Cuando escribo esta reflexión filosófica, parece que hay un cierto resurgir de bandas míticas, casi de la prehistoria del rock. La última canción de los Beatles. Now and then (en realidad, es un tema de John Lennon con aportes instrumentales y vocales de McCartney, Harrison y Starr) acaba de llegar al número uno en las principales listas de éxitos después de más de cincuenta años desde la desaparición del cuarteto de Liverpool.
Por su parte, los míticos Rolling Stones han publicado un nuevo disco después de dieciocho años. Se trata de Hackney Diamonds, un disco puramente Stone, puramente rock and roll. Impresiona escuchar al bisabuelo Mick Jagger con sus ochenta años cantar y bailar de nuevo en el escenario. Después de escuchar todos los cortes del álbum, coincido con los que piensan que es uno de los mejores de la banda, a la altura de la época dorada de finales de los 60 y principios de los 70.
Posiblemente, lo mejor del disco sea Sweet Sounds of Heaven con la colaboración de Stevie Wonder y Lady Gaga. Desde mi punto de vista es una canción perfecta, Jagger exhibiéndose vocalmente en un tema que comienza con un toque góspel y que poco a poco va in crescendo. Se escuchan las típicas guitarras stones, y la voz de Lady Gaga es un complemento perfecto que aporta riqueza dramática. El final de la canción es apoteósico y rápidamente sientes deseos de volverla a escuchar.
Es encomiable que la lista de bandas que llevan más de cincuenta años en los escenarios no es pequeña: The Who, Scorpions, Jethro Tull, Aerosmith, AC/DC y algunas más. El mismo Roger Waters está inmerso en su gira de despedida al igual que los míticos Deep Purple.
En el rock nacional Miguel Ríos, con casi ochenta años está recorriendo una vez más los escenarios españoles para conmemorar la publicación del mítico doble disco en directo Rock&Rios de 1982. Su canción Los viejos rockeros nunca mueren define perfectamente la esencia del rock y las buenas canciones. Aunque las modas pasen, hay melodías que perduran y se convierten en clásicos.
Muchos de los músicos que iniciaron su carrera en los años 60 permanecen activos y superan con creces la edad de jubilación. ¿Cuál es el motivo para que sigan en activo? Podemos entender que ninguno de estos dinosaurios del rock sigue en los escenarios por motivos económicos. Uno de los secretos para que la convivencia entre ellos no se rompa es que la música rock es una pasión. Y esa pasión por tocar juntos puede más que las rencillas personales (aunque no siempre, por desgracia). Incluso algunos, después de la retirada, vuelven a los escenarios y a grabar discos, seguramente porque necesitan la adrenalina del directo y del estudio de grabación.
Dentro de las culturas americanas prehispánicas siempre me llamó la atención la perfección con que los incas tenían estructurada su vida social. Uno de los aspectos más destacados es que no concebían la ociosidad. Hombres, mujeres y ancianos tenían una labor que cumplir en la comunidad. Por ejemplo, los ancianos se encargaban de mantener la tradición oral, recogían las viejas historias para transmitirlas a los más jóvenes de manera que el pasado siguiera vigente y no se perdiera en el olvido. Nadie vivía sin trabajar, todos podían colaborar con la comunidad.
Creo que uno de los aspectos pendientes de nuestra sociedad occidental es tener en cuenta a nuestros mayores de manera que sigan siendo útiles a la comunidad.
Aunque todavía no he llegado a la edad de jubilación, una enfermedad me mantiene apartado de la posibilidad de acceder al mercado laboral desde hace algunos años. Reconozco que al principio fue un tanto angustioso pensar en este hecho con tantos años por delante de vida activa. Por suerte, mi amor por la filosofía y por la música (en este caso, el rock) salió en mi rescate y desde hace siete años colaboro con la revista Esfinge con un artículo de periodicidad casi mensual.
Digo esto porque en nuestra sociedad se considera que hay una etapa de estudio y formación que podríamos situar en los primeros años de nuestra vida. En determinado momento, dejamos el estudio cuando empezamos a trabajar, puesto que ya hemos conseguido un medio para ganarnos la vida. Consideramos que nuestra etapa de formación es para lograr un sustento económico y que, conseguido este, ya no es necesario seguir formándose.
Desde el punto de vista filosófico, esta actitud es un tremendo error. Los antiguos filósofos nos dirían que el ser humano debe seguir formándose toda su vida. Al igual que alimentamos nuestro cuerpo para mantenerlo sano, deberíamos alimentar nuestras emociones y nuestro mundo mental con buenos alimentos emocionales y mentales del mismo modo que seguimos alimentando nuestro cuerpo.
Alguien dijo que el rock nunca muere. Tal vez los Rolling Stones sean el máximo exponente de esta afirmación. Los supervivientes de la banda pronto iniciaran la gira de Hackney Diamonds por dieciséis ciudades de Estados Unidos y Canadá.
Pienso que siguen siendo portadores de ese espíritu rebelde que movió a toda una generación. Esa rebeldía, en el caso de Jaegger, Richards y Wood, la expresan por la capacidad que tiene de seguir disfrutando de la música con ochenta años. Verlos rasguear sus viejas guitarras, moverse y cantar con mucha dignidad (en el caso de Mick) nos recuerda la famosa canción de 1974: Es solo rock&roll pero me gusta.
Sweet Sounds of Heaven habla de esperanza y de confianza en el mundo divino para encontrar consuelo en el mundo un tanto difícil en el que vivimos. La parte final es un canto a la unión, habla de la experiencia humana compartida, anima a los seres humanos a levantarse por encima de las dificultades con dignidad y acaba diciendo: que los viejos sigan creyendo que son jóvenes (Let the old still believe that they’re Young).