Culturas — 1 de diciembre de 2023 at 00:00

Censura de clásicos de la literatura: ¿adaptación o despropósito?

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Censura de clásicos

Hace algunos meses leía en la prensa española el siguiente titular: «La editorial de Agatha Christie reescribe algunos de sus libros para adaptarlos a “las nuevas sensibilidades”». Esta «adaptación» pasaba por hacer, de momento, un cambio completo del título de la obra Diez negritos, la cual, pasaría a llamarse Y no quedó ninguno, como reza la última estrofa de la canción infantil que determina los asesinatos en la novela.

Poco tiempo después, me enteré, por redes sociales, de que también se censuraría el cuentecito infantil Charlie y la fábrica de chocolate, de Roald Dahl, esta vez, por gordofobia. Si alguien ha leído este cuento o ha visto la adaptación que hizo Tim Burton para la pantalla allá por 2005 (bastante fiel al original), sabrá que en esta historia cinco niños visitan la fábrica de chocolate del gran Willy Wonka, quien, además, sorteaba un gran premio para aquel niño que fuera más obediente en la visita, y recalco la palabra «obediente».

¿Dónde se encuentra aquí la posible gordofobia? Bien, la explicación que se da es que uno de los niños, Augustus, aparece con obesidad, dando una imagen de las personas con sobrepeso u obesidad muy lamentable, al ser un niño desobediente e incapaz de tener algo de autocontrol (razón por la cual termina atrapado en un tubo que conducía chocolate líquido).

Censura de los cásicos

Por otra parte, la adaptación cinematográfica de 1939 de Lo que el viento se llevó no escapó tampoco a la polémica. Esta obra es una adaptación de una novela que, en realidad, se escribió solo poco antes . No nos interesan aquí fechas concretas, sino solo hacernos una idea de que hablamos de la primera mitad del siglo XX en Estados Unidos. Lo que se critica de esta obra es su defensa o exaltación abierta de la esclavitud de los afroamericanos, lo cual sí, es abiertamente racista y esclavista, por lo que ¿qué tiene de malo censurarla? Vamos por partes.

Sobre Agatha Christie es importante señalar, en primer lugar, que el título de su libro no hace alusión a personas reales, sino a unas figurillas que aparecen en la obra como indicador de las personas que morían en la casa. Por otro lado, creo que es importante entender el contexto histórico, social y cultural en el que estamos. Agatha Christie fue una mujer inglesa, blanca, de clase media, nacida en la primera mitad del siglo XX, y esto es importantísimo porque lo que Christie escribía era su visión del mundo y la realidad que le rodeaba. Por supuesto que iba a tener tintes racistas, pero también clasistas (y bastante grandes, de hecho) y, precisamente por eso, censurarla sería un error.

Agatha Christie es, además de una escritora, un producto histórico de una sociedad, una geografía y una forma de vivir muy específicas. Eliminar los elementos que definen este contexto en sus obras es un gran error por una razón: nos llevará a los lectores presentes (y futuros) a olvidar un pasado que fue real y que nos pertenece a los europeos en general y a los ingleses en particular.

 

¿Qué se pretende?

Esto me lleva a plantearme la siguiente cuestión: ¿qué se pretende realmente con este cambio? El pasado no puede cambiarse. Europa fue (y es aún) un continente colonialista, imperialista y racista. Inglaterra fue el mayor Imperio moderno y le siguen Francia, España, Italia, Países Bajos, Portugal y un larguísimo etcétera. Estos imperios colonialistas hicieron (y siguen haciendo) un daño ya casi irreparable a prácticamente toda África, Oriente Medio, India, lo que hoy llamaríamos Latinoamérica, etc. No estamos hablando de un pasado lejano que ya no responde a la realidad, como podríamos pensar con Alejandro Magno, sino del presente, porque el colonialismo existe aún y, por tanto, vuelvo a preguntar: ¿qué se pretende de verdad con estos cambios? Yo considero dos razones: por un lado, si somos bienpensados, podemos creer que estamos ante un posible fenómeno de reparación o de intento de reparación desde el mundo de la cultura para hacer ver que la Europa de hoy no es la del siglo pasado y que la Europa de hoy no tolera los comportamientos racistas y colonialistas de nuestros antepasados. Sin embargo, esta hipótesis no es real porque, si esto fuera así, ¿no se harían esfuerzos desde los Gobiernos europeos por eliminar su presencia y sus intereses coloniales en estos países «emergentes»?

Siendo malpensada, por otro lado (o mejor dicho, realista), entiendo este fenómeno como un intento, bastante burdo en mi opinión, de «esconder la porquería debajo de la alfombra» tratando de eliminar todo atisbo e indicio de una Europa racista, clasista y colonial, aunque, en realidad, lo fue y lo sigue siendo. Por esto, en el caso de Agatha Christie o Lo que el viento se llevó, entiendo este fenómeno de limpieza especialmente grave, porque se pretende hacer olvidar y engañar a la población, al mundo y, en especial, a los propios europeos, sobre sus errores históricos dando cabida a la posibilidad de que, en el futuro, se minimice el fenómeno colonial haciéndolo pasar por un simple episodio de imperialismo pasajero que terminó con «una vuelta al inicio» a partir de la segunda mitad del siglo XX con los diferentes fenómenos de descolonización, olvidando que la descolonización no es real porque nunca se llegó a terminar de producir; seguimos siendo coloniales y la existencia de lo que llamamos «tercer mundo» es la prueba. Por esto, el caso de Agatha Christie y Lo que el viento se llevó me parecen especialmente perversos.

Por lo que respecta a Roald Dahl, su censura por supuesta «gordofobia» me parece un simple error de lectura. No han sabido leer lo que dice realmente Charlie y la fábrica de chocolate, no han sabido entender cuál era el quid de la cuestión, poniendo el acento en algo que ni siquiera existe dentro del cuento. No hace falta preguntar al autor (si se pudiera) ni a los que le conocieran por el «enigmático» sentido de su cuentecillo porque no hay misterio alguno, y basta con saber leer qué se está contando en la historia.

Y no hace falta ser muy inteligente ni tener un doctorado para entenderlo porque está muy claro: el mensaje va contra la desobediencia y la rebeldía de los hijos; es más, más que contra los niños, Dahl parece estar más bien dirigiéndose a los padres. El mensaje, si leemos bien, sería algo así como: «educa bien a tus hijos porque llegará un momento en el que estarán solos y será la vida la que les ponga en su sitio sin que tú puedas hacer nada para evitarlo». Si observamos bien, todas las desgracias que suceden a los niños desobedientes también afectan directamente a los padres, quienes sufren de gran ansiedad cada vez que uno de los niños es absorbido por alguna de las máquinas de Wonka, bien sea el tubo de chocolate, la basura de las nueces o el exprimidor de jugo, sin que puedan hacer nada para evitarlo o repararlo.

Hablamos también de padres enfocados más que en criar a sus hijos, en mimarlos. Me atrevería incluso a decir que, si hay verdaderos villanos en esta historia, serían los propios padres de los niños, porque no solamente dejan actuar a estos sin control alguno, sino que, además, cuando ven las consecuencias de la desobediencia de los niños, culpan y exigen a Wonka una reparación. Nada se dice, por tanto, sobre la obesidad ni la condición física de nadie en la obra: ¿cómo, entonces, se ha llegado a la conclusión de que es gordófoba? Pues por la razón que indiqué antes: no han sabido leer la obra y ha cundido el pánico sobre un tema que ni siquiera se trata, porque el tema del sobrepeso o la obesidad ni siquiera aparecen o se mencionan.

En resumen, y en vista del análisis que se ha hecho, entiendo que estos fenómenos de censura son claramente equivocados y pueden llevarnos a lo que en biología se llama «efecto rebote», es decir, que por tratar de ocultar nuestros errores pasados como sociedad dentro del mundo de la cultura, lleguen a aumentarse exponencialmente los comportamientos que tratamos de eliminar y censurar, porque si la gente no ve con sus propios ojos sus errores y su comportamiento, volverá a reproducirlo. Y lo que es peor, puede darse el fenómeno del escepticismo: los jóvenes seguirán estudiando el colonialismo y el imperialismo en sus clases de historia, pero nunca serán capaces de ver realmente el alcance y las consecuencias de lo que dice su libro de texto. Para ellos, existió un vago fenómeno llamado imperialismo y otro llamado colonialismo que tenían equis características, acabó de equis forma, pero jamás será una realidad palpable si no ven, leen o entran en contacto de forma directa con ese pasado, a través de los rastros culturales que se dejaron, como son estas obras literarias, y, así es como podría decirse que censurar es olvidar.

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