Un hipopótamo cruzaba un pantano cuando, de repente, se le salió uno de los ojos, que fue a caer en el agua.
El hipopótamo se puso a buscarlo por todos lados dando vueltas y más vueltas. Buscaba a su derecha, y a su izquierda, y a su espalda, pero no había manera de encontrar el ojo.
Al ver su nerviosismo, los pájaros del río le gritaban a coro:
–¡Calma! ¡Hipopótamo, haz el favor de tranquilizarte!
Pero el hipopótamo, cada vez más nervioso, no les oía. Tenía que encontrar como fuera el ojo que había perdido. Entonces, los peces y las ranas decidieron unir sus voces a las de los pájaros.
–¡Calma, calma, calma! ¡Hipopótamo, haz el favor de tranquilizarte!
Por fin, el hipopótamo oyó sus voces, se quedó quieto y los miró.
De inmediato, el limo y el barro que, loco de desesperación, había removido con sus patas se depositaron en el fondo del pantano. Y entre sus patas, dentro del agua que volvía a estar clara, el hipopótamo encontró su ojo. Lo recogió y lo colocó de nuevo en su lugar.
Fábula africana
Recopilado por Elena Sabidó