Debemos esta denominación a Agostino Steuco, un humanista renacentista, cercano a Ficino y a Pico della Mirandola, que tituló así una de sus obras, publicada en 1540. Trataba de demostrar la permanencia de una tradición de sabiduría a lo largo del tiempo, sobre la base de ciertas verdades fundamentales comunes a todos los tiempos y todos los pueblos. El título es bastante sugestivo en estos tiempos que parecen fluir en sentido contrario y respondía a un ideal filosófico basado sobre un ideal comprendido y apreciado por todos los seres humanos. Se trataba así de una verdad como patrimonio de la humanidad desde siempre y para siempre.
De algún modo, este número de Esfinge celebra ese ideal de búsqueda a través de las multiformes versiones que encuentran un origen y un destino común para todos. Los mitos de las antiguas culturas y religiones guardan una buena porción de esa herencia, como han expresado algunos de nuestros colaboradores. De tal manera que podemos encontrar en muchos aspectos las huellas de esa filosofía, que se asoma en los lugares más insospechados: en las biografías de muchos sabios, pero también en las letras de canciones de la cultura pop, o incluso en series televisivas, o películas apreciadas por los públicos.
Una vez más, nos recuerdan que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa, a pesar del empeño en insistir en sentido contrario.