¿Quién no aprecia un hombro en que apoyarse en los momentos difíciles o una risa compartida? La vida de todo ser humano transita por momentos de sombras y luces y el camino se hace más llevadero con alguien que comparta y comprenda alegrías y sinsabores.
No podemos vivir en la soledad y el aislamiento. Desde que nacemos necesitamos de alguien que nos acompañe en la vida. Son los padres nuestros primeros y más grandes amigos, que con solícito e incondicional cariño y amor cuidan de nosotros.
A medida que vamos creciendo, necesitamos mantener relaciones, tener amigos, convivir y desarrollar nuestro espacio vital con la gente que nos rodea.
Pero ¿qué es la amistad? Se la puede definir como una relación afectiva entre dos o más personas. Pero también podemos llamar amistad a esa hermosa relación que se establece entre personas y animales… “El perro –decimos– es el mejor amigo del hombre”.
Lo más característico de la amistad es que hablamos de un afecto personal, puro y desinteresado, casi siempre recíproco, que nace y se fortalece con el trato, con la convivencia, con momentos de intimidad, confesiones exclusivas y apoyos mutuos.
Hay distintos grados de amistad, y conviene distinguirlos.
Por una parte, están los “conocidos”: se trata de una relación circunstancial, como la que podemos trabar con un vecino, un pariente lejano, el amigo de un amigo, etc.
Por otra, están los “compañeros” o “colegas”. También hablamos de una relación circunstancial, aunque menos superficial, puesto que hay objetivos compartidos (de estudios, de trabajo, etc.).
Finalmente, hay que contar también con los “amigotes”, ideales para la diversión y el entretenimiento, sin olvidarnos de posibles “amigos virtuales” en facebook, twitter y otras listas de Internet.
A dichas relaciones les falta algo para convertirse en amistades verdaderas: el compromiso, clave para una relación de afinidad profunda.
La amistad verdadera
Una auténtica relación de amistad tiene, además, otras características:
–Debe ser recíproca.
–Implica confianza, sinceridad y lealtad.
–Supone entrega y esfuerzo por compartir todo, no solo alegrías y éxitos, sino también sufrimientos y fracasos; es la entrega y esfuerzo por dar, ayudar, escuchar, consolar…
El amigo se preocupa por el bienestar y necesidades del otro. Siempre da lo mejor de sí mismo, siendo generoso, tolerante, comprensivo, respetuoso, paciente, sincero…
La gran amistad, la amistad con mayúsculas, suele perdurar a lo largo del tiempo y el espacio. Pero igual que una flor, hay que cuidarla, mimarla, y nada mejor que el cara a cara: “Ojos que brillan, brazos que envuelven, palabras que calientan…”, que diría el poeta.
Para tener buenos amigos, lo primero es ser un buen amigo. Esperamos del otro o de la otra muchas cosas, pero nosotros tenemos que ser capaces de ofrecer eso mismo en el altar de la amistad.
Para los filósofos griegos, la amistad es una expresión de virtud. Implica también buena voluntad y armonía. No hay duda, la amistad –decían– “es un regalo de los dioses, es un tesoro. El amigo fiel no tiene precio”.
La amistad nos hace virtuosos. Nos ayuda a crecer como personas y enriquecernos mutuamente. Nos hace felices, con buena autoestima y sentimiento de gratitud.
Los médicos y naturópatas nos dicen que también es beneficiosa para la salud. Según recientes estudios médicos, no solo es el mejor antídoto contra el estrés y la depresión, sino también el mejor medicamento contra los problemas cardiovasculares y otros achaques de la vida. ¡Viva la sana amistad!
Y para concluir, os dejo con un hermoso pensamiento de Aristóteles :
“La amistad es un alma que habita en dos cuerpos, un corazón que habita en dos almas”.
El ideal de la amistad es sentirse uno y seguir siendo dos.