En nuestras sociedades hipercomunicadas, con frecuencia tenemos la sensación de que todo está al alcance de todos, gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación. Poco a poco, vamos comprendiendo hasta dónde nos llevan los caminos cibernéticos, con su sorprendente capacidad para encontrar nuevas técnicas que parecen multiplicar nuestras habilidades, y a la vez, vamos siendo conscientes de los efectos negativos del uso de tales medios. Los estudiosos que investigan sobre este asunto están empezando a hacer sonar las señales de alerta sobre las consecuencias en el campo del desarrollo cognitivo de los menores, por ejemplo, o el de las adicciones que provocan.
Quizá uno de los problemas más serios que están causando tales medios, que como decía Mac Luhan son extensiones de nuestro cerebro, es el escaso valor que se da a la búsqueda de la verdad, lo bueno, lo bello y lo justo, que son los fines que nos caracterizan como seres humanos inteligentes.
Sin embargo, no todo está perdido, porque también el denso entramado de las redes cibernéticas nos ofrece el acceso a los mejores frutos de la cultura, de las investigaciones, de las obras humanas que hacen avanzar a las sociedades, gracias a las posibilidades técnicas que tenemos a nuestro alcance. Es verdad que hay muchos ejemplos de la presencia del mal, pero también los hay de la presencia de lo bueno, siempre que tengamos el suficiente discernimiento para encontrarlos e identificarlos.