Ya Confucio, en sus Analectas, nos menciona la importancia basilar de la poesía: «La mente se despierta con poesía, se afirma con los ritos y se completa con la música».
Él mismo, en su rescate de la antigua civilización china ya en decadencia, seleccionó unos trescientos poemas y canciones en el llamado Libro de las odas (Shi Jing) que sirvieran para una nueva sociedad.
Después de la edad media u oscura del llamado Periodo de los Reinos Combatientes, China renace de sus cenizas como el fénix mítico y, en la dinastía Tang (siglos VII al IX d. C.), llega a un esplendor cultural que la convierte, realmente, en faro del mundo entero.
Es aquí donde encontramos a su mayor poeta romántico, Li Pai (701-762), precisamente en el periodo de mayor esplendor dentro de la misma dinastía Tang.
Li Pai, el errante, es uno de los poetas más misteriosos, hasta el punto que el emperador chino dijo que era uno de los Inmortales desterrado, o sea, el alma de un gran Iniciado que aún debía purgarse en el mundo, dejando un rastro de luz y poesía. De joven, fue un auténtico caballero errante, luchando y arriesgando la vida por las causas justas y, como experto en el arte de la espada, triunfando en ellas y dejando atrás el cadáver de sus enemigos. Se negó a someterse al sistema de exámenes y la rígida forma de títulos propios de su época, lo que impidió que asumiera un gobierno activo, y solo asumiera el de consejero de emperadores o poeta en sus academias. Y aun así, los emperadores le rendían pleitesía y se bajaban de su palanquín para saludarle o le especiaban ellos mismos la comida. Su relación con el vino, presente en muchos de sus poemas, y que vamos a encontrar también en muchos poetas árabes, o en las mismas Mil y una noches, habría que ver si es literal o si el vino representa el estado de comunión y amistad, el vino de Dios que el cielo otorga a las almas despiertas.
No hay casi rincón de la China que no visitara, y de su alma brotaron los poemas como flores de un jardín sin límites. Han llegado a nosotros más de mil poemas de gran romanticismo, y en ellos prima la nostalgia del retorno, los caminos invisibles y las enseñanzas taoístas de las que fue, al final de su vida, gran sacerdote. Una de las formas métricas más usadas por este poeta es la jueju, de cuartetos con versos de cinco o de siete caracteres.
Recordemos las bellas enseñanzas de Luis Racionero en su clásico Textos de estética taoísta: «El poeta chino sugiere sin decir del todo. Su método consiste en rendirse completamente a un estado de ánimo hasta que ese estado de ánimo, esa emoción, se rinde a su vez al artista y le revela sus secretos; después, el silencio y el trabajo incesante hasta conseguir una forma digna de expresarlo. El artista está perpetuamente tratando de arrebatar al tiempo el momento pasajero y construir un monumento al instante que se va. Por eso la apreciación de la poesía requiere quietud y calma para contemplar… El sabor del té es menos importante que su aroma, porque este permanece y deleita. Los poemas chinos están llenos de aroma sutil, una fragancia [que sugiere algo], que nos deja su regusto cuando la canción ha terminado».
Uno de los poemas más conocidos de Li Pai, que aprenden de memoria los niños en las escuelas, es el llamado «Meditación nocturna».
床 前 明 月 光
Chuáng qián míng yuè guāng
Cama frente clara luna brilla
疑 是 地 上 霜
Yí shì dì shang shuāng
Será tierra cubre escarcha
舉 頭 望 明 月
Jǔ tóu wàng míng yuè
Alzo cabeza miro clara luna
低 頭 思 故 鄉
Dī tóu sī gù xiāng
Bajo cabeza pienso original campo
«Frente a la cama, la clara luna brilla;
¿será la tierra cubierta de escarcha?
Alzo la cabeza y miro la clara luna.
Bajo la cabeza y pienso en mi tierra natal».
La cuestión es que los caracteres chinos, además de ser polivalentes, como casi todas las palabras de una lengua, están compuestos por otros más simples; y al ser la sintaxis extremadamente simple, es, en realidad, una sucesión de imágenes (mentales) que el contexto, que sirve como matriz de significación, indica cómo se debe leer.
Por ejemplo, el carácter gù en la cuarta línea significa ‘causa, razón, accidente, original y morir’, y xiāng significa ‘campo, zona rural, lugar natal’. O sea, que quizás en lo que piensa es en el lugar en que va a morir, o en ‘la tierra que es su causa’, en el sentido metafísico de la expresión, o sea, el lugar de donde viene el alma; y sī xiāng es ‘nostalgia, pensar en el lugar natal’, lo que fija la idea sin que las otras desaparezcan totalmente.
El mismo sī, que es ‘pensar’, está formado por los caracteres cabeza (encima) y corazón (debajo), como el concepto Sia egipcio, que es también lo que se sabe con la mente-corazón. El carácter dī, que significa ‘bajar’ está formado por el carácter de alguien arrodillado dĭ (que significa también ‘fundamento, esencia’) ante una persona (que es un carácter como un báculo).
Tóu es ‘cabeza’, originalmente cabeza que se inclina para ver el contenido de un caldero; o como una persona con el cabello flotando al viento.
Y jŭ, que es ‘subir, empezar, actuar, mover, elegir, dar a luz, entero’ son como dos manos que se elevan (como saludando al sol naciente). El mismo carácter wàng, que significa ‘mirar’, está formado por los caracteres rey (abajo), escondido (arriba a la derecha) y luna, o sea, según dice el autor1, «como el rey que escondido en la oscuridad de la noche mira a la distancia».
El carácter dì de la segunda línea, que significa ‘tierra’, incluye el carácter de serpiente, con lo que estrictamente dicho sería «tierra de las serpientes».
Y, por ejemplo, en la primera línea, chuáng es ‘cama’, pero literalmente es «dentro de casa-madera», y qián es ‘frente a, adelante, anterior, primero, antes’, pero en su carácter vemos también un barco que avanza sobre las aguas, y dos pies que avanzan. Míng es ‘clara, luminosa’, pero literalmente sol-luna, y guāng, que es ‘brillar’, está hecho con los caracteres de un hombre llevando una antorcha.
Esto permite hacer composiciones de imágenes en el más puro sentido que le daba Giordano Bruno en su De Imaginum y, aunque el discurso elegido es uno, varios otros se entretejen en varios niveles de significación, como evocaciones poéticas diríamos.
Sabiendo que Li Pai no debió de ser ajeno a las enseñanzas esotéricas, ya que al final de la vida fue un mago taoísta, esto nos convida a hacer interpretaciones más allá de lo convencional.
Junto a su cama (o en el barco fantástico de su personalidad en esta encarnación, bogando las aguas del tiempo, de la sucesión de causas y efectos), un rayo de luz de luna (o sea, un rayo de intuición, de sabiduría que entra en su caverna oscura) parece congelada, como escarcha, como piedras preciosas alquímicas, que le obligan a mirar, alzando su cabeza (o sea, su ser interior, su conciencia) a la «madre de las almas», a la gran sabiduría (simbolizada por la Luna), a su destino final de felicidad pura. Pero la luz es escarcha, está congelada sobre la tierra, como frías cenizas. Por eso baja (con la imagen de arrodillarse, postrado) la cabeza, pues está en la tierra donde nació y donde debe expiar sus faltas.
En términos teosóficos, otra interpretación es exactamente la opuesta. La escarcha que él ve, no queda claro si es en su cuarto o es que desde él ve la tierra cubierta por un sudario blanco, amortajada por él, como diría la poetisa Florbela Espanca. Esa luz de la luna como escarcha es el recuerdo, con toda su nostalgia y su carga de dolor y de deseo; la Luna misma es el pasado, lo inconsciente (en el sentido junguiano), la madre de la fantasía y lo irreal. Y también, según H. P. Blavatsky y las enseñanzas esotéricas, el cadáver helado de lo que fue morada para las almas que ahora habitan la Tierra, y ahora las convida a unirse a ella en su muerte y vanas ensoñaciones. La Luna es el Pasado con mayúsculas y la muerte de las almas, y él no cede a la tentación, se arrodilla interiormente, baja la cabeza, piensa en su tierra natal, donde vive, donde está su presente, la tierra de las causas y efectos verdaderos ahora, donde se siembra y se cosecha.
Este es un poema que todos los niños aprendían, y no puedo dejar de sonreír al recordar que, en mi generación, en España, veíamos también el programa de televisión «Un globo, dos globos, tres globos» con su canción, que comenzaba así y continuaba «la Luna es un globo que se me escapó» y «la Tierra es un globo donde vivo yo». H. P. Blavatsky, desde su cielo de gloria, habría, sin duda, mirado divertida por la semejanza de sus tres globos anteriores a la Tierra y con la Luna, de la que al morir, se escapó la oleada de vida que forma la actual naturaleza, con su agua y atmósfera quizás.
https://en.wikipedia.org/wiki/Quiet_Night_Thought
1 El autor y el libro que estoy siguiendo en este artículo, Pedro Ceinos Arcones en sus «Caracteres chinos: un aprendizaje fácil basado en su etimología y evolución».