O de la extraña relación que Joan Bara encontró entre Beethoven y Robe Iniesta
Recuerdo que, tras escribir el filo rock dedicado a uno de los temas del último trabajo de Robe, Nada que perder , me prometí espaciar los artículos dedicados a él. Sin embargo, el destino quiso llevarme la contraria e hizo que varios factores externos e internos urdieran una trama para que esto no sucediera, lo que paso a relataros.
Era uno de esos días en que, casi al mismo instante en que abandonamos los brazos de Hipnos, somos conscientes de que no va a ser un día perfecto. Quiero decir que, sin ningún motivo aparente que lo justifique, nos despertamos de mal humor (irritables, avinagrados; de mala leche, vamos). Por mucho que intentamos encontrar un motivo causante de ese incordio emocional, no aparece por ningún lado.
Por lo tanto, intentamos sobrellevar el temporal anímico de la mejor manera posible. La filosofía práctica acude en nuestra ayuda y recordamos algunos consejos de antiguos filósofos en cuanto a la formación del carácter para que este ataque psíquico no pase a mayores.
Sin embargo, el catalizador que puso fin a ese mal humor fue el divino Beethoven. Con motivo de la celebración del 200 aniversario del estreno de la Novena sinfonía, tuve el placer de acudir a una audición de la misma.
¡Y se produjo el milagro!
Tras los primeros compases del primer movimiento (Allegro ma non troppo, un poco maestoso), quedé atrapado por esta maravilla artística y mi alma se reconcilió consigo misma, desapareciendo casi instantáneamente la irritación que arrastraba.
Al salir del auditorio, una compañera que asistió conmigo al concierto (no habituada a la música clásica) comentó la agradable sensación que la Novena de Beethoven le había producido. Coincidí con ella y, aunque suelo utilizar otro tipo de autores (Vivaldi, Bach) para elevar mis estados de ánimo negativos, llegamos a la conclusión de que la buena música y el buen arte en general son un poder muy grande. Un poder que no solo nos produce placer cuando escuchamos música, sino que es capaz de transformar nuestro estado de ánimo e incluso nuestro estado físico.
Y fue entonces cuando recordé a Robe. Como he dicho antes, su último disco es un buen pozo de donde extraer excelentes canciones para desarrollar en este espacio filosófico. Pero hay una que destaca por encima de todas. Dura alrededor de nueve minutos y cuando al final de la canción escuchamos a Robe con su broma del napalm extraída de la película Apocalipsis Now, desearíamos que la canción no terminase todavía. En realidad, podría durar mucho más e incluso podía haber sido un disco conceptual de un solo tema dividido en varias partes, como Mayéutica o La ley innata. Pero esto no es rock progresivo (o sí) sino transgresivo, es Robe en estado puro. Posiblemente, desde mi punto de vista, una de las mejores canciones de su longeva carrera. En realidad, creo que con el tiempo se valorará más si cabe este «temazo», una auténtica obra maestra.
El poder del arte comienza con un violín y un clarinete interpretando a Debussy (La fille aux cheveux de lin). Es común en Robe recurrir a pasajes de música clásica en algunas de sus interpretaciones. Recuerdo con especial agrado el solo de guitarra de Dulce introducción al caos (La ley innata) con un fragmento de Bach (Cantata 147). Cabe recordar la formación clásica de Iñaki «Uoho» (guitarra de Extremoduro) y su predilección por Bach.
A tal punto ha llegado a impactar este tema que incluso el prestigioso Museo del Prado ha incluido un vídeo con la música de esta canción y algunas imágenes de pinturas del museo. Concretamente, Robe comenta en la página web del museo:
«La palabra inerte (sin vida) procede del latín iners inertis, que está formada por el prefijo in– (‘sin’) y la raíz ars artis (‘arte’). ¿Es casualidad o es que en algún momento nos dimos cuenta de que “sin arte” es lo mismo que “sin vida”? La pintura no necesita música, ya tiene. Y la música no necesita imágenes, ya tiene. Somos nosotros los que necesitamos que alguien nos salve de una vida inerte. Gracias, Museo del Prado».
Precisamente, el mensaje de esta canción habla de algo relacionado con lo que me pasó tras escuchar la Novena del maestro de Bonn: el poder transformador y curativo de la música.
Tras hacer un breve recuerdo de experiencias y adicciones pasadas:
Demasiada droga hasta para mí.
Ojalá que te hubieras quedado conmigo aquí.
Demasiadas horas solo para mí.
Me he quedado atrapado en el puto pasado y no puedo salir.
Robe expone que, a pesar de que vivimos en un mundo mejorable y de que por momentos parece un sinsentido, podemos agarrarnos a la música.
Pues canta otra cancioncita enjuagadora
y que tenga propiedades demoledoras,
que me derrumbe el alma, que me derrumbe entero,
que me reviente el alma y que me reviente dentro.
Y la catarsis final es un baño de esperanza, no todo está perdido:
Tal vez, si pudiera hablarte
de si fuera cierto
que el poder del arte
bien nos pudiera salvar
de una vida inerte,
de una vida triste,
de una mala muerte,
bien nos pudiera salvar.
Hace 2500 años, Anaxágoras, un filósofo presocrático, nos habló de su teoría de las formas. Aunque es algo compleja y no la voy a desarrollar en este artículo, una de sus claves sí la considero adecuada. Él nos diría que la forma es importante para atraer ideas bellas. Así, según Anaxágoras, rodear al ser humano de formas bellas serviría para mejorar su carácter.
Filodemo de Gadara, poeta y filósofo epicúreo, en su obra Sobre la música, explica que la música produce en el alma un equilibrio que permite alcanzar todas las virtudes. Por medio de ella, el niño manifiesta su valor y su inteligencia y adquiere respeto hacia la justicia.
Para Platón, la música junto a la gimnasia era la base de la educación. La música era clave para el desarrollo y la armonía del alma. En relación con la educación, cumplía la función de equilibrar, de conseguir una vida armónica entre los placeres y los dolores.
Recuerdo una entrevista que le hacían a Mikel Izal en la que hablaba de su predilección por Robe y la opinión que este tenía sobre la música, de lo que era bueno y malo, de lo que tiene calidad. Que no siempre lo que más gente escucha tiene que ser lo bueno porque entonces, ¿qué pasa con la música clásica? Podéis encontrar la entrevista en este enlace:
«Que le guste a mucha gente no quiere decir nada, porque la mayoría de la gente es idiota. Que un grupo sea mejor porque le guste a más gente, entonces ¿qué sería lo mejor?, ¿las canciones del verano? ¿Sería la música clásica una puta mierda? Yo no lo creo. ¿Eres mejor si te aguanta o le gusta a mucha gente o si a poca gente le gusta mucho?» (Robe).
Este es Robe, es directo, no es políticamente correcto y no teme enfrentarse a la críticas. En realidad, nunca le han importado demasiado. Tras una vida llena de experiencias de todo tipo, es evidente que está en su mejor momento a nivel artístico. Posiblemente se deba a que su vida personal también esté en un buen momento. Él está convencido de que sigue el camino correcto, y nunca se ha vendido a las normas impuestas por la industria musical. Cuando era ignorado por los medios, que solo lo buscaban para hablar de su relación con las drogas, él los ignoraba y seguía componiendo. Ahora que es elogiado por todas partes sigue fiel a sus ideas. Sigue creyendo en el camino de las utopías.
Y por encima de todo sigue creyendo en el poder del arte.