Durante décadas, Hollywood dedicó muchas de sus producciones a los conflictos entre nativos norteamericanos y colonos venidos de Europa. Aprendimos, a través de esas películas, cómo eran los nativos de esas tierras y por qué perdieron sus territorios.
Desde hace unos años, una serie de investigaciones arrojan una nueva visión de aquellos acontecimientos, de la cual podemos extraer conclusiones diferentes. Aunque son muchos los temas que podríamos tratar en estas líneas, nos limitaremos a señalar algunos aspectos considerados más importantes por aquellas personas.
Previamente, necesitamos puntualizar o aclarar algunos conceptos que tenemos integrados a través del cine.
Piel roja
Los términos «piel roja» e «indio» han sido utilizados desde la colonización de América del Norte para referirse a los pueblos indígenas. El término es ahora ampliamente considerado como peyorativo, y rara vez se utiliza en público. Es mejor denominarles «indígenas», «nativos» o «primeros americanos».
Algunas hipótesis quieren explicar el origen de ese término. Una hipótesis afirma que fue utilizado por primera vez por los nativos americanos para diferenciarse de la creciente población colona blanca. Otros autores afirman que se les denomina así por la pintura con la que se maquillaban para entrar en combate, que era de subido color rojo.
No debemos olvidar que la practicidad ha existido en todas las sociedades. Una manera de proteger la piel de los rayos solares y de las picaduras de los insectos era tintarse la piel con una mezcla de jugo de raíces, bayas y cortezas de árboles que en muchas ocasiones daban un color rojizo.
La lucha con el hombre blanco
Al principio, las relaciones entre indígenas y colonos fueron pacíficas y, básicamente, de índole comercial. Pero la diferente mentalidad de cómo se hacen las cosas y el poco interés de los blancos por conocer el concepto que los nativos tenían de la belleza, de la forma en que cuidaban la tierra o de la necesidad de vivir en la naturaleza llevó al hombre blanco a la destrucción de su cultura sin pensar en la posibilidad de convivir con los nativos.
Los esfuerzos de los nuevos pobladores europeos se centraban en reconvertir a los pueblos autóctonos a su imagen y semejanza, sin comprender que las culturas que viven de un modo diferente también viajan por la senda del progreso y de la mejora de la vida.
Prácticamente se exterminaron los búfalos (elemento básico de la alimentación, vestidos y tipis de muchas tribus) y se talaron los bosques para tender vías de tren. Los nativos no entendieron esa brutalidad, y los blancos no entendieron su «falta de ambición de civilización».
Los conflictos entre las dos maneras de entender las cosas se resolvían por tratados escritos, que los blancos no cumplían. Al final, los jefes y grandes guerreros de las tribus lucharon en defensa de sus tierras, de sus modos de vida y de su libertad. Pero, como ya sabemos, los indígenas que no murieron acabaron en sucias y estrechas «reservas». Un pueblo que había vivido en completa interacción con la naturaleza se sintió prisionero en su propia tierra.
La misma desesperación, el hambre, sus vidas controladas por extraños, su economía desintegrada y la cultura tribal anulada llevaron a los nativos (sobre todo a los guerreros) a la autodestrucción con el alcohol, que además era suministrado por los vigilantes de las reservas para mantenerlos «tranquilitos».
Diferencias
Generalmente, al hablar de estas tribus tendemos a imaginarlas todas muy parecidas. Sin embargo, debemos saber que América del Norte (donde se sitúan estas culturas) es muy grande. Para ubicarnos, en el actual Estados Unidos caben 19,5 Españas; si además contamos Canadá, donde también había nativos norteamericanos, la cifra llega a 39 Españas.
Podemos pensar las diferencias existentes entre las diferentes tribus simplemente por la distancia geográfica y climática que las separaba. En cuanto a la población, actualmente en España (enero de 2024) somos 48,59… millones de habitantes. Se estima que, cuando los ingleses comenzaron la conquista, había en Norteamérica unos 12 millones de nativos.
Se ha comprobado que existían doce ramas lingüísticas, cada una tan diferente de las demás como pueden serlo hoy el alemán y el persa, el ruso y el castellano. Además de esas doce ramas se hablaban dialectos varios, de tal manera que, al llegar el hombre blanco, había alrededor de dos mil lenguas habladas.
Como curiosidad, podemos comentar que la mayoría de los nombres de Estados y ciudades en Estados Unidos conservan o derivan de palabras de sus idiomas: Oklahoma, «el pueblo rojo»; Iowa, «los dormidos»; Kansas, «una brisa cerca del suelo»; Kentucky, «el suelo oscuro y sangriento»; Illinois, «la tribu de los hombres perfectos»; Texas, «amigos»; Mississippi, «padre de las aguas»…
¿Qué sabemos de ellos realmente?
Los pueblos originarios norteamericanos no conocían la escritura, pues sus tradiciones eran orales. Contaban sus orígenes y su pasado en forma de leyendas y cuentos. El hecho de no conservar su historia escrita provoca que tengamos la realidad de aquellos pueblos muy distorsionada, ya que el cine y la televisión han difundido la versión de quienes ganaron la guerra, es decir, los blancos.
Los han descrito como hombres salvajes, muy simples o carentes de «luces», crueles, alcohólicos, holgazanes, y de mujeres sumisas y tontas. Nada más lejos de la realidad. Seguramente, todos estos calificativos que les dio el hombre blanco fueron para «tapar» su mala conciencia por haber destruido una forma de vida tan pura y natural, por haber «contaminado» a unos seres humanos que no tenían vicios ni falsedades.
Es muy poco lo que conoce el público en general sobre la historia de estos pueblos, aunque existen muchos estudios rigurosos sobre los indígenas norteamericanos. Estos estudios se han basado en el testimonio de nativos que pasaron su infancia (o parte de ella) viviendo como sus antepasados y luego fueron al colegio de los europeos, y en algunos casos a las reservas.
Los testimonios nativos entrevistados cuentan que les enviaban a colegios de monjas y estas les pegaban si les oían hablar en voz alta su idioma. Los represaliaron tanto que llegaron a avergonzarse de su cultura y de sus antepasados. Afortunadamente algunos antropólogos y escritores se interesaron por estos temas y, poco a poco, se ha rescatado el valor de su cultura. En este trabajo hay testimonios de los jefes sioux Toro Sentado, Luther Oso Erguido y de la maestra blood Beverly Lobo Hambriento, quien se ha dedicado a recopilar historias y tradiciones de sus antepasados.
Es cierto que en todos los momentos históricos y en todas las culturas o civilizaciones ha habido personas de todo tipo, con más o menos integridad moral. Sin embargo, hay unas características grupales que nos pueden indicar a qué tipo de cuestiones o costumbres se le da importancia en una época u otra. En estas líneas nos vamos a ceñir a aquellas cuestiones, anécdotas y costumbres que nos den una idea de cuáles eran sus valores como personas y como conjunto humano.
Aunque tenían diferentes idiomas, formas de vestir y de decorar su cuerpo, la mayoría de las tribus eran nómadas. Vivían principalmente de la caza y la pesca, aunque también cultivaban un poco en sus campamentos de primavera y verano. Esto nos da una pista a la hora de ver similitudes entre costumbres y valores humanos de las tribus: el aguante ante la adversidad, el valor, la camaradería, el poco apego a los bienes materiales, el amor a los animales, etc. Lo vamos a comentar con un poco más de detalle.
Religiosidad de los nativos norteamericanos
Muchos europeos desestimaron los rituales y creencias de los nativos norteamericanos porque no tenían un sacerdote o un libro sagrado. No veían sus creencias como una religión propiamente dicha. Para nosotros, «hombres blancos», la religión está llena de implicaciones abstractas, pues se refiere a un culto a algo que está fuera del plano material o terreno.
En cambio, ellos tienen una concepción mucho más tangible, ya que identifican el mundo que conocen (tierra, nubes, lagos, plantas, animales) con lo sagrado. Por ello, por ejemplo, en algunas tribus el dios principal es descendiente de un búfalo, es decir, del animal que durante siglos les ha proporcionado sustento. Y también porque este animal vende cara su muerte, es valiente.
También nos han hecho creer que carecen por completo de ideas filosóficas, y que no pueden albergar el más mínimo pensamiento acerca de la vida y de las complejidades de la vida. Sin embargo, esto son apreciaciones del hombre blanco, quien ha escrito mucho sobre los aspectos externos de la vida de los nativos, sin conocer cuáles son sus motivaciones internas.
La contemplación de la naturaleza les invitaba a recogerse en meditación y plegaria: ello los movía a elevar su corazón a Dios. El nativo norteamericano nunca olvidaba su insignificancia ante el Misterio. Pero era humilde sin servilismo, se dirigía a los Poderes por medio de la oración, y nunca se humillaba sobre el suelo.
Todos los días se empezaba la jornada con un saludo al sol, al que consideraban el hacedor de la luz, durante unos instantes en silencio y en pie, para agradecer. Antes, se lavaban bien, como ritual y como medida higiénica, incluso haciendo un agujero en el hielo para acceder al agua.
Hay unas palabras del jefe Seattle: «Hombre blanco: no tejemos la vida; somos tan solo uno de sus hilos. Si deshaces el tejido te deshaces a ti mismo». Con esta frase tenemos una visión muy exacta del concepto principal de las religiones nativas de Norteamérica: la espiritualidad sencilla y en armonía con la naturaleza.
Las personas sagradas y sus visiones
Aunque la religión de las tribus norteamericanas no disponía de alguien que se dedicara exclusivamente a los actos religiosos, como un sacerdote, tenían líderes religiosos: eran conocidos como el chamán u hombre/mujer medicina. Desempeñaban una parte importante en los rituales y ceremonias por su capacidad de comunicarse e interceder ante los dioses para ganar batallas, curar enfermedades o hacer que lloviera, entre otras cosas. También, el o la chamán ayudaba a las personas de la tribu a buscar una visión que le orientara en su vida.
En este tipo de sociedades, las prácticas de iniciación a etapas de la vida también las organizaban y preparaban los chamanes. En realidad, eran procesos de iniciación místicos. Determinadas prácticas sagradas otorgan mucho poder y sería peligroso que cualquiera accediera a ellos, por lo que solo unos pocos elegidos (los y las chamanes) podían iniciarse en el uso de la magia y el contacto con los espíritus.
Relación con la naturaleza
El ser humano es parte de la naturaleza. La tierra no podía ser explotada ni poseída. Nadie se quejaba nunca de lo que la tierra le daba, así que las variaciones del clima no eran un tema de conversación, ya que quejarse hubiese sido una ofensa a las cosas que nos otorga el Gran Misterio.
El sol no era adorado, pero sí se le tenía mucho agradecimiento porque sus rayos dan vida a todos los seres vivos. Nunca se guarecían de la tormenta o el granizo, pues eran una manifestación más de la naturaleza. Al contrario, se hacían concursos a ver quién aguantaba más el temporal. Amaban al viento porque era una fuerza de la naturaleza, un amigo que lleva mensajes a familiares lejanos.
Respetaban a los animales, pues de ellos se aprende la lealtad, las diferentes habilidades y otros muchos conocimientos. El caballo no era considerado un animal de carga, sino el mejor amigo del jinete. Nunca se mataba por diversión porque todos los seres vivos tiene el mismo derecho a la vida. Y cuando se abatía una pieza, se aprovechaba cada parte del animal.
Tan cuidadosos eran con la vida (y la muerte) de los animales que, desde la mitad de la flecha hasta el extremo de la punta se abrían una estrías para que la sangre del animal herido manara más deprisa, lo que sin duda aceleraría su muerte; por lo tanto, le evitaban una muerte lenta y un dolor innecesario.
Según las creencias de estas tribus, el ser humano no ocupa un lugar especial a ojos de Dios, solo somos una parte del mundo y sus seres vivos.
La muerte
Vivir en contacto estrecho con la naturaleza es percibir la muerte y la vida en cada momento, por lo que consideraban la muerte como un paso a otra forma de vida. Muchas veces escogían ellos mismos el momento de morir, retirándose a las montañas o esperando su momento dentro de sus tiendas de campaña y esperando tranquilamente a que se produjera su gran viaje. También, el hecho de que en sus visiones o sueños podían comunicarse con sus antepasados corroboraba que la muerte y la vida son dos dimensiones de una misma realidad.
La educación
El aprendizaje de los niños era vivir y aprender de la naturaleza. Una parte importante de esa educación la constituía la formación del carácter, que empezaba en el momento del nacimiento y terminaba cuando se acababa la vida.
Las mujeres, sobre todo las abuelas, eran las encargadas de la educación de los niños y niñas. Les enseñaban a ambos géneros a ser honestos, valientes, resistentes, trabajadores y fieles. También les enseñaban normas de cortesía: hablar gritando y comportarse de modo fanfarrón no se consideraba una actitud digna de un hombre o de una mujer.
Si algún enemigo estaba cerca, la discreción y el silencio podían salvar a toda una tribu, por lo que desde el primer día se enseñaba a los bebés a no llorar ni gritar.
Los huérfanos no existían. Cuando un niño o niña quedaba sin padres, era adoptado por toda la tribu: todos eran responsables de su cuidado y su educación. Lo más difícil de la paternidad no era vigilar la conducta de los niños, sino vigilar la propia de los padres, ya que el método de enseñanza que usaban era que los niños debían observar detenidamente la conducta de los adultos, por lo que estos siempre estaban sometidos a examen.
Las puertas de los tipis nunca se cerraban porque no habían robos, y tampoco había nada que ocultar.
La fortaleza se demuestra no solo en la acción, sino también en la resistencia: tenían tanta fuerza muscular como fuerza de voluntad, y eso se manifestaba cuando se distribuía la comida: primero comían niños y ancianos; luego, mujeres; y al final, los cazadores y guerreros (los más fuertes). No se permitía la glotonería ni la gula porque esto era señal de debilidad.
La generosidad y la caridad estaban consideradas las mejores virtudes. El mejor guerrero era aquel que se desprendía de sus posesiones más queridas y era capaz al mismo tiempo de cantar canciones de alegría. El bien de la comunidad era lo más importante en tiempos de penuria. Desde niños se les enseñaba a dar a los demás y a hacerlo con generosidad. Si alguien hacía un regalo que no valía la pena, no podía considerarse una persona generosa.
Los prisioneros de guerra no se convertían en esclavos, se les dejaba ir con su tribu después de un tiempo de convivencia; así, en una nueva confrontación, esos guerreros no los verían como enemigos, sino como antiguos amigos con los que no había que luchar.
La organización de la tribu
La vida de los guerreros está rodeada de un halo de admiración. Sin embargo, los ancianos eran escuchados por su sabiduría, los chamanes cuidaban el cuerpo y el alma de la tribu, las mujeres organizaban el poblado y educaban a los niños, pero una de las funciones más importantes dentro de estas sociedades eran los exploradores: toda la tribu dependía de ellos para obtener alimento y escapar del peligro a tiempo. Su entrenamiento era muy arduo y su palabra inapelable.
Nadie de la tribu tenía pereza, su estilo de vida les obligaba a ser trabajadores, ya que la naturaleza no admite holgazanes. La vida de cada habitante dependía del trabajo, la caza y la defensa del poblado.
Cada miembro del poblado tenía sus tareas específicas que realizar. La edad, el sexo o las habilidades marcaban las diferencias. Como todas las funciones eran necesarias, nadie se consideraba superior a otro, sino complementario. Y si un hombre no quería ser un guerrero, no se le despreciaba, ocupaba otro lugar en la tribu haciendo tareas de mujer. O si una mujer quería ser guerrera también lo podía ser. Por ejemplo, Lozen fue una guerrera y profeta de los apaches chiricahua. Era la hermana de Victorio, un importante jefe. Según dicen, era capaz de utilizar sus poderes en batalla para conocer los movimientos del enemigo. Victorio aseguraba: «Lozen es mi mano derecha… Fuerte como hombre, más valiente que la mayoría, y astuta en la estrategia. Lozen es un escudo para su gente».
Esto tenía como grata consecuencia que nadie quedaba excluido ni desatendido, porque la tribu funcionaba como una comunidad, cada cual con sus características y capacidades.
La tribu era gobernada por un jefe que, no obstante, no tenía autoridad absoluta. Los ancianos de la tribu, reunidos en torno al fuego del Consejo, expresaban su sabiduría, que siempre era tenida en cuenta, junto a la del chamán, que podía ser hombre o mujer. También la experiencia de las ancianas era tenida en cuenta en muchas de las decisiones que debían tomarse.
El jefe de la tribu mantenía su cargo mientras la edad se lo permitía. Luego, él mismo designaba a su sucesor, que podía ser su hijo o su hija. Este nombramiento debía ser aceptado por toda la tribu. Si se indicaba como jefe sucesor a otro guerrero que había demostrado ser más valeroso que el heredero legítimo, este debía, sin más, cederle el título.
La conciencia tribal no tenía leyes escritas; sin embargo, es un error creer que un pueblo que no tiene leyes escritas es un pueblo anárquico. Nadie dominaba a otro, la única dominación que existía era la del individuo sobre sí mismo.
Personas veraces y valientes
El silencio era muy apreciado, pues mostraba respeto y autodominio. Quien sabe estar en silencio muestra un poder incluso más grande que el que sabe emplear bien las palabras, pues sabe someter sus emociones a un control estricto: el ser humano silencioso siempre es digno de confianza, el parlanchín jamás puede ser tomado en serio. El halago y la adulación no formaban parte de sus costumbres, pues eran considerados falsedades.
Los sioux tenían un proverbio que repetían con frecuencia a los jóvenes: «Un lakota puede mentir una vez, pero después ya nadie volverá a creer lo que dice». Sus discursos eran cortos y se hacían sin retórica. Sus palabras siempre eran «de verdad». De hecho, los mentirosos recibían el menosprecio de la tribu en general.
Pero el valor, la valentía, era la cualidad personal más apreciada. Eran muy valientes tanto hombres como mujeres. El valor en el combate, en la caza, en la doma de los caballos, no era nada comparado con el valor del autodominio y la capacidad de tener generosidad y compasión por todos los seres vivos. En todas las fotos que nos han llegado, transmiten e irradian dignidad, serenidad y autodominio.
Pensemos en las condiciones en las que vivían estas personas cuando se hicieron las fotos: les habían destruido su hábitat natural, se les había relegado a reservas, se les usaba como atracción de feria o circo, y aun así, su mirada es de sereno orgullo. Esto no puede ser una pose, es algo que se irradia.
Para finalizar, una anécdota del jefe más famoso, Toro Sentado, perteneciente a los hunkpapas (una de las tribus de lakotas o sioux).
Había gran rivalidad entre las tribus hole y los hunkpapas, continuamente había enfrentamientos entre ellos. En cierta ocasión, hubo un asalto a un campamento hole. Toro Sentado era el cabecilla de los guerreros hunkpapa.
Como los pillaron por sorpresa, hubo algunos guerreros muertos y otros escaparon. Solo un niño de once años les hizo frente para proteger a los más pequeños y a las mujeres. Solo tenía un arquito para cazar pájaros, y aun así les disparó. Los guerreros hunkpapa le rodearon, pero el niño no gritó ni lloró. Miró a Toro Sentado y pidió merced para su tribu.
Dicen que la compasión, entre muchos valores, era el más notable de Toro Sentado. Se apiadó del niño y lo protegió de sus compañeros, quizá porque acababa de perder a su mujer y a su hijo. Y también por su sentido de justicia, porque su argumento definitivo para que no le quitasen la vida fue que «alguien tan valiente como ese niño no debía morir». No solo le salvó, sino que lo adoptó como hermano. Y este nunca le abandonó, fue su «hermano» más fiel.
Conclusión
Cuanto más profundizamos en la vida y costumbres de los antiguos pobladores de Norteamérica, un horizonte humano más ancho se presenta ante nuestra conciencia. Tal vez, inconscientemente, tengamos sed de su autenticidad y sus valores. Seguramente, este anhelo nos impulsa a regalar atrapasueños, a utilizar una imagen de un gran jefe o guerrero como punto de lectura o, las personas más entusiastas, se tatúen una representación relacionada con estas gentes. El uso de estas imágenes no nos convertirá en las personas íntegras que fueron y que admiramos, pero, quizá, su permanente presencia nos impulse a investigar sobre sus valores y ponerlos en práctica.
Deseamos que este breve trabajo de recopilación actúe como estímulo para aquellas personas que lo lean.
Bibliografía
Luther Standing Bear (Jefe Oso Erguido), 1995. La tierra del águila moteada. Barcelona, José J. de Olañeta, Editor.
Bernard Dubant, 1983. Sitting Bull «El último indio». Barcelona, José J. de Olañeta, Editor.
Beverly Hungry Wolf, 1998. La vida de la mujer piel roja. Barcelona, José J. de Olañeta, Editor.
https://es.wikipedia.org/wiki/Piel_roja#:~:text=Pielroja%20o%20piel%20roja%20(redskin,considerado%20por%20algunos%20como%20ofensivo.
https://www.eldebate.com › historia › estadounidenses-…
https://artemision.es/tribus-y-creencias-de-los-nativos-norteamericanos/
https://es.wikipedia.org/wiki/Lozen
https://www.historia-religiones.com.ar/la-religion-en-las-tribus-de-norteamerica-35