Culturas — 1 de enero de 2025 at 00:00

Las canciones de Schubert, medicina para el alma

por
Schubert
Fuente: https://www.rtve.es/play/radio/colecciones/franz-schubert/2045/

Uno de los más bellos legados para la humanidad de los que tenemos noticia es el conjunto de las canciones de Schubert, más de ochocientas, la mayor parte compuesta por lieder. La sensibilidad de este músico vienés es realmente asombrosa, hasta el punto de que ha sido llamado «el rey de la armonía» y no debió de ser casualidad que portó la antorcha de Beethoven en su funeral.

La mayor parte de estas canciones son poemas románticos musicados, generalmente de autores alemanes, de una belleza que conmueve. Quizás la intuición, al principio, de que iba a morir joven (así lo hacen los elegidos de los dioses, a manera de Ganímedes en el Olimpo), y luego la certeza de lo mismo, le hizo interpretar la vida como pocos. En gran parte de los poemas y de las canciones se expresa el dolor, la angustia, la melancolía, pero de un modo que no hiere, sino que libera. Es como si Schubert hiciera en su alma un trabajo alquímico, produciendo una joya, en este caso musical, el sufrimiento destilado y convertido en vivencia de amor y sabiduría, a la luz de las estrellas de la eternidad, que siempre sonríen al contemplar esta alquimia de belleza. Chopin decía que el mundo era una sucesión de ruidos que debíamos convertir en armonía y vivencias puras, y un ejemplo perfecto de ello es su preludio de la insistente gota de lluvia que no le dejaba dormir, opus 28. El arte verdadero es siempre catarsis, purificación, liberación. Es decir, en la caverna del mundo se abre una ventana hacia un cielo de ideales y pureza.

Gustav Mahler reafirmaría esta función purificadora del dolor en gran parte de su admirable obra, pero muy especialmente en sus cinco lieder, «Canciones por la muerte de los hijos», del conjunto de 425 poemas de Rückert por su terrible pérdida, poemas semejantes en cierto modo a la poesía «La amada inmóvil» de Amado Nervo, por la muerte de su compañera. También es cierto que el mismo Mahler diría que hizo estas canciones usando la imaginación para recrear el dolor del poeta, y que de ninguna manera hubiera podido hacerlo cuando cinco años después murió su propia hija de escarlatina.

Esta vivencia de tan puros sentimientos forjada en el dolor y la comprensión de la vida otorga a estas canciones de Schubert un gran poder curativo del alma en sus angustias. El diálogo interior, nos dice Viktor Frankl, guiado por la luz del alma, es la mejor y más poderosa medicina para las turbulencias emocionales y el dolor interno que nos aprisionan. La mente puede guiarnos y dirigir las emociones con cariño y firmeza como lo hace el buen pastor, siempre que actúe iluminada por una conciencia pura. Ese es el fundamento de su logoterapia. Quizás de un modo semejante, una condensación de diálogo interior y vivencias en el dolor y también en la belleza por parte de un poeta y de un músico, trabajando en la psique de quien se pueda identificar con estas imágenes mentales y sentimientos puede asimismo tener un poder liberador y catártico. Y como en la parábola del grano de mostaza budista, el dolor ajeno nos permite comprender y aceptar mejor el propio, y máxime cuando ha sido elevado a la categoría de belleza y filosofía.

De este modo, el cofre de tesoros musicales que son los lieder y canciones de Schubert se convierten en un verdadero catálogo de vivencias y de situaciones anímicas que nos pueden ayudar en diversos tipos de sufrimientos y angustias que encuentra el alma en su laberinto emocional y vital.

No siendo músicos, quizás no podemos comprender cómo trabaja la mente de un genio en este arte y cómo transforma en matemática tonal y armónicos los diferentes estados del alma. Pero gracias a la labor pedagógica de cientos de generosos maestros de la misma en internet, por ejemplo, podemos escuchar sus explicaciones. Una muestra puede ser esta interpretación del Ave María de Schubert, que en realidad no es un himno ni un texto religioso en el sentido estricto del término, sino el lamento y la llamada de una doncella perseguida, ella y su padre, por el rey de Inglaterra para darles caza y muerte. La oración se convierte en una sucesión de estados de ánimo a los que los armónicos musicales dan forma sonora, y con su matemática y el genio o musa entran en una dimensión pura donde podemos afirmar que no existe la muerte ni las rupturas, ni los cambios violentos.

Veamos, por ejemplo, aquí el análisis de esta sublime Canción que muchos han desnaturalizado convirtiéndola en la clásica oración a la Virgen María, y en latín por si las dudas.

 

De este catálogo de vivencias o meditaciones líricas y musicales, y desde luego, según mi interpretación, subjetiva, como siempre en estos análisis, voy a adelantar unos pocos lieder, muy conocidos, que puedan ser usados como una especie de «terapia Schubert».

En Margarita en la rueca (D. 118), basado en el despreciable abandono de Fausto (de la obra de Goethe) a la joven después de seducirla con el poderío de mente y la juventud mágicamente adquirida en un pacto con el diablo: salida del automatismo, de la inercia, de la insensibilidad. ¿Por qué? Porque, aunque en esta escena Gretchen suspira de amor, aunque infame por la culpa de Fausto, no deja de ser amor en ella. La vivencia de un amor doloroso arranca de la muerte o sueño letárgico de la inercia. Rajas vence a Tamas, decía la filosofía hindú, el negro carbón es herido por la llama que surge en su interior.

 

Die Nebensonnen, D. 911: sentimiento de estar manchado, purificación. Por qué; pues del mismo modo que el poeta ha vivido bajo tres soles humanos y quiere apartarse de ellos, es implícito que de algún modo se siente manchado y quiere limpiarse y purificarse en la soledad de su influencia.

Gute nacht, D. 911-I, la aceptación de la muerte, superar el miedo a la muerte. El protagonista de esta canción se libera de toda atadura y dice por qué, cuál es el sentimiento que le empuja hacia adelante, hacia lo que parece misterio mas es en realidad el retorno a casa.

El joven en la fuente, D. 638, para perdonarse a uno mismo, por la necesidad de amar, de vivir de nuevo.

La muerte y la doncella, D 531, para enfrentar el dolor por la indecisión, pues la presencia de la muerte, como decían los estoicos, es madre de todas las santas y medidas decisiones.

Der Leiermann, D. 911, para dulcificar el dolor por el sentimiento de dureza, falta de compasión. ¡Qué bella esta música, que parece un cofre de oro y terciopelo que guarda en su seno el dolor ajeno, como en el mismo corazón!

https://www.letras.com/franz-schubert/398670/traduccion.html#google_vignette

Standschen, D. 957 debe ayudar en las penas de amor no correspondido, para cantar como el poeta a la amada en el infinito de esa noche, que se convierte, como el rocío, en pura compasión, en serenidad del alma.

Am Fenstern, D. 878, para la irritabilidad y la impaciencia. La serenidad de la música y la luz de la luna sobre el muro blanco, y los recuerdos en la canción, así la inspiran.

https://sites.google.com/site/elliedaleman/el-lied-alem%C3%A1n-traducciones-al-espa%C3%B1ol/schubert-franz-am-fenster-en-la-ventana-d-878

La bella molinera, D. 795, contra el dolor de no ver los frutos. La fuerza de la composición y el canto al trabajo, al río de acción de la vida misma, el elogio a las ruedas, a las piedras movidas, al avanzar siempre hacia adelante, es un himno a la recta acción, la que se alegra con la acción misma, sin esperar frutos.

En el arroyo, D. 911, para combatir el desánimo y la apatía. La escena del río, que en el invierno parece cubierto de hielo inmóvil y silencioso pero que en su seno guarda todo el poderío de su movimiento es muy apropiada para ello.

Mensaje de amor, D. 957-1, contra la desesperanza, pues el mismo canto es una oración para despertar la esperanza, como una diosa dormida, y el lecho de flores en que yace pueda ser reavivado por la fértil corriente del arroyo, que anima el canto de su amado.

El enano, D. 771, para combatir un sentimiento y dolor de inferioridad, pues el mismo adquiere una figura gigante. Esto hace en él el amor de quien se convirtió en reina, aunque amor frustrado, y la venganza tras la que se pierde en la lejanía. Una imagen poderosa y cruel.

Al aire libre, D. 880, contra la soledad y el rechazo, pues todo saluda amorosamente al que tiene el alma despierta, y aunque nadie acuda a la llamada, las estrellas en la lejanía y cada rincón de la naturaleza en el recuerdo hacen sentir su cariño y compañía. Al final, en vez de solo y rechazado, se está libre y amparado.

El rey de los elfos, D. 328, bella y terrible canción y poema de Goethe, inspira la aceptación, el desapego. Nada se puede hacer contra el destino, los espíritus del mundo invisible ya han tejido lo que sucederá. Es una escena tan dramática que, por contraste, sugiere esta aceptación del destino, este «abrir mano» cuando es necesario hacerlo.

Aquí en versión orquestada. https://www.youtube.com/watch?v=Kp-0eMQU5Vc&list=LL&index=28

La trucha D. 550, puede ser una ayuda ante el dolor por dispersión, fragmentación. El pez sucumbe ante las aguas turbias, víctima del pescador, que le engaña. Incita a la claridad de las aguas interiores, que permite ver con el alma.

Y el Ave María, D. 839 (su título original es «Tercera canción de Ellen», de una historia inspirada en un poema de Walter Scott), es, desde luego, pura medicina contra el desamparo, contra el cual, de un modo u otro Franz Schubert, como rey de la armonía, luchó siempre con su inspirada música.

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