Bajo el término mente o mental agrupamos un conjunto heterogéneo de propiedades y estados: sensaciones, emociones, sentimientos, conjeturas, creencias, deseos, dudas, pensamientos, habilidades diversas como inteligencia, imaginación, deliberación, rasgos de carácter… ¿Cuáles son las características que definen lo mental y lo distinguen de lo que no lo es?
Una característica es la conciencia, entendida como «tener conciencia de» y no en su acepción moral. Para Descartes la conciencia no es física. Muchos filósofos de la mente presentan modelos cognitivos para explicarla. La intuición que tenemos los seres humanos respecto de la conciencia es que, gracias a la reflexión, podemos decidir libremente. Entre el estímulo exterior y la respuesta instintiva está instalado un yo-conciencia que delibera y actúa. Esto nos hace responsables de nuestros actos. Además, somos autoconscientes, tenemos mente y sabemos que la tenemos. Estas características no son totalmente definitorias de la conciencia porque en ellas queda excluido el campo de lo inconsciente.
Otra característica de lo mental proviene de la definición de Brentano: un fenómeno mental es aquello que siempre tiene una referencia a un contenido, que se dirige a un objeto, posee «intencionalidad». Esta característica se aplica a pensamientos, creencias, deseos, esperanzas, intenciones, donde el sujeto adopta una actitud. Pero hay estados mentales que se caracterizan por una cualidad sentida por el sujeto (conocidos como estados fenomenológicos o qualia), como el dolor, las experiencias de los sentidos o algunas emociones. Y también algunas disposiciones puras, como la inteligencia, la fuerza de voluntad o los rasgos de carácter, aunque en estos casos aún se puede encontrar un rasgo de intencionalidad.
Una clasificación de lo mental podría ser:
* Estados mentales intencionales (creencias, deseos).
* Estados mentales no intencionales con contenido fenoménico.
* Procesos mentales, transición de un estado a otro.
* Disposiciones puras: capacidades (inteligencia, fuerza de voluntad) y rasgos de carácter (soberbia, autoestima, ambición, ingenio, generosidad).
El contenido mental tiene tres dimensiones importantes:
Dimensión epistemológica: el sujeto tiene un conocimiento directo del contenido. Se denomina también asimetría epistemológica entre primera y tercera persona. Conozco los estados mentales de otras personas sobre la base de su comportamiento y lo que quieran transmitirme verbalmente. En cambio, tengo un conocimiento directo de mis creencias, sensaciones o deseos (autoridad de la primera persona). Esta asimetría no se da en el caso de las propiedades físicas (peso, color de pelo). Conozco mi peso con la misma balanza que los demás. Pero no todas las propiedades mentales presentan esta asimetría; yo sé si soy generoso o envidioso más o menos como lo saben los demás. A veces, incluso, son mejores jueces las terceras personas (nosotros mismos podemos sobrevalorarnos o infravalorarnos). Esto es así para las habilidades y rasgos de carácter.
Dimensión semántica (compartida con el lenguaje). Los enunciados mentales tienen un contenido con significado y son verdaderos o falsos dependiendo de su contenido. En muchos estados mentales hay una relación semántica entre el estado intencional y el mundo. Algunos actos de habla y estados mentales se corresponden con el modo en cómo es el mundo, mientras que otros imponen sobre el mundo la obligación de que se corresponda con ellos. Es la diferencia entre una creencia y una orden.
Dimensión explicativo-causal: los contenidos mentales parece que tienen eficacia causal en la conducta del sujeto. Nuestra conducta consciente no depende de cómo son las cosas, sino de cómo creemos que son y como deseamos que sean, depende de nuestros estados mentales, y estos justifican racionalmente nuestras acciones. Nosotros podemos decidir el curso de nuestra vida, tenemos derecho a la libertad; somos, por tanto, responsables de nuestras acciones. Estas convicciones determinan nuestras estructuras sociales y la valoración de nosotros mismos y los demás. Pero no tendrían sentido si nuestra mente no tuviera poder causal sobre el mundo de la materia.
¿Cómo puede algo mental intervenir causalmente en el mundo natural? Tenemos tres grandes casos para explicar:
* Un evento físico que causa un evento mental.
* Un evento mental que causa un evento físico.
* Un evento mental causando otro evento mental (esencial en el conocimiento humano); por ejemplo, creamos nuevas creencias desde las inferencias.
Para Fodor la causalidad mental es innegociable.
El dualismo de sustancias sostiene que la mente y el cuerpo son dos entidades ontológicamente independientes, y el ser humano está compuesto de estas dos sustancias. El representante más conocido es Descartes. En sus Meditaciones metafísicas busca alcanzar alguna certeza racional, por lo que descarta las creencias sobre el mundo físico que le proporcionan los sentidos, e incluso descarta la certeza de las proposiciones matemáticas puesto que puede existir un Genio Maligno que le engañe. La única certeza que tiene es que está pensando (dudando, creyendo…) y este será el primer principio de la filosofía: la existencia de su mente. De ahí afirma que la mente es enteramente distinta al cuerpo y que no necesita nada material para existir.
Las críticas a Descartes son muchas. Se discute la validez lógica de su argumento, también que alguna de las premisas de la argumentación sea falsa, o bien que comete una falacia de petición de principio, o una falacia de ambigüedad en los términos, donde yo y mi cuerpo denotan la misma entidad. Pero, aunque Descartes no lograra demostrar el dualismo, no implica que sea falso. Así que, siguiendo a Popper, deberíamos poder demostrar su falsedad.
El dualismo logra conciliar muchos aspectos de la teoría con la concepción cotidiana de la mente, permite tener libertad, aunque la materia esté determinada por leyes, pero aparece el «problema de las otras mentes», puesto que no puedo saber si yo me refiero a lo mismo que otra persona cuando digo que tengo dolor o que deseo.
El inconveniente más serio del dualismo es que no ofrece una explicación satisfactoria de la interacción causal de la mente y el cuerpo. Si la mente no es algo físico, no ocupa un espacio físico, ¿cómo puede una causa mental producir un efecto conductual que ocupa un lugar en el espacio?
Inicio del siglo XX: epifenomenalismo, emergentismo, panpsiquismo
Desde el punto de vista del epifenomenalismo, los estados mentales son «subproductos» causales de estados neurológicos, pero no causan por sí mismos estados físicos u otros estados mentales, son como una imagen en el espejo o como los síntomas de una enfermedad. Huxley utiliza el símil de que lo mental sería como el sonido de la sirena de vapor que acompaña al funcionamiento de una locomotora sin influir para nada en su maquinaria.
El epifenomenalismo plantea una relación monodireccional, el evento físico determina el evento mental, no al revés. Es el ejemplo del dolor: el dolor no causa una estimulación nerviosa, sino que la estimulación nerviosa causa el dolor. A pesar de ello, el epifenomenalismo no puede explicar que la sensación de dolor, en cuanto sensación, puede hacer que una persona haga todo lo posible para ponerle fin.
Otro punto de vista fue el panpsiquismo. La idea se desarrolló en diferentes caminos. En la versión de Russell, por ejemplo, el espacio, el tiempo y la materia son una forma de mentalidad. El panpsiquismo tenía preguntas importantes que enfrentar; por ejemplo, ¿se suponía que el universo tenía un plano mental o solo mentes conscientes?
La visión más desarrollada de la causalidad mental que surgió a principios del siglo XX fue la noción emergentista de causalidad. En esta posición filosófica, la complejidad orgánica nerviosa produce propiedades no deducibles de la suma de las partes del organismo, similar a como el agua con sus propiedades aparece de la unión de dos elementos (H y O) con propiedades muy diferentes al resultado final. La emergencia es la aparición sincrónica de propiedades en los sistemas materiales que no se dan en sus componentes, emergen como productos brutos, novedosos, de manera no causal. Así, la vida es una propiedad emergente respecto a los componentes químicos de las células, y la conciencia y las propiedades mentales emergen desde la complejidad química. El emergentismo no admite otro tipo de entidades que las físicas. Hay que tener en cuenta que el emergentismo no explica cómo entender las propiedades emergentes, y por qué tienen una relación causal, ni cómo dependen de las propiedades físicas subyacentes.
El emergentismo de Popper no es materialista: la mente surge por evolución, pero no es lo mismo que la materia. En cambio, en John Searle la mente surge de la organización cerebral y es de naturaleza biológica, la conciencia es una propiedad causalmente emergente de ciertos sistemas complejos y no puede ser explicada solo a partir de la composición física de tales sistemas.
El conductismo lógico, no psicológico, es una teoría filosófica de la mente basada en el análisis lógico y semántico de los términos y proposiciones con los que describimos la mente. El rasgo común de las distintas versiones es la tesis de que analizar la conducta es analizar la subjetividad. Las versiones son muy diferentes entre sí.
Un ideal del positivismo de Carnap junto con Hempel y otros era llegar a unificar todas las ciencias basándose en la física, una física ideal todavía por construir que pudiera reducir todos los conceptos a magnitudes. Carnap pretende reducir el lenguaje psicológico a un lenguaje que describa fenómenos físicos observables. La verificación que aceptaban era solo a través de la observación empírica. Aunque reconocían que por el momento era inviable esa reducción de lo psicológico a lo físico, confiaban en que sería posible.
En general, el conductista filosófico rechaza que los términos mentales posean eficacia causal (por ejemplo, que nosotros hacemos cosas a causa de nuestras creencias). Términos mentales tales como una creencia caracterizan disposiciones. Por ejemplo, cuando atribuimos fragilidad a un objeto, no estamos afirmando que está en un estado que causa su rotura, sino que se rompería fácilmente. Del mismo modo, al atribuir una creencia a alguien no estamos haciendo una afirmación sobre los estados internos, sino simplemente caracterizando a la persona en términos de lo que ella podría hacer en determinadas circunstancias.
La explicación que Carnap ofrecía de los sucesos no era una explicación causal. El matiz entre explicación causal y disposicional está claro en el ejemplo de la fragilidad: si una copa cae al suelo y se rompe, podemos decir que se rompió porque era frágil (explicación disposicional) o porque alguien la tiró (explicación causal).
Carnap tiene en cuenta las emociones, los estados de ánimo y los rasgos de carácter, pero elude dar explicaciones sobre las actitudes proposicionales o estados intencionales, y también tiene dificultades con los enunciados psicológicos en primera persona que no versan sobre la conducta, como «tengo dolor de estómago», donde lo que tengo es una vivencia del dolor. Es una teoría descartada en la actualidad.
Concibe la filosofía como una actividad autónoma e independiente de la mente, así que se distancia del positivismo. Asigna a la filosofía la tarea de librarnos de las confusiones conceptuales del lenguaje. Explica el dualismo cartesiano con la imagen que ya es clásica de «el mito del fantasma en la máquina», donde la máquina es el cuerpo y el fantasma es la mente. La confusión, según Ryle, es lo que denomina un «error categorial». Si alguien, después de visitar los edificios de un campus, las oficinas, las bibliotecas, pregunta dónde está la universidad, comete un error categorial porque cree que la universidad es una entidad aparte (un fantasma oculto). Así, la mente no sería una entidad aparte del cuerpo y su conducta, sino el conjunto y su organización.
Ryle no pretende que el lenguaje mental sea traducible a un lenguaje físico. Sus explicaciones sobre los rasgos de carácter como envidioso o perezoso cuadran bien, pero tiene dificultades para explicar los estados intencionales como deseos o creencias y los estados fenomenológicos como dolor y placer.
Wittgenstein interpretó muchos problemas filosóficos, como el problema mente-cuerpo, como un resultado de la confusión lingüística, y propuso desembarazarse de tales confusiones prestando atención a cómo usamos el lenguaje ordinariamente, incluidas nuestras expresiones idiomáticas mentales. Una de las conclusiones es que el lenguaje mental no es un lenguaje privado como afirma la concepción cartesiana de la mente. Para Wittgenstein, nuestra capacidad para usar el lenguaje depende de nuestro uso intersubjetivo; solo comparando con los demás puedo distinguir los usos correctos o incorrectos.
Para Wittgenstein, conocer el significado de una palabra es también conocer su función, su uso (como sustantivo, verbo, adjetivo…). Si digo «esto es una mesa», no estoy describiendo la mesa. En verdad, lo que digo es: «este objeto es llamado mesa, al igual que otros similares». El significado está en la forma de usarlo como un sustantivo, y esto es algo que aprendemos en la sociedad, seguimos unas normas que la colectividad marca para hacer del lenguaje una herramienta de uso común.
Para Wittgenstein el lenguaje no describe los estados mentales, sino que los expresa, es decir, sustituye ciertas manifestaciones conductuales. Por ejemplo, al gritar expreso mi dolor, y de niño aprendo a sustituir el lamento por la palabra dolor.
Teoría de la identidad mente-cerebro
El llamado materialismo de la identidad o neurologismo es una doctrina que relaciona los estados mentales con estados neurofisiológicos, de manera que los primeros son idénticos a los segundos. Aunque es creencia común que la neurobiología ya ha demostrado la verdad de esta identificación entre mente y cerebro, esta demostración no existe. La popularización de esta creencia se apoya en que se ha descubierto que algunas funciones psicológicas (sensaciones, percepciones, pasiones) tienen su correlato en funciones físicas recepcionadas o emitidas por el cerebro en conjunto con las glándulas endocrinas. Pero no es así en los estados intencionales. Supongamos que tuviéramos leyes que conectaran creencias con estados cerebrales. Para determinar si alguien tiene una cierta creencia, podríamos leer su mente leyendo su cerebro, y estamos muy alejados de esta situación.
Esta teoría es una hipótesis científica que, según sus defensores, no es ni autocontradictoria ni autoevidente. El desarrollo de la investigación neurológica será quien lo confirmará o refutará. Acepta que no hay equivalencias lógicas entre las proposiciones físicas y psicológicas. Podemos hablar de agua sin saber que su composición química es H2O; así, puedo hablar de mi estado mental sin ser neuropsicólogo.
- M. Armstrong defendió el carácter razonable de la teoría de la identidad y la planteó de forma amplia, en la que toda la mente del ser humano se reducía a la física. Por eso se conoce también como materialismo reductivista. Se apoya en el concepto cotidiano de las relaciones causales que un estado mental provoca en la conducta de un ser humano: la mente puede actuar sobre el cuerpo porque los estados mentales son estados físicos. Esto convierte la hipótesis en razonable.
La teoría de la identidad de propiedades, que es la que estamos tratando aquí, supone que hay unas leyes que de forma biunívoca hacen de puente entre los estados mentales y los estados del sistema nervioso. Este punto ha sido puesto en duda por Churchland y Putnam, aludiendo a la posibilidad de que los animales u otras formas de vida también puedan sentir dolor y tener estados mentales. Incluso sería posible que los correlatos neurológicos sean distintos en distintos individuos o en el mismo individuo en épocas diferentes de su vida.
El funcionalismo es la teoría filosófica de la ciencia cognitiva cuya tesis radica en que las propiedades mentales son propiedades funcionales. Una propiedad funcional es una propiedad que un objeto posee para cumplir cierto papel causal en un determinado contexto. Por ejemplo, un reloj. Su función es medir el tiempo y no importa si físicamente es un reloj de pared, digital, de arena o una clepsidra.
La relación entre lo mental y lo físico se describiría así: puede haber objetos físicos diferentes con las mismas funciones, pero si no hay diferencia física no hay diferencia funcional. Esta definición entre los grupos de propiedades mentales y físicas se ha llamado relación de superveniencia. No hay estados mentales que floten libremente, están anclados en una base físico-neuronal de la que sobrevienen. La relación de superveniencia es un principio lógico que regula el uso coherente de los predicados mentales.
El funcionalismo conlleva el rechazo a la reducción fisicalista de la mente, y es compatible con teorías materialistas y con teorías dualistas. Para el funcionalismo las propiedades mentales no son físicas, son propiedades funcionales, sobrevienen a las físicas, pero no son idénticas.
La siguiente relación importante en el funcionalismo es la de múltiple realización. Una función puede llevarse a cabo de diferentes maneras físicamente (como podemos ver en el ejemplo del reloj). Las propiedades funcionales, en este caso mentales, pueden tener múltiples realizaciones. El argumento de la múltiple realización parece establecer que, aunque los estados mentales se realizan con estados físicos, no son reducibles a estos estados. El funcionalismo es una de las teorías que se alinean con la posibilidad de que los robots tengan mente, que la inteligencia artificial llegue a desarrollar razonamiento.
Por otro lado, que el funcionalismo y el fisicismo son incompatibles es una tesis que han defendido Putnam, Fodor y Block. Putnam defendía la hipótesis de que los estados mentales no son estados del cerebro ni disposiciones para la conducta sino estados funcionales de los organismos. El funcionalismo computacional es la analogía que tanto éxito ha tenido en el paradigma actual identificando el cerebro con un computador, y por ende también la mente. Así se interpretó un organismo vivo como un sistema que recibe entradas (órganos sensoriales) y cambia su estado interno, y emite salidas. Visto así, su programa es su mente. El funcionalismo computacional identifica el software, el soporte lógico con la mente, y el hardware, el soporte físico con el cerebro. Una analogía sencilla, actual y comprensible para la mayoría de las personas, sin problemas metafísicos, pero que ha sido cuestionada por muchos filósofos de la mente.
Jerry Fodor se enfrentó a esta concepción de Putnam sosteniendo que los estados mentales no pueden ser considerados idénticos al programa de una computadora. Tiene una elaborada contraargumentación de la que cito solo uno de los contraejemplos: la conducta humana (salida) puede ser resultado de la interacción entre estados mentales simultáneos (lo que hago es a la vez el resultado de lo que siento y creo en un determinado momento), hecho que no puede realizarlo una computadora.
John Searle formuló la objeción basada en las propiedades semánticas mediante un experimento mental ampliamente conocido como «La habitación china». Lo que plantea es que el ordenador tiene sintaxis, pero no semántica. Un ordenador es una máquina para procesar signos en virtud de su forma y no de su significado. Imaginemos un sujeto encerrado en una habitación con una tabla de símbolos chinos y las reglas para manejar los símbolos (son reglas sintácticas, no semánticas, pero muy bien elaboradas, como si hablara chino). Para la gente externa parecería que el sujeto entiende las preguntas, pero en verdad no hay forma de que el sujeto pueda saber lo que está diciendo al manipular esos símbolos. En cambio, nuestra relación con el lenguaje expresa referencias concretas; esta dirección intencional está ausente en los estados de un computador.
Es una teoría que considera que la realidad no consta ni de mente ni de propiedades mentales. Un apoyo al materialismo eliminativo ha sido que la investigación en neurociencia no ha logrado la correlación entre procesos del cerebro y procesos mentales que afirma la teoría de la identidad.
Todos tienen como base el fisicalismo, la única realidad es física, pero le suman más aspectos. Para Churchland, la psicología popular en la que nos apoyamos para defender lo mental, ni tan siquiera es una buena teoría, no explica ni la enfermedad mental, ni la imaginación creativa, ni las diferencias de inteligencia, ni el sueño, ni los procesos de aprendizaje, y además no avanza, es la misma desde los griegos. Churchland considera que la idea de mente es una concepción falsa y no es causa de la conducta humana. Al argumento de que nuestra introspección nos revela creencias, intenciones y estados mentales, Churchland responde que lo que percibimos no es independiente de nuestros conceptos.
Una crítica al materialismo eliminativo es que afirma que los estados mentales no existen, pero esa misma afirmación expresa una creencia.
Donald Davidson formuló el monismo anómalo rechazando la posibilidad de reducir las propiedades mentales a propiedades no mentales, puesto que en este proceso se dan siempre pérdidas significativas. Esto no significa que no sea una teoría materialista, de hecho, lo es, pero no es reductivista. La formulación sería así: todo fenómeno mental es idéntico a un fenómeno físico particular pero no hay ninguna relación, ni lógica, ni semántica ni nomológica.
El monismo anómalo mantiene que el mismo evento es a la vez mental y físico (de aquí el monismo), pero que no hay leyes que pongan en relación la descripción mental con la descripción física (de ahí que sea anómalo).
El monismo anómalo se deduce de tres premisas:
* El principio de interacción causal entre lo mental y lo físico, en ambos sentidos.
* El carácter nomológico de la causalidad: los eventos relacionados como causa y efecto son subsumidos por una ley determinista estricta.
* El anomalismo de lo mental: no hay leyes deterministas estrictas para explicar y predecir los eventos mentales.
Parecen contradictorias entre sí, pero Davidson defiende que son premisas verdaderas y coherentes.
Las consecuencias de esta teoría es una reconciliación en la línea kantiana entre un ser humano libre en lo mental y al mismo tiempo sujeto a las leyes de la naturaleza en lo físico.
Conclusiones
La filosofía de la mente es cercana a nuestra cotidianeidad y, al mismo tiempo, abstracta. Todas las teorías tratan de acercar la mente a la materia de alguna forma, pero ninguna de ellas consigue una amplia aceptación.
Este es uno de los temas junto con la cuántica (qué es la materia) y con la biología (qué es la vida), en los que la inteligencia humana más tendrá que esforzarse. Tal vez encontrar la solución a este problema sobrepase nuestras capacidades intelectuales, pero mientras no esté claro, debemos intentarlo.
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