Arte — 1 de septiembre de 2024 at 00:00

El héroe de las mil caras: El último samurái

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El último samurái

En este libro Joseph Campbell explora la idea de que las narrativas mitológicas comparten, por lo general, una estructura fundamental. De allí el nombre que eligió, el monomito, ya que los mitos se resumen básicamente en uno, que contiene todas esas características esenciales. Para explicar el viaje del héroe, Campbell recurrió además de a algunos elementos de Freud, a los arquetipos de Jung, las fuerzas del inconsciente y la estructura de los ritos de pasaje de Arnold van Gennep. Recordemos que el viaje del héroe comienza en este mundo normal y cotidiano, del que parte ante la llamada de la aventura, cruzando un umbral que lo conduce a un mundo sobrenatural donde no rige el orden y las leyes de lo cotidiano. Se embarca en un camino de pruebas, que ha de pasar, hasta alcanzar la victoria final y volver victorioso a otorgar sus dones a sus semejantes.

Debemos considerar, además, que estas pruebas, a pesar de ser simbólicas, pueden aparecer en la vida normal o cotidiana de cualquier individuo y, una vez llegado el caso, hemos de reconocerlas primero para luego superarlas. Nadie está exento de pruebas en esta vida y lo ideal sería que el simbolismo de los mitos nos sirviera de pauta, guía y orientación para poder enfrentarlas.

La película que hemos escogido, segunda de este breve ciclo, tiene lugar en el Japón del siglo XIX, cuando se abre al mundo moderno y occidental, produciéndose el inevitable choque entre lo que este trae y sus milenarias tradiciones. En medio de este proceso aparece el protagonista, en un principio como asesor militar del gobierno Meiji modernizador.

El último samurái

Es una película de 2003, de época, drama y acción, dirigida por Edward Zwick, que coescribió el guion con John Logan y Marshall Herskovitz. Está protagonizada por Tom Cruise, que además la coprodujo, y cuenta con un muy buen reparto tanto de actores japoneses como de actores de Hollywood. Podemos destacar a Ken Watanabe, Timothy Spall, Hiroyuki Sanada, Tony Goldwyn, Billy Conolly y Koyuki Kato, con música de Hans Zimmer y una ambientación muy cuidada.

El argumento

En 1876 un capitán retirado del ejército de los Estados Unidos y veterano de las guerras contra las tribus indígenas vive traumatizado por las matanzas que observó y en las que tuvo que tomar parte. Arruinado y alcohólico, se gana la vida malamente con demostraciones en ferias del oeste mostrando su habilidad para disparar y siendo presentado como «héroe de las guerras contra los indios», cosa que él odia profundamente, pero que lleva a cabo en medio de su permanente estado de ebriedad.

Es entonces cuando recibe una oferta que proviene de un poderoso ministro y empresario japonés, comprometido con la modernización del país, para entrenar al recientemente creado ejército imperial, al que piensa usar para reprimir una rebelión samurái contra el joven emperador. El capitán, harto de su vida —había escapado de la muerte varias veces—, acepta y marcha al Japón con un sargento, viejo amigo y compañero, para hacer lo que se le pide. Allí ha de conocer a un fotógrafo y traductor británico, conocedor de la mentalidad samurái.

No tarda en darse cuenta de que el llamado ejército imperial está integrado por campesinos conscriptos con un nivel de entrenamiento casi nulo. Sin embargo, se enteran de un ataque samurái, y el ministro ordena marchar a enfrentarlos a pesar de las protestas del capitán. El enfrentamiento es un desastre para el ejército imperial; muere su sargento amigo y el capitán lucha con todas sus fuerzas, matando a un importante samurái, hasta prácticamente caer abatido. No obstante, el líder samurái Katsumoto evita que lo maten y se lo lleva prisionero.

Una vez en la aldea, Katsumoto lo aloja en la casa de su hermana Taka, que es, a su vez, la viuda del samurái al que el capitán matara en la batalla. Aquí comienza el proceso de su transformación. Además de curar sus heridas, sufre la necesidad del alcohol y pide sake —bebida alcohólica japonesa— a gritos, ya que sufre el síndrome de abstinencia, proceso muy doloroso para un cuerpo adicto al alcohol. Es un proceso de limpieza y eliminación del organismo de todo el alcohol ingerido hasta alcanzar la sobriedad. Esta sería la prueba física que supera al cabo de varios días.

Luego, tiene que tratar de entender el lugar y las gentes donde se encuentra. Al principio hay mucha agresividad y rechazo tanto por su parte como por parte de la comunidad samurái donde permanece prisionero. En una primera entrevista con Katsumoto, se entera de que esa localidad está aislada por la nieve de las montañas y no podrá abandonarla hasta la primavera, cuando la nieve se derrita. Ese primer diálogo refleja con claridad la diferencia de mentalidad entre la extrema cortesía japonesa y la forma directa de ir al grano americana. A pesar de algún encuentro con catanas o espadas de madera, donde resulta apaleado, demuestra, sin embargo, su gran valentía de guerrero. Poco a poco comienza a entender y apreciar la cultura y forma de vida de sus «anfitriones», además de hacer un esfuerzo por aprender el idioma. Digamos que aquí va superando la prueba emocional, al dejar de verlos como extraños y enemigos para comenzar a admirar sus virtudes, como la búsqueda de perfección en todo lo que hacen. Incluso se ejercita en el arte del «kenjutsu» o dominio de la espada, que, después de un duro aprendizaje, llega a dominar.

Durante este proceso, el capitán comprende por qué, para los samuráis, la modernización acelerada del Japón simplemente ignora sus tradiciones y valores, mientras Katsumoto y él van desarrollando un afecto mutuo no expresado con palabras. Una noche, durante una representación teatral, unos ninjas se infiltran en la aldea con la finalidad de matar a Katsumoto y, durante el combate que sigue, el capitán le salva la vida. Esa victoria y esa acción constituyen el punto de inflexión definitivo en cuanto a su actitud.

Luego, reciben un salvoconducto para ir a Tokio, donde Katsumoto planea liberar al capitán, lo que efectivamente hace. Al llegar a la ciudad, el capitán descubre que el ejército se ha transformado en algo muy entrenado y bien equipado, y le vuelven a ofrecer el cargo que tenía antes, pero él lo rechaza. El ministro, que controla al emperador y con ello al país, observa que las simpatías del capitán han cambiado y lo manda matar. Paralelamente, hace arrestar a Katsumoto por «portar armas», lo que se ha tornado ilegal en el nuevo orden. La idea es deshacerse de los dos y eliminar el peligro de la rebelión samurái.

El capitán se enfrenta a los asesinos enviados para matarlo y sale airoso gracias a las artes aprendidas durante su estancia en la aldea samurái. Luego, se entera de que Katsumoto está prisionero y, con ayuda de los hombres de este último, logra rescatarlo en una cruenta operación de rescate donde muere el hijo de Katsumoto. Huyen y se preparan para hacer frente al ejército imperial. Es aquí donde se completa la transformación del personaje, que es aceptado como parte integrante de la fuerza samurái, y se le permite vestir la armadura y portar las armas del guerrero samurái al que él quitara la vida en aquel lejano primer enfrentamiento. Su transformación ya es completa, ha alcanzado su redención y ha vuelto del infierno del alcohol, convirtiéndose en un samurái en todos los sentidos.

Marchan hacia la batalla, donde, a pesar de la diferencia de armamento, vencen en el primer ataque del ejército imperial, para luego terminar con una carga de caballería samurái contra las baterías del ejército imperial primero y, finalmente, las ametralladoras Howitzer masacran a los samuráis. En el último momento, el capitán ayuda a Katsumoto a cometer sepuku y alcanzar la muerte honorable del samurái derrotado. Nos enteramos luego de que el capitán ha sobrevivido a sus heridas y se presenta a una audiencia con el emperador donde se ha de firmar un tratado con los Estados Unidos, que interrumpe para entregar al emperador la espada de Katsumoto. El joven emperador, que había sido discípulo de Katsumoto, le pregunta cómo murió, a lo que él responde que mejor le dirá cómo vivió. Esto logra que el emperador recapacite, rechace el acuerdo comercial y, de manera extraordinaria, se libere de la nefasta influencia de su ministro.

Del capitán no se supo más, pero se presume que pudo acabar sus días volviendo a la aldea donde sería feliz y, por fin, moriría en paz.

Comentario

En este caso, las pruebas a que lo somete la vida son de tipo bélico, ya que se trata de un guerrero, pero incluye la figura del descenso a los infiernos —en su caso, el alcohol— y su redención final. No todo ser humano ha de experimentar pruebas parecidas, pero sí su equivalente en cada caso.

Me interesó esta historia cinematográfica del héroe porque expresa con claridad las pruebas que ha de pasar en su camino de redención consigo mismo. Creo que esto se logró bastante bien, sin perder el sentido cinematográfico de aventura del buen cine clásico.

La crítica

Las críticas fueron en general positivas, como en el caso del Chicago Sun-Times, que afirmó que «era un film de diseño hermoso, escrito con inteligencia, interpretado con convicción y de una épica sensata, lo que es poco común». Por su parte, el Mainichi Shinbun de Japón consideró que «el film era una importante mejora, considerando anteriores intentos por parte de Hollywood para representar al Japón»; «se notaba que el director había investigado la historia de Japón, incluyó actores japoneses muy conocidos y tuvo el cuidado de contratar especialistas para cuidar las formas correctas del habla coloquial y formal del idioma japonés». Esto último no es baladí, ya que, si bien los personajes hablan en su idioma nativo —salvo los que son capaces de cruzar la barrera idiomática—, no todos han de tener necesariamente la misma forma de expresarse, y esto puede ser notado por los nativos de ese idioma. Cierto es que a los no hablantes de japonés esto no les afecta, pero no deja de ser una muestra de gran profesionalidad y, por qué no, de cortesía hacia el público japonés.

Conclusión

La considero una película muy bien hecha y de lo mejor que ha hecho Tom Cruise en su ya larga carrera. Nos hemos salvado en este caso de esperpentos como que los samuráis hablen en inglés, lo que resultaría en español en el doblaje, o cosas por el estilo. En resumen, una buena experiencia cinematográfica con aires de cine clásico y altamente recomendable.

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