Sé que algunos pensaréis: ya está Joan otra vez con el Robe. Pues sí, la verdad es que reconozco mi predilección por Roberto Iniesta Ojea (Plasencia, 1962). Después del potente y genial Ininteligible, Robe nos regala el avance de lo que será el nuevo disco. Como ya podíamos imaginar viendo los precedentes (La ley innata, Destrozares, Mayéutica). Nada que perder es una nueva joya del mago de Plasencia. Es un tema que te atrapa al instante con una melodía que engancha y una letra que puede servir para revisar la vida de Robe y la de cada uno de nosotros. Al fin y al cabo, los problemas, fracasos, victorias y sueños de Robe son similares a los nuestros.
Musicalmente es una continuación de Mayéutica, dando protagonismo al violín, teclados y guitarra con solos para cada uno de ellos. Si hace años hablábamos del sonido Extremoduro, ahora podemos distinguir perfectamente el sonido de los Robe. Además del ya característico violín de los Robe, destacaría el sonido del órgano Hammond que nos recuerda al de Jon Lord (Deep Purple).
Es de destacar el magnífico videoclip que acompaña a la canción. Robe vuelve a confiar en Diego Latorre tras el impactante y vertiginoso vídeo de Ininteligible. Aunque puede parecer simple, pues solo vemos al grupo interpretando la canción, el juego de luces (comienza en blanco y negro) es un elemento más del tema. En realidad, cuando aparece el color es para matizar lo que Robe está expresando en ese momento.
Después de este adelanto hay enormes expectativas sobre lo que será el nuevo disco, que esperemos que siga la línea de La ley innata y Mayéutica en cuanto a calidad musical y belleza en las letras. Como anécdota, el filósofo y profesor Fernando Castro (también de Plasencia) utiliza algunas de sus letras para comentarlas en sus clases. Y es que Robe se ha vuelto atemporal, podríamos decir que es un clásico. Como él mismo dice, a sus conciertos acuden nostálgicos de Extremoduro que rondan los sesenta y jóvenes de dieciocho años.
Busco en medio de esta oscuridad
señales de mí mismo
sentado en este abismo
con el que me suelo tropezar.
Arrepentirse es muy fácil y no vale para nada. Somos la suma de aciertos y errores. Lo que cuenta es ser consciente de tus errores y plantearte lo que quieres y no quieres hacer (Robe).
Lo que nos plantea Robe es algo que nos pasa a todos, pero que, si no lo resolvemos, puede llegar a angustiarnos. Tratamos de buscar soluciones a las dificultades de la vida. Lo que suele pasar es que las soluciones que encontramos no son ni perfectas ni definitivas. Es por eso por lo que, ante los errores, la actitud filosófica correcta es no derrumbarse y levantarse ante los fracasos. En realidad, lo que llamamos fracasos no lo son; necesitamos probar, ensayar hasta dar con la solución adecuada para el momento. El primer paso consiste en reconocer los propios errores y limitaciones. Esta tarea parece sencilla, pero se necesita cierta dosis de valor para mirarnos por dentro y ser capaces de asumir esas limitaciones.
Y es necesario probar, ensayar, corregir. Esto es algo que todos los grandes maestros de la humanidad nos vienen enseñando. No se trata de ir probando soluciones de manera automática, sin reflexión previa. Lo que los grandes maestros suelen aconsejar es que debemos tomar conciencia de nuestros errores como punto de partida. Posteriormente es necesario luchar para no volverlos a cometer, pues ya hemos aprendido que caer en esos errores nos va a producir dolor y tiempo perdido.
Buscaré entuertos que deshacer
y batallas que librar
perdidas de antemano.
Buscaré imposibles que lograr,
que no me importa fracasar
y volver a intentarlo.
No es necesario conseguir un mundo mejor, sino que lo que es realmente necesario es luchar para conseguirlo (Robe).
Ya en Mayéutica encontrábamos esa actitud tan quijotesca de luchar por lo imposible. Y es que el rock, como lo entiende Iniesta, es transgresivo. Por eso en sus letras trata de romper esquemas para hacer pensar. Y en estos tiempos en los que lo que se lleva es ser políticamente correcto, Robe sigue pensando que sus letras están hechas para herir los sentimientos, se trata de hablar claro. Por eso en uno de sus conciertos (Bienvenidos al temporal, de 2018), habla de que el filósofo está para herir los sentimientos; si esto no ocurre, no es filósofo.
Parece que estamos viviendo un tiempo en el cual al Quijote se le volvería a tachar de loco. Eso ocurre porque el Quijote no es un ser humano corriente. Recordemos que al principio lleva una vida más o menos tranquila (hoy diríamos que vivía dentro de su zona de confort). La locura le llega, según dicen, tras leer historias de antiguos caballeros andantes (es la bendita locura del que se da cuenta de que vive en la caverna). La diferencia entre él y la mayoría de los seres humanos es que toma conciencia de que hay algo que no acaba de funcionar en el mundo. Es consciente de que los seres humanos sufren injusticias y abandona su zona confortable, coge sus armas y sale al mundo para luchar contra esas injusticias.
A partir de ese momento sus aventuras irán acompañadas de críticas, burlas y dolores. Sin embargo, el Quijote siempre es fiel a sus ideas de justicia, y lucha contra los gigantes del egoísmo, el odio, el miedo y la injusticia.
La historia del Quijote nos recuerda a la del Buda. Él también abandona el lujo y la comodidad de su palacio y, tras tomar conciencia del sufrimiento de la humanidad, dedica su vida a buscar las causas del dolor y las soluciones para erradicarlo. Llega a una conclusión: la ignorancia produce dolor.
Es por eso por lo que cuando cometemos errores es por ignorancia. Y el cometer errores una y otra vez nos produce dolor.
Sin embargo, debemos tener en cuenta el lado bueno de las personas. En ocasiones, cuando alguien comete un error, se lo tomamos en cuenta toda la vida. Tal vez deberíamos fijarnos más en los valores de los seres humanos, en aquello que hemos ido superando y no tanto en los defectos. Seguramente tenemos defectos y cometemos errores porque no hemos puesto todavía la suficiente energía para combatirlos y erradicarlos.
Esta es mi reflexión de hoy, creo que entender esto nos puede hacer más felices. El que comete errores no es porque quiere cometerlos, sino que no ha hecho lo suficiente para no volverlos a cometer. Tenemos defectos, dirían los estoicos, por ausencia de virtud.
En los seres humanos hay que verlo todo. Todos hemos cometido errores y los seguiremos cometiendo, pero creo que hay que valorar lo bueno de las personas.
Pingback: El poder del arte (Robe Iniesta) - Revista Esfinge