremos ver.
El problema es que, muchas veces, no somos conscientes del modo en que se activan estos esquemas, ni siquiera de la presencia de estos. Los esquemas se pueden compartir a nivel grupal, generando «puntos ciegos» en la conciencia colectiva, una realidad fabricada y aceptada a nivel general a expensas del ocultamiento de lo que «no interesa».
Marco
Goleman nos explica este proceso de selección de la atención con el ejemplo de un marco. El marco de un cuadro delimita lo que corresponde a la pintura y, por lo tanto, no hay que mirarlo para disfrutar de una obra de arte. El ejemplo del marco sirve para ilustrar el hecho de que a veces no tenemos un buen encuadre de la realidad. Enfocamos aspectos que no son relevantes y dejamos fuera del marco lo más importante para tener una percepción clara y nítida de la realidad de las cosas y los acontecimientos. La cuestión es darnos cuenta de qué es lo que nos interesa realmente. Si lo que nos interesa es no sufrir, eliminar o reducir la ansiedad, dejaremos de prestar atención a cualquier elemento perturbador. Pero eso limita nuestra capacidad de intervenir en el curso de los acontecimientos, e intentar solucionar ciertas cosas o restaurar el error, mejorar nuestras relaciones con los demás, descubrir aspectos positivos de nosotros mismos, tratar de evitar abusos o contribuir en nuestra medida a mejorar nuestro entorno.
El marco está compuesto de «guiones», que son las secuencias de acciones que tienen sentido dentro de un determinado marco. Podemos penetrar en ese marco si nos adaptamos a las exigencias de la situación. Por ejemplo, cuando nos cuentan un chiste, aceptamos el marco del mundo ficticio del chiste como realidad y eso es lo que causa gracia. Una manera de darnos cuenta de a qué cosas otorgamos realidad es el lenguaje. Todo aquello que podemos nombrar existe para nosotros, pero tendríamos que reflexionar en cómo nuestros lenguajes se van empobreciendo. Por ejemplo, el sánscrito, antigua lengua de la India, tiene muchas palabras que significan ‘amor’. Todos esos matices de las diferentes palabras que significan lo mismo definen un aspecto del amor, que si no podemos nombrar o definir, de alguna manera, nos son desconocidos. Porque si no podemos nombrar algo, no tenemos la idea de lo que es, con lo cual, cuando se empobrece el lenguaje, también se empobrece nuestro mundo interior. Por eso es tan interesante profundizar en las ideas, clarificar conceptos, porque eso se puede traducir en vivencias ricas, humanamente hablando.
Pero el marco, como su mismo nombre indica, también resalta un aspecto de la realidad en detrimento de otros. Determina la orientación, el ajuste del foco central de la atención, como cuando hacemos una fotografía y enmarcamos lo que queremos que salga. Como el mundo circundante proporciona más información que la que podemos prestar atención, el marco selecciona los datos más relevantes para una actividad concreta. Por ejemplo, el médico prestará atención a signos de enfermedad, no otros aspectos de la persona como por ejemplo la ropa que lleva. Es decir, que el marco genera una dualidad: lo que está dentro del marco y a lo que prestamos atención y lo que está fuera y que ignoramos, aunque ambos aspectos se den simultáneamente. Un ejemplo de esto es lo que hacen los magos: crean un marco para que la gente se centre en él y realizan los trucos fuera de ese marco para que el público no se dé cuenta.
Igual que a nivel individual se pueden dar mecanismos de defensa para no desestabilizarse y generar estados de ansiedad, a nivel social, aquellos que detentan el poder pueden generar estrategias para que los ciudadanos tengan una disposición favorable hacia las decisiones de los que gobiernan.
En ese caso, el mecanismo de defensa es generar «puntos ciegos», aspectos que no tienen que ser tenidos en cuenta, porque darían lugar a preguntas incómodas. Una de las herramientas más poderosas para ello son los medios generadores de opiniones. Bajo el paraguas de la creencia en la libertad individual, la creación de marcos favorables da lugar a un «consenso», y si hay disidencia, esta está enmarcada en el mismo ángulo hacia el que se debe mirar. Las redes sociales o medios de comunicación tienen sus propias políticas en cuanto a la restricción de determinados contenidos, resaltar los que más interesan o ignorar totalmente otros censurándolos y eliminándolos. Esta idea está ampliamente desarrollada en el libro Como nos venden la moto.
Si es cierto que, de entre la inmensidad de estímulos que proceden del mundo que nos rodea, tenemos que seleccionar a qué vamos a prestar atención, tendríamos que preguntarnos quién elige los marcos. ¿Es nuestra conciencia la que selecciona lo que merece la pena ser atendido, o lo que se necesita atender en cada situación? ¿O más bien, como en el mito de la caverna platónico, se nos van mostrando los marcos que interesa que sean observados para que no nos demos cuenta de aspectos importantes y relevantes de la vida?
Las mentiras compartidas
Los esquemas que condicionan nuestra visión de la realidad pueden ser compartidos a nivel grupal. Dice Goleman: «La persona que dice la verdad puede satisfacer una inexcusable necesidad de nuestro tiempo. (…) La información veraz se ha convertido en el más valioso de los bienes». La ciencia debería cumplir ese rol de determinar la verdad; el problema es que muchas veces detrás de la expresión «evidencia científica» encontramos muchos intereses que manipulan la supuesta evidencia a su arbitrio.
Concluye Goleman diciendo que es el autoengaño el que da lugar a la mayor parte de las decisiones que toman los seres humanos. La mente inconsciente selecciona lo que debe o no acceder a la conciencia, por lo que «una capacidad tan esencialmente humana como la conciencia de uno mismo es sumamente proclive al autoengaño», nos dice.
La cuestión principal es que hay una tendencia a ocultar la realidad, quizás para evitar la ansiedad, como dice Goleman, pero lo que deberíamos plantearnos es si, al aceptar como realidad fantasías o creaciones de nuestro inconsciente, o limitando nuestra percepción de la realidad, no estamos perdiendo la oportunidad de buscar auténticas soluciones para mejorarnos a nosotros mismos y el mundo que nos rodea. «Somos muy proclives a apartar de nuestra mente los hechos que nos resultan desagradables». Pero «cuando la verdad desgarra lo velos que nos mantienen a salvo de la información dolorosa, la exposición a la verdad puede resultar peligrosa».
Pero habría que diferenciar entre ciertos mecanismos de protección frente al sufrimiento en los cuales puede ser útil cierto ocultamiento de la verdad. Ejemplo de esto son las mentiras compartidas que sirven para proteger a profesionales incompetentes. Esto se da también a nivel internacional. Hay naciones que maquillan acciones bélicas con misiones humanitarias, o invasiones e incluso exterminios de pueblos enteros para apoderarse de sus materias primas, negocios que se disfrazan de acciones de voluntariado, etc.
La mente colectiva, nos dice Goleman, es vulnerable al autoengaño. En la medida que una sociedad restringe el alcance de la atención imponiendo marcos autoritarios, limita también la posibilidad de elección de sus miembros.
George Orwell, en su novela 1984, habla de cómo el new speak, la nueva lengua, limitaba los conceptos y significados de manera que la capacidad de comprensión y de acción de los ciudadanos también iría reduciéndose. Uno de los eslóganes del Gobierno era: «La ignorancia es la fuerza». Es decir, que la fuerza de los Gobiernos corruptos está en la ignorancia de los gobernados. Todo intento de dominio del mundo social y político pasa por el control de la información en el seno de la sociedad.
Pregunta Goleman: «¿Qué podemos hacer para salir de la caverna en la que estamos atrapados?» , y responde: «Lo único que puede librarnos del autoengaño es el valor para buscar y afirmar la verdad».
Hace 2500 años un filósofo cuyo único delito era cuestionar a sus conciudadanos si estaban o no en posesión de la verdad, con la única finalidad de que no se conformaran con parcelas reducidas de la misma, fue condenado a muerte. Luego no podemos negar que hay que tener valor para darse cuenta de los engaños e ir en busca de la verdad, porque los mismos que tejieron el velo de la mentira no se quedarán de manos cruzadas cuando alguien no tome por realidad lo que no son más que medias verdades o falsedades con apariencia de verdad.
Para explicar los límites que tenemos para darnos cuenta de las cosas tal cual son, Goleman nos explica un fenómeno fisiológico. Hay un punto ciego que se genera cuando al observar dos puntos en una línea horizontal, cerramos el ojo izquierdo y al aproximar el papel donde están dibujados, llega un momento en que el punto derecho desaparece. Es por una carencia de terminaciones nerviosas en una zona de la retina. Normalmente esto se compensa con la visión del otro ojo, por lo que si no cerramos un ojo no se producen estos puntos ciegos. Este mecanismo fisiológico bien podría ser un indicador de la dificultad intrínseca del ser humano para percibir la realidad en su totalidad.
A veces los acontecimientos de nuestro mundo son tan atroces (guerras, amenazas nucleares, peligros climáticos, amenazas de escasez de alimentos y recursos, etc.) que sería muy complicado seguir con nuestras vidas si todo esto ocupara el centro de nuestra atención. Algunos psiquiatras explican que se genera una especie de anestesia para producir una insensibilidad ante unos hechos frente a los que, por otro lado, pocas alternativas de acción eficaz tenemos y que generarían en nosotros emociones paralizantes como la rabia o la impotencia.
Para no tener presentes constantemente estos aspectos de la realidad, se produce el mecanismo de la «atención selectiva». Aquello a lo que prestamos atención, nos dice Goleman, queda dentro del marco de nuestra conciencia, pero lo que es desechado, termina desvaneciéndose. Pero si bien es cierto que en el mundo ocurren grandes catástrofes y atrocidades, no podemos negar que cada día suceden también acontecimientos maravillosos, como el amanecer, la sonrisa de un niño, el crecimiento de las flores…
El tema de cómo nuestra mente distorsiona la realidad creando una ilusión ha sido tratado por muchos filósofos y pensadores a lo largo del tiempo.
Un texto tibetano rescatado para Occidente por la insigne filósofa H. P. Blavatsky, La voz del silencio, nos advierte de la naturaleza de nuestra mente y nos explica que es la gran engañadora, la generadora de ilusión.
Goleman hace referencia a Buddhagosa, un monje budista del siglo V, que denomina la distorsión de la mente moha, ‘la ilusión’. Y la define como una neblina mental que nos lleva a percibir erróneamente los objetos de conciencia, porque oscurece la verdadera esencia de las cosas. Pero esa búsqueda de lo esencial, lo verdadero, fue la aspiración de todos los filósofos de la Antigüedad. Los presocráticos llamaban Sophon a esa esencia. Y la filosofía tiene su justificación en esa búsqueda de la realidad. Todas las escuelas filosóficas de la Antigüedad tienen su fundamento en la aplicación de unos métodos aplicables a la vida para lograr el conocimiento de la verdadera naturaleza del ser humano.
Aristóteles dice: «Todo hombre tiende por naturaleza al saber». Lo que nos impide ver las cosas tal cual son, según nos explican filósofos de distintas escuelas como los estoicos, son las pasiones. Y según los místicos, como Buda, son los apegos. Goleman, en términos más actuales, dice que la causa de ese ocultamiento de la realidad es «el impulso defensivo de evitar la ansiedad».
Ya hablemos de pasiones, de apegos o de ansiedad, lo cierto es que nos estamos refiriendo a aspectos del ser humano que no tienen la habilidad de descubrir certezas, realidades, visión clara, nítida, verdadera. Tendríamos que plantearnos también que si la finalidad del dolor es «darse cuenta de algo», si es bueno tratar de adormecer el dolor a toda costa. Si una de las causas de la generación de puntos ciegos es liberarnos de la ansiedad y el dolor que nos producen ciertos recuerdos, quizás eso nos impida tomar conciencia de qué cosas podemos cambiar o mejorar en nuestra vida, es decir, ir a la causa del dolor. Muchos de los avances de la psiquiatría y la medicina moderna tienen su fundamento en evitar el dolor, pero a veces el dolor tiene una función sanadora, como el duelo natural por la muerte de un ser querido, o el dolor que acompaña a la inflamación a consecuencia de un golpe o una fractura.
El mecanismo que nos impide ver las cosas tal cual son para no sufrir es producto de cierta somnolencia o adormecimiento. No por casualidad al Buda se le denominaba el Despierto. El Dr. Mario Alonso en su libro ¡Tómate un respiro! nos dice que Buda fue un científico de la mente, y gran parte de su mensaje trata sobre el dolor y el sufrimiento. Nos dice que el dolor es consustancial a la vida humana, pero el sufrimiento es opcional. Quizás una manera poco inteligente pero eficaz de ahorrarnos sufrimiento sea el adormecimiento, caer en una especie de sopor que nos insensibiliza a la percepción del sufrimiento, pero a costa limitar nuestra comprensión de las causas del dolor. Si fuéramos capaces de comprender las causas del dolor, podríamos empezar a iniciar un camino de liberación y de despertar profundo que nos lleve a la captación de la realidad.
Quizá el poner luz en los puntos ciegos pase por dejar de dar el protagonismo a nuestros aspectos más limitantes y generar un impulso hacia el despertar. La cuestión, como nos indica Goleman, es entender los mecanismos que limitan y restringen nuestra percepción de la realidad para poder trascenderlos, ensanchar los límites que restringen nuestra acción y nuestro pensamiento. «Mi objetivo —nos dice Goleman— se cifra en reflexionar sobre las causas de nuestra situación colectiva. ¿Cómo podemos —si somos tan venerables al adormecimiento— despertar? En mi opinión, el primer paso necesario para despertar consiste en darnos cuenta de la forma peculiar en que estamos dormidos».
Precisamente, la finalidad de la filosofía es explicar la totalidad de la realidad. Poder llegar al ser o esencia de todas las cosas. Y justamente esa esencia es toda luz, es lo que ilumina. Cuanta más luz, menos limitaciones, menos puntos ciegos. La verdad hay que buscarla por sí misma. Mientras prevalezcan otro tipo de intereses mezquinos jamás se dará a la verdad la importancia que le corresponde.
La mentira es ausencia de verdad. Platón nos dice que la ignorancia es la mayor de las locuras. Y el vicio se da cuando hay privación de ciencia y conocimiento. Si la naturaleza del ser humano es la razón y el fin de la razón es la verdad, todo lo que tienda a ocultar la verdad va en contra de nuestra naturaleza. Si en la escala de prioridades prevalece el poder, el dinero, la comodidad, la apariencia de las cosas, daremos prioridad a lo que las favorecezca, aunque para ello haya que resaltar ciertos aspectos y ocultar otros. Es decir, que el deseo de saber es consustancial a la naturaleza del ser humano. Quizá debamos reconocer que hay un trecho entre la existencia de puntos ciegos y la búsqueda de una visión clara y certera.
Ese deseo de saber más y mejor es lo que bien podemos denominar filosofía.