La filósofa y humanista Delia Steinberg Guzmán ha escrito libros accesibles e inspiradores sobre temas filosóficos que nos invitan a abandonar una visión intelectual de la filosofía para transformarla en una práctica cotidiana.
Uno de sus temas esenciales es el camino del héroe que conduce a la victoria sobre uno mismo. Tomaremos algunas ideas clave de su último libro, Camino a la victoria bajo cuatro apartados: héroe, miedo, valor y victoria.
El héroe
El héroe es, en los mitos, hijo de un dios y un mortal, llevando dentro de sí una parte de inmortalidad y de temporalidad. Platón cita una antigua referencia que establece un vínculo entre el héroe y el eros, explicando que es hijo del amor. El amor de un inmortal por un ser mortal aporta cualidades trascendentes, como la intuición y la inspiración. El amor de un mortal por un inmortal permite inspirarse e imitar el modelo celestial. En todo caso, este hijo del cielo y de la tierra inicia un viaje que, poco a poco, le permitirá desprenderse de sus fundamentos terrenales para lograr un ascenso a su naturaleza celestial. Esto propicia el desarrollo de su potencial evolutivo para sacar a relucir sus más altas virtudes y cualidades, que lo convertirán en un ser humano realizado que trabaja al servicio de la humanidad.
El heroísmo consiste en asumir el hecho de tener un destino, de avanzar en el camino de la vida sabiendo lo que se espera de nosotros, individualmente y como miembros de la familia humana; es ser capaces de hacer un esfuerzo de voluntad, amor e inteligencia al servicio de la humanidad.
El viaje del héroe se realizará por dentro y por fuera. Emergiendo victorioso de la lucha con sus miedos y dudas, será capaz de superar las pruebas encontradas en el camino, volviéndose dueño de sí mismo. El héroe aprende a superar la muerte a través de la memoria y actúa sobre los tres espacios de tiempo: a corto, a medio y a largo plazo. La vida es una lucha permanente que fortalece, y así permite desarrollar la confianza en uno mismo, conquistando una conciencia despierta.
El héroe posee la eterna juventud, la Afrodita de oro de los griegos, porque siempre guarda en su corazón el entusiasmo, la capacidad de avanzar y asumir nuevos desafíos cada vez y de abrir las puertas del futuro. Lleva en su corazón el misterio de la eterna primavera, la confianza en un amanecer regenerador de la naturaleza, la historia y la vida.
Está solo, porque debe asumir en la soledad sus decisiones y el peso de las pruebas, pero tiene compañeros que, como él, están en la búsqueda. Conoce el significado de la amistad y la solidaridad con sus amigos y con toda la humanidad, por la que trabaja, y sabe poner sus fuerzas a disposición de la viuda y del huérfano…
Experimentará caídas, porque en él coexisten la grandeza divina y la debilidad humana. Pero lo principal es que asume las caídas y aparentes contratiempos como oportunidades para integrar las enseñanzas recibidas y evitar cualquier forma de hybris (arrogancia) que le hiciera perder su naturaleza de héroe.
Las pruebas del héroe lo confrontan con los monstruos del mal acechando en sí mismo, sus defectos más ocultos que no quería ver pero que, sin embargo, llevan dentro de sí el germen de su fuerza. Cada vicio es una virtud distorsionada de su justa medida. Y las fuerzas del bien son las que se despiertan en él cuando transforma una parte de la ignorancia en conocimiento, y por lo tanto, en renacimiento.
Miedos
El miedo es una emoción, y por lo tanto, una manifestación de nuestro ánimo, que nos ayuda a tomar conciencia de los peligros. Como tal, es útil para nuestro equilibrio, pero a menudo su mal uso puede jugarnos una mala pasada.
Podemos identificar varios tipos de miedo: miedo al fracaso, miedo a uno mismo y miedo al dolor.
El miedo al fracaso nos lleva a paralizarnos ante la acción. Nos obliga a asumir la responsabilidad de nuestros errores para corregirlos.
El miedo a uno mismo se manifiesta cuando nuestras pasiones se vuelven más fuertes que nuestra razón y perdemos el control de nosotros mismos. Este miedo refleja una falta de voluntad, porque el auriga pierde el control de su carro y sus caballos.
El miedo al dolor puede atraparnos en un estado de debilidad física, psíquica o mental que nos impida avanzar.
Solo la confianza en nosotros mismos y el coraje nos permiten progresar.
Cuando uno se siente paralizado por alguna forma de miedo, la única solución es volver a moverse. Actuar nos permite trabajar con conciencia nuevamente, aceptando que todo movimiento será en forma de espiral, con ascensos y descensos aparentes, como un aliento entre la acción y la asimilación de la experiencia. Hacer el esfuerzo de actuar, de tomar decisiones, de asumir nuestras elecciones, incluso si implican una parte de error para corregir después, nos permite evolucionar, crecer, actuar de acuerdo con nuestros objetivos y principios.
«Contra el miedo, acción. Hay en la acción una vibración que nos permite salir de toda inercia, de toda quietud. Es la acción la que nos levanta, la que nos arranca del fondo de la piedra, la que nos arranca de esas raíces hundidas en la tierra cuando somos árboles. Es la acción la que pone alas en nuestros sentimientos, la que pone luz en nuestras ideas.
No es tan solo la acción de los pies que caminan; es sobre todo la acción de nuestros corazones que sienten y que saben lo que deben hacer; es la acción de nuestras mentes, que entienden cuáles son las ideas que nos mueven; es la acción del espíritu, que nos obliga al retorno permanente» (p. 57, Camino a la victoria).
Las barreras de la acción son la ilusión del condicionamiento de las circunstancias o las personas. Debemos ganar libertad interior y atrevernos a realizar un esfuerzo que vaya más allá de lo físico, psíquico o mental, porque consiste en conectarse con el ser profundo, el verdadero ser superior que trabaja en continuidad con constancia y perseverancia.
Cuidado con la negligencia, que se alimenta del «olvido», del retraso, de las cosas hechas a medias, de la falta de sentido de la responsabilidad, de la falsa concepción del tiempo. El remedio para la negligencia es la diligencia, una forma de vigilancia, de conciencia atenta como un faro que vela constantemente en la oscuridad de la noche con su luz, que cambia de ángulo pero nunca se apaga.
El valor
Estamos viviendo un momento histórico difícil, estamos participando en una batalla entre gigantes: los gigantes del bien, de lo que es, de lo esencial, contra los gigantes del mal, de lo que no es, de lo falso y lo temporal.
«Estamos ahora en un importante gozne de la historia. El mundo entero se quiebra en sus esquinas en miles de bisagras; y cuando el mundo entero cambia tanto, cuando el mundo se mueve tan rápidamente, cuando la historia se vuelve viento, entonces los seres humanos debemos estar atentos y prepararnos. (…)
Estamos ante una gran batalla de gigantes: grandes gigantes negros, grandes gigantes blancos. Los grandes gigantes negros representan todo lo que «no es», todo lo que aparenta ser pero que, sin embargo, quiere ocupar el sitio que no le corresponde en el mundo. Los gigantes blancos representan lo que es, porque siempre ha sido y siempre será. (…)
Tiempos duros estos…, tiempos de prueba, en que vamos a tener que volvernos gigantes blancos, alcanzar la altura de aquellos que siempre han señalado el camino de la verdad. A los gigantes blancos les corresponde mejorar el mundo y trazar una huella de acciones nobles, y luchar por dejar espacio a los mejores sentimientos, como la fraternidad, la convivencia, el amor. Es tiempo de traer, no razones, sino ideas; y no solo ideas, sino ideales; y no solo ideales, sino voluntades» (Camino a la victoria, pp. 71 y 72).
Se necesita fortaleza para conocerse a uno mismo, amar la sabiduría y asumir este tiempo de pruebas, actuar para mejorar el mundo, con acciones nobles y sentimientos superiores, sirviendo a la fraternidad y los ideales nobles.
El coraje es la ira dominada por la inteligencia para superar los peligros. No es ni imprudencia impulsiva ni tímida indiferencia. «El alma de los coléricos está en manos de otros».
Coragere significa actuar con el corazón, estar en concordia.
El corazón es un puente de equilibrio entre los instintos y la inteligencia. Un eje. A través del coraje, uno puede manejar bien el corazón.
Uno puede actuar con el corazón de varias maneras, ya sea con emociones, lo que conduce a la inestabilidad y la pérdida de metas, o bien actuar con prudencia, lo que genera serenidad y un coraje que vence las dudas, pero conduce a un compromiso ponderado, por exceso de celo. La tercera opción es actuar con valor, realizar la acción inteligente y con corazón y sentido de oportunidad, Kairos, lo que conduce al gran compromiso y al servicio sin cálculo mezquino.
Los egipcios evocaron esta acción con el corazón a través de la escena de la psicostasis, el pesaje del alma después de la muerte en la balanza de Maat, la justicia y la verdad. El corazón justo, por lo tanto, valiente, era tan ligero como la pluma y podía avanzar hacia el trono de Osiris.
Con los diferentes planos de la personalidad, construimos un escudo protector que permite una defensa eficaz contra la agresión. Se forma a partir de nuestras energías internas: los mejores pensamientos, sentimientos, energía y acciones. Es la suma de nuestras virtudes y nuestros esfuerzos. Evita que los defectos nos posean. Este escudo forma una «atmósfera» a nuestro alrededor. Es permeable y se alimenta de lo positivo que vivimos.
También hay escudos destructivos, que tienen armas dañinas y están constituidos por el deterioro, la falta de mantenimiento de nuestras cualidades. O por inversión de valores, como la ausencia de motores morales: pasividad o egoísmo.
El héroe construye sus escudos para superar las dificultades y luchar constantemente contra las trampas encontradas en el camino.
Los límites son naturales y peculiares de la condición humana. Las limitaciones, como la ignorancia, la indecisión o el orgullo, reflejan nuestra falta de voluntad. Pueden ser barras de hierro que nos encierran o bandas elásticas que se pueden ensanchar para sobrepasarlas. Nosotros somos los que los creamos, fortalecemos o debilitamos. El guerrero con determinación y perseverancia logra combatir la inercia, la impotencia y la confusión.
El héroe convoca al guerrero interior (el ser superior), que lucha con nobleza. Ganar la batalla significa ganar terreno dentro. Admitir la derrota es rendirse sin luchar.
La victoria
El éxito es un hecho objetivo. La victoria, un estado del alma. El sentimiento de victoria ennoblece el alma, es una alegría íntima. Es una plenitud del ser que nace de la conquista de uno mismo. Es el resultado de un esfuerzo inteligente.
El héroe se convierte en un filósofo victorioso que logra gobernarse a sí mismo.
El fundamento de la victoria se compone de :
Fuerza, la capacidad de usar los recursos internos.
Poder, la seguridad de una confianza basada en la conciencia.
Vigor, una energía que garantiza una acción constante.
Determinación, resolver problemas, saber llegar hasta el final.
Valentía, la audacia que hace retroceder el peligro.
Salud en todos los planos de la personalidad.
Velocidad, actuar en armonía con el tiempo y el ritmo correcto de la acción.
Vehemencia, fuego y ardor del corazón en paz con su alma.
Impulso, esfuerzo constante para seguir avanzando.
El héroe despliega una lucha moral, que surge de la suma de sus virtudes. La lucha moral permite conquistar nuestros valores humanos y mantener la serenidad en medio de la tormenta. Se puede crear su espacio interior a través de medios éticos y estéticos. La paz tranquila surge del control de los opuestos.
El héroe está dispuesto a sacrificarse hasta la abnegación para ponerse al servicio de los demás. Hace la ofrenda de sí mismo y gana espacio en su alma.
Los defectos impiden la progresión evolutiva. Pueden ser superados con astucia, esencialmente aprendiendo a enfrentar todas las formas de miedo ya mencionadas.
El gran objetivo para el héroe en cada uno de nosotros es saber cómo responder a la pregunta: ¿qué hacer con nuestra vida?
Una vez que se aclara el objetivo, se trata de recorrer el camino de la vida con nuestras pequeñas victorias diarias.
En resumen : el héroe realiza hazañas, es un conquistador y el verdadero significado de la victoria es estar siempre listo para comenzar de nuevo e ir cada vez más lejos y más alto en el camino hacia las estrellas.
Delia Steinberg fue este «ejemplo diario de esfuerzo y superación, alegría y convicción» (Camino a la victoria, págs. 108, 109). Una verdadera heroína de la vida cotidiana.