Nos envían nuestros colaboradores comentarios sugerentes sobre las posibilidades que nos ofrece la música o el cine para practicar nuestra condición de filósofos. Esta tarea nos resulta especialmente simpática y oportuna, pues nos sirve para comprobar que la filosofía fecunda y completa nuestras experiencias vitales en mayor medida de lo que tendemos a pensar.
Las letras de muchas canciones de cualquiera de los géneros que calificamos como música pop –sin olvidar el ya clásico rock and roll, con todos sus subgéneros–, los guiones de películas de ficción, o de series de televisión, nos ofrecen reflexiones sobre el sentido de la existencia, las realidades de la vida o los problemas del mundo actual, nos aportan buenas sugerencias y nos ayudan a profundizar, a ir más allá de la simple apariencia de las cosas y los acontecimientos, todo ello envuelto en los ropajes que cada época diseña.
No todo es lo que parece y lo que ha dado en llamarse “entretenimiento”, o espectáculo, no se produce solamente con la finalidad de ayudarnos a escapar de lo que nos cansa, nos aburre o no nos gusta y evadirnos de los asuntos “serios”, relacionados con algo negativo y pesado, sino que también nos sirve para conocernos mejor a nosotros mismos y el mundo en el que vivimos.
Filosofar no solo es compatible con el aliciente que nos ofrecen las oportunidades interesantes, sino que es precisamente lo que las hace interesantes, porque les añade la cualidad específica de los seres humanos, que es pensar, reflexionar, buscar respuestas a nuestras preguntas y salidas a nuestras inquietudes.
La filosofía pone en relación las actividades humanas, las artes, las ciencias, las teorías, las prácticas de tal manera que la encontramos iluminando los rincones del laberinto de la vida, así ha sido siempre. Bien lo sabía Homero, cuando consiguió enseñarles a los griegos cómo había que comportarse, a través de las historias apasionantes de Aquiles y de Ulises.