Filosofía — 1 de octubre de 2023 at 00:00

Delia Steinberg Guzmán: una filósofa para el siglo XXI

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Delia Steinberg Guzmán

Cuando establecemos vínculos de corazón con una persona, la amplitud de lazos con los cuales nos unimos sobrepasa con creces los propios del contacto presencial. Pese al transcurrir del tiempo, no solo somos capaces de reconocer su mirada, las facciones de su rostro, el sonido de su voz, la forma de mover las manos, la manera de acompasar los gestos de su cuerpo con las expresiones de su cara, el paso de su caminar o la luz de su sonrisa, sino que también intervienen otros muchos lazos sutiles que aseguran ese vínculo de corazón.

Así, también se reconocen los rasgos del alma de esa persona, su manera de dialogar con la vida, de hilvanar sus sueños e ideales en el tejido del futuro, de afrontar todos los escenarios por los que la existencia le hace pasar, el pensamiento con el que nutre las conversaciones, con el que da forma a los inefables ideales o que evoca la raíz humana de los sentimientos más elevados.

De esta manera, al igual que nuestro cerebro es capaz de reconocer la información que le aportarían los sentidos acerca de la presencia de esa persona querida entre un millón entre las que estuviera, nuestra alma es capaz de reconocer las improntas que dejó en ella el transcurso de ese vínculo de corazón, de entre tantas huellas que nos dejan otros tantos lazos. Cada ser deja una impronta única en nuestro interior, tal y como la mirada que reconoce el cerebro es irrepetible.

Llegado el caso de la separación, porque ningún contacto entre personalidades es permanente, el conjunto de improntas, de huellas en nuestro corazón, llega a ser el legado más certero y seguro del vínculo con esa persona querida. Las características de su alma, reconocidas y alojadas en la nuestra, nos devuelven la presencia —ahora sí, sutil, y por tanto menos deleznable— del ser de aquella persona querida. Y en la medida que las busquemos en nuestro interior y las incorporemos a la cotidianidad de nuestra vida, esa persona que partió y cuyo contacto material ya no es posible, seguirá presente, muy presente con nosotros.

Tal es el caso de Delia Steinberg Guzmán, querida por tantos. Su vida estuvo colmada de todo cuanto un ser humano puede esperar para afirmar que vivió plenamente, y muchas, muchas personas desarrollamos fuertes vínculos con ella, de la naturaleza que cualquier hombre o mujer establece con aquel a quien considera un referente, un modelo o guía.

Cuando los sentidos ya no recogen señales de su presencia material ni lo harán jamás, queda la presencia de su alma en la nuestra, de una manera más diáfana y fuerte si cabe, porque ya no se ve opacada por las distorsiones que siempre introduce la materialidad de un contacto físico.

Y el alma de Delia Steinberg, repartida en el interior del corazón de tantos y tantos como siguieron sus enseñanzas, su ejemplo y sus ideales, es un alma para el siglo XXI; quiero decir necesaria para el siglo XXI, a juzgar por algunas de sus características más apreciables.

Delia Steinberg Guzmán
Curso de verano de filosofía, España.

En primer lugar, uno de sus rasgos lo constituyen sus enseñanzas, que pueden encontrarse en muchas de las propuestas filosóficas de la escuela de filosofía a la manera clásica Nueva Acrópolis, a cuyo crecimiento y desarrollo consagró su vida. Su mensaje ha servido para poder profundizar más y mejor en la naturaleza de los principios de fraternidad, eclecticismo y desarrollo interior que suponen la columna vertebral del mencionado movimiento filosófico, principios que en sí mismos marcan las líneas prioritarias que debe atender la humanidad del siglo XXI y que constituyen un auténtico reto para nuestras sociedades.

El corazón de Delia Steinberg es fácilmente reconocible por una marcada tendencia hacia la belleza, hacia la búsqueda y reconocimiento de lo bello en cualquier manifestación del genio y los haceres humanos. Pero esa inclinación hacia la belleza no producía en ella únicamente el sosiego de espíritu, sino que la usaba como instrumento de reivindicación y enseñanza, en la seguridad de que el ser humano necesita por igual nutrirse de belleza y de alimentos sanos.

Delia Steinberg Guzmán
Congreso de Filosofía y Voluntariado, 2015.

Delia Steinberg impregnó su vida de belleza, y por eso mismo, el amor hacia el género humano fue otra constante en su existencia. Pero también podemos reconocer esa característica de su ser entre sus cosas o en su habitación, algo tan propio en ella, que ocupó un lugar preferente en quienes mantuvimos un vínculo tan querido. El amor hacia aquellos de los que aprendía y hacia aquellos a los que enseñaba, el amor hacia tantos como pudieron acercarse a ella o a los que ella llegó en su actividad permanente fue continuo. Por ese amor, detestaba cualquier forma de injusticia hacia alguien, sin importar de quién viniese; por ese amor, era sensible al dolor ajeno; por ese amor, no cesaba de enseñar la importancia de desarrollar lo mejor de uno mismo, de tener en cuenta las consecuencias de nuestras decisiones.

Para ella, cumplir con la propia responsabilidad, hacer lo correcto, lo que está bien en cada momento, era incuestionable, y siempre enseñó que era una de las vías más seguras para descubrir y activar las virtudes interiores.

Reconocer y hacer el bien, promover la belleza para el goce el alma y como instrumento re-evolucionario, entender que hay una sola humanidad articulada sobre una gran diversidad que nunca nos hizo desiguales y que, por tanto, debe tener la misma oportunidad de vivir y desarrollar todas sus capacidades físicas, psicológicas, morales y espirituales, todo esto conformó el cuerpo de sus ideales, a cuya plasmación se comprometió mediante una dedicación ejercida hasta el final. Otro rasgo inconfundible de su ser.

Dicha dedicación, es decir, la adhesión inequívoca y la defensa rotunda de sus ideales, la ejerció desde la postura más humana y sublime, blandiendo la filosofía, la capacidad de utilizar las ideas para promover los cambios, las transformaciones, las transmutaciones del ser humano y, por tanto, de la sociedad, siempre desde la paz, pues siempre abominó de la violencia.

Siempre afirmó que el ser espiritual que nos une a todo, las cualidades interiores conocidas como virtudes, capacidades o valores morales, la sensibilidad que nos permite recorrer los caminos del corazón, la vida interior en cuyo seno encontramos el sentido y la posibilidad de continuar, todas estas realidades inmateriales son más poderosas que las materiales y están al alcance de todos los seres humanos.

En definitiva, reivindicar la belleza como experiencia primordial para el ser humano; la unión entre todos; el derecho permanente a hacer el bien frente al interés mezquino de unos pocos; utilizar el amor al conocimiento y el amor al otro como vía para construir el espacio común; trabajar por la posibilidad que tiene cualquier hombre o mujer de desarrollar todas sus capacidades interiores y su ser espiritual como oportunidad segura de superar la adversidad; todo ello, el compromiso con estos ideales y la acción continuada por ellos, son improntas de Delia Steinberg en el alma de tantas personas, que al tenerla presente en lo cotidiano, orientarán sus decisiones hacia la búsqueda de lo que está bien, el amor y la unidad, prioridades para nuestra sociedad. Todo un legado para el siglo XXI.

2 Comments

  1. Maravillosa revista, rica y transcendental en conocimiento variado…
    Muchas gracias,
    Susana

  2. Esta revista tan llena de conocimientos al alcance de todos ,dirigida al Ser que quiere encontrar la Verdad ,de los buscadores que sienten que se perdieron en el camino y que es hora ya de encontrar la senda ,esta revista es perfecta ,me encanta leerla ,conocer a esos grandes pensadores de la vida que lograron romper con estigmas ,creencias y sobre todo con los obstáculos del momento ,felicitaciones

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