Historia — 1 de marzo de 2012 at 00:03

Brujos y guerreros

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Esta tradición es un sistema de conocimiento completo, y como tal debe ser conocido en su conjunto. Extraer elementos sueltos y tratar de aplicarlos por separado puede llevar al desastre, como ocurrió con el uso incontrolado de drogas que afectó a tantos jóvenes de la llamada generación hippy. El uso de las drogas no es un medio de aprendizaje, es solo una ayuda excepcional que Don Juan emplea con Carlos. Bien entendido que, como dice Don Juan, el conocimiento tiene que adquirirse en un estado de total sobriedad, sin alteraciones y con plena conciencia.

El punto de partida en el camino del aprendizaje es lo que Carlos llama “el hombre corriente”. Este hombre corriente vive en lo que se llama “realidad ordinaria”, que es la realidad de la vida cotidiana. Si este hombre se siente bien, se siente a gusto en el mundo en el que vive, entonces no pasa nada, al menos temporalmente; todo lo que escribió Carlos Castaneda y lo que vamos a decir a partir de ahora puede parecer puras fantasías o cuentos. La cuestión se plantea cuando ese hombre corriente empieza a sospechar, empieza a tener dudas de que la realidad ordinaria en la que se mueve sea la única y exclusiva realidad, y empieza a vislumbrar algo que está más allá, algo que no ve pero que presiente, esa otra “realidad aparte” de la que habla Carlos.

Ahí comienza el proceso de búsqueda del conocimiento. Quien quiere aprender busca. Y entonces se encuentra con las enseñanzas, que no son el conocimiento mismo, sino las herramientas para llegar a él.

Después de un primer acercamiento al mundo del conocimiento, ese aprendiz notará que empiezan a aparecer las primeras dificultades, los primeros obstáculos, que van a poner a prueba su verdadera voluntad de aprender. Estas dificultades van a requerir una lucha y un esfuerzo por su parte, y esa lucha, precisamente, es la que irá forjándole como guerrero. Y como dirá Don Juan, sólo como guerrero se puede sobrevivir en el mundo del conocimiento; sólo como guerrero puede un brujo convertirse en un “hombre de conocimiento”, o nagual.

Las dificultades son internas, es decir, que están en el interior de cada ser humano, aunque a veces las apariencias engañen, puesto que esas dificultades internas se reflejan en el exterior, encuentran su forma de expresión a través de hechos y comportamientos que tienen lugar en el exterior. Pero la lucha se plantea en el interior de cada ser humano, y por eso se habla de guerra interior, y el combate no es contra nada ni contra nadie fuera de él.

Ese aprendiz de brujo que va forjándose como guerrero, va a encontrarse con cuatro enemigos o dificultades fundamentales, por el siguiente orden:

1) El miedo. Lo desconocido atrae, pero también da miedo. Miedo a perder algo de lo que tenemos, miedo al dolor, al sufrimiento, a las privaciones… La clave para vencer el miedo es no detenerse, caminar con él, no permitir que nos paralice. Incluso puede utilizarse la energía que acompaña al miedo de forma positiva. De esta manera, poco a poco nos acostumbramos a él, hasta que finalmente ya no nos molesta, e incluso puede terminar yéndose de puro aburrimiento. Cuando un aprendiz ha vencido al menos el miedo, es ya un guerrero y está en el camino hacia el conocimiento.

2) La claridad. El hombre que ya no tiene miedo lo ve todo más claro. Actúa con una mente serena, lúcida, no sometida a las presiones del miedo. Pero, aunque su claridad solo es un punto de luz en la inmensidad del infinito, puede hacerle creer que ya lo sabe todo, que tiene la llave de los misterios y que ya no necesita nada más.

3) El poder. Quien ha vencido el miedo y recibido la claridad adquiere poder. El guerrero debe saber que ese poder no es en realidad suyo, sino que le viene dado por el espíritu, por la vida, para que lo utilice correctamente, pues en realidad él no es más que un canal o cauce a través del cual ese poder pasa.

4) El cansancio. Es el deseo de retirarse, de descansar, de abandonar la lucha cuando ya se han superado los tres enemigos anteriores. El guerrero que vence los cuatro enemigos sería un guerrero impecable y puede convertirse en un hombre de conocimiento, aunque, como dice Don Juan, es difícil permanecer en ese estado porque este cuarto enemigo no se vence nunca del todo.

La realidad es una, pero tiene dos aspectos diferentes: el tonal y el nagual. El tonal es la realidad que podemos percibir con los sentidos y se asocia con la razón y el habla, con el lado derecho, con el primer anillo de poder y con la llamada primera atención, la atención de nuestra mente racional. La otra realidad es el nagual, que se asocia con la voluntad y los actos, con el lado izquierdo, con el segundo anillo de poder y con la llamada segunda atención. Esta segunda atención es con la que percibimos esa otra realidad que no tiene forma, y que no se puede describir, sino simplemente atestiguar.

Estos dos aspectos de la realidad también están presentes en el ser humano, y ambos conforman un todo. Sin embargo, el hombre corriente usa solo una parte de su totalidad: el tonal. El hombre corriente, sin proponérselo, realiza un gran acto de «brujería», que consiste en elaborar con la razón un maravilloso y complejo mundo de ideas a las que él interpreta como la única realidad. Transformar el mundo energético y de seres luminosos que nos rodea en un mundo de «objetos sólidos» es una labor descomunal de «brujería». Pero el hombre corriente se queda ahí y no explora más posibilidades.

En cambio, el brujo entra en el nagual, lo percibe, usando su voluntad, esa voluntad que se asocia con el sentir, el soñar y el ver. El brujo que entra en el nagual ve las fuerzas de la Naturaleza, y lo que hace es seguir esas fuerzas, ir a favor de ellas, a diferencia del hombre corriente, que se opone a ellas. Y ese brujo no se apoya en razonamientos, sino en actos.
Cuando nace y cuando muere, el ser humano lo hace con su totalidad. ¿Por qué, entonces, no vivir plenamente con nuestra totalidad si hemos de morir con ella? Desde el momento de nacer, el niño está siendo enseñado por “innumerables maestros”. Todas las personas que se ponen en contacto con él, desde sus padres y parientes hasta compañeros de colegio, vecinos, etc., son maestros que le están dando constantemente una descripción del mundo, le están diciendo cómo es el mundo, y él va aceptando poco a poco esa descripción. Si no la acepta del todo, pueden venir los llamados problemas de adaptación. Pero lo importante de esto es saber que nuestra idea del mundo no es más que una descripción. Tenemos una, pero podríamos tener otra diferente. De hecho, cada persona tiene su propia imagen del mundo, aunque hay una que predomina socialmente, que prevalece, por simple consenso tácito de la mayoría.

Lo importante de esto es tomar conciencia de que, en realidad, no sabemos cómo es el mundo; aceptamos una descripción de él, pero el mundo no es así, simplemente nosotros lo vemos así.

Cualquier descripción del mundo que nos hagamos la hacemos con la razón, que está asociada al habla, que percibe la forma de las cosas, pero no su esencia. El hombre corriente sólo mira, pero no ve. El brujo y el hombre de conocimiento ven. Por ejemplo, el ser humano es una especie de huevo luminoso para alguien que ve. Nuestra esencia como seres es la luz, somos seres luminosos, pedacitos de sol, y para un brujo aparecemos así.

Este ver –o clarividencia– lo poseía, por ejemplo, el sabio y médico Paracelso, quien veía la naturaleza oculta de las plantas y de los minerales, y podía ver sus propiedades curativas. Este ver implica un conocimiento y un contacto con la Naturaleza, que es en definitiva lo que caracteriza al brujo y al hombre de conocimiento. Por ello, Don Juan hablaba con las plantas, hablaba con los animales… porque todo está vivo, y esta es también una de las premisas de la verdadera magia.

El primer trabajo del aprendiz es limpiar su tonal, la isla del tonal, como le llama Don Juan, para que dentro de sí mismo haya espacio para el nagual. Si no se limpia, si no se organiza bien el tonal, no hay sitio para nada más. Y por eso, Don Juan le da a Carlos una serie de pautas de comportamiento.

El guerrero tiene que “parar el mundo”, deteniendo su diálogo interno, ese diálogo a través del cual se alimenta y refuerza la descripción del mundo. El mundo es así como es porque hablamos con nosotros mismos acerca de que es así como es; y luego acumulamos recuerdos sobre ello. Para ayudar a detener el diálogo interno, Don Juan le dice a Carlos que tiene que borrar su historia personal. ¿Qué significa esto?, no depender de todas las formas mentales que se han creado en torno a nuestra persona, provenientes de los demás y de nosotros mismos. Todos cuantos nos conocen tienen una idea de nosotros, y nosotros alimentamos esa idea con nuestros actos, y esto, en cierto modo, nos esclaviza. Los que nos conocen nos dan por hechos, y desde ese momento nos resulta difícil romper el lazo de sus pensamientos, aunque también nos esclaviza la imagen que tenemos sobre nosotros mismos.

Para ir borrando esa historia personal, poco a poco, hay que trabajar en tres aspectos:

1) Perder la importancia personal. El sentirnos importantes resulta muy costoso. Nos molestan muchas cosas, nos enojamos con cualquier contrariedad. Y es un gasto de energía muy grande. Mientras nos sintamos lo más importante del mundo, nunca vamos a poder percibir el misterio que nos rodea. Perder la importancia personal da al guerrero libertad, agilidad y fluidez.

2) Usar a la muerte como consejera. La muerte es nuestra eterna compañera. Siempre está a nuestra izquierda, a la distancia de un brazo. Le dice Don Juan a Carlos: cuando estés impaciente, lo que debes hacer es mirar a tu izquierda y pedir consejo a la muerte. Una gran cantidad de mezquindad se pierde con tan solo un gesto de tu muerte, o con tan solo ver a tu compañera ahí, vigilándote. El problema de la mayor parte de los hombres es que viven como si la muerte no fuera a tocarlos nunca, como decía Don Juan irónicamente, viven como si fueran inmortales.

3) Asumir la responsabilidad de nuestros actos. Hacernos responsables. En un mundo donde la muerte es el gran cazador, no hay tiempo para lamentos ni dudas; solo hay tiempo para decisiones.

El guerrero se va haciendo a sí mismo, pues nadie nace guerrero, exactamente igual que nadie nace siendo un ser razonable. Nosotros nos hacemos lo uno y lo otro. El guerrero se hace cazador de poder, y confía en ese poder, sea el que sea, poco o mucho. No es víctima ni verdugo, crea su propio estado de ánimo, y si llega a ser un guerrero impecable, encuentra “aliados”.

La tradición de los antiguos toltecas recoge perfectamente el camino que debe recorrer todo ser humano que quiera acercase al conocimiento. Primero como aprendiz, luego como guerrero y como brujo, para finalmente llegar al conocimiento.

Ese camino requiere poner en acción nuestras mejores cualidades, pues no es un camino fácil. La meta es encontrarnos con nosotros mismos, con la totalidad de nuestro ser, con lo que verdaderamente somos, con el misterio que hay en nosotros, que es el mismo misterio que envuelve todo el universo.

BIBLIOGRAFÍA:

Carlos Castaneda:

1. Las enseñanzas de Don Juan.
2. Una realidad aparte.
3. Viaje a Ixtlán.
4. Relatos de poder.
5. El don del águila.
6. El segundo anillo de poder.
7. El fuego interno.
8. El conocimiento silencioso.

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