Cada vez sentimos más que la humanidad está perdiendo prácticas, a base de negar su posibilidad. Una de ellas es la búsqueda de la verdad, meta de sabios, filósofos y científicos de todos los tiempos, hasta el punto de que se ha extendido la opinión de que no hace falta querer saber la verdad de las cosas o los acontecimientos. De ahí a pensar que solo podemos llegar a una verdad subjetiva, porque cada ser humano tiene la suya propia en forma de opinión, hay solo un paso que nuestras sociedades están adoptando sin tener en cuenta cómo sus efectos negativos se van acumulando. Esta tendencia tiene un nombre, que es la llamada posverdad, un término que parece sugerir la inutilidad de una búsqueda que, sin embargo, tantos frutos maravillosos ha aportado a los seres humanos a través de la historia, y ya no tiene sentido.
Precisamente el contenido de nuestra revista este mes nos ofrece varios nombres, que en medio de una época que prolongaba la oscuridad medieval, alumbraron los saberes que devolvieron a las sociedades la dignidad humana, recuperando los tesoros olvidados o perdidos. Algunos, como Giordano Bruno, fueron asesinados y sus obras destruidas, o se vieron despojados de sus atributos.
En estos tiempos, acercarnos a los escritos de los filósofos clásicos y renacentistas nos abre caminos renovados hacia el encuentro de la verdad, y nos demuestra que es posible, aunque sea difícil.
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