Culturas — 1 de diciembre de 2024 at 00:00

La conciencia del héroe: Beethoven, Hegel y Hölderlin

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conciencia del héroe

En el Romanticismo el héroe tomará otra dimensión. El ser humano puede alcanzar conscientemente un estado del alma mas allá de los semidioses o de los mismos dioses; ahora el hombre puede elevarse hasta esa cima y conquistar su ambrosía. Lo hará, eso sí, con tesón y empeño a través de lo bello, transmutando lo mundano en divino.

El Romanticismo traerá el surgimiento de la sociedad moderna, donde se forjará una mentalidad individualista y antropocéntrica. El Romanticismo surge como una forma de ver la realidad desde otras dimensiones, y en él van a germinar la libertad, la igualdad y el amor como valores que potencializan el alma humana. Este impulso invita a las personas a buscar un sentido propio a sus vidas a través de la soledad, la quietud de ánimo y la ensoñación, sin que ello signifique la incomunicación o la indiferencia, pues se trata de una reflexión sobre la condición humana. El romántico se empeñará en estar mejor consigo mismo, con los demás y con el entorno que nos rodea. La condición moral, por encima de un yo pensante y racional, será el bastión de los mejores individuos.

1770 es el año en que nacen Hölderlin, Hegel y Beethoven: un poeta, un filósofo y un músico. Entre los tres, darán forma al ideal del héroe con sus pensamientos, sentimientos y acciones, y pondrán las bases del incipiente Romanticismo. Nacen dentro del viejo régimen europeo al que ven morir, así como ven nacer y desarrollarse el nuevo.

Conciencia del héroe
Hölderlin

En Hölderlin, la humanidad se expresa en un doloroso parto de mitos que, rompiendo sus cadenas, se lanzan a la conquista del universo para caer fulminados por los celosos dioses: «llamo al destino para que me devuelva mi alma», dirá. Es la misma tragedia del héroe, la del hombre que cumple su gran destino como expresión de un designio que no es ya el suyo, sino el del espíritu, el de la humanidad, del que solo se es parte. Como expondrá Hegel en su filosofía, el héroe en el que desciende el espíritu para realizarse. El héroe consciente de su triunfo, pero también de su tragedia, la conciencia desgraciada. Es el mismo héroe que surge en la Heroica de Beethoven.

Hegel escribe la Fenomenología del espíritu en Jena, en 1807. En esta obra, la razón del espíritu toma diversas formas para realizarse. Aquel canto prometido de libertad absoluta de la Revolución se ha convertido en terror. Ahora, ese terror deberá transformarse en despotismo para hacer posible la auténtica libertad. El espíritu, en su realización, va tomando los caminos que considera más adecuados, mientras los hombres, sus realizadores, van de la afirmación gozosa a la decepción y de aquí a nuevas afirmaciones.

Beethoven, por su lado, temblará de ira cuando su héroe, creyéndose la encarnación misma de este espíritu, haga a un lado al libertador Bonaparte y se transforme en el emperador Napoleón I. Entonces, la Tercera sinfonía estará dedicada al héroe, no más a Bonaparte, que para él ha dejado de existir.

Hegel dice de la Revolución: «Por primera vez en la historia, el hombre tiene como base el pensamiento, y construye la realidad de acuerdo con él. Ha sido la más gloriosa aurora».

La naturaleza sin espíritu no existiría, en la medida en que no tendría conciencia de sí misma. Los poetas expresarán esta relación en torno a la idea de un Dios, una Divinidad, la cual no tendría existencia si en la tierra no existieran hombres capaces de hablar de ellos.

Hölderlin diría al respecto: «Lo sagrado necesita, para su completa gloria, de un corazón humano que lo sienta, que lo reconozca, del mismo modo que los héroes sienten la necesidad de ser reconocidos y coronados de laureles».

«La historia universal —dice Hegel— es la exposición del espíritu, de cómo el espíritu labora por llegar a saber lo que es en sí. No hay nada superior al espíritu, nada digno de ser su objeto. El espíritu no puede descansar ni ocuparse de otra cosa hasta saber lo que es». Y es en esta lucha por saberse a mismo lo que hace de un hombre un hombre.

Conciencia del héroe
Hegel

Los hombres satisfacen su interés, pero al hacerlo producen algo más, algo que está en lo que hacen, pero que no estaba en su conciencia ni en su intención. Estos son los hombres comunes, pero ¿cuáles son los hombres extraordinarios, los héroes? Los héroes son los que se saben agentes del espíritu, sus instrumentos; los que ponen al servicio de este espíritu su naturaleza, su carne, su voluntad, sus instintos, todo lo que son, aunque todo eso sea destruido. El héroe podrá sentir satisfacción, la de ser consciente de su drama y actuar en él, pero nunca alegría, nunca felicidad.

Para Hegel, los hombres de más talento son aquellos que conocen el espíritu del pueblo y saben dirigirse por él. Estos son los grandes hombres de un pueblo, conforme al espíritu universal.

Para Hölderlin la poesía es una expresión del heroísmo. El verdadero poeta es el héroe consciente de su destino. Y su destino es la entrega al espíritu, la autoaniquilación para que el espíritu se realice. La poesía, como toda expresión del heroísmo, implica sufrimiento y sacrificio. El sufrimiento del que se sabe instrumento, algo utilizable para ser después desechado. «Pues aquellos que nos han otorgado el fuego celeste —dice Hölderlin—, es decir, los dioses, nos han dado también el divino sufrimiento. (…) Ese ha de destruir su propia casa y destrozar, como si fuera enemigo, lo que le es más querido (…); si no, nunca será como los dioses, nunca será nimbado de luz. (…) Los poetas debemos entrar, con la cabeza descubierta, hasta el mismo centro de la tormenta. Con nuestra propia mano hemos de tomar el rayo celeste y, envueltos en nuestro canto, transmitir al pueblo ese don divino». La felicidad del poeta viene porque ha tomado conciencia del alcance de su sacrificio. «La naturaleza que necesita un amo, se ha convertido en sierva mía… ¿qué son los dioses si yo no soy su heraldo? La locura será el costo de esta conciencia de lo divino».

Según el razonamiento de Hegel, «en este mundo, solamente aquel que renuncia a sí mismo y, en consecuencia, solamente aquel que es universal, consigue la efectividad».

Conciencia del héroe
Beethoven

Beethoven será el primer referente musical en el que se mirarán las generaciones futuras; él orquestará esta concepción heroica del mundo. «¡Actúa —nos dirá— en vez de suplicar. Sacrifícate sin esperanza de gloria ni recompensa. ¡Si quieres conocer los milagros, hazlos tú antes. Solo así podrá cumplirse tu peculiar destino». Su música es ya un acto de heroísmo, una lucha contra la naturaleza que le va impidiendo, ensordeciéndolo, captar el triunfo, su triunfo, el del ritmo sobre el sonido puro y simple. Un mundo sonoro que le es cada vez más ajeno a los oídos, y que le sale a torrentes de su cerebro y de sus prodigiosas manos. Pero no es solamente ritmo, sino un canto al mundo que está surgiendo, tal y como lo venía haciendo Hölderlin con su poesía. En la Heroica, como en la filosofía hegeliana, se hace expreso el dominio de la razón, pero ahora es una razón activa, consciente de sí misma e impregnada de sentimiento. Serena y racional es la Marcha fúnebre, para culminar en el triunfo alegre pero sereno.

Beethoven culminará con música el sentimiento concreto del hombre que se hace parte, pura y simple, de lo humano y de la humanidad. La Novena sinfonía culmina con un Canto a la alegría. Ya no es el canto al héroe, al decepcionante Bonaparte, sino a la comunidad, al pueblo, a la humanidad de la que es instrumento el héroe. El coro es ya suma de voluntades, suma de anhelos en busca de su propia trascendencia. Canto a la alegría de quien se sabe parte e instrumento de la comunidad que le trasciende. No ya la resignación, sino el gozo del que se sabe parte de lo divino.

Para hacer aún más claro este sentimiento, Beethoven recurre a otro de los grandes poetas alemanes contemporáneos suyos, Schiller. En este canto, la voz del poeta, similar a la de Hölderlin, dirá en palabras lo que Beethoven dice en sonidos, lo que ha dicho Hegel en su filosofía: la existencia personal basada en las relaciones universales del individuo con el género humano y con Dios, en la conciencia de la fraternidad y en la de hallarse sostenido por Dios. En una palabra, en el entrelazamiento del amor y del gozo en que se abrazan el individuo, Dios y los hombres. De esta alegría hablaba también Hölderlin al decir: «Entonces nos sentimos como si fuéramos un dios en su elemento propio, y nuestra alegría es un canto celestial».

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