A mediados del s. XX, un gran filósofo que recuperó el valor de la palabra filosofía, de nombre Jorge Ángel Livraga, se propuso una misión: hacernos recordar de nuevo por qué son tan necesarias las viejas enseñanzas.
Entre estas antiguas gotas de sabiduría están los símbolos y los mitos.
Con ayuda de sus palabras volverá a latir en nosotros la música que llevan esos viejos mitos.
¿Por qué son tan importantes los mitos? Los mitos están llenos de símbolos, y los símbolos son algo realmente especial, son llaves que abren muchas puertas, puertas diferentes para cada ser humano, porque cada uno podrá descubrir con esas llaves hasta dónde es capaz de entender, y según vaya creciendo, ese mismo símbolo les mostrará nuevas posibilidades, nuevas capas de interpretación.
Por eso son tan especiales y a la vez tan necesarios. Nos dan claves y nos ayudan a entendernos mejor a nosotros mismos y al mundo.
[1]¿Qué es un símbolo? Símbolo es una palabra que deviene del griego, a través del latín y podría ser traducida libremente como ‘yo llevo’, ‘yo porto’; el símbolo es como un contenedor, es como un envase de algo. Puede tener un valor en sí como elemento estético, pero tiene, además del elemento estético, un significado. Lo que pasa es que en muchos casos se ha perdido el significado y lo único que podemos ver es la parte externa.
En esta sociedad, cada vez nos alejamos más de los símbolos y los mitos, y se pretende convencer al ser humano de que son tonterías, cosas sin importancia; esto nos priva de oportunidades que los sabios atemporales han colocado para que podamos abarcar mejor la vida y acercarnos a nosotros mismos.
Gracias a los mitos, y a los héroes que los habitan, podemos concebir los símbolos de una manera más cercana y práctica. Nos recuerdan aquello que queremos llegar a ser, nos dan ejemplos de cómo poder ser mejores. En sus historias están nuestros sueños más hermosos, esos que nos hacen mirar al cielo, unirlo con la tierra y comprender que necesitamos mirar a lo alto para poder crecer.
[2]Ayer y hoy, y probablemente mañana, se utilizaron, se utilizan y se van a utilizar los símbolos, porque los símbolos son recipientes donde se da algo, donde se ofrece algo, y se ofrece a la Divinidad, se ofrece a otros hombres o se guarda en el corazón.
Para ser mejores necesitamos de ejemplos que nos hablen de luchas y gestas mayores. ¿Como, si no, íbamos a poder soñar y esforzarnos por crecer? Tenemos el tamaño de aquello que nos atrevemos a soñar y hacer. Sin héroes como ejemplos para mirar hacia lo elevado, quizá no nos atreveríamos ni a dar el primer paso, y eso nos hace enfermar el alma porque nos olvidamos de alimentarla, de hacer florecer nuestro interior.
[3] Los símbolos son como barcas y la historia es como un lago, como un río. Los símbolos son barcas que nos llevan hasta más allá de la historia. Los símbolos son barcas que vienen desde el pasado, trayéndonos objetos misteriosos que debemos desvelar para reencontrarnos a nosotros mismos; porque conociendo nuestro pasado nos conocemos a nosotros mismos y podemos prever el futuro.
Cogiendo como referencia a uno de los primeros héroes de los que tenemos constancia, vamos a analizar cómo sus gestas nos ayudan a entender mejor qué hacemos en este mundo, pero para ello debemos acercarnos con el corazón abierto y ver algunos de los símbolos que guarda.
Se trata de una historia muy antigua que nos habla de un héroe llamado Gilgamesh.
[4] Es tal vez la forma más antigua que conocemos del héroe que combate contra el dragón, que combate contra las sombras, que combate contra los enemigos.
Ha sido el referente de todos los demás héroes grecorromanos que hemos ido conociendo a lo largo de la historia y nos resultan más cercanos. Este héroe sumerio nos presenta varios símbolos realmente importantes:
* El hacha de doble filo: Este símbolo, que se halla presente en mitologías de todo el planeta, nos habla de ese doble filo, es decir, lo que uno trabaja hacia afuera también debe trabajarse hacia dentro; si no, sería un trabajo estéril o, dicho de otro modo, todo lo que uno va trabajando consigo mismo debe reflejarse en el exterior, como si en nuestro interior estuviese la semilla que va creciendo y madurando y en el exterior viéramos los frutos que ofrece al mundo.
[5] Sus dos filos curvos representan el universo; lo que el hombre puede hacer con su voluntad. Es el «láber», es la herramienta física para poder tallar, labrar en las tinieblas, labrar la tierra y poner la semilla.
* Su amigo Enkidu: tiene varias facetas. Por un lado, es el amigo del héroe, aquel que le acompaña, le ayuda, en ocasiones le guía, siempre muestra bondad y nobleza… Por otro lado, es parte del héroe, la parte más luminosa, nuestra parte más alta que, a veces, de tan escondida y sepultada que está en el día a día, olvidamos. También puede representar eso que durante mucho tiempo nos ha ayudado a caminar pero que en un momento dado debemos dejar morir para seguir avanzando en la vida, para alcanzar nuevas alturas…
* Las pruebas: Como todo héroe, durante su viaje debe enfrentarse a una serie de trabajos o pruebas en los que, con cada victoria, va fortaleciéndose y aprendiendo un poco más de sí mismo. Se va preparando para poder acercarse a la prueba final que, en su caso, es la planta de la inmortalidad. Una de las pruebas es ante Inanna o Ishtar, que le pide que no continúe su viaje y que se vaya con ella a su palacio, y he aquí lo que le contesta Gilgamesh:
[6] ¡Oh, Inanna!, tú eres la Belleza, tú eres todo aquello que puede representar el descanso y la paz. Mas fíjate qué soy. Yo soy como una puerta que deja pasar el viento, soy como un cuenco que pierde el agua, soy como un techo que ya no cubre, soy un errante, soy un viajero. Mi amor es como una piedra adherida a la pared que cae en cualquier momento… Permíteme seguir en mi búsqueda, permíteme buscar algo que pueda fundamentarme y pueda justificarme ante mis propios ojos, antes que delante de los ojos de los demás.
El rechazo hacia Inanna tiene como consecuencia la muerte de Enkidu. Gilgamesh está desolado:
[7] ¿Qué es este sueño tan profundo que te ha cogido? ¿Qué pasa que ya no me contestas? Tu corazón no late, tus manos no se mueven, ¿tan dormido estás?
Esto le obliga a madurar y plantearse su mortalidad. Llega un momento en que debemos caminar solos y dejar marchar a Enkidu, pero esto no es fácil y duele.
* La planta de la inmortalidad: Gilgamesh decide buscar la planta de la inmortalidad. Como va reflejando el mito, no nos está hablando de la idea que, a partir del s. XIX y su materialismo acendrado, fue penetrando en la mente colectiva, como un elixir que hace que el cuerpo no envejezca y viva eternamente, sino que es una idea más rica y profunda, es saber que existe algo que no muere dentro de nosotros y que va transitando por la vida, por las diferentes vidas y siempre está ahí entero, indiviso, aquello que Platón denomina el Individuo.
La planta, que está protegida por una serpiente, símbolo de la sabiduría, otorgaría a nuestro héroe la posibilidad de reconocer dentro de él esa parte indivisa que nunca muere, y que a través de su historia nos recuerda que en todos nosotros habita ese Gilgamesh inmortal.
A través de los símbolos y los mitos, y usando como ejemplo la historia de Gilgamesh, hemos podido comprobar cómo algo dentro de nosotros se hace más ligero, da alas a nuestra alma dormida en este mundo tan apegado a la materia.
Eso nos debería hacer reflexionar sobre otro de los puntos fundamentales que trata el autor a través de sus conferencias: la importancia de recuperar y cultivar en nosotros estos mitos y a sus héroes. Hemos transformado nuestro mundo en un gran estercolero, donde cualquier persona que hace algo noble, o una proeza que nos conmueve, pronto es vilipendiada y se busca cuál es el defecto que posee o qué es aquello que hizo peor en su vida. Enterramos cualquier acto de bondad y belleza entre los errores y fallos que supuestamente a veces ha cometido ese ser humano.
Parecería que en nuestro mundo esta prohibido tomar como ejemplo eso que conmueve nuestro ser y hace brotar nuestras lágrimas y que nos está dando un ejemplo de auténtico fuego vertical.
Nos hemos acostumbrado a caminar tanto entre el barro y la negrura del mundo que no se puede evitar poner a otros a la altura del propio hundimiento. Esto no solo nos empequeñece, sino que nos convierte en seres grises que no son capaces de apreciar la bondad y la belleza.
Por eso debemos reivindicar estas viejas historias, que siempre son nuevas, que siempre nos calientan el corazón y hacen que nuestros ojos se iluminen. Hay que reivindicar la belleza y el acto generoso de aquel ser humano que, en medio de sus derrotas, es capaz de alzarse como una llama de fuego y ofrecer nobleza y ejemplo. Y también necesitamos todos esos ejemplos, sean reales o inventados, porque nos hablan del verdadero poder de los seres humanos, de su real sentido y de la capacidad de sacar a la luz la belleza escondida que admiramos en la armonía del universo, pero que también vive en lo más profundo de nuestros corazones.
[8] Necesitamos otra vez correr con el Quijote por los campos de Castilla. Necesitamos otra vez saber y conocer que podemos abatir a los gigantes y convertirlos en molinos de viento. Necesitamos sentir a nuestro lado a Leónidas gritando y asegurando que esta noche vamos a cenar con Plutón y que trescientos espartanos pueden oponerse a un millón de persas. Necesitamos otra vez estar con Gilgamesh, descender al fondo del océano, buscar la planta mágica de la inmortalidad que estaba allí desde antes del diluvio. Necesitamos otra vez buscar dentro de nosotros mismos para poder recrear una nueva sociedad, formada por mujeres y por hombres que sean mejores.
Porque cuando perdemos mitos, belleza y héroes, nos convertimos en humanoides. Necesitamos sentir y expresar nuestra fe interior.
Todo ser humano tiene un héroe dentro que se enfrenta con dragones, aunque sean lagartijas de la cotidianidad. Todo ser humano tiene la posibilidad de ser noble y generoso y dar un ejemplo luminoso a los otros. ¿Por qué negar la luz y esconder y enterrar los sueños que hacen volar y crecer al ser humano?
Por todo ello debemos volver a acercarnos a los mitos y a los héroes, enseñarlos al mundo y que cada ser humano use la llave del símbolo para poder comprender hasta dónde le lleva su corazón. Si tiene estos compañeros en su vida, irá creciendo a su ritmo, en la medida de sus posibilidades, pero sabiendo que hay metas más altas que alcanzar, y se alzará de puntillas para poder vislumbrarlas y llegar a ellas. Todo esto da fuerza y calidad a nuestra vida para comenzar a entender algo de ella, y así percibir ese ser indiviso que habita en todos nosotros.
Y he aquí un atrevimiento: unos versos intentando resumir la historia de Gilgamesh de una manera más cercana a nuestro momento histórico.
Espero que lo disfrutéis tanto como yo acercándome al héroe con todos vosotros.
En los albores del mundo,
la diosa Aruru un ser de sus entrañas creó…
mas un tercio faltaba
y con barro lo completó:
Gilgamesh le puso por nombre y el reino de Uruk le concedió;
además de gran fuerza, un noble corazón le otorgó.
Pero su turbulenta juventud
hacía que Uruk fuera gobernado con desmedido furor.
Los habitantes de Uruk a los dioses lloraron;
ante tanta injusticia, una ayuda suplicaron.
Aruru les escuchó y del barro a Enkidu creó.
Salvaje, peludo, señor de las bestias,
en el bosque habitaba…
y a los cazadores su alimento quitaba.
Estos, temerosos, al rey de Uruk avisaron.
Gilgamesh buscó una solución:
envió al bosque a una mujer de dorado corazón
que enseñó a Enkidu el arte de la civilización.
Gilgamesh y Enkidu, cara y cruz de la misma moneda,
pronto se enfrentaron.
Fuerzas gemelas, en la gran plaza se encontraron…
La lucha quedaba incierta, con sorpresa para ambos.
Enemigos comenzaron y amigos terminaron.
El pacto de amistad quedó sellado…
mas Enkidu los bosques añoraba
y, en medio de sus sueños, el gigante Humbaba le llamaba.
Así, nuestros héroes en su busca partieron,
hacia el bosque de nieblas eternas y largos lamentos.
En titánico combate con Humbaba terminaron.
Cumplida su misión, a casa regresaban…
mas, en un lago, a quitarse el polvo del camino se pararon…
Con majestuosidad, surgió la bella diosa Ishtar…
y a Gilgamesh quiso conquistar.
Pero, al verse rechazada, al toro celeste a matarle envió…
Gilgamesh y Enkidu acabaron con él y de Ishtar se burlaron.
La ofensa fue grande… y ¡terrible la respuesta!
Una maldición de muerte envió a los dos.
Gilgamesh solo un tercio de barro poseía,
mas Enkidu de barro entero era…
La maldición le alcanzó y su luz se apagó.
Las alas de la muerte le envolvieron,
causando gran dolor en Gilgamesh…
quien pronto comprendió su propia fragilidad,
partiendo en busca de la inmortalidad.
Utnapistim era el nombre de aquel a quien buscaba,
y para ello debía cruzar la «doble montaña».
Guardianes tenía: eran los «hombres escorpiones»,
que le dejaron cruzar, al ver en el interior de su espíritu, la bondad.
Hubo de cruzar una profunda oscuridad
para llegar al jardín de Shamash.
Allí estaban las orillas del océano de la muerte.
Para atravesarlas, debía navegar con Urshanabi en su barca;
y, para el viaje, doce pértigas de noble madera necesitaban.
Con ellas, hacia la isla de Utnapistim marcharon.
Cuando ya solo la última les quedaba,
a su destino llegaron.
Utnapistim era superviviente de la «antigua humanidad»
que, en un gran diluvio, había perecido.
Solo Utnapistim y su esposa quedaban para recordarlo.
Por eso a Gilgamesh su historia le relataron…
Después de tanta emoción,
agotado estaba Gilgamesh…
y en sueño profundo cayó.
Seis días enteros durmió… y, al séptimo,
la mujer de Utnapistim le pidió que despertara…
Entonces, la historia de una «planta mágica» le contó:
tenía que encontrarla, pues rejuvenecer era su don.
Gilgamesh fue en su búsqueda a las profundidades…
y allí la consiguió.
Agotado por el esfuerzo, dormido se quedó…
«la serpiente» acechaba…
… y la planta se comió.
Gilgamesh quedó desolado…
Su regalo para Uruk, perdido…
mas en su interior había decidido
la reconstrucción de Uruk y con sabiduría gobernar,
para memoria de su largo viaje y a su amigo Enkidu honrar.
Bibliografía
Magia, religión y ciencia para el tercer milenio, tomo II:
El hombre, sus mitos y sus símbolos.
El símbolo de Gilgamesh o el hombre que no podía morir.
Desmitificación de héroes y santos, sus consecuencias.
The epic of Gilgamesh (La epopeya de Gilgamesh) version en inglés de N.K. Sanders
[1] El hombre, sus mitos y sus símbolos.
[2] Id.
[3] Id.
[4] El símbolo de Gilgamesh o el hombre que no podía morir.
[5] Id.
[6] Id.
[7] Id.
[8] Desmitificación de héroes y santos, sus consecuencias.