La primera realidad que podemos encontrarnos es que C. G. Jung es un personaje real y Alonso Quijano (D. Quijote) es un personaje imaginario. No obstante, haciendo un breve ejercicio de reflexión, podemos darnos cuenta de que hay una estrecha relación, más allá del mundo de las formas, como si de alguna manera estuvieran conectados, personaje real con personaje imaginario.
Ambos, cada uno en su plano, son misteriosos.
Hagamos un acercamiento al personaje real: Joseph Henderson1, que primeramente recibió terapia con C. G. Jung para convertirse con posterioridad él mismo en terapeuta, dijo: «Es casi imposible describir lo que era Jung. Es una especie de mezcla entre campesino suizo, erudito y algo más de naturaleza espiritual, lo que refleja o describe a un hombre que técnicamente no debería existir, pero que sin embargo existió».
Carl Gustav Jung, apartado hoy día de la ortodoxia de las universidades, incluso ridiculizado o criticado tanto desde lo profesional como desde lo personal, sin embargo, en otro plano de la sociedad tiene una tremenda lista de seguidores, de estudiosos, de admiradores, casi diríamos de discípulos.
Por otro lado, tenemos al personaje del Quijote. Cuando hablamos de un personaje de ficción, nos estamos planteando toda una serie de elementos. En el personaje de ficción del Quijote es difícil además separarlo del propio autor, y uno de los aspectos que más llama la atención es que, en ocasiones, se hace mucho hincapié en investigar al autor en lugar de investigar al personaje. ¿Está el Quijote contenido en Miguel de Cervantes o, al contrario, es Miguel de Cervantes quien está contenido en el Quijote?
Lo cierto es que entre Cervantes y el Quijote hay una especie de vínculo extraño, puesto que la vida de Cervantes, tal como nos la describen las crónicas históricas, fue realmente una vida de aventura y también de generosidad. ¿No nos recuerda esto las andanzas de Alonso Quijano y su actitud frente a los acontecimientos a los que debe hacer frente?
En el Quijote nos vamos a encontrar con dos aspectos. Por un lado, el personaje en sí mismo y, por otro lado, la realidad en la que vive, el mundo en el que vive. Así pues, el enigma de la obra no está solo en el personaje, aunque él es la clave —aún más, es el arquetipo por excelencia—, sino en todas las historias, personajes y episodios que se van cruzando a lo largo de la narrativa de la obra.
Podríamos considerar que cada capítulo del Quijote es realmente una novela en sí misma, donde, curiosamente, se van a contener mil aspectos. En el Quijote se habla de medicina, terapéutica y elementos de curación, medicamentos, gastronomía (hasta fórmulas gastronómicas), oratoria, reivindicación social, etc.
Por otro lado, nos encontramos con extraordinarias descripciones de las situaciones sociales de la época, las clases sociales, los niveles de educación, los comportamientos humanos, los valores éticos o las conductas inmorales, etc.
Y más profundo que todo ello, el Quijote es un tratado filosófico-moral que nos evidencia su relación con la psicología analítica junguiana como una obra alquímica. Es decir, es una obra de transformación.
Tengamos en cuenta que, para Carl Gustav Jung y su psicología profunda, el desarrollo del ser humano pasa por el objetivo de conocerse a sí mismo, la clave del autoconocimiento, de alcanzar la propia identidad (que él describió tan bien), esa búsqueda de identidad que no sería sino una búsqueda y un deseo de encuentro con el dios interior que de alguna manera todos sentimos que somos, que nos arranca, de alguna forma, de lo temporal para sumergirnos en una búsqueda de lo atemporal, que rompe con los cánones del espacio y del tiempo. Y eso lo vamos a encontrar también en el Quijote, porque el Quijote es una obra que nos desvincula del espacio-tiempo.
Sí, el Quijote es una narración alquímica, y para Jung el trabajo de la psicología profunda, el trabajo del desarrollo y autoconocimiento del ser humano, la transformación y transmutación interior a través del sendero que va recorriendo, que él nombra como sendero de individuación y que no es ni más ni menos que la búsqueda y el trabajo por llegar a la verdadera identidad, indudablemente están absolutamente relacionados.
Lo que encontramos en los trabajos de Jung y en la narrativa del Quijote es un mensaje tal vez críptico en algunos momentos, pero que está dirigido al proyecto de vida de cada ser humano, y ese proyecto de vida es tratar de llegar a ser lo mejor que cada uno de nosotros puede llegar a ser y ser conscientes de ese proceso.
Podría decirse que el Quijote es el arquetipo que abarcaría todas las proyecciones arquetípicas para los seres humanos.
«En todo el mundo no hay obra de ficción más profunda y fuerte que esta [se refiere al Quijote]. Hasta ahora representa la suprema y máxima expresión del pensamiento humano, la más amarga ironía que pueda formular el hombre. Y si se acabase el mundo y alguien preguntase a los hombres: “veamos, ¿qué habéis sacado en limpio de vuestra vida? ¿Qué conclusión definitiva habéis deducido de ella?”, ¿podrían los hombres mostrar en silencio el Quijote y decir luego, “esta es mi conclusión sobre la vida”, ¿podríais condenarme por ella?”2»
Realmente, el Quijote es mucho más que un solo arquetipo, es el compendio de todos los arquetipos o de todas las proyecciones arquetípicas para los seres humanos.
El primer arquetipo o manifestación arquetípica que nos evoca es el sendero del héroe o el viaje del héroe, y se refiere, en realidad, a la vida que corresponde a cada ser humano.
Es un viaje que tenemos que recorrer con certidumbre inexorable en la medida que encarnamos y que tiene muchas etapas, y a lo largo de esas etapas van surgiendo de nosotros valores y fuerzas que quizá desconocíamos, sombras y aspectos para superar, en un viaje hacia la integración con nuestra seidad3.
El Quijote nos evidencia un mensaje: que ese camino, que llamamos sendero de vida y es el que Cervantes hace recorrer a su personaje, es un largo camino lleno de dificultades, lleno de frustraciones, de burlas, de dolor. Al mismo tiempo nos muestra una capacidad incombustible en su protagonista. porque le golpean, se burlan de él, le derriban de su caballo, se queda maltrecho, herido, pero no importa, se levanta y continúa, y continúa con esa seguridad de la misión que tiene que cumplir, que es alcanzar su meta, Curiosamente, esa meta no es solo para él, es para la humanidad.
¿Es acaso el Quijote una personificación del arquetipo del inconsciente colectivo en una de sus claves de interpretación? Con seguridad la respuesta no la tiene Jung, sino el propio Quijote.
En un pasaje de la obra, le habla a Sancho de la Edad de Oro que tenemos que alcanzar, pero que estando en una Edad de Hierro y toca trabajar y luchar para lograrlo. Este diálogo nos puede hacer pensar en nuestro propio momento histórico donde todo es desconcierto, inseguridad y caos, donde nada está manifestado en su propia y natural esencia y donde la integración armónica de los opuestos —objetivo alquímico— ni siquiera es percibida en su concepto.
Podemos entender que este viaje es realmente un viaje de conciencia, pero no de conciencia neuronal asociada al cerebro físico, sino asociada a un impulso o manifestación interior que nos vincula a nuestra realidad atemporal.
Un primer aspecto que nos manifiesta Alonso Quijano cuando siente el convencimiento de comenzar ese viaje que le llevará al cumplimiento de su destino, es la insatisfacción sobre su vida. Siente que es un hidalgo empobrecido, que no hace nada, no tiene dinero, no tiene hijos, no tiene familia, solo unos parientes tibios que no alcanzan a comprenderlo.
No tiene nada que pueda proporcionarle una satisfacción, alguien que pueda entenderle, ni en lo material ni en lo espiritual, ya que incluso el sacerdote allegado está prisionero de su dogma y radicalizado en su percepción de lo que debe hacerse para solucionar lo que considera un problema mental, ordenando la destrucción de la biblioteca del Quijote.
Alonso Quijano entiende que él es algo más que ese hidalgo empobrecido viviendo una vida gris, porque está firmemente convencido de que su misión es hacer algo por la humanidad, luchar contra el mal, defender el bien, ayudar a los que sufren. En su interior, Don Quijote demanda su manifestación en el mundo. Y elige actuar. Reflexiona sobre lo que necesita para su misión.
En la obra de Jung nos encontramos con esa necesidad que tiene el ser humano de conocer las capacidades de su psique, sus luces y su sombra, porque si el objetivo de la psicología analítica es conocerse a sí mismo, es preciso saber cómo podemos hacerlo.
Todo viaje precisa de una preparación; así, el caballero4 toma conciencia de lo que precisa y se dirige a buscarlo y prepararlo. Miguel de Cervantes narra una de las escenas más bellas y poéticas de su obra. Alonso Quijano entiende que un caballero necesita un elemento imprescindible, debe tener un caballo. Así pues, se dirigirá a la cuadra donde se encuentra un caballo flaco, envejecido, casi en las últimas, y durante tres días tratará de evocar un nombre que proporcione al animal la fuerza de espíritu necesaria para la misión que han de cumplir. Al cabo de este tiempo se producirá el milagro y surgirá Rocinante.
A partir de este momento, podemos asegurar que el proceso mágico de la dinamización del arquetipo comienza. El proceso continuará con el nombre que se da a sí mismo Alonso Quijano, porque a partir de este momento será Don Quijote. Y realiza el rito imprescindible de preparar sus armas.
¿Qué significado podemos extraer relacionando este ritual con el arquetipo del héroe que propone C. G. Jung?
Cuando el creador de la psicología profunda habla de los arquetipos, se está refiriendo a modelos universales, como procedentes de la misma mente del universo, que se manifiestan en las infinitas vidas que proceden de él. Por tanto, los seres humanos estaríamos directamente vinculados.
Jung no dice nada nuevo que no hayan expresado filósofos como Platón o Plotino, pero su aporte radica en la vinculación que hace entre el concepto y simbolización del arquetipo y la psique humana.
Podemos intuir que uno de los significados de la preparación y vela de las armas por el que es ya el Quijote significaría saber que todos tenemos unas capacidades, unas características, un potencial para comenzar la construcción de nuestra vida.
Las armas que imagina Don Quijote están oxidadas, abolladas, no son tales, sino elementos de la vida cotidiana. No importa, aquí se manifiesta nuevamente el poder del héroe, la mirada transformadora. Don Quijote no ve las cosas como son, sino como deben ser.
C. G. Jung, cuando explica las extraordinarias capacidades de la psique humana, lo hace hablando de un enigmático arquetipo, la sombra, el mundo interior desconocido, que aún es caótico, no aceptado, pero que espera ser iluminado, cosmogonizado por la voluntad y la constancia.
Jung dice que la sombra solo espera a ser iluminada para que su potencial nos impulse en la realización de nuestra vida. Sin embargo, en el Quijote puede decirse que la sombra, es decir, aquello no aceptado que contiene los rencores, los miedos, la violencia, no se encuentra en el Caballero de la Triste Figura, que ya en su descripción física nos recuerda una llama, elevado y vertical.
Pero ¿y Sancho? ¿Es la sombra de Don Quijote?
C. G. Jung explica en todo momento la la realidad dual de nuestro universo manifestado, llegando, incluso, a describir en sí mismo hasta dos aspectos o personalidades que conviven. Pero esa dualidad tiene especial relevancia en los conceptos espiritual y material, porque de ambos está formado el ser humano. Nuestra mente, que nos determina como humanos, es también dual: Podría decirse que es como un puente que nos lleva a percibir nuestra realidad material, temporal y espacial, pero que también nos lleva a divisar otra realidad no tangible, sin espacio-tiempo, pero no por ello menos real.
Esa relación Quijote-Sancho está reflejada como un proceso alquímico de integración si tenemos en cuenta la relación que Jung estableció entre la psicología y la alquimia. La idea de un arquetipo como modelo universal que él denomina «sendero de individuación» es, sobre todo, un viaje hacia el interior, hacia el tesoro oculto que subyace en lo más profundo de nosotros. Podría relacionarse con el difícil y en ocasiones doloroso pero no por ello menos grandioso camino que el héroe cervantino debe atravesar, entre burlas, maltrato e incomprensión, pero que él no percibe como tal, sino que a través de su mirada transformadora lleva su conciencia a la plenitud arquetípica.
Arduo trabajo de integración de la luz y las sombras, de lo material y de lo espiritual, de lo consciente y lo inconsciente para llegar al destino elegido, aunque antes debe luchar con el Caballero de la Blanca Luna, que reconoce en él su hidalguía. Es la prueba final y está a la altura de la transformación que se ha realizado a través de todos los acontecimientos a los que ha tenido que hacer frente.
El héroe se ha enfrentado y superado la inseguridad, el dolor y la humillación, la ingratitud y la incomprensión, pero también el misterio y la renovación, y cuando llega a la meta de ese camino le espera la transmutación y la muerte.
En el relato de Cervantes, el final nos puede parecer incomprensible y desalentador si no profundizamos en su mensaje trascendente aunque críptico, porque las claves de interpretación son muchas en varios niveles de conciencia. Si nos atenemos a la clave humana, comprendemos que el viaje ha finalizado y el personaje ha recuperado su humanidad pero está ya transmutado, no es el que ha comenzado el viaje, ha alcanzado su objetivo y, en sus propias palabras, es un hombre bueno.
¿Acaso no es el viaje que cada uno debemos recorrer y superar, alcanzar en cada vida lo mejor que podemos llegar a ser en nosotros mismos, con relación a lo que nos rodea y a nuestra situación en la sociedad y la historia?
En la analogía con los arquetipos de C. G. Jung, sería aproximarnos al máximo si no alcanzar el Sí Mismo, que es reconocer nuestra total naturaleza y comprender que la vida está plena de sentido y vivirla como la gran aventura.
¿Será que el sentido de la vida es la vida misma?
«Ruega generoso, piadoso, orgulloso;
ruega casto, puro, celeste, animoso;
por nos intercede, suplica por nos,
pues casi ya estamos sin savia, sin brote,
sin alma, sin vida, sin luz, sin Quijote,
sin piel y sin alas, sin Sancho y sin Dios».5
1 Joseph Henderson, estadounidense, se formó en Zurich con Jung y luego regresó a Estados Unidos, donde trabajó como terapeuta. Fue uno de los grandes admiradores de Jung y trabajó especialmente en la relación entre la psicología y la alquimia. Falleció en el año 2007 con 104 años.
2 Fiódor Dostoyevski. Comentario en una carta que escribió en el año 1876 donde describe la gran admiración que él siente por el Quijote.
3 Seidad, según Helena P. Blavastky: No Ser, el Todo único, sin segundo, indiviso; la Raíz de la naturaleza visible e invisible, objetiva y subjetiva, que solo puede concebirse por medio de la más elevada intuición espiritual, pero que jamás es plenamente comprendida.
4 Cuando expresamos el término caballero no nos estamos refiriendo a lo masculino exclusivamente, ya que los arquetipos expresan una dualidad armonizada, y aunque el Quijote está representado como un hombre, refleja a la humanidad en su totalidad. El término héroe expresa también el concepto «heroína».
5Estrofa de las Letanías a nuestro Señor Don Quijote, de Rubén Darío
¿Está el Quijote contenido en Miguel de Cervantes o, al contrario, es Miguel de Cervantes quien está contenido en el Quijote?” pregunta, pero la pregunta es equivocada. porque Cervantes no era más que un testaferro, un títere. Claro que no lo acepta, pero hay que preguntar: “¿Está el Quijote contenido en Francis Bacon o, al contrario, es don Fracisco Bacon quien está contenido en el Quijote? Y entocnes puede entenderlo major. El filósofo Quisiera publicar desde sus 16 años bajo seudónimo: las obras que tienen el nombre de Shakespeare.. y las 3 obras del Don Quijote.. además hay más.. pero ahora estamos hablando del DQ. Pero tenía asistencia de “sus mejores plumas”.. Ben Jonson, John Donne, y ‘los dos amigos’ Francis Beaumont & John Fletcher. Una frase del cientista Bacon es:
«Creyendo que nací para el servicio de la humanidad y considerando el cuidado de la comunidad como una especie de propiedad común, que como el aire y el agua pertenecen a todos, me propuse considerar de qué manera la humanidad podría ser mejor servida, y qué servicio yo estaba por naturaleza mejor capacitado para realizar”.
El pobre Miguel había vendido su nombre para sobrevivir. Claro que no lo acepta.. pero lea mi investigación.. de 2015, traducida en 2022, y ahora quizá en 2025 en español..