El filósofo Ramón Alcoberro nos dice que en la sociedad de la posverdad se produce una absurda inversión de la lógica, de manera que, en contra del sentido común, los hechos son desmentidos por las opiniones. La verdad deja de ser un criterio respetable.
¿Qué es la posverdad?
La posverdad es una nebulosa donde la verdad y la mentira se diluyen peligrosamente, un terreno pantanoso donde la objetividad de los hechos se ve ahogada por la subjetividad de las opiniones y creencias personales. Es el triunfo del relativismo.
Como concepto, es al mismo tiempo descriptivo y valorativo, se caracteriza y se basa en el constante desprecio de la verdad. Un desprecio a la verdad que avala la ignorancia arrogante estrangulando al sentido común y a la lógica.
En la posverdad lo que importa ya no son los hechos, sino las opiniones surgidas de las sensaciones, las emociones. Por supuesto, todo ello muy bien orquestado por la manipulación mediática, social y política por los distintos intereses.
La posverdad sustituye el «solo sé que no sé nada» del gran Sócrates, por el «solo sé que puedo opinar de todo, aunque no sé nada».
Antecedentes de la posverdad
Posverdad es un neologismo, una palabra nueva, pero su concepto y argumentación no lo son, aunque sí que es cierto que tiene un aspecto novedoso e inquietante: menospreciar la verdad, que, como ya hemos comentado, es su base, su fundamentación.
Parce ser que el primero que usó este concepto fue el guionista cinematográfico Steve Tesich en un artículo de la revista The Nation sobre la guerra del Golfo en 1992. Hablando de los escándalos del Watergate y la guerra del Golfo, Tesich advirtió que ya en ese momento habíamos aceptado vivir en la era de la posverdad, donde se miente sin discriminación y se ocultan los hechos.
Pero no fue hasta 2004 cuando el término se desarrolló conceptualmente en el libro The Post-Truth Era, de Ralph Keyes. En el libro, Keyes indicaba que ya entonces vivíamos en la era de la posverdad porque su credo estaba asentado entre nosotros.
¿Y cuál es el credo de la posverdad? Resumiéndolo mucho sería desmentir los hechos con las opiniones. No se trataría tanto de mentir sino de manipular las opiniones, reforzando los prejuicios existentes en favor de una opción. Sería simplemente subordinar los hechos a un punto de vista. Por tanto, para defender un punto de vista vale todo, se puede prescindir de las evidencias, incluso del sentido común y la lógica, porque solo importa la defensa del punto de vista; el punto de vista está por encima de todo.
Vayamos a la historia para descubrir algunos de sus antecedentes.
Decíamos que su argumentación no es nueva porque confundir y manipular el lenguaje es un objetivo clásico de la propaganda, sobre todo en sociedades totalitaristas, donde se impone una opinión como única y verdadera sin opción a nada más.
George Orwell, en su «profecía social» 1984, ya nos decía que los totalitarismos necesitan un «neolenguaje» para manipular a la gente y anular el pensamiento crítico.
El novelista de ciencia ficción americano Philip K. Dick ya nos hablaba de «realidades múltiples» y «mundos paralelos» creados por las élites para controlar a la «plebe».
En el caso de estos dos autores, lo que pretendían con sus novelas era denunciar cómo la clase dirigente usaba la mentira para manipular, utilizándola como herramienta de control, pero no negaban la existencia de la verdad o de la realidad. La posverdad, como ya hemos dicho, va un paso más allá, niega la verdad, o mejor dicho, «pasa» de la verdad, no le importa, porque negar la verdad no es posible, la puedes esconder, omitir, ahogar, ensuciar, pero no la puedes negar.
A finales de los años 60 y principios de los 70 del siglo XX, la filósofa Hannah Arendt acuñó el término defactualización, que podríamos considerar como un antecedente de la posverdad.
Arendt nos explica que la defactualización aparece cuando perdemos la capacidad para distinguir la verdad, lo verdadero de lo falso. Arendt hace una diferenciación entre la verdad, que corresponde a la realidad, y el sentido, que es relativo, porque corresponde a las interpretaciones subjetivas, que son fácilmente manipulables.
Seguimos con la historia; en 1986 el filósofo norteamericano Harry Frankfurt acuñó un término que me parece muy visual, que es otro antecedente de la posverdad, «bullshit» (literalmente ‘mierda de toro’). Nosotros, en nuestro idioma, tenemos la expresión «caca de vaca». No sé si un experto traductor la aceptaría como traducción, pero me parece más fina que «mierda de toro» y más visual que charlatanería, que es su traducción en castellano.
Como explica Frankfurt en su libro Sobre la charlatanería (On Bullshit), el bullshit es fruto de la multiplicación de supuestas verdades y nos advierte que es más peligroso que la mentira, porque el mentiroso ha de conocer la verdad, aunque sea solo para esconderla, pero quien crea bullshit (o posverdad) no tiene ningún interés y menos aún respeto por la verdad, pues atiende al dicho «estos son mis principios, pero si no les gustan, puedo cambiarlos».
Ramón Alcoberro nos dice que la posverdad vendría a ser una situación donde el bullshit (la caca de vaca) simplemente se ha universalizado y el espectáculo ocupa toda la esfera política y la vida colectiva; ¿os suena?
Diferenciemos mentira y posverdad
No debemos confundir el desprecio a la verdad (posverdad) con la mentira.
El mentiroso ha de hacer un esfuerzo para mentir, porque la verdad tiene valor para él y la manipula y esconde para su propio interés intencionadamente. La posverdad encarnada en el charlatán no necesita esforzarse; simplemente, descuida la presentación de los hechos, el valor de la verdad no le importa, porque solo pretende defender su opinión y, por tanto, puede utilizar la verdad en un sentido u otro según le convenga. El charlatán centra su atención en sí mismo, en sus intereses, teniendo en cuenta que estos pueden cambiar según sople el viento.
Socialmente se es más intolerante con el mentiroso que con el charlatán. La mentira siempre ha causado repulsa, porque la mentira, al requerir un esfuerzo intencionado de manipulación o de esconder la verdad, es considerada una maldad; en cambio, la charlatanería más bien ha sido motivo de mofa; el «descuido» de la verdad es gracioso. Pero ¡alerta con esto, que es muy peligroso!
No creo que el charlatán descuide la verdad intencionadamente. Como está demostrando la era de la posverdad, esta actitud de «descuido de la verdad», intencionado o no, puede ser más devastador. Tal como dice Frankfurt, la charlatanería es contagiosa y facilita sobremanera la manipulación. Y esto es lo que estamos viviendo.
Actualmente, la posverdad (el charlatán, la caca de vaca) tiene como altavoces las redes sociales y algún medio de comunicación, consume información sin prestar atención y la reenvía sin control de veracidad. La inmediatez que propicia la vorágine de la posverdad nos arrolla a todos en nuestros móviles, ordenadores y tabletas.
Las redes sociales que permiten la conexión veinticuatro horas al día, los siete días de la semana, son un canal ideal para la defactualización, el bullshit, la charlatanería, la posverdad.
Los inquietantes compañeros de la posverdad
La posverdad no está sola, la rodean otros compañeros igual de perversos, como la ignorancia, la desinformación, las fake-news, el populismo, los negacionismos, el conspiracionismo… Todos ellos tienen en común la falta de respeto a la verdad. Se originan unos de otros y retroalimentan a los demás. Son torpedos lanzados contra los fundamentos del individuo y las sociedades: la confianza y la convivencia, el respeto, la honestidad y la libertad.
Para todo amante de la filosofía, entendiendo la filosofía en el sentido más clásico de la palabra, ‘amor a la sabiduría’, la posverdad ataca directamente a nuestra línea de flotación. Atenta contra todos los principios y valores que, durante siglos y siglos, han ido tejiendo y siguen tejiendo los grandes filósofos de la historia en todas las civilizaciones para que los seres humanos podamos desarrollarnos. La posverdad, tristemente, antepone a la verdad la ignorancia, que de forma arrogante e inquisitiva lo tiñe todo de desconfianza y deshonestidad.
Al menospreciar la verdad también se desprecian la sinceridad, la honestidad, la objetividad, el eclecticismo… La falta de respeto a la verdad nos deja a la deriva, como sociedad y como individuos. La posverdad y sus inquietantes compañeros actúan como imanes que anulan la brújula que, social e individualmente, nos permite evolucionar como sociedad y como individuos. Poco futuro tiene una civilización con la brújula bloqueada.
Consecuencia de la posverdad: la esclavitud
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Pues, usando las palabras del ensayista y novelista Amin Maalouf, por un desajuste civilizatorio.
Al momento actual se le llama de muchas maneras: Antropoceno, Era de la Posverdad, Cuarta Revolución Industrial, Era de la Inmediatez… en función de lo que se quiere analizar. Pero todas estas formas de llamar a nuestro momento actual tienen en común la palabra «crisis» y la suma de todas las crisis a las que hacen referencia todos estos nombres se convierte en una «lisis».
Crisis es una «purga» momentánea. Aunque a veces las crisis sean traumáticas, hay que decir que son necesarias para reactivar cambios y limpiar formas anacrónicas envueltas de moho que esconden valores eternos.
En cambio, lisis es un proceso de descomposición lenta, que afecta a todos los órganos de un cuerpo o de una sociedad, una crisis multifactorial y multisectorial cuyas degradaciones parciales interactúan agravando la situación del conjunto; y esto es a lo que nos estamos enfrentando, a una lisis, a un desajuste civilizatorio, en muchos casos sin ser conscientes del todo.
Hemos troceado tanto el conocimiento, el saber, la ciencia… que nos hemos acostumbrado demasiado a ver y analizar los problemas, las enfermedades, las crisis en compartimentos estancos, y claro, arreglamos uno, pero al mismo tiempo desajustamos otro. La lisis requiere un análisis holístico.
En nuestro momento, la sobrevaloración del factor económico, el materialismo y el consiguiente consumismo se han sobrepuesto sobre los demás aspectos de la vida, invadiendo cuantos terrenos están a su alcance.
La vida humana se ha mercantilizado. Esta mercantilización de la vida humana ha configurado nuestro sistema social y cultural, simplificándolo absolutamente todo a las reglas del mercado y el beneficio individual, afectando sobremanera a todo lo que vive y a todo lo que se puede obtener de nuestra casa, la Tierra, a la que estamos poniendo en jaque.
La posverdad es fruto de esta mercantilización de la vida y, al mismo tiempo, la retroalimenta. Nos hace vivir en el mundo de las opiniones sacralizándolas, y esto no es bueno. ¡Evidentemente que podemos opinar!, pero sin faltar a la verdad y con la aspiración de transformar la opinión en verdadero conocimiento.
La filósofa Hannah Arendt decía qua debemos distinguir los hechos de las opiniones. Los hechos son la materia de las opiniones, y las opiniones, inspiradas por distintos intereses y pasiones, pueden diferir en gran manera unas de las otras y ser igualmente legítimas, siempre y cuando respeten la verdad del hecho. Incluso iba más allá, afirmando que la libertad de expresión es una farsa si la información sobre los hechos no se garantiza.
La posverdad nos lleva a un «falso conocimiento» basado en una construcción personal que interpreta subjetivamente la realidad y coloca al ser humano como medida de todas las cosas, llevándonos a un relativismo atroz, relativismo que nos impide tener un conocimiento profundo de todo cuanto acontece.
La posverdad nos hace vivir en una «falsa realidad», que nos hace tomar por auténtico aquello que no lo es. «Se trata de la ceguera como ignorancia: ignorancia de lo realmente importante; ignorancia del sentido de la vida; ignorancia al aferrarnos a lo efímero y tomarlo como los pilares de la vida; ignorancia de los apegos y los miedos que nos inmovilizan; ignorancia de nuestra realidad interior y desconocimiento de nuestro maravilloso potencial», nos explica Miguel Ángel Padilla en su libro Platón más cerca.
La ceguera como ignorancia, alimentada por los altavoces de la posverdad (las redes sociales, los medios…), nos impone una manera de ser y actuar basada en los apegos y el tener. Esto es consecuencia de la mercantilización de la vida. Nos hacen vivir hacia fuera, en el mundo de la apariencia, donde todo es bonito y perfecto, donde logramos la perfección y la belleza consumiendo y descuidamos nuestra vida interior. Y esto es lo que nos hace esclavos.
Muchos de los males psicológicos que se sufren hoy derivan de este tener que encajar a la fuerza en modelos que no corresponden a la naturaleza de uno mismo, porque precisamente la felicidad no es tener, sino ser. Se tiene todo y no se es feliz, la terrible sensación del barco atrapado en el hielo que lo aprisiona y finalmente lo rompe.
Como nos dice Delia Steinberg Guzmán, «en estos nuevos tiempos, se impone ser veraces con uno mismo, con los seres que nos rodean; ser veraces con nuestros sentimientos y hacer coincidir con ellos nuestras acciones; ser auténticos en nuestras aspiraciones y no ceder ni un ápice en los esfuerzos de llegar a una meta de bien, de belleza y de justicia. Ante la mentira [y la posverdad], opongamos la única fuerza capaz de detenerla: una inteligente sinceridad, un profundo amor a la verdad y una búsqueda ininterrumpida de los valores supremos que hacen al ser humano verdadero».
Bibliografía
Platón más cerca. Miguel Ángel Padilla. NA Editorial.
La mentira en política. Hannah Arendt. Alianza Editorial.
La libertad de ser libres. Hannah Arendt. Taurus.
Sobre la charlatanería (On bullshit). Harry G. Frankfurt. Paidós.