Agradecemos a uno de nuestros colaboradores que nos haya regalado el testimonio de su presencia activa en la catástrofe que provocó una Dana causando tanta destrucción, y que sigue causando tanto dolor en la provincia de Valencia.
Como sucede en muchas oportunidades, un suceso tan grave y devastador pone de relieve lo mejor de los seres humanos, pero también lo peor, como si se tratase de una prueba que nos pone delante la vida. Pero vamos a obviar los malos ejemplos y centrarnos en los buenos.
Nuestro colaborador no dudó en colocarse en la buena situación, es decir, en el lugar de los que, en un gesto de solidaridad, se sumaron a los cientos de voluntarios que no dudaron en presentarse en los lugares afectados, dispuestos a aportar sus esfuerzos para formar parte de una especie de ejército de paz, armados con sus cubos y sus palas o escobas; los que, como él, acudieron a una llamada que suelen escuchar las personas generosas y buenas.
Pero dejemos que nuestro corresponsal lo diga con sus palabras: «Si pudiera resumir en una frase lo vivido en apenas una semana, sería la siguiente: el deseo de aliviar el dolor del prójimo, guiado por una firme voluntad, unido además al sentido práctico para resolver los obstáculos que aparezcan en el camino, es un poderoso recurso del que todos disponemos. Si se le añade la unión fraternal ante la adversidad, nos hallamos ante uno de los motores que pueden transformar una sociedad para mejor».
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